jueves, 30 de diciembre de 2010

El tiempo ya se agotó


El tiempo ya  se agotó, el año ha  rendido sus exiguas fuerzas y tan sólo mantiene las justas para retirarse en silencio  con la dignidad de no pedir ayuda para  ello.

Para este que  escribe ha sido un año muy extremo en sentimientos  con momentos en verdad duros por  ver vacío lo que siempre consideró que llevaba   "en carga"  como bodega de  mercante  apurando el flete  y arrumbando un destino. Fue temporal, ciclón, tempestad, huracán imprevisto, inesperado por no querer leerlo claro en las cartas de la  vital navegación  durante  la enorme singladura comenzada hace ya mas de veinte años, fue algo así lo que me sorprendió sin otra que mantener rumbo demora y posición mientras mis propios mares interiores golpeaban sobre las dos amuras sin permitir un atisbo  de tiempo donde recalar y  observar  su estado para reflexionar desde el imposible exterior del propio límite corporal.

Oscuros los días plagados por oleajes  de contradicciones sin sentido al que  aferrar maroma que  afirme  alguna brizna de gobierno. Momentos en los que  el timón  esperaba con inquietud el necesario golpe que afirmase nueva derrota con decisión mientras  un angustiado corazón espeso por mil razones, bombardeado por mil argumentos tan dispares como cada viento de la rosa no atinaba a  virar en cualquier sentido.

Herido  por causar heridas sin desearlo, buscado sin saberse tal, cargado de averías en el alma  a punto de llevar a zozobra  la coraza de esta nave fogueada fui escondiendo  mi vida en puerto  neutral, de nombre Amistad de  fondo y calado leal. Pero la vida apremia ahí fuera donde esperan los cañones de la pura realidad.  La nave no va, no se ve posible reparación aunque las dudas te mantengan  ahí pues la coraza dejó su firmeza metálica por la inseguridad de la grieta en cualquier lugar. El tiempo, mientras tanto sigue su curso,  letal, sabedor   de que  el final siempre el mismo será y por ello la decisión se debe de tomar sin dañar más por  asumir semejante resolución.

Final de la singladura de este año singular, donde pocas millas a popa de este día la resolución fue tomada ya fuera del refugio, frente a la pura soledad que  perenne nos persigue  ante la toma de  simple o compleja decisión, en la batalla interior, donde el fin de los combates como verdadero duelo al sol  acabó por  dar   al fin un plato de balanza ganador. Hundir la nave, quemar el  acorazado como fin de una vida tal que Hans Langsdorff entre Buenos Aires y Montevideo en el 39 era el plato de la balanza  que  perdió. No sirve de nada  hundir el barco con la dinamita de la resignación, ha de hacerse  a  cañonazos contra esa realidad poderosa pero no siempre invencible. Hundir tu nave y tu con ella con el corazón  palpitando al ritmo de la impaciencia, de la ilusión por algo inalcanzable, del gol en el último instante, del próximo beso, del próximo roción sentido mientras templas la escota de la  felicidad  por si eres capaz de contenerla contigo mas de ese único y caprichoso instante en que se digne a mirarte.

Así debe de empezar el año que nos amenaza con malos augurios, crisis y soledades sin medida, repleto de planes posibles e imposibles como verdadero viento que hinche las velas interiores de nuestro ánimo, el único que puede dar arrancada y gobierno a la nave de nuestro corazón.

Y así comienzo este año,  con nuevas metas, con las viejas cerradas en el mejor de los recuerdos y esas nuevas preparadas,  y aunque tímidas, con el espíritu de crecerse ante los sucesivos instantes que conforman la vida  donde  algunas  quedarán pero otras, las verdaderas, si  las tatuamos sobre nuestro ánimo se cumplirán en todo o en parte antes de que lo creamos.

Os deseo  que todos vuestros sueños de vigilia se cumplan en su arranque o en su logro final, que todo no es posible sin lograr las metas en pequeño hasta la gran meta final.

A todos, felicidad, lucha, brega y sobre todo buena mar en el océano de los sentimientos


 Suerte





Los últimos cambios  en mi vida están por quedar  listos y volveré a volcar mis deseos hechos relatos e historias en este humilde blog en muy pocos días, que ya lo hecho de menos.









jueves, 9 de diciembre de 2010

Te echo de menos...




Te echo de menos, si, siempre lo he hecho a veces consciente, a veces incapaz de aceptarlo. Sobre la plancha metálica de un mercante con petróleo, carbón ,maderas o lo que le haga navegar; o sobre la madera de la cubierta corta y estrecha de un velero viejo al que arreglar. Sobre lo que me permita al fin volver a sentir la misma sensación libre entre la mar, el viento y el próximo destino donde recalar.

Solo o con quien desee compartir semejante andar, a veces en la tierra real de la rutina para después volver a embarcar sobre la vigilia convertida en sueño también verdadero. Enfrentando miradas que solo buscan avantear sobre noches y días de real sentido por el que navegar.

Te echo de menos, desear rezar sin siquiera creer por el puro miedo a zozobrar entre las dunas cargadas de sal y fuerza descomunal de un dios caprichoso y receloso de su reino puro de mar. Caer libre desde el aire sobre la mar que pretendes rasgar sin condenas ni “porqués”, tan solo por verdadero amor, por deseo sin recompensa alguna, que ello mismo es la recompensa.


Te echo de menos, como la vida cogida desde la raíz, con la que volar y caer, sufriendo en tu compañía, a veces tirana como alguien que se sabe reina, a veces sensual y susurrante mientras acaricias el casco y te escucho al otro lado sin poder dormir por la pura sensación. Golpes y logros confundidos por la lluvia entre las nieblas como traiciones vestidas de palabras de quien miente. Todo es navegar, pero es sobre tu cuerpo la forma maravillosa de poder sentir tu tacto, tocar tu sien palpitante mientras con la imaginación te beso tras cruzarme con el azul de tus ojos vestidos de océano que me miran pidiéndome volcar al fin mi quilla sobre el alma inmortal de tu alma.

Te echo de menos, sin más, y ahora quizá más pues se que ahora ya estás, te siento cerca, no sé cuándo, no sé cómo, pero sé que me entiendes y me esperas como siempre has hecho cuando cerca de ti he estado, como esta mañana sobre la arena frente a tu color amenazante, frente al azul eléctrico que caía sobre sobre ti desde el cielo y el gris oscuro que dejaba tu piel gélida pero insinuante por saber cuándo depararás el verdadero golpe sobre aquella roca, o aquella o la otra.

Te echo de menos, en tus silencios vibrantes sobre los que las palabras se entremezclan de tus sonidos como deseando interpelar a cualquier discusión sobre lo que es divino porque lo dicen los humanos. Mirarte de nuevo a tus ojos de ese azul cambiante y caprichoso que me envuelve y me atrapa sin dejarme hablar. Sentir tus besos como ese roción frío sobre mis labios mientras sin hacerlo te abrazo perdiendo el rumbo consciente de mi desesperación por no poder alcanzarte nunca en tu soledad escogida.

Te echo de menos, si. Y siempre lo haré sin vergüenza por tal situación, cada vez que mi pie vuelva a pisar la tierra de tu separación volveré a sentirlo, volveré a buscarte en mi pensamiento como ha sido durante tanto tiempo. Pero te siento cerca, puedo hasta percibir el olor a la sal que fluye de tus ojos cuando te enfureces o el viento que tan unido a ti te lleva a mí. Quizá el rival a veces sea mi propio miedo por abalanzar mis brazos sobre ti, quizá sea yo mi propio rival pero ahora lo sé y por ello sé que puedo vencerlo hasta lograr llegar a ti.



Tuyo, desde siempre.



martes, 7 de diciembre de 2010

Por ahora no dan mas...



Mundos, varios; océanos, bastantes; vientos, los de la rosa; amaneceres son miles los que hay por delante y los que hubo por detrás. Miles de empeños por bregar con la convicción por bandera de que lo correcto es lo que debe imperar. Corazones olvidados en disfraces de asentimiento por lo bueno alcanzado, hasta que poco a poco la penumbra va tornando el brillo inicial en grises sin tonalidad.

Nave que mantiene sus máquinas a régimen, consumo responsable, estimada la llegada a cada punto en fecha correcta. Pasos, etapas logradas con éxito acompañado por cicatrices que sin cura ni explicación tan solo lograban cerrarse si el embate de las olas no las alcanzaba con su agua repleta de sal para dejarlas abiertas a puro dolor.

Abandono de la nave, cubiertas sin revista, cabos los mínimos en estado de prueba ante fieros los vientos que como siempre no los esperas como tales rugientes y desafiantes. Mientras el mundo continúa en su cansino girar sin saber, sin querer conocer lo que es para uno la verdadera cuestión. Y la ola, el mar sin pasión pero con la fuerza arrastrada desde los lejanos temporales barre sin alterarse la cubierta ya de por si barrida por el terrible sin sentir continuado por años navegados.

Rendido, arrias tu pabellón, tela rasgada que representaba tu decisión por la que batir el cobre contra las naves que la vida osara enviar contra lo que considerabas sentido y razón. Andanadas de odio, de malos sentimientos, de deseo cargado con el daño gratuito que más tarde se esfumará por no ser real. Rayos en la tempestad que deslumbran y al mismo tiempo iluminan regalándote la lucidez mientras te ofrecen la oportunidad de coger el nuevo timón de tu misma nave a la que solo moverá el viento que cargue valentía, riesgo y los mismos sueños que nunca dejaron su lugar en el profundo y pequeño hueco de tu corazón.

Agarrado a sus cabillas sin protección, sin más que tu viejo corazón viras sin dudar amurándote a barlovento para navegar contra el viento de la pausada razón y ganar así el verdadero barlovento, que no es otro que el de tu propio corazón con el que darte a ti mismo espacio frente al acantilado del silencio como perdición.


Viejo barco que sueñas con gobernar, hasta muy poco con su ferro al fondo de la rada de la resignación, ya vira su ferro, ya vuelve a navegar, sin nada nuevo, con sus mismos sueños, con su misma ilusión; recién pintada la sonrisa en su roda, brillante su nombre a cada lado tras los escobenes como imaginarios ojos que ansían ver más y mejor, mientras sin matrícula a popa dejas la estela burbujeante sin saber qué te encontrarás a cada vuelta de hélice vital, pero seguro de no encontrar más medida que la de ser tu mismo sobre la rueda del viejo timón oculto hasta entonces tras cenizas de realidad.

Quedan aún pasos que dar hasta que la rada quede tras la estela de tu nave. Difíciles pasos donde la derrota ha de ser hecha a verdadero pulmón, sin dobleces y esperando cualquier golpe de cañón al que responder sin más que seguir avante, pues es avante donde la paz de la tempestad limpia con sus mares golpeando, rozará heridas y cicatrices devorando sus gangrenas para devolver una piel nueva sobre un gastado cuerpo.

No dan más, eso es lo que por radio desde la vieja emisora del Destino me han comunicado y todos sabemos que no está permitido el desperdicio de semejante singladura, una y personal, en gratuitos sacrificios que solo llevarán al desastre y el verdadero dolor en un viaje al mismo lugar pues todos van con el mismo destino final.

No hay mas, no dan más, es lo que hay. Es el timón de tu vida al que aferrar tus manos sin dudar y virar donde tu corazón te dicte, donde tu instinto perciba qué será bueno para la nave que porta tu vida; la razón déjala que sea quien mantenga todo con vida y energía, no tiene mas objeto, pues solo serás pleno si dejas libre al corazón mientras mantienes a raya a la razón como simple soporte vital que permita ver si todo valió la pena en verdad.