jueves, 17 de enero de 2008

Mi Vida

Arrecia un fuerte viento del oeste cargado de humedad. Hasta esta mañana nos golpeaba disfrazado de suroeste correoso hasta que al fin se ha hecho con el cetro del rey de los mares, como escribía Conrad en su “Espejo del Mar”, transformándose en el duro oeste. Como él nos contaba, es el oeste un viento duro y decidido, poderoso en competencia triunfante con el otro rey, el viento del Este.

Hasta ayer machacó la costa gallega, haciendo de la mar una enfurecida mujer con olas de más de 10 metros carentes de cualquier atisbo de piedad. Los dos juntos, viento y mar, se han cobrado su deuda eterna en sangre humana. Ha devorado un pesquero que raudo y de dura empopada intentaba alcanzar uno de los puertos de abrigo. Nunca será suficiente, Poseidón, a veces azuzado por Eolo, es de nervio fácil, cambiante sin premeditación. Tránsitos de humor que vuelan entre inermes y calmas aguas plateadas sobre un sol enamorado de su fluidez, a vómitos de espuma blanca que contrastan con una oscuridad grisácea, una negrura propia de una fabrica devorando carbón.

Es entonces cuando tu barco pasa de surcar de forma suave, rápida, cortando delicadamente la piel líquida como si de bisturí se tratase, a ser zarandeado, a incrustar la proa en el muro de agua que se planta delante queriendo detener tu marcha. En ese momento, desde el puente de gobierno te agarras donde puedes, flexionas tus piernas mientras notas como se detiene el buque un instante eterno por el golpe y lentamente va introduciéndose sobre la masa de agua. La ola va deshaciendo su terrible y mortal embate según recorre la cubierta y tú, tres cubiertas mas arriba esperas el temblor final que tarda en llegar.



Desde el cristal de mi despacho, espejo de un mar que se pierde en la negrura contigua al horizonte, puedo ver como un inmenso rebaño de pequeñas crestas a modo de borregos pastando rodean a un pequeño mercante que apurado larga sus anclas frente a la bahía de Gijón. Corazones turbados envueltos de pieles empapadas de agua y sal se esfuerzan por que no garree el navío, para poder dar así descanso a sus mentes, músculos y sentidos al abrigo del cabo de Torres, testigo de tantas maniobras similares.

Me pregunto qué hay detrás de aquella línea mágica que une cielo y mar. No hay nada, pero pervive un todo inalcanzable. La soledad de quien navega paciente millas hacia ella, la paz interna de saber que es un viaje con la meta en falso pues brotará el mundo terrenal de nuevo, poblado de gente físicamente como tú pero sin la caricia del mar bajos su pies. Las estelas son eso, estelas que solo las puedes dibujar una vez, la siguiente será distinta en tiempo, forma y lugar. Tu mirar sobre cada una será distinto, tanto como cada una.



Subes al castillo de proa donde las anclas esperan el turno de fijarte a la tierra de donde viniste. Su herrumbre las da el aspecto de mágicos monstruos prehistóricos que ahora descansan de su terrible vida luchando bajo la mar. Asomas tu cabeza sobre la punta de proa, el viento producido por los 14 nudos de tu mercante hacer que sientas frío y tus dedos se agarren con fuerza a la amura. Desde allí no se oye el run run sordo de las máquinas, solo el romper del agua como si de un acantilado mecánico se tratara. A veces una ola más fuerte que sus hermanas eleva la proa, descubriendo el bulbo sumergido que se vuelve a sumergir de forma lenta, intentando emular de forma vana a los delfines que tantas veces acuden a jugar con nosotros

Maravilla, simplemente maravillosa es la mar que nos une. Un efecto hipnótico inevitable, sus ruidos, sus movimientos libres del capricho humano. Su atracción por indomable, por azul, por verde, por gris, blanca, por guardan tanta vida, por dar tanta vida.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Triste que algo tan hermoso, que sólo la gente de la mar conoce y siente, se cobre su tributo en vidas de personas que hacen de la mar su vida y su pan.
Me parece un bonito homenaje a las gentes de la mar. Solo alguien que lo haya sentido y vivido puede hablar de ello como lo haces.
Aún siento el viento, el frío y la sal en mi rostro.

Marina

Armida Leticia dijo...

En México, existe una canción que dice:

Y nosotros los pobres marinos,
hemos hecho un barquito de vela,
pa' vivir en el fondo del mar,
que ya no se puede vivir en la tierra.

Y de José de Espronceda:

Que es mi barco mi tesoro,
que es mi Dios la libertad,
mi ley la fuerza y el viento,
mi única patria la mar.

Alicia Abatilli dijo...

Pues más alla de la tristeza que habla Marina, yo he leído tu descripción del mar, y me pareció... erótico, en lo que este concepto significa. Un relato erótico, el mar lecho, fuerza, ida y venida, aroma y rumor.
En fin, Josu, dime si estoy confundida. ¿Enero me está pegando fuerte?, ja, ja.
Un abrazo. Genial lo tuyo. Confieso la misma fascinanción por el mar.
Alicia.

Blas de Lezo dijo...

Alicia, había escrito pensando en mis experiencias... ¿en la mar?. Si, en la mar pero después de tu interpretación tienes razón.

¡Feliz enero!.

Anónimo dijo...

Feliz enero, Josu...
Son experiencias diferentes pero se encuentran en la interpertración...
Un abrazo.
Alicia.

Anónimo dijo...

Estoy releyendo en mis comentarios, me sobran consonantes. ¿No te dije que me había pegado fuerte enero?. Ja, ja. Te pida sepas disculpar.
Alicia.