¿Cuántos años deseas vivir? Quizá todos los posibles, pero sin mal
rollo de salud, sin mal rollo social, de
la manera más fluida que te permita el corazón, tus piernas, tu cuerpo, la
bendita mente.
Pero suele ser que vivas los que
sean sin saberlo por más que trates de retener la esencia de cada momento o,
por el contrario, te dejes llevar
sin más que rozar los momentos, porque
ellos pasen tan cerca que no lo puedas evitar.
Llueve, llueve en este instante sin cesar, arroya el agua, vibrante y a
la vez rendida, las cunetas y las aceras mientras las alcantarillas con ese
aspecto de radiadores sedientos de agua,
devoran todo como si el desierto de la vida pasada se abalanzara sobre el
presente oscuro y húmedo. Cerrado entre cuatro paredes trato de pensar y me
encuentro con la misma vida que me
mostraron padres, profesores, amigos y
novias pasadas.
Reacciones correspondientes a debidas acciones previas, ligadas a
compromisos, deudas de dinero, de honor o de pura educación. Sentidos a tomar en medio de una dirección ya
creada, correcta y sensata; en el trabajo, en la forma y el tipo de vida, en lo
que es debido por ser adecuado; adecuado, es cierto, porque normalmente te lo
demuestra al final de todo lo pasado.
Pero para qué queremos tomar un
sentido que nos lleve al acierto al final de todo. “Al final” suena como de
costumbre gris y es algo que nos deja
sin el disfrute o el sufrir del viaje; mejor, normalmente nos deja con el
sufrir, a veces agónico del viaje. Por ejemplo, achicando sonrisas para no
dejarnos hundir por la vía de agua de una hipoteca que solo alimenta la riqueza
de un banco mientras tu mente se consuela creyendo que ese dinero lo pones para
disfrutar de tu propio piso cuando, en medio de pastillas para la tensión,
la diabetes, la artritis, años han pasado cargados a tu espalda en los que has
pagado tres veces tu sueño enseñándote unos banqueros sus sonrisas vencedoras
por haber vivido de ti.
Qué decir de la necesidad social,
la mala visión de alguien que se cuida solo y comparte lo deseado sin límite. La
búsqueda de la máxima ganancia material sobre los tiempos personales vividos
escasamente entre los seres que quieres, muchas veces justificados tras el
aprendizaje desde atrás en el tiempo en el que todo está justificado por un
bienestar material que deberás ampliar siempre con mas material y material y
material por el progreso personal, familiar y social.
Cuantas cosas nos han enseñado, y hemos aprendido con el ejemplo y la
docencia sin mal de padres, hermanos, amigos, profesores, medios de
comunicación, chamanes de sotana y mitra, (estos últimos con algo de mal); cuántas
formas de ver las cosas que poco a poco hacen de tu propio paisaje algo
desolado donde solo queda tirar de un carro cargado de teoremas incuestionables.
Pero todos los días sale ese tranvía
que lleva la línea nº 9. No hay destino, tan solo dice “Desaprendizaje”.
Si a él te subes, en pequeños tramos al principio, poco a poco, sin
estridencias, sin sustos en el vecindario, mas tarde aumentas la distancia a
recorrer, las cosas empiezan a verse de otro modo, comienzas a actuar de otra
manera, la gente a tu alrededor se sorprende al principio, luego eso te acabará
dando igual.
Es cuando el viento al que recibías de la misma forma siempre, ahora lo
engolfas de mil maneras distintas, unas veces contrarias, otras de popa, de bolina, pero siempre de
forma soberana, nunca al modo marcado
por ese sentido común que no es más común que otro sentido común a diez mil millas en cualquier otra dirección
de tu corazón.
Desaprender es la mejor forma de crecer cuando ya has aprendido,
crecido, vivido con sus triunfos y sus derrotas. Desaprender te da ese pequeño golpe
de viento para ganar barlovento al viento contrario de la vida existente. No te
garantiza la felicidad, pero te regalará momentos inesperados que no se pueden encontrar entre lo socialmente
aceptado.
Sigue lloviendo a cántaros, los barrotes de las alcantarillas siguen su
modo aprendido de devorar el agua mientras esta fluye como lo exigen las
pendientes y manda la santa madre Gravedad. Ella no puede desaprender, no
piensa, tú si, tú podrías tratar de vadear esos barrotes de hierro fundido y
encontrar lugares donde reposar o correr
más y ser feliz ese instante en el que descubres que hay otras maneras de vivir
en el mismo mundo.
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