...como una tea, el velamen de la goleta comenzó a arder; el que mas, el que menos corrió a guarecerse de aquella lluvia de pequeños trozos de tela incandescente.
Mientras, el viejo por fin reaccionó.
- ¡Los de los mosquetes a cubierto y fuego en cuanto tengan el tiro cierto!. ¡No malgasten balerío!
Aquello era un caos avivado por aquel tinte rojo que lo impregnaba todo con esos rayos provocados por esos extraños seres y el ímpetu amarillento de las llamas sobre la lona. Mientras unos intentaba sofocar el incendio y evitar a toda costa que no afectase a la arboladura, los cuatro mosquetes hacían blanco cuando podían. Todo aquel esfuerzo parecía inútil, pues de la cubierta inferior siempre salía otro que reemplazaba al abatido.
El viejo, con dos hombres más y el pilotín se refugió en el castillo de proa dejando a su segundo al pie de aquella esperpéntica refriega.
- ¡Bien, muchachos! Que nadie me pregunte qué cojones es eso porque no tengo ni pajolera idea. Os habéis fijado que no podemos movernos, ellos tampoco aunque no se si este barrillo infecto sobre el que nos mantenemos acabará por endurecer dejándoles pasar y abordarnos. Hay que acabar con ellos. ¡Como sea!.
Las miradas rebosantes de tensión, estrés, miedo parecían que iban a devorar al viejo de un momento a otro.
- Tú, Moragas, con el carpintero os bajáis a la bodega y preparáis todas las bolas de lana lo mas compactas posibles. Tu, Carriles, ve a mi camarote a recoger todo el petróleo de las lámparas que haya. Venid aquí lo mas deprisa posible. Mientras lo hacéis intentaré buscar algún punto débil si es que tiene puntos.
Partieron cada cual a su misión. La peor era la del pilotín, debía atravesar el combés hasta alcanzar las acomodaciones de popa. El viejo, más tranquilo ahora, quizá por haber decidido y puesto en marcha un plan, se desplazo de forma sigilosa hasta ocultarse detrás del chigre del ancla. Quería descubrir que era todo aquello. El velamen hacía rato que se había consumido y, por fortuna, la arboladura estaba prácticamente intacta.
Aquello seres, al verlos más de cerca, parecían extrañas marionetas sin hilos, como si la energía la recibiesen de alguna parte ajena a ellos mismos.
Con el material prepararon una pequeñas bombas incendiarias a las que añadieron algo de plomo entre la lana para darle mas contundencia y seguridad en el lanzamiento.
Mientras la lucha continuaba entre los dos navíos, los cuatro desembarcaron con cuidado sobre aquella pasta densa que parecía querer tragarlos. Al doblar la amura de estribor por la proa se tumbaron comenzado un paciente y lento desplazamiento arrastrándose cual gusanos. El pestilente olor proveniente de los vapores del barro sobre el que se deslizaban casi no los dejaba respirar. Si no fuera por lo peligroso de la situación, el espectáculo era fantástico, aquellos destellos en rojo, las detonaciones unidas a los chispazos de los mosquetes, la goleta humeante con la arboladura ennegrecida por el incendio.
Consiguieron colocarse a tiro sin ser vistos. A una señal del viejo encendieron con rapidez extrema las bombas incendiarias, con otro gesto las cuatro primeras entraron por aquella popa recargada de dorados. Justo en el momento de escucharse pequeñas explosiones lanzaron otras cuatro, así hasta las 16 que llevaban entre todos.
La esperpéntica galera comenzó a arder como si fuera papel de liar cigarrillos, las terribles figuras cadavéricas comenzaron a emitir unos tétricos graznidos sobrenaturales mientras saltaban sobre el barro. Su propia delgadez debido a que tan solo era esqueletos hizo que los tragase aquel barro infecto
Uno de ellos, el que parecía el jefe de todos salto sobre popa cayendo cerca de grupo. El viejo, aún ágil lo asió del cuerpo antes de que se lo tragase.
- ¡¡ Qué carajo eres!!. ¡¡Habla maldito saco de huesos!!....
Mientras, el viejo por fin reaccionó.
- ¡Los de los mosquetes a cubierto y fuego en cuanto tengan el tiro cierto!. ¡No malgasten balerío!
Aquello era un caos avivado por aquel tinte rojo que lo impregnaba todo con esos rayos provocados por esos extraños seres y el ímpetu amarillento de las llamas sobre la lona. Mientras unos intentaba sofocar el incendio y evitar a toda costa que no afectase a la arboladura, los cuatro mosquetes hacían blanco cuando podían. Todo aquel esfuerzo parecía inútil, pues de la cubierta inferior siempre salía otro que reemplazaba al abatido.
El viejo, con dos hombres más y el pilotín se refugió en el castillo de proa dejando a su segundo al pie de aquella esperpéntica refriega.
- ¡Bien, muchachos! Que nadie me pregunte qué cojones es eso porque no tengo ni pajolera idea. Os habéis fijado que no podemos movernos, ellos tampoco aunque no se si este barrillo infecto sobre el que nos mantenemos acabará por endurecer dejándoles pasar y abordarnos. Hay que acabar con ellos. ¡Como sea!.
Las miradas rebosantes de tensión, estrés, miedo parecían que iban a devorar al viejo de un momento a otro.
- Tú, Moragas, con el carpintero os bajáis a la bodega y preparáis todas las bolas de lana lo mas compactas posibles. Tu, Carriles, ve a mi camarote a recoger todo el petróleo de las lámparas que haya. Venid aquí lo mas deprisa posible. Mientras lo hacéis intentaré buscar algún punto débil si es que tiene puntos.
Partieron cada cual a su misión. La peor era la del pilotín, debía atravesar el combés hasta alcanzar las acomodaciones de popa. El viejo, más tranquilo ahora, quizá por haber decidido y puesto en marcha un plan, se desplazo de forma sigilosa hasta ocultarse detrás del chigre del ancla. Quería descubrir que era todo aquello. El velamen hacía rato que se había consumido y, por fortuna, la arboladura estaba prácticamente intacta.
Aquello seres, al verlos más de cerca, parecían extrañas marionetas sin hilos, como si la energía la recibiesen de alguna parte ajena a ellos mismos.
Con el material prepararon una pequeñas bombas incendiarias a las que añadieron algo de plomo entre la lana para darle mas contundencia y seguridad en el lanzamiento.
Mientras la lucha continuaba entre los dos navíos, los cuatro desembarcaron con cuidado sobre aquella pasta densa que parecía querer tragarlos. Al doblar la amura de estribor por la proa se tumbaron comenzado un paciente y lento desplazamiento arrastrándose cual gusanos. El pestilente olor proveniente de los vapores del barro sobre el que se deslizaban casi no los dejaba respirar. Si no fuera por lo peligroso de la situación, el espectáculo era fantástico, aquellos destellos en rojo, las detonaciones unidas a los chispazos de los mosquetes, la goleta humeante con la arboladura ennegrecida por el incendio.
Consiguieron colocarse a tiro sin ser vistos. A una señal del viejo encendieron con rapidez extrema las bombas incendiarias, con otro gesto las cuatro primeras entraron por aquella popa recargada de dorados. Justo en el momento de escucharse pequeñas explosiones lanzaron otras cuatro, así hasta las 16 que llevaban entre todos.
La esperpéntica galera comenzó a arder como si fuera papel de liar cigarrillos, las terribles figuras cadavéricas comenzaron a emitir unos tétricos graznidos sobrenaturales mientras saltaban sobre el barro. Su propia delgadez debido a que tan solo era esqueletos hizo que los tragase aquel barro infecto
Uno de ellos, el que parecía el jefe de todos salto sobre popa cayendo cerca de grupo. El viejo, aún ágil lo asió del cuerpo antes de que se lo tragase.
- ¡¡ Qué carajo eres!!. ¡¡Habla maldito saco de huesos!!....
No hay comentarios:
Publicar un comentario