...Pensaba encontrar alguna estancia, escalera, almacén o bodega, hombres armados, princesas dignas o soldados presos. Todo lo que encontré fue mas escombro arenoso que lo llenaba todo. Un material similar al que pise en todo el recorrido desde la pequeña barca y los muros del castillo.
Comencé a ascender con gran dificultad pues conforme la humedad desaparecía aquel material perdía consistencia. Al cabo de casi una hora agotadora alcancé lo que podría ser el piso principal de aquel, diríamos mejor, "mazacote" con forma de castillo. La torre del homenaje se antojaba inexpugnable aunque, por otro lado, parecía perder consistencia conforme el implacable sol la castigaba con su poder. Mire hacia la mar y mi calma se desvaneció. La chalupa había desaparecido junto con los dos primeros meandros. ¡La mar se había vuelto loca!, en formas de suaves olas y de forma continua avanzaban implacables sobre este castillo ya no tan fiero como al principio. Corrí alrededor de la torre buscando algo cuando descubrí la realidad en la que estaba inmerso. Por detrás de mi "baluarte" una distancia enorme de algo parecido a un desierto me separaba de mi verdadera vida; allí descansaban la sombrilla con sus rotos por el viento, las dos toallas naranjas alquiladas en el hotel, incluso podía distinguir las gafas de sol de espejo que justo reflejaban la luz del sol sobre mis ojos. ¡Estaba en mi playa!, la que había perdido. Pero por arte de no sé qué mago de humor bastante negro me veía en una fortaleza que se venia a menos y mi tamaño era el de una lombriz de esas que buscan los niños para venderlas como cebo vivo. Me encontraba a merced de cualquier loco bajito que le diese por destruir el castillo, sin olvidar la implacable pleamar que dará cuenta de mi reducido cuerpo si antes no se me ocurre algo.
Intenté bajar lo mas deprisa posible de aquella mole de arena, la marea no daba ya muchas opciones. Conseguí llegar al nivel de la arena, porque a estas alturas sabía ya que esa era mi playa. Estaba claro que no tendría tiempo hacia tierra firme por lo que la decisión estaba echada, volvería desde donde había arribado a este mundo extraño; en el horizonte que estaba detrás de aquellas olas rompientes encontraría la respuesta.
Comencé a ascender con gran dificultad pues conforme la humedad desaparecía aquel material perdía consistencia. Al cabo de casi una hora agotadora alcancé lo que podría ser el piso principal de aquel, diríamos mejor, "mazacote" con forma de castillo. La torre del homenaje se antojaba inexpugnable aunque, por otro lado, parecía perder consistencia conforme el implacable sol la castigaba con su poder. Mire hacia la mar y mi calma se desvaneció. La chalupa había desaparecido junto con los dos primeros meandros. ¡La mar se había vuelto loca!, en formas de suaves olas y de forma continua avanzaban implacables sobre este castillo ya no tan fiero como al principio. Corrí alrededor de la torre buscando algo cuando descubrí la realidad en la que estaba inmerso. Por detrás de mi "baluarte" una distancia enorme de algo parecido a un desierto me separaba de mi verdadera vida; allí descansaban la sombrilla con sus rotos por el viento, las dos toallas naranjas alquiladas en el hotel, incluso podía distinguir las gafas de sol de espejo que justo reflejaban la luz del sol sobre mis ojos. ¡Estaba en mi playa!, la que había perdido. Pero por arte de no sé qué mago de humor bastante negro me veía en una fortaleza que se venia a menos y mi tamaño era el de una lombriz de esas que buscan los niños para venderlas como cebo vivo. Me encontraba a merced de cualquier loco bajito que le diese por destruir el castillo, sin olvidar la implacable pleamar que dará cuenta de mi reducido cuerpo si antes no se me ocurre algo.
Intenté bajar lo mas deprisa posible de aquella mole de arena, la marea no daba ya muchas opciones. Conseguí llegar al nivel de la arena, porque a estas alturas sabía ya que esa era mi playa. Estaba claro que no tendría tiempo hacia tierra firme por lo que la decisión estaba echada, volvería desde donde había arribado a este mundo extraño; en el horizonte que estaba detrás de aquellas olas rompientes encontraría la respuesta.
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