sábado, 27 de febrero de 2016

De Cristina a Cristina




No acaba de nevar antes de cierre este febrero tan atípico de invierno en el hemisferio norte. La verdad es que es de las pocas cosas en las que en este año no se producen ni se conmemoran con los mismos eventos repetidos; por ejemplo, las mareas responden como se debe  frente a los astros o a su vera, la luna entrando y saliendo sin más temor a que lo despunte el sol con un amanecer de bruces   que la deslumbre.


En el tema de la política nacional, aparentemente los sucesos están rompiendo la aburrida y repetitiva comidilla negociadora embadurnada de concesiones a pequeños partidos para sacar, unos el oportuno gobierno y los otros seguir justificando la existencia de ellos como la pequeña oligarquía de sus feudos. Estos días parece que todo es diferente, pero todo podría ser distinto para permanecer igual, aun no lo sabemos. 


Pero donde parece permanecer la esencia del movimiento perpetuo, de la repetida acción esperada cada vez que se produce por los de siempre, es entre los miembros de nuestra real familia, de nuestros monarcas, hijos, abuelos, tatarabuelos y demás portadores de genes con “b” de Borbón. Viejas glorias y jóvenes promesas ya caducas en su pose de distante solemnidad. Es cierto que  a monarca en ejercicio lo echamos por dos veces y las dos veces los rehabilitamos,  por ignorancia o miedo a lo que nos podría quedar.  Como no hay dos sin tres hagamos que  no se cumpla como excepción y sin echarlos del país destronémoslos de sus prebendas y juzguemos sus actuaciones mientras bloqueamos sus cuentas. Bueno, todo se puede andar, aunque  en la línea de “abandonen toda esperanza” que estos últimos días ando escuchando en referencia otros aspectos de la vida, seguramente este país nuestro continuará su senda de un día de furia por cada siglo de dominio oligárquico.


Pues esta breve historia me gustaría comenzarla por su alteza real Doña Cristina de Borbón y Dos Sicilias. Mujer del infame Fernando VII que tanto oprobio dejo inoculado para la sociedad con su inoperancia mental. Esta mujer logró dar la herencia, o quizá la razón de su existencia para un rey, que fue a su hija Isabel II. Pero mientras su  regio marido nos dejaba que  Belcebú lo trate con tanta justicia y piedad como la que de él se obtuvo para su pueblo encadenado, esta mujer, ya  de regente y hasta sus últimos suspiros, con dos expulsiones incluidas del reino, se trabajó las  concesiones públicas, las líneas férreas, minas de sal y de carbón en Asturias con su ansia de dinero a través de especulaciones, privilegios de mala ley, información privilegiada, monopolios   a su merced. Todo un elemento de más propio estilo conocido en nuestros días y ampliamente expandido entre súbditos en su mayor parte defensores del orden y la ley (su orden y su ley). Al fin, un mes de agosto de 1878 nos dejó con todos los honores y podemos admirar sus restos en el Panteón de Reyes. Todo un homenaje  a semejante ejemplo de virtudes patrias.


Por ser alguien cansino me daré algunos saltos en el tiempo hasta llegar a todo un gentleman hispano, gran amante de la buena senda en los caminos de la felicidad, biznieto de la señora nombrada anteriormente, ni más ni menos que don Alfonso XIII, gran adalid de la libre empresa si es el buen cacho para su egregia persona o la de los suyos cercanos.  Qué decir del glorioso Club Deportivo Galguero Español.  Bien sabido eso de la ley igual para todos, en tal senda y estando prohibido el mundo de las apuestas en este católico reino, pues se hacen carreras donde los beneficios sean para mejorar la raza del buen galgo español. Y así, con el impulso empresarial tan propio nuestro rey y un grupo cada vez mayor de líderes empresariales, fueron llenando sus bolsillos y mejorando el estado de su raza ante todo patriótica y de incorruptibles sentimientos religiosos. Pero  si nos da por continuar podremos ver  un expediente de nombre artístico, redactado por el tío del genial pintor, “Expediente Picasso”, en el que con todas las trabas de los Ejércitos y la Casa Real, pilares básicos e indicutibles de esta nuestra sociedad, mantenedores del orden y la ley; como digo, este general logró abrirse paso entre  la maleza para poder descubrir la corruptela y la miseria  que es abandonar a tus compatriotas con materiales, dotación y recursos   en menor número y de baja calidad para engordar su raza
como en el club del galgo. En este caso  antes de que tal informe se airease en las cortes, una buena dictadura siempre lo soluciona todo, lástima que ocultar la realidad solo la hace más fuerte y   eso le premió con un pasaje a Roma desde el puerto de Cartagena cuando echamos por segunda vez a esta raza mientras nos dejaba un país para los restos para que una débil republica lograra enmendar la podredumbre heredad.


Seguimos entre galgos y liebres mecánicas y podríamos continuar entre herencias de reyes sin corona que dejan a su hijo rey abdicado de España  en Suiza para no pagar los tributos propios de un buen patriota español, podríamos continuar con el abdicado rey y sus finanzas tan bien saneadas entre viajes, elefantes y corinas, ¡uy! perdón, coronas de laurel campechano. No seré quien entre en estos temas, que igual acabo compensando los tributos no pagados en la herencia por alguna denuncia sin pensar.


Ahora tenemos en Palma de Mallorca a todo un ex duque empalmado y a una infanta directa, descendiente de la estirpe menudeada en pequeños comentarios anteriores que tendrá que comparecer. Parece que es todo un logro tal acción y que deberíamos congratularnos. Yo, como mucho suspiro porque la justicia en sus elementos sean en verdad  ese poder independiente, empezando por abogados del estado, fiscales y resto de grandes próceres de tal institución. Ya se le echó por dos veces a la Reina Madre Doña Cristina de Borbón y Dos Sicilias, se acabó por desterrar a Isabel II que “bien” sufrió en el destierro, acabamos de ver los pasajes en crucero de la Armada  “ganados” por Alfonso XIII para disfrutar de los beneficios de las apuestas y diversas acciones propias de un verdadero emprendedor. Todos ellos bien enterrados en el Panteón de Honor.


Honor, palabra de viejas glorias en  las personas, palabra que en las dos primeras acepciones de la Real Academia dicen:


1. Cualidad moral que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo.

2. Gloria o buena reputación que sigue a la virtud, al mérito o a las acciones heroicas, la cual trasciende a las familias, personas y acciones mismas de quien se la granjea.


La verdad es que cualidades en esta familia las hubo muchas y prácticamente todas de negativo interés en estas dos centurias; gloria, creo que la de los que dejaron la piel y la sangre, unos en las trincheras, sin materiales y apoyo, otros en navíos  en los que con su elevada valentía y formación, no se les siquiera pagaba en meses, otros trabajando por míseros sueldos para producir al máximo, sin condiciones laborales, los mas arando tierras del cacique, buen amigo de su señor. 


¿Ahora qué? ¿Con qué honor nos piden esfuerzos los mismos  de siempre? ¿Sacrificios sobre su propia política de impuestos, de reducción en las condiciones en el trabajo, venta a empresas y  fondos de inversión del capital público en temas como los trasportes, la salud, la educación, los servicios esenciales?


Con ninguno, porque no lo tienen. 


Pero, ¿lo tenemos nosotros? ¿Acabaremos perpetuando el famoso día de furia cada cien años? Ese en el que no se distinguen justos de injustos y es algún hecho o símbolo el que canaliza la rabia contenida mientras los verdaderos culpables se van de rositas asustados y escandalizados por semejante violencia. 




No caigamos en la trampa. Hay que dejarlos en evidencia.

martes, 23 de febrero de 2016

Desprestigio



Era alto, guapo y de sonrisa entrenada para encandilar miradas y actitudes. Sus trajes, pagados por La Central le granjeaban el complemento a un cuerpo de  revista que lo haría irresistible para convencer, de la misma forma que  en un buen primer golpe de vista se logra  abrir el paso para vender la falsa moneda si no se dispone de escrúpulos.

Como si dispusiera de la clave con la que abrir la madeja del futuro, trataba de apoyarse en  esa imagen de rebosante  belleza y cercana juventud para vender su discurso baldío, repleto de perpetuas repeticiones sobre la misma verdad en falsete. El, aunque lo pretendiese, no podría ser aquel antecesor de la misma Central con aquella imagen seductora, pero sin el resto disponible, que no era otra cosa que el pasado reciente con el que comparar su misma acción; él debía demostrar que detrás de si tenía la formación, el empaque, la convicción de que quería cambiar la ingente cantidad por tanto tiempo amalgamada, en la que el mercurio sería el abuso y, cualquier otros metales los vicios que como algas ferradas a un viejo navío  en rada cerrada y sin tiempo de mar lo detienen y corrompen sin tiempo de reparación.



El solo era la cara  amable de un mundo en retirada, entre bucles retorcidos que pretendían reavivarlo. Lo sabía, su equipo de apoyo mantenía la imagen entre viva y sombría;  si por viva mirásemos sus apariencias y sombría si nos quedáramos en el fondo de sus miradas baqueteadas por la conjura del tiempo vivido entre los algodones de la acción casi siempre impune. Como en los inicios del los 30 con los Almirantes Aznar y Berenguer tratando de devolver el lustre y brillo a un sistema que ya no tenía salidas, intentaba este producto de la fábrica de La Central vender un falso pasaje a la reforma de mil y un pasadizos retorcidos cual raíces de olivo milenario, aferradas a una tierra de la que vivir o morir por  despegar sus garras de celulosa y savia vieja de esos sujetos que conformaban la tierra que hablamos.

Parecía que  otro se agazapaba entre tácticas gastadas sin previsiones de contratación por no ser siquiera fiables a sus propios miembros de La Central. Era un cadáver andante sin más remedio que tratar de hacerse ver en su declive impenitente. De un defecto de fabricación en los procesos de formación planificados desde La Central, dos unidades  se interpusieron en la venta de derechos por parte del galán. El uno trataba de vender  vientos jóvenes de un norte y el otro los del sur viejo, a los que ya lo dicen a bordo de cualquier nave, no les fíes el pellejo.

Pero la venta no se había logrado, la competición parecía perdida y desde La Central se hacían grises predicciones de posible cierre de empresa, algo en absoluto posible, pues si estaba claro el lema de La Central era que, con venta o sin ella, esta se haría real a base de sonrisas y gusto por la vida o, por el contrario, a través de obligaciones vendidas como  objeto de  supervivencia frente a cualquier miedo que sirviera como  argumento, motivo o sentido que encaminara a los sujetos a su fin.

Pero con esfuerzo, con lentitud en pequeños espacios, la razón de las cosas, comprobando el estado de éstas iba cobrando el sentido. Pequeños portes de un material de elevado coste de producción por su sacrificio y necesidad de tesón iba llegando en pequeños transportes a los sujetos. Este material bien administrado en sus cuerpos y mentes poco a poco iba despertando espíritus. Gracias a este material que podemos conocer unos como Cultura, Lectura, Educación, Formación, la capacidad crítica en
múltiples sentidos se iba abriendo, pudiendo ser capaces, poco a poco, de valorar lo que podía interesar de cada producto ofertado desde La Central. Uno, mayor y gastado, sobado y demasiado utilizado por La Central no se hacía apetecible.


Múltiples medios,  antes considerados informativos y ahora destapados y desenmascarados como  meramente publicitarios y propagandísticos gracias a la capacidad que  dotan estos  valores en los sujetos, trataban de inocular miedos ancestrales basados en sostenibilidades, imagen mostrada ante otros accionistas externos de La Central y su posible huida, miedos a la violencia sin determinar esta en sus innumerables modalidades, la pasiva, la silente que es la del que puede sin mover un dedo destruirte si lo desea, la del débil que se convierte en activa y se percibe como evidente al instante, y tantas otras. Pero los sujetos con su nuevo poder de discernimiento en diferentes modalidades según cada uno no entraron a este trapo nada marinero.

En el comité de dirección de La Central el pánico comenzó a apoderarse de sus socios, desde el  que hacía de figura amable para eventos y festejos anuales de La Central, como de los que  se consideraban dueños sin acciones.

Mientras el guapo galán sin más formación que los cursos dentro del comité de La Central, sin haberse trabajado con tesón, las viejas reglas de los fundadores de la filosofía, o los precursores de las libertades, qué decir de los revolucionarios franceses, ni de la esencia de la victoria de la lucha frente a la servidumbre medieval en pleno inicio del siglo pasado, se paseaba sobre las pasarelas haciendo requiebros entre los otros galanes no tan apuestos como él, pero menos gastados a pesar de todo.



Los sujetos, los unos aferrados a la resignación religiosa o simplemente a la propia del fracaso de los años, ya daban por aceptable todo lo que les dejase La Central en sus míseras condiciones, siempre en aras de la continuidad de esta, estos eran los que no deseaban abrir ojos a otras realidades. Pero había ya un nutrido grupo que iba descubriendo el engaño urdido desde muchas décadas en la que creyeron ser partícipes de la empresa y, en realidad, solo habían sido mantenedores de un sistema oligárquico formado por  pequeñas secciones de La Central, algo que fuera de aquella empresa llamaban partidos. Esas secciones alimentadas económicamente por la propia Central  para así controlar su  acción eran las que alimentaban a cada galán y equipo respectivo. Aquella estrategia de dominio  ya había sido inventada hacia muchos siglos, pero en La Central a partir de un presidente usurpador se planificó hasta “barnizar” tal sistema sin límites mientras los cerebros no recargasen sus tanques de información, cultura, conocimiento y buenos deseos compartidos.

Los galanes, encabezados por el más guapo en este caso harían lo que fuera y seguramente llegarían a una conclusión justificada desde  cada lado de la balanza de forma totalmente correcta. En los grupos donde la educación, el conocimiento y la cultura iban desplazando los viejos dogmas, ya empezaba a descubrirse este hecho  que abriría también de forma lenta la caída de La Central. La palabra, bueno las palabras no son otras que desprestigio moral y ético y su verdadero motor es el fin de la impunidad también moral y ética.




Paciencia, esfuerzo, tesón, lectura, estudio, lectura, más lectura compartida entre quienes desean abrir los ojos. Poco a poco hemos de ganar nuestras propias mentes frente a la alienación que se pretende entre planes educativos autodestructivos, programas televisivos alienantes, religiones  sin más, miedos de toda índole que siendo libres los tratan de inocular en nuestras mentes apoyados en nuestra pereza  e ignorante avaricia.

domingo, 21 de febrero de 2016

La llave



Perdido entre los eternos árboles empeñados en tapar el bosque real, tratando de dilucidar el paso real al reino de la certeza. Donde los arboles son parte del bosque. Hombre incansable en su empeño, continuaba  tratando de convencer a su pensamiento  de los porqués de sus decisiones, de la conveniencia de avantear hacia el este o el oeste de la vida sin darse cuenta que su pensamiento era él mismo. Como un bucle infinito acababa entrando en la frecuencia de su propia resonancia en la que la decisión en cada instante era su propio dolor por nunca estar seguro. En realidad nunca lograba convencer a su pensamiento, pues era el mismo discutiendo contra sí.

Cuantas más veces trataba de encontrar el motivo, las mismas veces llegaba su propia voz retornando desde cualquier parte a la que habría dirigido sus lamentos. Era él, era su soledad, la misma de todos los mortales que contemplaba en su devenir; cada uno con la suya, primas hermanas  con distintos destinos según a quienes servían cada una. 

Viejos esquemas educacionales con sus taras contra las que el desaprendimiento se hacía cuesta arriba,  se rebelaban como infranqueables en los lindes de ese pensamiento al que trataba de encontrar paso y liberar. Después de logros increíbles pasados los años, pasos dados  ante calmas ecuatoriales imposibles de sufrir por más tiempo, parecía haber logrado doblegar el paso de las corrientes y mantener el rumbo a cada momento trazado. Pero la vida es  quien determina los escollos, las oportunidades, los vientos favorables, los retos, las  celadas, todos ellos sin marcarlos como tales, sin definirlos para que sea cada mente, cada esquema aprendido el que lo tome de una forma o de otra sin otra ayuda que tu soledad ante la decisión concreta.



Aquél hombre, como los demás, aunque tal cosa importaba poco pues los demás tenían, como ya dije, su propia soledad en cada paso, tenía cada instante, cada día, cada semana, una decisión que tomar, una contestación que dar y darse a si mismo sobre una y un ciento de situaciones. ¿Dónde estaban sus escrúpulos?, envidiaba al vecino de acera pues veía en el los justos para lanzarse   mientras él no era capaz de romper el cabo por tener tantos. ¿Dónde estaba su propio deseo?, ese creía saberlo, pero  a veces entraba en el autoengaño sobre obligaciones y necesidades. 

Solo la soledad autoimpuesta le permitía razonar de alguna forma, aunque sabía que eso era imposible, pues no había suficiente espacio en su mente y en el propio vivir como para encontrar la calma de lo bien hecho o decidido sin dudar por ello de la correcta elección; al fin y al cabo por mucho desaprendimiento, los surcos de la vida trasegada a golpes de ola y las cuadernas forjadas junto a mamparos remachados en su crecimiento habían dado una forma concreta a su proceder y eso era imposible de anular sin por ello desaparecer en esencia.

Esa tarde ya  entrada en noche de febrero, entre  pasos sin claro destino entre un fresco demasiado suave para la época una mesa se ofreció para sentarse a su vera mientras observar al mismo tiempo  el mundo en sus  32 cuartas o rumbos de la rosa. 

Cada visión era un mundo distinto, una razón para verse reflejado  en sus ademanes, actitudes, formas y gestos;  al fin y al cabo los escollos, oportunidades, vientos favorables, retos, etc., del mismo modo se aparecerían sobre ellos. Estaban vivos, como ese hombre. Entonces ¿dónde residía  el secreto para continuar?, ¿cuál era la clave que daba paso al rumbo, demora y marcación que dejase la proa enfilada sin duda?

Sentado frente a la mesa, mientras acudía el camarero  el hombre encontró una pequeña llave, un pequeño adorno que  seguramente alguna persona la extravió allí. Tenía la forma típica de las antiguas llaves de los cofres  para guardar pequeños documentos o joyas.  No parecía que tal fuera su uso y si mas bien la del adorno femenino parte de un conjunto. Como un pequeño símbolo  el hombre lo recogía para guardarlo en su haber, mientras pensaba qué podría abrir aquella llave imaginaria. Quizá la puerta a otros mundos paralelos, o la caja con las respuestas inexistentes con las que topaba todos los días en medio de sus miedos por vislumbrar sus respuestas, pudiera ser la pieza de un puzle que tras su colocación ordenase el mundo, ubicase cada sentimiento con su razón y cada razón  bajo el sol del bien por si.

Pasó el tiempo, el fresco aumentaba y apetecía recogerse mientras imaginaba encontrar “El Dorado” de todo lo que podía significar la llave encontrada. Así, caminando despacio hacia su último domicilio un viento helado, tempestuoso, lo empujó hasta el muro aledaño a su portal golpeándolo contra él. Cayó al suelo al perder el control tras ese golpe y al apoyarse en el suelo para reincorporarse  se topó con un bulto. Era una caja. Tenía una cerradura y, como no podía ser de otra manera, probó con la llave. Esta, al entrar en el cerrojo se fundió con él quemándole los dedos de forma instantánea. Lentamente se abrió mostrándole  lo que siempre había estado ansiando disponer para dirigirse en cada paso a dar, cada cabo que doblar, cada decisión que tomar. Al fin su mayor deseo se apareció para no dejarle más, tenía las respuestas, sabría lo que estaba bien, lo que era adecuado en cada momento y lo que sería bueno también para los que con él tenían razón de vida. No más dudas o errores con dolor para él o para los demás.

Una hora después una ambulancia del SAMU trataba de reanimarlo  sin éxito. Los vecinos, arremolinados comentaban el incidente, lo extraño  de todo, sin extrañarse de nada, pues no era aquél hombre al uso de sus costumbres.