Atardecía, aunque en aquella playa paradisiaca el atardecer era continuo desde las cinco de la tarde. El sol parecía irse sin hacerlo de verdad, como queriendo dormir contigo, dando una sensación de tranquilidad muy agradable.
Comencé a dar brazadas para alcanzar la orilla, tanto tiempo en el agua me habían sentado muy bien a mis pensamientos, pero me había quedado frío.
Nadaba, braceaba, pero no lograba alcanzar la orilla. Algo extraño sucedía pues la costa se alejaba. Sin embargo la sensación de frío y el cansancio desaparecían en cada brazada. Paré de nadar, la noche se había presentado, su tapiz estrellado y la luna en su tercer octante se veían especiales desde esa extraña situación de naufrago. No sabía que hacer, por un lado era como un hombre sin navío que tendría sus horas contadas de no ser porque no sentía cansancio ni frío, además lograba rozar con las puntas de los dedos el fondo; por otro la situación parecía similar a una especie de condena en ese "Purgatorio" ya extinto, o a vagar por una "Tierra de Nadie" en cualquier Reconquista con el aspecto de un vacío del que parecía no podría salir nunca mas.
No acertaba a decidirme, que dirección tomar. Las luces de la costa no se avistaban en 360 grados. Poco a poco la tensión aumentaba; el no encontrar una explicación a todo y, quizá, la falta de sufrimiento por hambre, frío o asfixia hacía de aquello una situación propia de una pesadilla retorcida después de una cena rebosante de grasa, vino perruno y mala compañía.
En esos instantes un suave golpe me acaricio la cabeza por detrás. La chalupa con la que tropecé en mi paseo vespertino se acercaba a mi como una indefinida tabla de salvación hacia no sé que lugar. Con facilidad abordé la pequeña embarcación, agradecí el contacto con el aire y me senté sobre el tablón que atravesaba la chalupa mas a popa. En aquel instante ni se me pasó por la cabeza como había llegado el bote hasta allí, me puse a remar sin saber bien hacia donde. Necesitaba sentir que tenia un rumbo definido. No me duró mucho aquello, a los cinco minutos desistí acurrucándome lo mejor posible en el fondo del bote. Caí rendido dejando que la situación me llevase, al fin y al cabo no podía hacer otra cosa. No sé el tiempo que me mantuve en los brazos de Morfeo, por dos veces abrí los ojos, pero la oscuridad reinante y una calma absoluta lo cubría todo en sendas ocasiones por lo que continué soñando.Un golpe suave contra el tablón de proa me sacó de mis sueños. Según fui desperezándome sentí un olor a tierra, a hierba húmeda que me recordaba a los días de lluvia y mis paseos sobre la Colina Negra, allá en el norte.
Me incorporé lentamente y pude observar cómo había varado casi a punto de tocar con una roca de finas aristas que brotaba del islote de arena. Oteando a mi alrededor la bruma parecía por fin retirarse lentamente dejando ver el paisaje que me rodeaba.
Despiértame
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Despiértame
No estoy preparado.
Retumban los tambores al combate vital,
Pero no hay mimbres preparados
Solo mar que capear para ganar en su andar
Contra el t...
Hace 12 años
1 comentario:
Las migas caen livianas en la boca del pobre hambriento.
JM Alonso
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