sábado, 26 de febrero de 2011

No habrá montaña mas alta... (98)


…la propuesta fue aceptada. Como no podría ser de otra manera, Don Blas de Lezo asintió contar con  el teniente de fragata Segisfredo Cefontes en su  escuadra. Sabía de su  bravura y determinación probada en  el  combate frente a varios jabeques argelinos justo en el momento que su escuadra  se aproximaba en la  derrota hacia Génova.  Sin  perder minuto dio orden de  redactar la petición de traslado  del  teniente Cefontes a la Capitanía del departamento  marítimo de Cádiz de donde dependía, para que esta saliese en el primer correo o aviso que  aquel destino llevase. Daniel en su ansia, a duras penas dominada por su responsabilidad, estaba dispuesto a llevarlo él mismo a  la Isla de León donde  coger de la perilla a su amigo y compañero de armas para traérselo a  bordo de “la Minerva”.

Fue el  esperado 25 de abril  cuando el aviso  “Fortuna” partió hacia su destino gaditano cuando  Daniel comenzó a desdoblar su mente entre las actividades navales  sobre su fragata fondeada y la espera por la posible llegada de su  compañero a bordo de chalupa, esquife o falúa del general  que abarloase sobre el costado de su reino flotante. Además de la petición  hecha sobre  el teniente Cefontes, también solicitó poder hacer  ensayos de mar y guerra  en mar abierta, solicitud que también fue ratificada por su  general.

Durante una semana fueron muchos los trabajos, ajustes en la jarcía, corrección  sobre el aparejo incluso leves variaciones sobre la inclinación de los mástiles que le dieron a la “Minerva” el punto de  agresividad  frente a casi todos los vientos que deseaba  su comandante. Los dos “rebajados” de alféreces a guardiamarinas, ayudados  directamente por el mismo Daniel se pudieron firmes en sus cometidos y  junto al condestable fueron ganándole tiempo a cada intervalo entre cada salva. Aquella fragata   mejoraba en su  rendimiento con los días y con la brega de cada hombre sobre su cometido.



La escuadra   era un espectáculo  de verdadera admiración incluso para quien estuviera acostumbrado a semejante  derroche naval, doce navíos de línea, dos fragatas, dos bombardas, siete galeras, dieciocho galeotas, múltiples naves auxiliares y de transporte donde completar el embarque de 30.000 hombres, 108 cañones y setenta morteros como parte del ejercito que debía de combatir al bey  turco y sus piratas desde Orán hasta su fortaleza en el castillo de Mazalquivir.  Finalizó el mes de mayo con la escuadra aprestada  únicamente  a la espera de la orden de zarpar y  encarar semejante jornada contra el turco.

Segisfredo no daba señales de su llegada y los ánimos de su amigo  habían alcanzado el límite inferior  que supone asumir que no   alcanzaría a embarcar antes de la partida. Pero ganemos algunas leguas al oeste hasta alcanzar la ciudad  gaditana y retrocedamos nuestros cronómetros hasta la fecha de arribada del bergantín  “Santa Rosa”, remozado gracias al “mecenazgo” del padre de Mª Jesús, su amada y al mismo tiempo perdida  en el mismo sentimiento, tras la casi zozobra de su nave en la travesía desde La Habana. Tras largar el ferro en la rada gaditana, sus trabajo se centraron casi exclusivamente en informar a las autoridades de los sucesos de la travesía, los daños, las justificaciones por los retrasos que aunque fueran para bien de la Real Armada en el cuerpo del bergantín siempre  habrá en cada mesa con tintero  un  funcionario  de corta visión y de natural leguleyo que  exija daños por los retrasos sin  aceptar otras razones que las ya preestablecidas en sus  legajos.

Nuestro teniente  se sumergió entre informes y legajos que  acababan por desmoralizar su ánimo y adormecer el  alma de  marino que  con los días parecía abandonarlo a bordo del “Santa Rosa” mientras su cuerpo terrestre encaraba la capitanía. La tristeza  poco a poco disfrazada de melancólica estación lo invadía  vestida de mujer, de esa mujer que en aquellos momentos era de otro hombre, oscuro y sin  voluntad propia,  adujado a los  caudales de su familia que lo mismo pretendería con Mª Jesús. Imaginaba mil y una estampas con dolor  Segisfredo. En su imagen que la melancolía idealizaba gracias al aderezo del amor  veía  a su amada como mujer sufridora  a la que una llamada, una carta, un mensaje a uña de caballo de  correo  clandestino bastaría para abandonar lo que de verdad era su ser para sentir lo que creía  realmente  que era su destino. Murió el mes de abril y veía Segisfredo que  una nueva misión  de aviso o correo   sería encomendada a su bergantín ain tener la certeza de ser él quien  fuera el que tal misisón llevara cuando en el paseo  matutino  escuchó la salva  de aviso de la entrada de otro bergantín como el suyo, no tan brioso y marinero que lo que  uno siente propio siempre será   más que lo que  enfrente trate de reflejarse. Leyó su nombre en el espejo de popa bajo la pequeña balconada, “Fortuna, buen nombre para  traer buen designio a quien  lo merezca” pensó. Pero no se atrevió en su tristeza a  imaginar que fuera él mismo merecedor de tal designio.

La primera semana de mayo fue convocado y se le transmitió que  debía ceder el mando de su bergantín  el  15 de mayo para partir  a las órdenes del teniente de navío Don Daniel Fueyo a bordo de la fragata “Minerva” antes de su partida  desde el puerto de Alicante. Su sorpresa fue una pura contradicción, tristeza por dejar el mando de su nave y a la dotación con la que   compartió el final  cercano de la vida sobre quintales de agua y huracanes de furioso viento, pero al mismo tiempo sabía que su comandante era su amigo Daniel y que donde él fuera sabía que seguro habría oportunidades de  alcanzar gloria  en el juego de la vida frente al enemigo cualquiera que este fuera. Tras la despedida de su dotación y la entrega del mando se traslado a bordo de otro correo que  comunicaba en aquel momento con la base naval de Cartagena, para desde allí en carruaje alcanzar la villa de Alicante.

Podría repetir  mil veces más la imagen de la rada  levantina plagada por la escuadra que dejó a Segisfredo Cefontes sin  el habla y sin la calma que poco a poco había ido perdiendo  por el camino real. Sin encomendarse a moro o cristiano con mando en aquella plaza se hizo llevar por chalupa civil a boga de ariete hasta la amura de estribor de la “Minerva”, preciosa fragata con las portas de aquella banda abiertas al cielo mientras  la dotación artillera continuaba con  las continuas maniobras de carga y descarga de los cañones. “No hay duda, es Daniel quien  está  a bordo” pensó sonriéndose hacia “sus adentros”   al ver la brega constante a la que acostumbraba su amigo allí donde plantaba sus galones.

-          ¡¡¡Chalupa por la banda de estribor!!! ¡¡¡Alguien desea subir a bordo!!!

Fue como si una andanada de la misma pólvora lo lanzara  como bala  de su cámara cuando Daniel  se presentó en el combés para  comprobar si  la suerte había regresado.

-          ¡¿Quién va, sargento?!

-          Teniente de fragata, Segisfredo Cefontes. ¡Permiso para subir a bordo!...



martes, 22 de febrero de 2011

No habra montaña mas alta... (97)


… Orgulloso con el nombramiento se presentó ante el segundo, en aquél momento al mando de la fragata por la enfermedad del  vigente comandante Don  Ricardo de La Hoz que lo esperaba  con  el debido protocolo al pie de la escala de la “Minerva”. Tras los  preceptivos reconocimientos de firmas y sellos el teniente de fragata  Don  José Cienfuegos  se cuadró como segundo ante su nuevo comandante. Daniel  mantuvo la distancia pues no conocía a quien debía mandar y de quién debía depender su éxito o fracaso, que sería  al fin y a la postre el de toda  la dotación.


Dio orden a su segundo de  convocar a todos los oficiales en su cámara en una hora y de formar a toda la dotación al rayar el mediodía para pasar revista y  presentarse ante ellos. Mientras ese tiempo  ganaba minutos  se hizo acompañar por el nostromo  para   hacerse en esa hora, aunque fuera de forma sucinta,  con  el universo sobre el que debía de reinar,  de sufrir y  sentir  como si de mujer desposada se tratase, saber sus gustos ante  la mar tendida, sus querencias, sus vientos favorables y sus debilidades ante ellos, su furia supuesta vestida de cañones y fusilería, en definitiva conocerla para servirla y que  como tal, ella le diera sus mas granados momentos de pasión en la mar y en la guerra.

La reunión fue  de casi una hora en la que conoció a sus nuevos compañeros de  singladura. Su segundo José Cienfuegos era un teniente de fragata al que la edad madura marcaba ya como  punto y final de su carrera  aquella nave, se le podría describir como un  hombre rayando la cincuentena, de facciones duras y agrias por las frustraciones de su corta escalada en tan largo tiempo donde las guerras y las oportunidades frente a mares y sobre todo enemigos no le brindaron el momento donde medrar  a mayores mandos y prebendas. Partidario de la regla dura  en cuanto  a la obediencia y el cumplimiento de las ordenanzas, veía Daniel en él  un posible  problema a reconducir para adaptarse a su concepto del mando y del liderazgo a bordo de  navío de guerra, donde la disciplina es  vital pero la fe en su comandante por méritos alejados al miedo ha de ser el pilar de la victoria frente a mares y enemigos.  Además de Don José,   el oficial del siguiente rango era un imberbe en apariencia teniente de fragata que mas bien parecía el  dueño de algún condado al que habían enviado a hacer méritos breves en aquél puesto para  que, con el debido informe de sus superiores,  al instante  y a uña de caballo  partir a la Villa y Corte donde le esperaba su verdadero nombramiento con el que vivir y  dormitar  durante el resto de sus días a expensas de la sangre de los mismos que ahora eran sus  compañeros de armas. Con una reverencia teatral y no exenta de algún gracejo animal de excelso plumaje saludó a Daniel.

-          Teniente de Fragata Don Ginés de la Cuadra y Pinzales del Rio, futuro duque de  Ribera. A las órdenes de vuestra señoría.

Dos jóvenes Alféreces de fragata con gesto de contención ante tanta petulancia le hicieron recordar a Daniel el orden y la debida  escala del respeto entre mandos. Y tras recibir el saludo del “conde” se dirigió a los dos jóvenes marinos

-           Y vuestras mercedes. ¿Han embarcado de dulce o son  de nuestra Armada?

Ambos eran  como gemelos cortados del mismo patrón,  delgados  y de piel morena con el temblor en la mirada ante la  voz de quien para ellos ha de ser su verdadero dios en la tierra saludaron a Daniel Fueyo mientras traban de articular sus nombres.

-          Alférez de fragata, Gonzalo Arrieta.
-          Alférez de Fragata, David Mainar.
-          Bien,  pocos somos los que aquí nos encontramos para marinar esta  gacela de la mar que así debemos llegar a sentir a nuestra fragata. Pero somos suficientes para hacerla  mejorar en su  velocidad,  en su maniobrabilidad y  no olvidemos el manejo de los 34 cañones que como almas de fuego han de hacer temblar  casi sin esperas  entre cada andanada a esos sarracenos hijos del mismo infierno.

La reunión se tornó  al rumbo de seriedad que deseaba el comandante.

-          Por ello quiero  que tras  el pase de revista y mi presentación ante la dotación completa de la fragata  se repartirán vuestras mercedes las siguientes responsabilidades. Vos Don  José quiero que  con el carpintero, el calafate,  el farolero y los maestros de que dispongamos en nuestra embarcación un estadillo completo de situación. Debemos buscar  ganar grados  navegando contra el viento y encontrar las ventajas ocultas de esta nave, que no duden las tienen pero como buena dama las esconderá y solo será quien a darlas a quienes  con ella se esmere. Además deseo  mejorar  y ajustar los pesos de esta nave, la percibo algo aproada  y podríamos ganar algún nudo si  cambiamos o movemos su  estiba. Vos, Don Ginés, lo quiero junto con el contador valorando el estado de nuestro armamento para el abordaje, pólvora y balerío. Estoy seguro que si estimáis la falta o necesidad de   algo que pueda seros de utilidad en el futuro cuando seáis quien llevéis el peso del abordaje ante semejantes salvajes que no temen a su propia vida, sea ahora cuando aportéis vuestro peso junto al contador en  el arsenal, estoy seguro de  que  el futuro arrojo y buen nombre os dará ahora valentía para  obtener lo que no  queda  para el resto de la flota. Y a vuestras mercedes  mis jóvenes guardiamarinas traídos como alféreces os  doy la mejor de las misiones. Quiero esas 34 bocas de fuego  en perfecto estado para cuando zarpemos a vomitar fuego  y practicar sobre blancos a flote. Trabajarán junto al condestable al mando de las brigadas de artillería, repetirán todas las maniobras, carga, descarga y fuego  de forma simulada mientras obtengo los permisos para salir a  ma abierta hasta lograr reducir los tiempos entre cada andanada a menos de 3 minutos. Una vez zarpemos para practicar  mar adentro  sobre navegación y guerra quiero ver como hacen rugir a sus artilleros hasta fundir las bocas de esos cañones  que hoy bien  gárgolas de catedral que  armas de su majestad. Quizá entonces me convenzan de que son  oficiales de  la Real Armada y no caballeros guardiamarinas. Ahora  vayan y reúnan  a la dotación que debo pasar revista para  que después cada uno  se haga cargo de su respectiva misión.

 No hubo palabras, ni siquiera   deseos de buena suerte. Daniel deseaba mantener la tensión  de sus mandos para transmitirla a la tripulación. Habría tiempo de  festejos y  divertimento en cuanto zarparan a practicar  mar avante de la rada de Alicante. Ahora deseaba a todo el mundo tenso y con un miedo aparente por la actitud de su nuevo comandante. Sabedor de que  disponía de un mediocre “estado mayor” en su   barco se dispuso a  ejecutar su segundo paso  en cuanto  terminase su  revista y presentación ante  sus hombres.

Tras el acto donde mantuvo su firmeza con la intención descrita igualmente con sus oficiales mandó disponer del esquife con el que llegarse a  el cuartel donde su general seguía tratando de   afinar mas su escuadra y la futura estiba de la infantería que habría de  morder  en la pernera del Bey donde mas habría de doler a semejante nido de piratería.

-          ¡Vos aquí de nuevo, Teniente! Ya os  agota el tiempo embarcado. Hablad  rápido pues he de ir al cuartel del ejército para  reunirme con su  general.

Daniel  tenía claras sus intenciones y sabía que  con el beneplácito del General la respuesta positiva a su petición sería segura, quedando únicamente a expensas de encontrar el mensaje  a su receptor, factor  de probabilidades bajas en aquellos momentos pero la que se aferraba para dar a su nave el punto de combatividad que consideraba  le faltaría…  

domingo, 20 de febrero de 2011

No habrá montaña mas alta... (96)


…Fueron cinco singladuras sin amargas interrupciones en las que poder  largar sin cuidado “las rastreras” y ganar  distancia sin topar de vuelta encontrada britano con el que batirse el cobre, si eso no fuera una inútil   gesta con tributo de sangre por parte de sus hombres. Al final de la travesía el  21 de abril de 1732   el bergantín correo largaba el ferro frente a la capital del departamento marítimo de Cádiz. Mientras, su casi hermano  Daniel Fueyo no tenía casi tiempo nada mas que para  pensar en los preparativos  de la jornada  militar  de castigo  sobre el sur de aquel Mediterráneo  donde la piratería campaba  por sus fueros alimentándose de los caudales ajenos, quedando marcado el objetivo  en la ciudad de Orán. En aquella ocasión se disponía de  plata suficiente con lo que se recuperó en Génova y eso daba para pólvora y balerío, pertrechos y avíos con los que  zarpar con orgullo sobre  el bey argelino. En tal actividad frenética se había enfrascado Daniel marcando continuos ejercicios a los comandantes de los navíos y a sus hombres para su acoplamiento a la artillería en la meta lograr reducir la cadencia  de las andanadas, manteniendo a las dotaciones en verdadero festín de actividad.

El ánimo de Daniel no era el que había sospechado mantener cuando se embarcó junto a Don Blas de Lezo. Al inicio de  aquella aventura sus cometidos eran los de un secretario del general  que debía hacerse con el control de la   gestión naval en aspectos de marinería descargando a nuestro  gran marino de tales  trabajos en la confianza de éste. Pero la suerte,  como  amante sorprendente puede besarte cuando menos lo esperas regalándote con lo que siempre hubieras deseado. Esa dama esquiva que a veces  también trasforma su halo en grisáceo hado destruyendo sueños e ilusiones  con un leve roce de su mágica capa.

Su destino cambiaría como las nubes de poniente en un buen temporal, huyendo por cobardes y alumbrando  verdaderas luces con los colores del triunfo de la mar. Daniel acudió presto a la llamada de su general aquella mañana del 23 de abril de 1732, con San Jorge como patrón protector de su destino.

-          ¡A la orden de vuestra señoría, mi general!
-          Tranquilizaos Teniente Fueyo, que no está aquí mas generalato que el que os llevó  desde Cádiz y no soy de semejantes tratos si no hay público al que agasajar con  tales teatros. Sentaos  y bebed un poco de estos   caldos que ayudad al tránsito este que cada día pesa más lograr.

Daniel aún extrañado por la llamada  tan de urgencia y  sin previas noticias se sentó y con la confianza que ya mantenía con su general escanció  el orujo recio suficiente para levantarlo del asiento en el que  obediente había  largado sus posaderas.

-          No sabéis el motivo por el que estáis aquí pero cuando os lo  relate comprobaréis que ha merecido la pena tantos días de legajos,  documentos, burócratas y enviados de  delegados de virreyes de  su majestad que Dios guarde vivo muchos años.

Aquél lenguaje y su desparpajo   para con él le auguraba el buen humor del general y sobre todo que lo que iba a  largar como andanada de su  boca  no iba a ser daño sino bien.

-          Bueno, teniente de Navío Fueyo vos sois hombre joven y ya bragado en algún que otro   combate con britano e incluso  sarraceno,  en fin y para que distinguir nacionalidades, que ambos piratas son. Sabéis de nuestros preparativos contra el bey  en Orán casi mejor que yo. Pues bien. Buena es la estrella para vos y mala para el capitán Don Ricardo de la Hoz a bordo de la “Minerva”. Nuestro recio capitán se ha dejado capturar por las traicioneras y  resistentes fiebres tercianas. Hombre algo mayor  para ese puesto se nos queda  varado en esta villa donde seguro buenas y caritativas damas le prodigarán en cuidados que por lo que entendido tengo buenos caudales porta  su apellido y eso  ayuda al mimo y los buenos  sentimientos.

La mirada de Daniel de nuevo en poco tiempo volvió a brillar  como soles del alba mediterránea, no hacía  casi el año en el que el “Santa Rosa”, al mando  actual del teniente Cefontes  le había sido concedido cuando en menos de un minuto que le parecía el siglo algo mayor  podría  serle concedido.

-          Teniente, seréis vos quien mande la fragata “Minerva”, preciosa gacela con sus 34 cañones con los que abrasar   pirata sea de quien sea su nación por la gloria de nuestro señor Don Felipe el V. A pesar de que es una orden de este vuestro general os preguntaré si os place tal competencia.
-          Mi general, con el debido respeto, es el sueño  completo de quien desee hacer carrera en la mar. Decidme  el momento de embarque y toma de posesión que solo deseo conocer mi nave, mis hombres y  hacer de   esa fragata con nombre de diosa la más rápida y letal que  combata en la próxima jornada contra el  bey.
-          Bien, bien, tal cosa era lo que deseaba escuchar  de la sangre  de un  joven oficial de la Real Armada. Y por tal cosa que en ningún momento dudé brindemos con este duro aguardiente que valdría mas como  combustible de botellas incendiarias  antes de cada abordaje. ¡Salud, teniente!
-          ¡Salud, mi general!

Bebieron, y charlaron que los vapores espirituosos abren las vías de la conversación  hasta los límites que marquen su concentración siendo el general hombre hablador y cercano aun más de lo que habitualmente era a quien todos conocían como Capitán Toni. Casi una  hora después  zarpó  vivo como el viento de poniente en el Estrecho a por su nombramiento para tomar posesión  de  su nuevo reino flotante. La “Minerva” 34 cañones de una fragata que conocía pero no sabía mucho mas de ella, solo  le quemaban los pensamientos pensando en ella como verdadera mujer a la que leer cada cuaderna, cada bao, cada  cabo y escota  hasta hacerse con ella  y ser uno, sentir como ella, domarla y hacerla volar sobre las furiosas olas de mar y guerra que ya se prometía entre sus sueños  vivos.

 Hubo de esperar a la mañana siguiente para reconocer las líneas y el porte propio de la fragata entre dos navíos de los que ni siquiera  importaban sus nombres mientras se acercaba a borod de un viejo lanchón del puerto.

-          ¡¡¡Ahí está!!! 


jueves, 10 de febrero de 2011

Hoy es el futuro...


Y lo es sin más, sin estridencias, lo ha sido siempre, ayer lo era cuando era hoy, mañana lo será cuando sea hoy. Cambian las personas pero tú no cambias porque sigues ahí dentro de ti mismo, mirándote sin comprender a veces el “porque” de mil cosas, de cien situaciones, de algún instante  que valdría haber no  vivido . Viejas canciones te llevan a momentos vividos  en los que  crees haberlos disfrutado, pero en realidad solo son cortinas de humo que difuminan lo que has de hacer ahora y no te atreves mientras te cubres  con la manta de los recuerdos.

Las calles están desiertas, la gente tiene que trabajar, las estrellas permanecen sobre su negrura demostrando que siguen ahí mientras se ríen observándote calcular lo que tendrás encima  mañana o pasado o el mes que viene, o lo que no hiciste hace dos semanas cuando debieras haber hecho esto y lo otro. Tantas cosas como las que encierran este círculo  de palabras tan sabio como antiguo que dice: “ Hay tres cosas que no pueden volver atrás: la flecha lanzada, la palabra pronunciada y la oportunidad perdida."

Mientras las piensas en pasado quedarán las del instante que se acumularán  sin  duda en el  saco de las penas de ese futuro que acabará en pasado sin demora.
Palabras que pronunciar  a cada instante que los sentimientos  broten con quien a tu lado tengas sin miedo a  que descubran lo que quien te quiere ya sabe. Palabras que te harán libre y te liberarán aunque lo dudes mil veces,  que mil veces serán razones que cargarán el pasado.

Oportunidades perdidas, esas habrán pasado y no tienen posible  arreglo. Has de estar atento a las siguientes a las que no debes dar paso hasta no hacerte con un poco de su esencia y  cuando  la sientas tuya, aferrarte a sus bridas mientras cabalgas sobre los mares abiertos que se postren ante ti  humildes en su orgullo por saberte decidido y sin temor a  ser encapillado por quintales del agua de la decepción.

Flechas lanzadas que ya no volverán. Sana las heridas de quienes hayan sido objeto de sus picas, no dejes heridas que siempre  regresarán a tu corazón de forma implacable como   el retorno del mal causado.


Hoy es el futuro, porque el futuro es el puro presente  donde las vidas se  sienten y no se esperan ni se recuerdan. Hoy es el comienzo  y fin de ese instante que podrás alargar tanto como sepas olvidar ese pasado  que no tiene nada de particular entre los de la inmensidad humanidad. Cuídate, disfruta, pelea por lo que quieres,  atrapa lo que deseas mientras lo regalas  según te alcanza a tus manos. Acaricia mientras besas los minutos  como si pudieras camelar su estancia y retener su marcha. Abraza  lo que te de calor y siéntelo mientras este  atraviesa tu piel, no esperes a recordarlo, no lo fotografíes, vívelo.

Tu tesoro es  el instante, tu tesoro es hoy, tu corazón lo sabe, díselo a tu razón, aunque ella tenga una reputación que cuidar y seguro que  por tal excusa no se dejará convencer. Te dirá que eso está mal, que mires a tu alrededor,  te convencerá la primera vez que años lleva contigo, la segunda el miedo comenzará a mostrarse en sus argumentos y en la tercera caerá como fruta madura aliándose con ese corazón que habrá de ser bravo frente a palabras como pasado y futuro.

  Siente ahora




A quienes me permiten compartir sus instantes frente a una pinta,  frente a las olas, a bordo de los pelufos, junto al puente colgante, con un tio Joroba bien picante, entre riberas y riojas, sobre la bicicleta y de mil formas mas.  

Gracias y a por más

martes, 1 de febrero de 2011

¡¿Por qué siempre sopla del Oeste?!


Vientos tiene los cielos que marcan la rosa entre nombres que sugieren historias en manojos de cientos. Nombres como Mistral  o Tramontana, Gregario, Cierzo, Lebeche, Poniente, Levante o Mediodía. Todos nos dicen algo cuando nos acaricia la piel con  su propia fuerza, a veces leve, a veces furiosa por el capricho de alguno de los verdaderos dioses  que reinan  en la rosa, el rey de los vientos del este y  su hermano el poderoso monarca del oeste. Eso que nos dice su soplar siempre nos devuelve algo grabado en nuestro devenir.

Por aquí donde fondea mi alma últimamente sopla   de vez en cuando un viento  maravilloso cargado de aire limpio, helador en invierno si el anticiclón se posa en el Golfo de Vizcaya, mientras que se torna refrescante si decide instalarse de igual manera en el bendito estío. Viento de nombre gregal, gregario o mismamente Nordeste limpiador como digo, de nubes sobre el eterno cielo, reparador de ánimos mientras alumbran los soles de tantas miradas  ávidas por una sonrisa  frente a sus ojos.

Pero el mismo devenir de los tiempos, la Realidad que  vive en el mundo y todo lo marca a la postre nos devuelve el sempiterno Mistral, que muchos aqui llaman el “gallego”, el viento del noroeste, soplo que reduce todo a nubes grises en su color  pintadp por su propia lluvia del mismo tono taciturno, silenciándolo todo en los rostros, anulando sonrisas germinadas a puro impulso sin ley alguna ni reglamento dispuesto.

¿Por qué siempre acaba por soplar el maldito viento del oeste? ¿Por qué cuando  empiezas a sentir el brillo del limpio sol  acariciando tu  sonrisa bajo el manto del gregal, cuando ya sientes el batir la mar de blanco al lado de su novio celeste de elegante azul regalándote sueños hasta entonces de imposible realidad, alcanza el temor vestido de gris cargado de silencio por  arribar el mismo viento  de siempre?

Maldito mistral, maldito seas en esta latitud y longitud, al que si uno se abandona ha de estar seguro que lo llevará  sin escalas a la zozobra de la pena y el dolor por saberse solo mientras lo empuja sobre cualquier acantilado oculto tras su propia lluvia vestida de muro líquido infranqueable por unos ojos sin maldad.


Pero no debe de ser tan malo el Mistral como lo  acabo de pintar. Creo que aproandose contra él uno se podría sentir vivo mientras esa misma lluvi,a mezclada de espuma de los golpes de ola le empapan despertándole  y alejandole del letargo de la  tristeza aferrada como ocupa del corazón. Esos golpes de ola, esos roces de viento curtiendo su rostro mientras    de bolina trata de avanzar le demostrarán que la misma pena es alegría por poder luchar y acabar doblando tu viejo cabo de las Tormentas, como el que bien nombró el  valiente Bartolomé medio milenio atrás, renombrándolo al igual que este por  el de Buena Esperanza.

Quién sabe si frente a los bramidos de semejante vendaval furioso en su silencio por saberse retado alcanza el  nordeste limpio abriéndote su alma limpia, inundando de luz lo que antes rebosaba de gris taciturno y de tembloroso pudor.

Brilla el día por dentro, entonces ¿por qué no enfrentar al noroeste sin temor? ¿Por qué siempre ha de acabar triunfando el mistral en su tristeza si ya sabemos qué es?

Buenos vientos sean los que lleguen
 pero mejores sean los sueños reales
 con los que los  que deseen
 así  contra semejantes vientos se enfrenten.