Sigue muriendo el invierno entre
sus estertores, queriendo mostrarse frio y violento en sus vendavales, pero
creo que no nos va a engañar este año con esas argucias. Esta siendo cobardón,
cargado de altas presiones y sin fuste, más parecido a un otoño recién parido
tras el verano acalorado. Por más que quiera no nos engañará, siempre que
tengamos la suficiente memoria de los últimos tres meses; no parece un gra
esfuerzo… o si?. Hay mucha gente que se queda con el último día, el último
anuncio, el último golpe de efecto y acabará
deseando la llegada de la primavera para que nos deje este frio “eterno”.
Podríamos equiparar esto de la
mala memoria o falta de observación a la percepción que llevamos inoculada en
nuestros comportamientos ante determinados
estímulos, mediáticos, vitales en el devenir de cada día, etc. Cuando
nos llegan noticias, por cierto, desde los medios, “libres” en este sistema
liberal en el que cualquiera que pueda
permitírselo dispone de su cabecera, sobre los costes de un servicio público
determinado o de la gestión poco
eficiente de este, entonces no nos cuesta trabajo ninguno aceptar que esto sea
sí. Incluso asimilamos la categoría de gorrones a quienes trabajan en este sistema público, en el que no nos
apetece hacer distingos y “que tanto empobrece a nuestra sociedad”, mientras la
rentable gestión en manos privadas tanto redunda en nuestra economía y por ende
en el conjunto social. Nadie se plantea que servicio cubren, que rentabilidad
social directa e indirecta dan, tanto a quienes trabajan con unos derechos
dignos que reportan en la propia sociedad como ciudadanos que son en ella, dándole la vida que desde otras
organizaciones sería imposible.
Si nos metemos con la cotización
en impuestos de las empresas, esas que molan tanto y que declaran pocos
beneficios aquí para declararlos en países donde la tasa no es tan alta. Algo que podríamos llamar evasión legal,
porque lo permitimos. Ese miedo a que se vayan, ¿a dónde? Si ya se han ido, y
no se irán, es más, volverán las que escaparon; no veo a millones empresas en
Rusia con sus tasas impositivas más bajas; bueno en Luxemburgo pero eso es otro
tema bastante más criminal. Ellos quieren estar aquí, figurar aquí, no les
dejemos fluir sus capitales sin que contribuyan con sus ciudadanos mientras van
a sus eucaristías dominicales como si amasen al prójimo. Existían regulaciones
al trafico de capitales, controles financieros, lograron cargarse todo esto, ¿en
beneficio de quien? Del inversor en industria y todo lo que suponga trabajo y
riqueza local, no, ¿en beneficio de los ciudadanos que trabajan y desean un
bienestar con posibilidad de compartir? no, en los que especulan, partiendo, destruyendo
o arruinando empresas para lucrarse, a esos sí. ¿Por qué no volvemos a regular
los flujos de capital, las exportaciones de dinero, el mundo financiero? No nos
van a dejar de forma legal, poco a poco van colocando sus torres vestidas de tratados de “libre” comercio,
libre para ellos.
Pero ellos desean que el estado,
es decir la sociedad, forme a sus
futuros trabajadores, sus consumidores, que se lo gaste, que gaste en
formación a los trabajadores, que invierta en I+D para que ellos saquen provecho
de las inversiones públicas. Pues claro que necesitamos más educación, mas
investigación y con ello más dinero de quienes más beneficios reciben a costa
de contratos cada vez mas asfixiantes, condiciones más duras y derechos cada
vez mas diminutos.
¿Quiénes son los gorrones? Nos
fijamos en el que roba en la factura del IVA o trabaja en negro por unas monedas, pero no nos
enfurecemos por los robos a escala
industrial de los políticos, nos decimos que igual yo haría lo mismo. Y eso
solo es pura cobardía para no enfrentar la realidad que es que ellos siempre estarán allí gorroneando
de nuestro esfuerzo, de nuestras aportaciones como ciudadanos verdaderos
mientras se libran de forma legal de
pagar lo que en ley, en patriotismo y en convivencia ciudadana debería ser
(mientras se emocionan escuchando el himno de su país, el que sea).
Sus mayorales, vestidos de
representantes electos siguen sus indicaciones indirectas, cuidando de hacerlo bien no sea que quizá
algún día tengan un puesto en sus empresas. Apoyan cualquier ley que de mejor
el reparto, se indignan a nivel de ministro del interior y de justicia si
un hombre se arroja y “roba/requisa” dos
carros de comida en un hipermercado de Marinaleda, no vaya a ser que les quiten
a ellos el monopolio del robo organizado aunque fuera a escala menor.
Solo hay que ver estos días en
los que por circustancias se ha producido una leve sensación de separación de
poderes al no coincidir el legislativo español con el ejecutivo. Este último
hasta ahora acostumbrado a hacer lo que quisiera, pues el legislativo estaba
controlado por el ejecutivo, se ve controlado y mal visto con comparecer. Y nos parece
normal. Nos han acostumbrado a creer que la estabilidad es el silencio desde que un general bajito lo
demostró con el de los muertos hace ya casi 80 años y lo mantuvo hasta hoy con caras nuevas. La separación de
poderes hace que cada parte o poder tema al contrario y se “porte” mejor no sea
que tenga que rendir cuentas o rendirse.
La conciencia debe de romper el
capullo tejido entre hilos de subvención y comodidad para abrirse a la
dificultad de la realidad, que es tener que combatir políticamente con el
contrario, de exigirles cuentas, de no pasar por un sistema sin separación de
poderes, por repudiar al corrupto de forma efectiva y de dejar el miedo para
las películas de terror.
Busquemos el sol hasta quedarnos ciegos o si no será señal
de que ya lo estamos.
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