jueves, 23 de agosto de 2007

Nada (8)

...
Acojonado, no se si por el arranque de furia femenina de Patricia o porque entraba en zona “bélica”, me aproximé a la esquina que debía doblar. “¿qué coño estoy haciendo aquí?, Aníbal, que los moratones te acabarán por cubrir la piel”. Pensaba y pensaba mientras el beso que me dio era el que me conducía como un autómata hacía su domicilio invadido por policías y bomberos.
Doblé por fin la esquina y me aproxime al portal, un policía que protegía la zona me detuvo.
- ¿a dónde va usted?, ¿es vecino del inmueble?
Le conteste con gestos, incapaz de articular palabra mientras me obligó a retirarme.
Atravesé la acera para mezclarme entre el gentío que observaba las operaciones de los bomberos. Unos minutos después la gente comenzó a apuntar hacia la ventana; dos bomberos bajaban entre ellos un cuerpo carbonizado. “¡Debe de ser la chica que vivía allí”, ¿la chica?, no entendía nada. “Si, creo que se llamaba Patricia, pobrecilla, una mujer joven y guapa no merecía un final así”. No me hizo falta mas tiempo perdido allí, la cosa estaba cada vez más fea.
Sin que se notase me fui alejando hasta alcanzar a la Patricia viva. De un golpe de mano la empuje y con una mirada la di todas las respuestas posibles en aquel instante. Cogimos el 25 que justo llegaba a la marquesina más próxima y nos bajamos junto a la parte este de la playa, lo más lejos posible de todo aquello. Ella esperaba mis palabras casi tanto como yo otro beso de aquellos.
Conseguí calmarme, el horizonte siempre ha encalmado mi pensamiento y eso me dio alas para decirle que estaba muerta, se la habían “cargado”. Sus ojos perdieron la profundidad de otros momentos fugaces en los que los topé, temblaban vidriosos. Esta vez fui yo el que se echo sobre sus brazos y la consolé como creo nunca lo había hecho ya fuera persona o animal lo que tuviere entre mis brazos, se quedó muda mientras se aferraba a mi.
- Esto es algo muy serio, y no podemos contar con la policía. Si al menos supieran que no sabes nada...
No contestó, solo descansaba sobre mi pecho, la sentía cerca. Pocos minutos después la cogí de un brazo y la lleve a la orilla, nos descalzamos y sumergimos los pies en las frescas aguas del océano. En la urgencia, la prisa necesaria por tomar decisiones no hay nada como acotar un espacio corto que sabe eterno e interminable para pensar en nada. En mi fuero interno tenía la decisión de los dos tomada y solo hacía falta su "si quiero" y mis pequeños grandes flecos...

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