…Dos detonaciones
secas, espaciadas por el tiempo en apuntar y asegurar la puntería dieron con los dos verdugos de Paco sobre él
ya inertes. El jinete perdido en el fragor del combate desigual no se percató
de la entrada del Teniente Cefontes quien con el cuidado de no herir a su
compadre del momento hizo diana sobre los
citados aprendices de verdugo. No había mas balas en su pistola
humeante. Quedaba él, y su espada corta a semejanza de las “vizcaínas” de la
pasada centuria entre la libertad y el jinete.
-
¡Daos preso en nombre de la Real Armada!
Aunque aquella jurisdicción nada tenía con la real autoridad
del lugar, la recuperación de entre los
tres cuerpos pasados a mejor vida con el costado renqueante, pero con la furia
inyectada en sangre amén de la navaja bien engrasada de sangre de chusma, bien situado tras su espalda no dio otra
ventaja a este que tirar sus armas y rendirse.
-
¡Por mi lomo rajado, cabrón inglés! ¡Quién cojones te
crees que eres para hacer que me maten!
Paco no se contuvo, dos patadas en los lumbares hicieron con el jinete en el suelo. Las bofetadas a
puño cerrado iban sacando una a una cada muela viva de la boca de ese hombre. Trataba de hablar pero no
le daba tiempo a exhalar el aire entre puño y puño. Segisfredo intercedió con
la “debida” parsimonia.
-
¡Paco, ya esta bien! ¡Lo necesitamos vivo para
cazar y desenmascarar esta trama! ¡Déjalo!
-
¡Te salva nuestra Virgen del Rosario, que no yo,
perro bastardo inglés!
Mientras Segisfredo lo consiguió sentar en una de las
banquetas carcomidas del tugurio, mandó a Paco a por agua para lavarlo.
-
¡Maldición el tabernero no está!
El jinete por fin, acertó a sonreir.
-
Estáis perdidos. Os van a atrapar. En Gibraltar
hay unas mazmorras muy apropiadas para gente como vosotros. De vuestra dentadura me encargaré yo.
Un golpe seco, sin rabia, con el desprecio que se le debe a
un traidor dejó inconsciente al hombre.
-
¡Vamos, tenemos que salir de aquí o nos cogerán!
- ¡Se de un lugar donde no nos cazarán si apuramos
el paso! ¡Pero hemos de salir ya, oscurece y
hay que hacer legua y media!
-
Un momento.
Segisfredo cargo su pistola
y tras ello hurgó en los ropajes de aquél hombre hasta encontrar el
documento que les había llevado hasta
allí.
-
¡Vamos!
Con sigilo, abriendo el paso Segisfredo pistola en mano,
cargaron en la grupa al fardo miserable y
tras vadear el Guadarranque dieron
al trote para seguir el curso del Rio de Las Cañas en
sentido ascendente. Silencio es lo que encontraban a su paso confundido
con el piafar de las cabalgaduras que sobre todo la que a la grupa portaba el
traidor lo hacía con mayor denuedo.
Fue al menos una hora la que les dio el tabernero que fue el tiempo que tardó en traer a mas
hombres de la red de espías. La noche cerrada ya no les daba pistas sobre la
huida, el río Guadarranque tapó las huellas de los huidos con lo que no había
tiempo para decisiones. Podían haber ido
hasta Algeciras y dar el aviso y en poco tiempo tendrían allí a los soldados.
La única solución era desaparecer y borra huellas.
-
¡Mire, teniente! ¡Están quemando el tabernucho!
En efecto desde la loma por la que iban ascendiendo hacia el
Valle del Infierno y desde allí cruzar al oeste hacia el camino que llevaba a
Barbate se podía distinguior el lejano fulgor de las llamas. Se detuvieron para contemplar el espectáculo.
-
Creo que el miedo a ser atrapados los ha vencido. Estarán
remando a golpe de ariete hasta el Peñón. ¡Mal rayo les parta!
La estimación de
Segisfredo era acertada. No tenían posibilidades de cazarlo y las órdenes que
tenían eran la de tapara cualquier sospecha de
acciones contra España desde sus
mandos en Gibraltar, esa era la solución mejor. Nadie sospecharía nada sobre el
incendio de un tugurio maloliente donde además
tres cadáveres darían fe de su accidente y culpabilidad en tal
desaguisado. En cambio la red más al oeste, en Cádiz, no tendría tanta suerte
si el prisionero hablase, eso dio que
pensar a Segisfredo, en prevención de encontrarse una sorpresa en Chiclana.
-
¿Qué plan tienes, Paco? Debemos detenernos en
algún lugar seguro y partir mañana lo más deprisa posible a avisar a nuestros
compañeros. Ellos tratarán de dar aviso a su gente en Cádiz.
-
Teniente, a menos de media legua de aquí entraremos en un alcornocal donde podemos
refugiarnos esta noche. Vos quedaos en él con el prisionero mientras yo me
acerco a un cortijo en el valle del Infierno muy cerca de donde acamparemos. Desde allí enviaré a un
hombre que os ayudará a llegar a Cádiz
sin problemas. Yo encontraré a nuestros
hombres y daré el aviso, que conozco estas tierras como la palma de mi mano.
-
Me parece bien, Paco. Pero para conocer a
vuestro amigo tendremos este santo y seña.
Segisfredo trazo una letras en una pequeño papel que rompió
en dos pedazos irregulares, entregando uno a Paco.
-
Deberá entregarme este papel para comprobar que es él quien viene. Además la
pregunta que yo le haré y deberá
contestar antes de acercarse a 10 varas
será cuál es la corbeta mas veloz entre La Habana y Ferrol. Su respuesta será
la “Santa Olaya”. ¿Estamos de acuerdo?
-
Mejor no podría prepararse un encuentro entre
desconocidos.
Cabalgaron aún dos horas hasta alcanzar ese Peñón donde una
hendidura enorme daría cobijo hasta el alba a la que le quedaban pocas horas.
Se despidieron ambos hombres con sus
cometidos claros mientras el aún inconsciente prisionero quedó aferrado a
cadenas y ligaduras sobre un sufrido alcornoque…
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