Aquí esta mi carta a sus majestades, regias, reales como lo son quienes imperan en el corazón, con la ilusión al límite de su punto de ignición. Como digo, esta será la misiva que demando a Melchor, Gaspar y Baltasar, eternos andantes por un mundo perdido antes ya de su partida tras la estrella polar de cada universo vital.
Con la venia de vuestra grandeza me atrevo a pediros viento, mucho viento, de todas clases para poder soñar mientras navega este cuerpo como saco de un alma que cada día libera mas cadenas sobrantes.
Viento suave para poder acariciar a quien quiero sin estridencias ni golpes de ánimo bruscos de timón a que tanto se acostumbra este brazo sin explicación. Viento que engolfe las velas dando la marcha justa para sentir las caricias que produce el roce de quilla y mar como pieles hermanas, que nunca sientan deseos de separar su devenir. Viento suave que permita maniobrar ante la inquina y evitar sus afilados bajíos con los que la nave, mi nave, tu nave acabaría por zozobrar en la procelosa oscuridad profunda del fracaso por tu propia voluntad.
Viento sin viento, calma total cuando la turbación amenace a proa de la derrota trazada, o por cualquier costado y que en su exceso trate de desarbolar la nave, donde tras la furia de la batalla desigual por desconocerse a uno mismo volvamos a nuestro navío con la rabia de la derrota por motivo propio, sin otra explicación que el desconocimiento de nosotros mismos. Calma donde poder olvidar la responsabilidad, los rumbos y pasos a dar, para pensar en libertad, para reencontrar lo perdido durante la brega y ajustar de nuevo el correcto rumbo y su oportuna velocidad.
Viento fresco, furioso y creciente para correr firme el temporal. Ajustados trapo, jarcia, timón y nave, dando alas y poder para enfrentarse sin recelo al daño, a las pruebas que se planten; que a fe cierta se plantarán, sin explicaciones, sin tregua, casi siempre como un frente unido con el que golpearnos sin la piedad pía que pretenden los dioses de unos y otros sin conseguirlo. Viento fresco, frescachón, razón contraria que por un lado aviva el dolor del mal en forma de temporal, pero por otro agranda la pasión y las posibilidades de al mismo vencer, doblegarlo con paciencia y tesón.
Viento, majestades, solo eso de mil formas y maneras, tantas como la Vida se plantea, siempre dulce y al mismo tiempo violenta en su cometido por mantener nuestro pálpito en ritmo y sin parada. Vida como el océano imaginario que nos circunda en la solitaria derrota que trata de partirlo, donde encontrar otras naves para hacer esta derrota "en conserva”, abarloándose a sonrisas inesperadas, jorrando a quienes sin vida se consideren al perder su ánimo frente a la furia real de tanta ola sin final, combatiendo a quienes se apresten al mal cuando con la propia vida en su forma de inmensa mar ya nos basta para continuar.
Majestades, vos sabéis de sobra lo que significan los deseos, los sueños por los que plegar otros sueños, los motivos a los que aferrar ilusión para no perderla; por ello, humilde os pido viento para poder mantenerlos y siquiera aproximar si cabe mi nave hacia ellos para no dejar de avistarlos mientras navego y en su busca todo lo entregue, recalando entre islas al amanecer de paz dando el ferro a fondo en sus surgideros, islas al atardecer de pasión a barlovento de sus montañas, donde el viento se crece inútil y mis ojos descansan sin quebraderos.
Ya escrito este manifiesto, sin súplica por saber de vuestras grandezas, me despido, sabiendo de mi juramento que defender y con el que poder enfilar mares donde esta escuadra de naves en número cada vez mayor se apreste a disfrutar de la vida que solo es la mar con esquinas que doblar.
Siempre vuestro
1 comentario:
Que los reyes sean generosos y os concedan sólo buenos vientos, que nos envuelvan a todos. Feliz año capitán.
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