Recias, turbulentas pasiones que anulan la respiración.
Personas que reciben el daño de quien desea hacerlo a los demás.
Dioses arbitrarios, pequeños, restos
de algún oculto y oscuro decimonónico sentir.
Dolor general de un cuerpo anquilosado
por esa inmovilidad perpetua que lo vio nacer.
Nuevas brisas que solo a eso alcanzan,
pues Eolo no parece existir.
Limpia se percibe la superficie
ocultando su podredumbre bajo tal disfraz.
Quién poseerá el elixir afortunado,
ese que consiga abrir las puertas de la luz real,
la que borra de un rayo lo gris y lo huraño, quién.
Negros corazones sobrevuelan la casa del mago esperando su señal,
corazones temblorosos ante su dedo fatal
pues se saben derrotados sin él.
Qué dirá, dónde habrá que morder, donde matar.
Ellos saben que la sangre vertida traerá mas,
pero solo les ocupa cumplir su señal.
Epopeya maldita sin pública sentencia
que la sangre mortifica sin lugar a razón.
¿Existe un cielo?,
yo no lo creo,
por eso la justicia, hoy.
Despiértame
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Despiértame
No estoy preparado.
Retumban los tambores al combate vital,
Pero no hay mimbres preparados
Solo mar que capear para ganar en su andar
Contra el t...
Hace 12 años
2 comentarios:
Tampoco me llevo con lo del cielo, coincido contigo que la justicia, la que vale es la presente, la divina de mucho no sirve a los hoy sufrientes.
Excelente tu reflexión.
Gracias.
Alicia.
Estructuras caducas que se apoyan en negros y profundos cimientos afirmados arteramente.
Este tren puede no volver a pasar y no tomarlo podría suponer la condena a morir agostados en este desierto oprimente y oscuro.
Tal vez, alguien,¡ese ¿quién?! brisa portadora del elixir, borre y renueve, pero la puerta para que entre la deben/debemos abrir todos los que están/estamos dentro.
Bram
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