…Doña Ana ya lo esperaba abaluartada tras sus mejores trajes ya algo marchitos como su mirada entre seca y que a duras penas ocultaba sus tristezas en su fondo. La gloriosa dama de otros tiempos se había topado sin esperarlo con una singladura de posible pasión artificiada, pero pasión al fin y al cabo, en aquél teniente joven y estaba dispuesta a dar la orden de abordaje a todos los poros de su piel en la menor oportunidad que sus anquilosados garfios la dieran razón a ello.
- Buenas tardes tenga vuestra señoría, Doña Ana. ¿Habrá un jerez para este teniente?
- Buenas tenga vos, mi teniente. No habrá uno, sino dos que la fonda queda cerrada para parlamento entre vos y esta dama que algo os debe pues así se había comprometido.
La actitud de Doña Ana por imaginada no dejó de sorprender a Segisfredo que bien está definido todo en la frase sobre el amor y la guerra donde todo está permitido. El abordaje se planteaba de manera y forma inminente y Cefontes si algo tenía claro era que a todo estaba dispuesto si lograba su objetivo en pos de la seguridad de su amigo. Mechas retardadas ya prendidas y listas para aquél combate. Un sorbo de jerez fino y fresco era lo que daba salida
- ¿Y bien, mi señora? ¿Habéis encontrado algo digno de mención sobre ese trío al que os pedí información?
- Pues algo tengo y si me permitís os lo relato. Sobre las dos damas en cuestión, deciros que nadie en realidad las conoce mucho. Solo que viven juntas en una casa de dos plantas muy cerca de la puerta de la Caleta. Tiene su casa alquilada para todo el año a Doña Manuela Ginés, vieja amiga de mi vecina Dolores que a punto esta de morirse del reuma y…
- ¡Bueno, vale de reumas y Dolores y al grano… mi reina!
- Perdón, teniente pero siempre trato de ser lo más completa en mis compromisos con quienes lo merecen como vos. Si me permitís continuaré.
Otro sorbo lento y sin esfuerzo un poco más cerca de Segisfredo
- Lo que os digo, Teniente. Las dos damas parecen irlandesas refugiadas de los britanos, aunque nadie sabe cómo llegaron a Cádiz ya hace más de un año. Solo se sabe que ese, al parecer hidalgo y futuro Vizconde de Azcárraga, las apadrina en todos los saraos, que como sabéis muchos son en esta villa de tanto comerciante. Mas aparte de todo eso no se las conoce de nada.
- ¿Y del futuro vizconde?
- ¡Ah! Don Alfonso de Marcos. Otro personaje del que en realidad tampoco se sabe gran cosa sobre su origen. Al parecer desde su entorno se dice que procede de una familia de noble ascendencia en las tierras del norte del reino, pero como os podréis imaginar en esta ciudad lo que prima en estos tiempos de bonanza son los caudales y sus beneficios. Pues si alguna villa del reino de nuestro señor, Don Felipe, valora el progreso sobre la sangre es esta y a nadie se le plantean problemas de nobleza si acarrea en sus tratos riqueza, y este es el caso de Don Alfonso que dirige su firma de comercio e importación de paños europeos. Volviendo al trío en su unidad, solo puedo deciros que salvo cuando una de ellas encuentra amorío o cortejo a la vista, siempre acuden en coyunda. Dadme alguna razón más para buscar y os prometo mas de lo que ya os dí, mi teniente…
Segisfredo se quedó con todo lo que le fue contando al mismo tiempo que trataba de no romper aquella
fuente de información aún, según su parecer, sin explotar del todo; tenía que dar sin darlo todo por no
desear hacerlo y por mantener la cuerda tensa. La miró, encontrando una dama ya entrada en la
cuarentena, flor de pétalos por no caídos ya hirsutos y de artificioso brillo, mujer que no desmereciera
para quién por algo ese quien sintiera, mas no él. Aún así tenía más deseo de información que reparos y
sin mediar a la vista de nadie abrazó a esta besando de la forma menos intensa posible sus labios.
- Caramba, te… teniente. No pensé que esta pobre información calase de tal guisa sobre vuestro ánimo.
- Perdonad mi atrevimiento, señora. Más sería este con vos, pero he de encontrar mas datos y esta noche he concertado cita con alguien que quizá también me de algo de interés sobre este trío misterioso
- Mientras sea hombre os fío en la espera por vuestro ánimo.
- Lo es, mi señora. Seguid en la búsqueda que volveré a veros.
- Asi lo espero, mi teniente
Con una sonrisa en el rostro de Doña Ana, fruto de una fugaz ilusión recobrada de la que seguro no deseaba bajo ningún concepto aferrar sus velas Segisfredo se despidió ágil, no se sabe si por abandonar el campo de batalla o por cumplir con la cita en la Fonda “El tuerto” cerca del puerto, en el barrio de la Merced.
A la hora convenida, con la noche y la hora de cenar en coincidente compás sobre ambos, Luis Peláez y Segisfredo Cefontes se encontraron en la barra grasienta de “El Tuerto”. Humo de tabaco tratando de disimular los olores humanos que emanaba aquél garito poco ventilado y peor iluminado los permitió sentarse en una mesa de tosca fábrica que se pegaba a la pared seguramente mal encalada, aunque en aquella oscuridad poco importaba. Del vino pasaron al cazalla, más propio de la hora y el lugar.
- Mi teniente, no ha sido fácil sacar información sobre vuestros intereses, pero sabéis como yo que los favores dados en momentos verdaderos y no cobrados con premura alcanzan valores más propios de imperio si se dejan decantar. Eso y el dinero que todo lo hace florecer ha logrado que alcancemos un mínimo éxito entre tanto obstáculo. Pero no me andaré con más rodeos teniente que incluso a mi me han sorprendido estas cosas y de ello habremos de hablar tras el relato oportuno…
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