Es casi medianoche, en la radio rechina el programa informativo de rigor. Qué más da la emisora que sea, no hace falta saber su nombre, escuchando a los periodistas “opinantes” de turno te puedes hacer una idea de quién les paga y, por ende, el nombre de esta. El caso es que van ya dando su despedida y bendición en sus respectivas líneas políticas, para dar paso a los programas deportivos que dirán si aquello fue penalti, si los árbitros tal o si los árbitros cual...
A mi lado, entre la penumbra que genera mi pequeña lámpara sobre el portátil, regalo de los magníficos Reyes Magos de Oriente, escucho la respiración rítmica y suave de un niño. Quiso quedarse conmigo y cayó conmigo. Bueno yo caeré en breve. La calma se ve multiplicada por él, que parece así domar los embravecidos golpes que azotan mi pensamiento. Sus ojos cerrados me permiten distinguir entre la misma penumbra dos líneas homogéneas, simétricas que anuncian la clausura de estos.
A mi lado, entre la penumbra que genera mi pequeña lámpara sobre el portátil, regalo de los magníficos Reyes Magos de Oriente, escucho la respiración rítmica y suave de un niño. Quiso quedarse conmigo y cayó conmigo. Bueno yo caeré en breve. La calma se ve multiplicada por él, que parece así domar los embravecidos golpes que azotan mi pensamiento. Sus ojos cerrados me permiten distinguir entre la misma penumbra dos líneas homogéneas, simétricas que anuncian la clausura de estos.
¿Qué estará sucediendo tras de ellos? Quizá el insondable capitán Jack Sparrow, ese niño malo convertido en pirata al servicio de sus deseos, este dando su merecido a algún pirata legal con bandera de país civilizado, mientras el gran holandés los despide desde su eterno peregrinar. O puede que desde una enorme caravana de camellos, sobre un brioso corcel árabe vaya guiando la caravana a punto de entrar en Samarkanda. ¿Y si nos colásemos entre sus pestañas? ¿Pero cómo? Podríamos despertarlo en medio de una terrible persecución y hacer que cayese atrapado entre la temible tribu de los bandidos Al Jaibin, famosos por comerse a sus prisioneros después de invitarles al festín de la victoria. No, no debemos entrar.
Dejémosle soñar, vivir su propia aventura. Nosotros tan sólo debemos cerrar nuestros ojos, apagar la luz artificial y dejar que la oscuridad natural de esta hora nocturna, junto con la imaginación nos permitan entrar de verdad en el sueño deseado.
Buenas noches, buenos sueños.
1 comentario:
Dejémosle soñar, vivir su propia aventura. Algún día soñarán, volarán y correran sus propias aventuras y desventuras, y ya no velaremos sus sueño. Y,si son felices... lo seremos nosotros, pensando que no nos necesitan y seguiran siendo nuestros queridos niños a los que "velamos" su sueño.
Marina
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