…- ¡Rápido, Vos capitán Linares y yo nos quedaremos a marcar
a ese Vizconde, mientras vos Teniente Cefontes id con Paco y cazad a ese jinete
que por lo que parece lleva claros sus destinos! ¡Pero cuanto más cerca de este
mejor será, que poco argumento le quedará en tal caso!
-
¡Suerte, Peláez y suerte a vos, Capitán!
Se despidieron quedando ambos hombres con la vista en el almacén y la intención de continuar el seguimiento
hasta su captura si todo se cumplía como parecía. Paco junto a Segisfredo mantenían su
cabalgar tan lento como permitía para no
despertar sospechas y seguir a la vista
del jinete desconocido. Sus ropajes eran los de paisanos en tránsito entre Cádiz y Algeciras, tal y
como parecía representar el jinete
objeto de su persecución.
Decidieron separarse, Segisfredo mantendría la distancia
prudencial sobre el jinete retrasando un
poco su marcha para no levantar sospechas. Tras hacer noche en Barbate, recorridas
casi la mitad de las trece leguas que los llevarían a la bahía de Algeciras
donde estaba claro encaminaba sus pasos, Paco, antes de la amanecida, se adelantó una distancia prudencial con la que mantener el control de su marcha. Esto
permitiría que la persecución no fuera tan evidente. Paco, conocía los
vericuetos del camino y se mantendría fuera de la vista del hombre, trabando
comunicación con Segisfredo y
manteniéndolo informado así de la
situación acercándose y adelantándose
campo a través.
El 27 de junio al atardecer
el jinete, tras vadear las
marismas del Rio de Las Cañas y cruzar
el pueblo de Palmone al otro lado del
río Guadarranque, se detuvo en una desvencijada taberna del pueblo de Guadacorte. Sus dos
perseguidores ya juntos tras dejar
Algeciras quedaron al otro lado del río observando sus movimientos. Tras mas de
una hora con la noche a punto de echarse sobre ellos nada había sucedido.
-
Paco, alguien ha de ir hasta allí a ver que sucede y donde se ha metido nuestro
hombre, no me perdonaría perderlo.
-
No se preocupe, Teniente. Entraré a beber una pinta del vino que sirvan. Si
todo está en orden saldré y encenderé un
cigarro. Si la cosa esta complicada y ha de
venir lo tiraré al rio según lo encienda.
-
Esta bien, pero ten cuidado. Toma, llévate esto
Segisfredo le entregaba una de
sus pistolas, listas para hacer fuego.
-
Gracias, teniente, pero no la necesitaré, esto
que llevo a mi espalda me protegerá mejor y sin molestar con ruidosas
explosiones
Guardó su navaja de nuevo y
comenzó a vadear el rio hacia la taberna.
Una barra tan sucia como el suelo, trabado de maderas y
agujeros al mismo barro del terreno soportaba de forma inexplicable los vasos
de tres lugareños y el hombre perseguido. Paco adaptado al entorno
se dejó caer sin mucho aspaviento mientras con un gesto pedía lo mismo que ellos. A su saludo no hubo mas que un mísero
gesto de desaprobación por su presencia, no mayor a lo que el estaba
acostumbrado a realizar cuando quien entrase en sus dominios no fuera del gusto. Sus sentidos se agudizaron, alli había mas conexión entre todos de la
que aparentaba su grasiento silencio.
Uno de ellos se le acercó de forma lenta
mientras los otros dos se sentaban en dos mesas que cerraban la salida tratando
de no aparentar interés alguno en su persona. La espalda de Paco se tensó
llegando a sentir el metal que guardaba
el filo de su navaja. Mientras, el
perseguido seguía ensimismado en su jarra de vino.
-
Buenas noche, señor. ¿Vos no sois de la bahía,
verdad?
-
Esta en lo cierto, soy de Sanlúcar y me ha
cogido la noche volviendo de san Roque. Por cierto tabernero, ¿disponéis de
alojamiento barato para este que lo
solicita?
Fue en ese momento cuando el tabernero, con los sudores
naciendo en la frente, le certificó lo que un destello en el mango
de latón de la jarra ya le había preparado para parar el
primer golpe del más próximo. Con sangre
en su brazo derecho goteando por el corte
parado en su derrota directa a su barriga. Paco ya estaba en su medio. Sus siete dedos de filo ya abrían paso con su brilllo amenazador casi abierto en el
mismo instante que dejó su espalda. Sin
que lo viera el agresor, con la mano izquierda un chorro de vino bastó para apagar
las velas que alumbraban con poco éxito la barra en el extremo opuesto de donde
se encontraba el aún pasivo jinete. La penumbra ganó el terreno a la pordiosera
luz de dos velas muertas. El duelo no duraría mucho, pues al ver los dos hombres
apostados en la entrada que la sorpresa no fue tal se incorporaron para cercar
sobre la barra a Paco. Este con agilidad salto sobre una mesa desvencijada
que estalló hacia el suelo mientras se libró de un cerco en el que detrás tenía
a un tabernero tan cobarde como posible rematador. La situación no era
prometedora. Pero había lo que había que
tener y siendo hijo del Reino de la Españas así sería Paco, un
resistente hasta ahogarse en su propia sangre si fuera preciso.
-
¡Vamos cabrones de mierda! Mi navaja tiene ganas de saborear la basura de Algeciras.
Uno de ellos entró a
matar, su golpe se detuvo sobre la faja enrollada en su mano izquierda
mientras la navaja de Paco al fin supo a que sabía tal basura. El muslo del primero ensartado y libre de esta al instante cayó
con el resto del cuerpo a vara y media
del choque. Rabia y dolor en la chusma
que solo un buen rebenque debería calmar,
mas no había banco de galera donde engrilletarlos; sus compañeros entraron a matar
al mismo tiempo mientras el jinete se aproximaba a sumar esfuerzo, que ya no estaba todo tan
claro. Un primer ataque a dúo lo logró
rechazar Paco a base de echarse atrás
sobre la pared con un rasguño algo profundo en su hombro izquierdo. El tercero
en discordia ya se unió al grupo mientras el herido, cojeando y con mas rabia si pudiera caber en su ánimo cerraba el grupo al grito puro de
¡matad, matad a ese cerdo cabrón!
Embistiendo como si fuera lo último que le quedaba por hacer trató de "hacerse" con uno mientras empellaba de bruces sobre el
herido gritón y trataba de clavar su cuchillo en barriga ajena.
El aire fue lo que encontró, no así su lomo izquierdo al cruzar con semejante
ímpetu recibiendo un corte mientras caía de bruces al suelo sobre el
herido al principio por él. No tuvo compasión, que de morir había que hacerlo matando
y antes de recibir las puñaladas
esperadas en su espalda abierta hundió sin piedad el suyo en el corazón del
sometido mientras su rostro demudado
perdía la fuerza y ya solo exhalaba suspiros por no dejar este mundo. El
jinete se iba a librar, sospechaba de la existencia de un segundo hombre que había visto al principio de partir de
Chiclana así que se apartó con la
intención de dejar tierra de por medio mientras
los dos hombres babeaban su cólera abalanzándose sobre Paco para darle doble ración de acero sin compasión…
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