martes, 11 de septiembre de 2007

Septiembre de 1936

Lucha Santiago, entre olas que le ocultan el reto,
sus deseos de venganza por la sangre vertida
se acumulan por la que se verterá.

Sin sentido, sin razón, esa es la locura de los cuerdos
la que les da el motivo, el falso argumento
para enfrentar de lleno miradas partidas por la cerrazón.

Oscuros atardeceres, riscos agudos que esperan,
una mala maniobra y el Cabo se los devorará.
Mientras, el gran dragón marino espera con sus bocas encendidas
presto a disparar y acabar con su mirada partida.

Eugenia, Santiago, Ignacio, Alba, todos y nadie
sueltos, rotos, separados, la pólvora hermana los arrasa
devolviendo sus cuerpos inertes sin razón que defender
flotando entre desorden fiero y orden impuesto
por bayonetas macabras que anulan la imaginación
para dejar la vida entre el si o el no de un señor.

¡Huye Santiago!, ¡aproa al oeste Ignacio!, la proa del Eugenia ya ha virado.
Equivocarse es no hacer lo que se piensa después de pensado.
Siempre desearás volver atrás, pero allí ya nunca volverás.

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