viernes, 11 de noviembre de 2016

Sueños y Raices


Tantos sueños vivos entre vigilia,
tantas metas libres en permanencia
erguidas con tenacidad e inocencia,
combatientes frente a la homilía.



Sentido vigente si el corazón late
frente a voces negras, fútiles,
sempiternas entre excusas reales,
cobardes, sin fuste que así las delate.

Manos desnudas pintando el cielo
en colores vertidos desde mi alma
a cada instante de destello de calma.



No hay cenizas sin fuegos, ni meta sin destino,
definiendo cada piel en su tacto,

como cada sueño en su asombroso impacto.




sábado, 5 de noviembre de 2016

Desde mi atalaya

Luces de puerto que rielan en la ensenada oeste, calmas, silentes sin  interrupciones, dejando huellas imborrables por inexistentes. Un poco más al norte la negra oscuridad hierve ahogada entre los designios por lo que vendrá tras su telón. La calma  que  parece eterna, en pocas horas huirá a uña de caballo como quien no sabe mantenerse como tal ante  retos de furias y vendavales, sabedora de su alternancia sempiterna.

Reflejos de interior que se confunden en su éter salino mientras golpeas un teclado que todo lo acepta. Retos nuevos en las mismas cuadernas sobre viejos libros, viejos recuerdos vividos  que se vuelven a visionar en cada ventana, buques de acero entrando y saliendo ayudados por pequeños  mulos de carga que pese a su fuerza nunca se harían a partir mares más avante de unas pocas millas al norte. Recuerdos que se cruzan entre luces rojas  y verdes, blancos topes de popa, mientras recala un mercante, de una caja sale un manojo de viejas fotos a bordo de otros buques, padres sin apellido del que se  dispone a largar estachas y maromas sobre norayes cansados y resignados a  dar firma a cada nave.

Ventanas cerradas tratando de evitar la entrada de sus vientos, con su aroma  a sudor y hierro humedecido entre agua y sal. Ventanas que siguen queriendo aislar el seco y rutinario golpe de la maza sobre el futuro mamparo que dará alas  entre golpes de mar a almas contradictorias por el ansia de partir esos mares mientras se combaten en el ansia de regresar al brazo  donde el calor se siente.

Atalaya recuperada por la que poder recibir lo vivido sin  sentirlo abandonado, desde donde poder ver al pequeño navío  metálico ávido de viento que descansa a menos de  10 cables desde donde esto escribo. Hermanado con  lo recuperado, amaneciendo cada vez más pronto  entre estrellas reales  tras nubes de realidad.  

Trazando derrota como en cada nueva singladura,  virando el cable del ancla vital, calculando cabos a doblar, puntos de destino imaginarios desde la misma silla donde poder ver si hay rizos sobre las olas en la ensenada y así zarpar a cada amanecida desde la misma mar alcanzada y reencontrada a la vista. Tratando de sentir los caprichos de mi verdadera dama, independiente de los que mantiene vivos sobre su piel, ávida de vientos por los que elevar de suaves pliegues a salvaje piel erizada, sol por el que bullir con la pasión del huracán, del tornado pasional, que todo lo lleva por delante sin calcular daños o dolor ajeno.

Llueve  de forma leve, poco a poco será la fuerza  mayor. No será nunca nada, pues agua sobre si misma nada empequeñece salvo su ansia por superar a su madre océana. Mucho sería si golpease con fuerza  en tierras baldías,  poco es o nada su suicidio entre mares. Pero escuchar su sonido sobre la ensenada en calma o sobre el trapo  de mi viejo navío no tiene parangón, no se puede explicar sin poder sentirlo habiéndolo vivido. Y tras haberlo vivido esta atalaya será la que permita revivirlo al poder ver su lento o rudo golpear sobre la ensenada.



Refulge el arco iris anunciando el frente que ya arriba a boga de combate por el oeste. Alguna luz blanca de embarcación insegura que se recoge se divisa entre el chubasco que, en pura nube a ras de mar, va  devorando el destello hasta convertirlo en la nada. La noche va entregando su destino sobre la derrota solar, por rutinaria  hoy resulta algo nueva como el frío que ya se ha instalado en nuestras vidas.

Trato  de memorizar, grabando en mi  futuro recuerdo las imágenes de las primeras nubes correosas marcando las líneas de ataque posicionadas por la división de  zapadores en forma de viento. No quiero olvidar este momento en calma a este lado de la atalaya, al otro la violencia del frío  entre humedades y vientos como recibimiento que hacen pleno este corazón tras  varios cabos doblados.


Avante de este momento mas cabos habrá que doblar,  desconocidos y  sin más acierto que la suerte de la decisión tomada, el labio mordido y la convicción plena de lo que hubiera de encarar dando máquina a este corazón.