¿Dónde está el trono que cada uno estamos tentados de abordar? Quizá sea algo posible de alcanzar o quizá sea esa estrella tímida o rutilante, que orgullosa y hasta algunas veces soberbia te olvida cuando cerca de ti pasa, pero tú no, pues tú la deseas. Quisieras alcanzar ese trono para ti tan real como invisible para tu vecino de vida y sufrir. Y luchas por él con denuedo y ambición por sentarte en él antes que nadie. Pero nunca es fácil llegar a él. Muchas veces tu capacidad no da para ello, otras esta ya ocupado, otras te rechaza justo cuando crees tenerlo en tu mano por mil razones inesperadas, porque otro con el mismo ardor o mejores armas lo ha tomado al asalto dejándote a las puertas con la cara de tonto incomprendido que se le queda a uno cuando ya lo creía en su poder.
Pero, ¿Qué debes de mantener ante tu trono soñado? ¿Qué debes de aplicar para no perderlo todo en un mal paso que todo lo quema, como el hisopo cargado de brea que todo lo prende hasta hacerlo desaparecer? ¿De qué has de protegerte en el combate sea este el que sea?
Tenacidad y paciencia en la brega por alcanzarlo, no desfallecer, no abandonar mientras navegas a bordo de la paciencia por los golpes de ola vestidas de incompetencia, de trabas conscientes sobre tus pasos, del descrédito malquerido y armado de mentiras sobre los señores del trono contra tu caminar. Repleto esta el océano de semejantes dudas cuando tu tenacidad te empuja a dar la bordada y enfilar el objetivo, bajíos vestidos en malos deseos de quienes son incapaces de aportar pero cargan sus cañones oxidados de mil y un falsos argumentos como metralla mortal para hundir tu bordada. No importa, la tenacidad guardada de la paciencia serán buen blindaje aunque duela y apetezca vomitar fuego sobre tales bajíos.
Ambición y conciencia en la misma brega. Sin la primera solo quedarán las excusas a verter en cada esquina por no haber dado el paso lanzado que te lleve al trono buscado. Bendita ambición como roda partiendo la mar a cada golpe, dividiendo en dos ese océano aceitoso que se espesa con cada indecisión hasta cerrarse en espera del rompehielos vestido de fuerza de voluntad y reabra de nuevo el océano, permitiendo de nuevo a la ambición probar su verdad. Mientras todo esto voltea la realidad sin ambages por seguir adelante, como dualidad complementaria será la Conciencia cabalgando a su vera la que mantenga los mil y un posibles movimientos del gris al oscuro cerrados al golpe de timón, preservando de los atajos que como en los sueños de Don Francisco siempre acaban por alcanzar el mismo lugar donde el mal crepita y por corto solo se disfruta mientras crepita, algo que es nada y tras la nada solo queda la ceniza a volar por el soplo justiciero del viento en el que la Conciencia se transforma para dispersar ese mal gratuito tan difícil de asumir.
Al final de todo no hay nada, tan solo cuenta el combate y la lucha por lograr alcanzar el trono de cada uno, vestido de un puesto en lo más alto, de una persona que nos ame o que podamos amar, de un modo de vida que nos devuelva a los sueños de la infancia, de algo que nos convierta en el rey de nuestra propia creación imaginaria donde todo nos rinde la pleitesía del reconocimiento, ese amable sentimiento de sentirse bien por el mismo hecho de reinar en tu propio reino creado a base de Ambición, Lucha, Entrega, Paciencia, Espera, Tenacidad, pero sobre todo Conciencia en cada paso a dar con la frente limpia, el paso claro y la espalda cubierta, si esto último el trono solo será una codena más en el verdadero reino que es el valle profundo de tu corazón.
Mil tronos cayeron antes que el vuestro
abatidos por luchas entre ambiciones tenaces
sobre el palenque de la vida sin créditos ni avales
en el que solo queda uno como vencedor sin daño
sobre los restos de quienes trataron en vano
por alcanzar ese objeto que ya sin duda es vuestro.
1 comentario:
"Al final de todo no hay nada, tan solo cuenta el combate y la lucha..." quizás sea así, Josu, quizás.
Pero en el camino queda la vida y algo más, siempre algo más.
Extrañaba tus entradas.
Un abrazo
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