De recalada entre los tiempos como mares largo el ferro entre los brazos protectores que dibujan una rada imaginaria. Fondeo breve para volver a vibrar en plena cuesta de enero como vieja condena rutinaria de este mudo reino del consumo. Se acaba el tiempo cíclico de periplo sobre el sol. Un año en el que del otoño hemos pasado a primavera, de esta al verano y a primavera sin que el crudo invierno lograra un resquicio de victoria a pesar de tantas batallas presentadas en sendos frentes de diferentes pelajes, todos librados con mayor o menor gloria, siempre con el presente como moneda de avance.
Doblamos el Cabo de la Esperanza con la carta de navegación por dibujar al fin, tras lanzar por la borda la carta tantas veces garabateada, agujereada por el compás de puntas sin encontrar el buen rumbo. Carta limpia de derrotas y abatimientos, como si hubiéramos salido de la escuela en el mismo momento de dejar tan difícil cabo por la aleta de babor. Incertidumbre cargada de esperanza por no saber, por no tener siquiera idea de lo que pudiera aparecer a proa. Y poco a poco fueron apareciendo luces con sus sombras, misteriosas unas, ilegibles otras, algunas claras como el agua, otras enrevesadas con cierto deje de arteros modos que a cada milla recorrida como día vivido más difusos y faltos de efecto acababan por desparecer a cada golpe de ola.
Grises fueron los tonos al doblar aquel cabo para cambiar gradualmente su color hasta tomar la fuerza de la pura pasión escondida tanto tiempo entre los pliegues creados bajo este gastado corazón. Recuperada mi chica de hierro a la que abandonada tuve y al fin reencontré, con la que la carretera ha vuelto a ser un lugar de encuentro con el viento cuando no hay mar por avante. Rueda, pedal y asfalto por el que sentirse libre, alegre y dispuesto a abrazar a quien antes de salir igual tan solo merecía un “buenos días”.
Y qué decir de quien como mi hermana siento ya del todo recuperada casi sin esfuerzo alguno, pues quien fue como ella, es, quien es como ella, será y es que ella es de otra pasta. No olvidaré nunca las escalas de aquellos dos días entre las carreteras recorridas de nuevo como lo fueron durante la adolescencia entre San Sebastián, Lekeitio y Bilbao donde los amores (no muchos), los misterios (tantos) se convirtieron en pequeñas historias reencontradas en familia con Amaia y Gari. Veinte años no son nada y a fe mía que así me pareció tal fin de semana.
Pero no todo fueron buenos vientos que dieran alas a este corazón expectante por lo que encontrar. Un lingote de platino, de ojos y mirada limpia, acicate para quienes a su lado tuvieran; una mujer en toda la expresión de su palabra, con su sentimiento puesto en todo lo que de verdad amaba, alguien que unía y daba vida a quien de tal cosa muchas veces le podría faltar. Ese diamante nos dejó como era ella, de forma sencilla, sin molestar, humilde y sin llamar para despedirse, quizá porque aún no se ha ido, porque parece que sigue aquí, regalando sus deseos de bien. Sé que por aquí sigues, no te veo pero te siento en muchos lugares y junto a Alejandro he dado de baja a mis ángeles de la guarda por saberos bien cerca a vosotros, ya no puedo quereros pero si que puedo recordaros en tantas cosas por las que me encuentro, algunas cargadas de salitre, otras de sonrisas plenas a punto de estallar en risa sin freno.
Sueños que han ido formándose en puras realidades alrededor de valores absolutos como mi señora del rayo, que bien sabe ella que lo es, valerosa y con el espíritu enorme en generosidad, en lealtad, en verdad, solo falto de un golpe de viento que la haga volar como de verdad merece. Estuvo allí, está aquí y sé que siempre estará donde lo necesite. Faro sobre el que poder tomar referencia de tantas cosas, luz verdadera sin vuelta encontrada a la que respetar y sentir como un verdadero honor su amistad hacia este que orgulloso lo escribe.
Un personaje he de decir aquí, teniente a más señas de la Real Armada en mi mundo paralelo, verdadero también ha sido y lo está siendo aunque en su realidad sea más bien capitán de un pequeño barco de orgulloso nombre por llevar el de su propia sangre, “Santa Olaya”. Segis, otro amigo convertido a mayores si cabe en este año de duras situaciones en lo personal y a veces en lo laboral para ambos. Situaciones que juntos estamos aprendiendo que se sale si se mantiene la calma mientras golpea el temporal, ya sea este de puro desamor o de gratuito soportar a mediocres al mando de lo que cualquiera que lo pretenda tiene claro que no están preparados. Siempre nos quedarán los vaivenes de la mar tendida del noroeste entre Luarca y Candás y quién sabe si mi Holandés supera a tu Santa Olaya en un buen vendaval.
Pero este año que tanto me ha dado no parece terminar de tal guisa pues entre sus broches de oro quizá logremos encontrar cubierta propia para este aprendiz de capitán y sus dos tenientes, las dos joyas, serenas en el tiempo sereno, pero cargadas de pasión por lo que se vive como ilusión. Pintar la patente, reparar las drizas, restaurar los camarotes, colocar las luces de babor y estribor, juntos, en medio de historias, risas, sonrisas y planes sin fin. Hernán, Diego, este aprendiz y “El Holandés” como cuarteto letal, verdaderos corsarios sin patente real con que sembrar el terror por los mares del golfo de Vizcaya mientras buscan tres princesas que secuestrar y encerrar en sus respectivos corazones.
Murió el pasado ciclo con la incertidumbre cargada de esperanza, muere este de la misma forma pues estamos vivos y con ganas de seguir descubriendo segundos, minutos y horas de nuevas sensaciones cargadas de las mismas historias que no son otras que disfrutar del presente para ganar el futuro, peleando, sufriendo, riendo y perdiendo, que al final es la única forma de ganarle al tiempo sus dorados hilos, escasos filamentos de felicidad.
Solo quería compartir esto con muchos de los que aquí están y todos los demás que no he podido dibujar pero que siento, daros las gracias por ser y estar, por permanecer y por saber que así siempre lo harán.
Solo os deseo a todos incertidumbres cargadas de esperanzas por las que batirse el cobre hasta llegar al límite, donde si logras llegar esta claro que habrá otro a mas andar.
FELICIDADES y GRACIAS POR TODO
1 comentario:
Felices fiestas Don Blas. Que todas las sonrisas que generas en los demás te sean devueltas con creces.
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