Era alto, guapo y de sonrisa
entrenada para encandilar miradas y actitudes. Sus trajes, pagados por La Central
le granjeaban el complemento a un cuerpo de
revista que lo haría irresistible para convencer, de la misma forma
que en un buen primer golpe de vista se
logra abrir el paso para vender la falsa
moneda si no se dispone de escrúpulos.
Como si dispusiera de la clave
con la que abrir la madeja del futuro, trataba de apoyarse en esa imagen de rebosante belleza y cercana juventud para vender su
discurso baldío, repleto de perpetuas repeticiones sobre la misma verdad en
falsete. El, aunque lo pretendiese, no podría ser aquel antecesor de la misma Central
con aquella imagen seductora, pero sin el resto disponible, que no era otra
cosa que el pasado reciente con el que comparar su misma acción; él debía
demostrar que detrás de si tenía la formación, el empaque, la convicción de que
quería cambiar la ingente cantidad por tanto tiempo amalgamada, en la que el
mercurio sería el abuso y, cualquier otros metales los vicios que como algas ferradas
a un viejo navío en rada cerrada y sin
tiempo de mar lo detienen y corrompen sin tiempo de reparación.
El solo era la cara amable de un mundo en retirada, entre bucles
retorcidos que pretendían reavivarlo. Lo sabía, su equipo de apoyo mantenía la
imagen entre viva y sombría; si por viva
mirásemos sus apariencias y sombría si nos quedáramos en el fondo de sus
miradas baqueteadas por la conjura del tiempo vivido entre los algodones de la
acción casi siempre impune. Como en los inicios del los 30 con los Almirantes
Aznar y Berenguer tratando de devolver el lustre y brillo a un sistema que ya
no tenía salidas, intentaba este producto de la fábrica de La Central vender un
falso pasaje a la reforma de mil y un pasadizos retorcidos cual raíces de olivo
milenario, aferradas a una tierra de la que vivir o morir por despegar sus garras de celulosa y savia vieja
de esos sujetos que conformaban la tierra que hablamos.
Parecía que otro se agazapaba entre tácticas gastadas sin
previsiones de contratación por no ser siquiera fiables a sus propios miembros
de La Central. Era un cadáver andante sin más remedio que tratar de hacerse ver
en su declive impenitente. De un defecto de fabricación en los procesos de
formación planificados desde La Central, dos unidades se interpusieron en la venta de derechos por
parte del galán. El uno trataba de vender
vientos jóvenes de un norte y el otro los del sur viejo, a los que ya lo
dicen a bordo de cualquier nave, no les fíes el pellejo.
Pero la venta no se había
logrado, la competición parecía perdida y desde La Central se hacían grises
predicciones de posible cierre de empresa, algo en absoluto posible, pues si estaba
claro el lema de La Central era que, con venta o sin ella, esta se haría real a
base de sonrisas y gusto por la vida o, por el contrario, a través de
obligaciones vendidas como objeto
de supervivencia frente a cualquier
miedo que sirviera como argumento,
motivo o sentido que encaminara a los sujetos a su fin.
Pero con esfuerzo, con lentitud
en pequeños espacios, la razón de las cosas, comprobando el estado de éstas iba
cobrando el sentido. Pequeños portes de un material de elevado coste de
producción por su sacrificio y necesidad de tesón iba llegando en pequeños
transportes a los sujetos. Este material bien administrado en sus cuerpos y
mentes poco a poco iba despertando espíritus. Gracias a este material que
podemos conocer unos como Cultura,
Lectura, Educación, Formación, la capacidad crítica en
múltiples sentidos
se iba abriendo, pudiendo ser capaces, poco a poco, de valorar lo que podía
interesar de cada producto ofertado desde La Central. Uno, mayor y gastado,
sobado y demasiado utilizado por La Central no se hacía apetecible.
Múltiples medios, antes considerados informativos y ahora
destapados y desenmascarados como meramente publicitarios y propagandísticos
gracias a la capacidad que dotan estos valores en los sujetos, trataban de inocular
miedos ancestrales basados en sostenibilidades, imagen mostrada ante otros
accionistas externos de La Central y su posible huida, miedos a la violencia
sin determinar esta en sus innumerables modalidades, la pasiva, la silente que
es la del que puede sin mover un dedo destruirte si lo desea, la del débil que
se convierte en activa y se percibe como evidente al instante, y tantas otras.
Pero los sujetos con su nuevo poder de discernimiento en diferentes modalidades
según cada uno no entraron a este trapo nada marinero.
En el comité de dirección de La Central
el pánico comenzó a apoderarse de sus socios, desde el que hacía de figura amable para eventos y
festejos anuales de La Central, como de los que
se consideraban dueños sin acciones.
Mientras el guapo galán sin más
formación que los cursos dentro del comité de La Central, sin haberse trabajado
con tesón, las viejas reglas de los fundadores de la filosofía, o los
precursores de las libertades, qué decir de los revolucionarios franceses, ni
de la esencia de la victoria de la lucha frente a la servidumbre medieval en
pleno inicio del siglo pasado, se paseaba sobre las pasarelas haciendo
requiebros entre los otros galanes no tan apuestos como él, pero menos gastados
a pesar de todo.
Los sujetos, los unos aferrados a
la resignación religiosa o simplemente a la propia del fracaso de los años, ya
daban por aceptable todo lo que les dejase La Central en sus míseras condiciones,
siempre en aras de la continuidad de esta, estos eran los que no deseaban abrir
ojos a otras realidades. Pero había ya un nutrido grupo que iba descubriendo el
engaño urdido desde muchas décadas en la que creyeron ser partícipes de la
empresa y, en realidad, solo habían sido mantenedores de un sistema oligárquico
formado por pequeñas secciones de La
Central, algo que fuera de aquella empresa llamaban partidos. Esas secciones
alimentadas económicamente por la propia Central para así controlar su acción eran las que alimentaban a cada galán
y equipo respectivo. Aquella estrategia de dominio ya había sido inventada hacia muchos siglos,
pero en La Central a partir de un presidente usurpador se planificó hasta “barnizar”
tal sistema sin límites mientras los cerebros no recargasen sus tanques de información, cultura, conocimiento y buenos
deseos compartidos.
Los galanes, encabezados por el más
guapo en este caso harían lo que fuera y seguramente llegarían a una conclusión
justificada desde cada lado de la
balanza de forma totalmente correcta. En los grupos donde la educación, el conocimiento y la cultura
iban desplazando los viejos dogmas, ya empezaba a descubrirse este hecho que abriría también de forma lenta la caída
de La Central. La palabra, bueno las palabras no son otras que desprestigio
moral y ético y su verdadero motor es el fin de la impunidad también moral y ética.
Paciencia, esfuerzo, tesón, lectura, estudio, lectura, más lectura
compartida entre quienes desean abrir los ojos. Poco a poco hemos de ganar
nuestras propias mentes frente a la alienación que se pretende entre planes
educativos autodestructivos, programas televisivos alienantes, religiones sin más, miedos de toda índole que siendo
libres los tratan de inocular en nuestras mentes apoyados en nuestra
pereza e ignorante avaricia.
1 comentario:
Un placer de tu regreso.
Gracias por él.
Te dejo mi abrazo.
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