Tengo delante de mi una brújula en bronce que, como todas las de su clase, no deja de marcar el norte. A su lado, un lagarto mallorquín en metal parece que se retuerce por huir de esta mesa en la que los papeles no le deben dar el cobijo deseado. Las voces que llegan del exterior no auguran un buen ambiente a pesar de que el minutaje corre a favor del descanso.
Percibo movimientos dentro y fuera, movimientos a cámara lenta. La lentitud propia del lagarto este mallorquín que tengo aquí parece que la haya inundado dentro de los cuerpos del personal. Es como si una artrítica humedad, unida a una modorra de lunes cercana al agosto esperanzador se apoderase de las almas circundantes. Almas, algunas negras, cenicientas de puro carbón fósil; material al que una simple chispa encendería en un fuego destructor. Otras Almas mas claras, escondidas nadan entre el ramaje del silencio solo roto por alguna máquina aporreante o el siseo de algún cotilleo “infundioso”.
Entre humos y tormentas, vientos y esperanzas este verano se nos va y nosotros nos quedamos con la misma cara que se le quedó a Pánfilo cuando le entró Cortés hasta la cocina de su chabola allá en la Nueva España del 16.
Nos os aflijáis sufridos indígenas de la verde y angelical España húmeda. Esta en la que habitan elfos, xanas, y lo que habite que con tanta agua en formato de aerosol no los distingo. Repito, no os aflijáis pues en el sufrimiento de este valle de lágrimas nos asiste eso de que al menos es igual para todos y si no sale este condenado disco dorado será igual para todos.
Percibo movimientos dentro y fuera, movimientos a cámara lenta. La lentitud propia del lagarto este mallorquín que tengo aquí parece que la haya inundado dentro de los cuerpos del personal. Es como si una artrítica humedad, unida a una modorra de lunes cercana al agosto esperanzador se apoderase de las almas circundantes. Almas, algunas negras, cenicientas de puro carbón fósil; material al que una simple chispa encendería en un fuego destructor. Otras Almas mas claras, escondidas nadan entre el ramaje del silencio solo roto por alguna máquina aporreante o el siseo de algún cotilleo “infundioso”.
Entre humos y tormentas, vientos y esperanzas este verano se nos va y nosotros nos quedamos con la misma cara que se le quedó a Pánfilo cuando le entró Cortés hasta la cocina de su chabola allá en la Nueva España del 16.
Nos os aflijáis sufridos indígenas de la verde y angelical España húmeda. Esta en la que habitan elfos, xanas, y lo que habite que con tanta agua en formato de aerosol no los distingo. Repito, no os aflijáis pues en el sufrimiento de este valle de lágrimas nos asiste eso de que al menos es igual para todos y si no sale este condenado disco dorado será igual para todos.
Este debe de ser el gracioso que le ha dado por quedarse como "paracaidista vacacional" sobre nuestros cielos.
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