martes, 11 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (133)



…El encuentro fue menos tenso que tras la última despedida entre ambos. Aparentando un recién despertar por parte de Segisfredo al fin entrechocaron unas palabras.

-          Buenos días, Daniel. ¿Estás bien? Me tenías preocupado aunque supuse que estarías con Dora. ¡Por favor! ¡por favor Daniel!, no vuelvas a enfadarte, te pido disculpas si te ofendí  cuando te dije aquello, no era mi intención  hacerte daño, pero ya sabes que yo he pasado por situaciones de parecida estampa y no deseo verte sufrir. Seguramente me excedí y vuelvo a disculparme

La acometida directa tuvo éxito, los ánimos se relajaron. Daniel se sentó sobre  su cama con la mirada tan pronto apuntando al suelo invadido de carcoma, como a las vigas retorcidas del techo.  La marejada amainaba por momentos a marejadilla con áreas de rizada.

-          Gracias Segis, perdona mi reacción también, no estoy acostumbrado a estas efervescencias que  una vez  dentro parece que nunca van a abandonarle a uno. Como bien  has imaginado, vengo de estar con Dora.

Segisfredo mantuvo la calma y  decidido “anudó” su lengua al muerto más profundo de sus entrañas para permitir  que su amigo se abriese paso y  poder maniobrar en su objetivo, cualquier comentario hubiera llevado al traste con lo que pretendía.

-          Cuenta, cuenta, hermano. ¿Va todo bien?

Daniel no se planteó medias palabras ni ocultación alguna de sus sentimientos, todas las portas abiertas y como una andanada a tocapenoles disparó su cotazón.

-          La amo Segis, o como se que tu deberías decir, eso creo. La siento como ese ángel cautivo al que hay que liberar de las mismas cadenas que acaban por  aferrarnos a esta sociedad marcada por la hipocresía que tan bien definió Don Francisco de Quevedo en “los sueños”. Deseamos casarnos, pero eso parece imposible por parte de ella aquí en Cádiz. El tiempo exigido en el que  demostremos ese noviazgo para poder  casarnos  pondría en guardia a ese maldito Vizconde o lo que sea que al parecer la tiene  bajo su protección no sé por qué razón que no pude entender.
-          Pero entonces, vuestra unión es imposible.
-          No si logramos hacer que se embarque hacia Cartagena en la próxima flota que parta hacia Tierra Firme. Le dije que encontraría la manera de embarcarla y una vez allí con la debida presentación  viviría con mi familia hasta que yo consiguiera un embarque en un aviso o correo  desde aquí para casarme con ella al fin sin permisos ni beneplácitos de  vizcondes o sociedades al uso. Tan solo he de informarme de la salida de la flota y prepararlo todo.

Su determinación le traía amargos recuerdos en los que la sinrazón que comporta la ceguera de  un amor   sin una brizna de reflexión, sin la escucha por parte de los que  a uno le aman provoca. Tenía claro Segisfredo que eso no ocurriría dos veces. Para ello no había mas remedio que actuar  entre mentiras y falsedades con su amigo, como  navío en la niebla en la que los ruidos, las voces, las campanadas pueden ser amigas o enemigas pero es la única referencia que queda para  mantenerse con vida.

-          Amigo, creo que de verdad has encontrado  el horizonte de tu andar. Quizá yo pueda ayudarte. Sabes que el primo de Antúnez  trabaja en la Casa y nos podría informar. Cuando lo sepas, ¿Qué harás con ello?
-          Prepararemos su embarque. Por tal cosa  estoy dispuesto a llegar hasta lo más alto, incluido la influencia de nuestro almirante si fuera preciso. Pero antes ella me ha pedido que le informe de la salida de la  llegada de la flota que precede a la salida para poder preparar su escape con la  cooperación  de Temperance. Esta le cubrirá hasta partir. Segis, ¿me podrás ayudar en este trance?
-          No me ofendas, hermano, sabes que desde que nos conocimos en la escuela de guardiamarinas nada nos podría separar como amigos y todo  es la respuesta al qué  ofrecer. Déjame hablar con el primo de Antúnez y vamos dando pasos.

Se fundieron en un abrazo por el mismo motivo que no era otro que su amistad verdadera, aunque en este caso los derroteros de cada uno iban a derivar por caminos muy dispares que  por el bien de todos habían de  alcanzar el mismo destino. Daniel se acostó con la intención de  encontrar la forma de perderse en sus sueños donde ganar la calma interior que en estas situaciones ya nunca será la misma. Entre tanto, Segisfredo se puso en marcha hacia la casa de Contratación.  Luis Peláez debía  dar la salida al plan para descubrirlos.

Como digo desde aquél momento la caza mayor  había levantado su veda.  Peláez generó una  fecha de previsión de arribada de flota de  barlovento y la consecuente salida de la de Tierra Firme. Para darle mas relevancia y  valor incluyó el listado de naves mercantes de todo tipo, sus cargamentos y las  naves de escolta con la previsión de caudales que  debían entregar  a la corona previo control a través de la Casa.  Antes de esto  el teniente Cefontes alquiló un coche  con destino a Puerto de Santa María, en concreto a la Calle Larga nº70 donde  descansaba de sus dolencias su almirante y protector Don Blas de Lezo junto a su familia. Segisfredo y la coyuntural alianza  para desbaratar esa en principio pequeña red de espionaje debía de estar bendecida por  la autoridad que para él, no debía ser otra que la marítima.

La visita obtuvo el éxito esperado por parte del teniente, desde capitanía se dio permiso para actuar  incluyendo en el  grupo un capitán de navío  como enlace con  esta para cualquier necesidad que pudiera presentarse. Tal enlace no era sino una seguridad que Don Blas estableció para proteger a sus hombres en caso de que todo  aquello se complicase implicando a otras autoridades o por algún “exceso” que por parte de  los bajos fondos se produjera. Era un hombre entrado en años, retirado sin culminar su carrera naval y dedicado de lleno a papeleos y trámites tan odiados por los verdaderos marinos, su nombre Don Manuel Linares.




Aquella misma noche  Segisfredo recibió de manos de Peláez en la taberna “El Tuerto” el documento falso sobre la arribada de la flota de barlovento y la previsible partida de la de Tierra Firme. La suerte estaba echada… 


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