sábado, 31 de octubre de 2009

Doblando el Cabo de Poca Esperanza


Navío orgulloso que en el flamear del gallardete
siente la propia vida con la fuerza de su puro orgullo.
Sobre él, corres millas en pugna con el caprichoso viento
que arriba a tus pulmones como a sus velas disfrazado de tiempo.



¡Buena suerte! Fue lo que al zarpar como deseo recibiste.
En ti confiabas cuando sobre el horizonte tu mirada largaste
donde olas como duras realidades batieron baos, cuadernas y cuadernales
mezclando mil y una veces su sal con la tuya para juntas embocar los imbornales.

Falsos remolques, cabos con almas de puro veneno a tus costados se asomaban
desde el miedo a la pura zozobra escondido entre nieblas que nada enseñaban.
Mientras continuaba el oculto maltrato triunfante con la patente silenciosa
que es el propio mando en desmesurada y solitaria cadencia
por no haber en cubierta quién a tu lado botase luz como verdadero aliado.

Bordadas sin tino a punto estuvieron de dar en el fondo
con tu vieja nave y su glorioso destino.
Encadenado al miedo de ser libre por dejar de serlo
mantuviste rumbo, destino y marcación
entre faros de tan falsos sus destellos
como reales sus fracasos sin luces ni anelos.

Encontrado sin duda el falso imán
verdadero aturdidor de tu infalible magistral
¡Nuevo rumbo y demora, capitán!
Mimosa la proa ya se amura hacia otro cuadrantal





Doblas al fin el eterno Cabo de cortantes y afiladas rocas.
Brillante te saluda un océano repleto de mar que aturde tu mirar,
orgullosa enfila la nave su destino sin miedo a zozobrar:


los viejos mares de libertad, las viejas sensaciones de paz
.

miércoles, 28 de octubre de 2009

No habrá montaña mas alta... (29)

…Un buen puñado de millas han transcurrido desde la partida de Cádiz, otro puñado de singladuras que llegaron a casi la quincena fue lo que les llevó a la flota atravesar el Mar de las Yeguas. Días en los que Daniel se hizo a las dimensiones de la nave Almiranta de 64 cañones entre las dos cubiertas ocultos tras las portas abiertas de día u cerradas durante la noche le daban un porte majestuoso a la embarcación. Nunca hubiera imaginado tal situación desde los pataches o pequeños lanchones que ya a él le parecían enormes cuando bregaban con la tozuda mar mientras la pesca se les mostraba esquiva entre rociones de espuma y sal. Durante aquella parte del viaje su amo Don Miguel Grifol apenas le prestó atención, pues el objeto de tenerlo era solo eso, poder mostrar su posición al disponer de un criado al embarque.

Don Miguel era joven, pero a sus 23 años ya había alcanzado el grado de teniente de fragata y sus aspiraciones no eran otras que las de obtener el mando de cualquier navío del Rey; sería capaz de vender su alma al mismo holandés errante por ser él quien cruzase los brazos a la espalda mientras observase la maniobra de su tripulación como un verdadero rey del mar. Todo el que haya pasado por su edad y situación seguramente comprenderá tal sentimiento amplificado por la soledad de un diminuto objeto flotante en la inmensidad del océano. Como iba diciendo, Don Miguel tenía otras ocupaciones en su “debe” y a ellas se dedicaba, el segundo de la escuadra Don Francisco Javier Cornejo lo había destinado a la formación y puesta al orden de las baterías de “a 24” de la cubierta inferior, tarea nada sencilla si tenemos en cuenta que las tripulaciones en los navíos de la Real Armada eran en muchos casos escasas y de poca experiencia debido al poco atractivo que tenía el jugarse la vida entre pólvora y sangre, embutidos en pequeños espacios donde el sudor humano era muchas veces la única atmosfera que hacían borroso el miedo y el dolor cuando había que vomitar fuego a otros que como ellos miso eran, sólo que sus palabras sonaban de forma diferente.


Don Miguel dejó vía libre a Daniel a bordo del "Estrella del mar" siempre que no dañara su honor y mantuviera la debida discreción sobre su verdadera situación. Pero Daniel era quien era, hijo de mujer decidida con arrestos suficientes para abandonarlo todo y cruzar más de 350 leguas para embarcarse en aquella flota, era hijo también de quién no paró en su afán por el progreso de su vida y la de su familia hasta que la mar le obligó a detenerse. De tales almas hacía ya 14 años que había brotado la de Daniel que llevaba en su corazón la impronta de su padres, por lo que transcurridas seis singladuras al anochecer de la sexta en medio de aquél Mar llamado de las Yeguas Daniel abordó a Don Miguel como corsario con la patente de su propio futuro al viento.
- Don Miguel, ¿da usted su permiso?

Acababa este de cenar en la cámara del comandante y se disponía a retirarse a tomar respiro antes de entrar en su cuarto de guardia. En los ojos se distinguía un ligero brillo producido seguramente por el aguardiente con el que Don Carlos Grillo convidó a todos tras la cena, bebida que, aunque prohibida por las Ordenanzas, poblaba cualquier navío de cualquier majestad católica o hereje. Y es que a veces la pérdida de una pequeña parte, aunque fuera una nonada, de la conciencia cuando se queman jornadas en la soledad de los mares es de buen resultado tal leve pérdida de la conciencia para el equilibrio del alma.
- ¡Daniel! ¡Que quieres! ¡No ves que no es esta cubierta tu lugar a estas horas.

- Perdonadme, señor. No he encontrado el momento para poder hablar con vos y desearía hacerlo si ello es posible en este momento o si lo deseáis en otro momento en el que le venga mejor a vuestra merced.



El aguardiente en este caso ayudó y con una media sonrisa le espetó

- ¡Vamos, sígueme hacia el alcázar de proa! Llevamos un buen viento que da el largo por babor y la mar se ve indolente y cansina. Allí podremos conversar sin mucho balance si eso es lo que deseas.

Desde la cubierta principal recorrieron la eslora de popa a proa que los llevó a la escalera de babor por la que accedieron al alcázar de proa. Allí el guardiamarina que permanecía de guardia junto al molinete del ancla en prevención de problemas con la marinería en sus “tránsitos naturales” sobre la raíz del bauprés se cuadró ante el teniente, tras esta ceremonia el mismo teniente lo relevó de aquella guardia y lo mandó aguardar en la cubierta principal hasta que el mismo le avisara.
- ¿y bien?
- Con el debido respeto, Don Miguel. Han sido ya seis jornadas desde que zarpamos de Cádiz. He recorrido el navío desde el codaste hasta el bauprés y conocido lo que me han permitido. Dada mi experiencia en la navegación mientras me dediqué a la pesca creo que puedo aportar algo de más valor a este navío. Estoy seguro que vos me comprendéis, no aspiro a nada de relumbrón, ni siquiera a serviros a vos allí donde sea necesario como marinero y no como criado. Vos sabéis también que mis aspiraciones son de ley por mi origen de hidalgo y quizá algún día pueda formarme como guardiamarina para servir en la Real Armada como vos. Por ello y sin causarle perjuicio le ruego a vuestra merced tenga a bien valorar mis deseos y mi pequeño historial como hombre de mar y me proponga a sus superiores para cumplir de tripulante en cualquier puesto de este navío. No le defraudaré, señor.

El joven teniente no se sorprendió y por dentro sintió su mismo recuerdo frente a su padre cuando se hizo hombre enfrentándose a sus miedos y sin más sinceró sus deseos de mar a quien hubiera dado todo por que siguiera con sus tierras plagadas de arbequinas a las que extraer el jugo verde que vender y hacer más grande la masía centenaria que hizo él crecer hasta aquél momento. Torció el gesto y con la mirada como el propio fuego de San Telmo volvió a espetarle.

- ¡Imberbe y pretencioso es tal deseo por tu parte! No sé de quién te vienen tales ínfulas pero creo que tu arrojo se confunde con tu propia ignorancia de los asuntos que a la Real Armada competen. Ahora me iré a mi cámara y tú te recogerás en tu coy como criado que eres de mi persona hasta que te necesite.

Se giró y tras bajar del alcázar de una seña envió al guardiamarina a su puesto de guardia junto a la base del bauprés. Aquella mar de las yeguas que de indolentes pasaban a dormidas parecían acompañar la tristeza de Daniel que cumplió con su orden y trató de cazar algo de sueño hasta el alba, que a bordo de navío nunca se sabe cuándo tendrá uno oportunidad de cazar el sueño en continuo pues tal derecho es arbitrio de Poseidón.
No dio el tiempo ocasión al alba de acariciar el rostro de Daniel para despertarle, pues un golpe del marinero de guardia lo puso en suelo con la nocturna madrugada en agónica e inútil resistencia.

- ¡Daniel Fueyo Liébana! ¡Antes de que el alba raye preséntese al nostromo!
- Si… si, señor
- Señor, ja,ja, ja. Anda rapaz prepárate y preséntate al nostromo que ya está entrando en fuegos por hacerle esperar.

Diego arranchó su coy y se preparó lo mejor que pudo para presentarse ante el contramaestre. Nervioso se presentó en la cubierta de la segunda batería donde en una tosca mesa de roble repasaba aquél hombre lo que había de encaminar ese día.

- Se presenta el criado del Teniente Don Miguel Grifol, Daniel Fueyo Liébana
- ¡Ah!, si. El criado. A ver rapaz, me dice el teniente que tienes deseos de aprender el oficio de mar y guerra que no es cosa para niños, ni para hombres de flojas voluntades. Me ha dado libranza para contigo en el destino a desempeñar, pues según me dice el teniente sois decidido y capaz, o eso creéis, para enfrentaros a lo que ponga por la proa los dioses de la mar que tras nuestro señor son los que deciden el futuro de los que a bordo de nave vivan. ¿Es así? Decidlo ahora, retractaros y seguiréis siendo el criado de vuestro amo con las ocupaciones propias de tal oficio. Confirmadlo y habréis desde tal momento firmado un pacto con este barco y conmigo hasta que el ferro dé con sus oxidadas uñas sobre las aguas estancadas que rodean el cabo Santa Cruz frente a Cartagena.

- Todo lo que le ha dicho mi amo el teniente Grifol es tan cierto como que estoy frente a vos. Y tan cierto como que cumpliré en el destino que vos decidáis.

El nostromo lo miró directo con la sabiduría de quién conoce de la sangre y el fuego y sus consecuencias sobre las voluntades a bordo. Daniel mantuvo aquella mirada como le habían enseñado a mantener cuando la razón y el deseo le asistían. El contramaestre no supo hasta más adelante que además de dos brazos para él inexpertos tenía con él un verdadero marino, pero todo tiene su tempo y este llegará.

- ¡Sea, pues! Aprovecha la ración de hoy, que es lunes y toca carne salada que de eso todavía disponemos a bordo. Entrarás mañana como paje de pólvora en la segunda batería , servirás los cañones de estribor. ¡Y ahora fuera de mi pañol!...


domingo, 25 de octubre de 2009

Una hora mas, una hora menos.

Puntualmente como mandan los reglamentos ya tenemos el reloj con una hora menos en su ventaja al sol en la Europa esta de la industria y la economía feroz. Continente que anda tambaleante en sus horas mas bajas de dinero y pujanza de cualquier época en que la guerra no estuviera asolando sus tierras por las mismas razones de ansias por el dinero y pujanza aderazadas por la humana avaricia.

Unos dirán que tal cosa afecta a unos biorritmos que uno casi no sabría encontrarlos estos días de otoño, que este año parece tímido infiltrándose poco a poco con cierto retraso en los fríos y las lluvias, aunque parece que al fin entra por la latitud cantábrica en la que me encuentro tales humedades y frescores. Otros dirán que los ahorros energéticos producidos son tan rentables que de ahorros pasamos a sumergirnos en cascadas de kilovatios hora recuperados en pos de la sostenibilidad de un planeta. Mientras este, el planeta, ya prepara su venganza sobre nosotros sus inquilinos de malas pulgas y poco sentimiento de responsabilidad hacia el dueño del “pisito” en el que vivimos. Y todo porque semejante arrendador de curvilíneas líneas hasta hace nada nos daba por poquita cosa, permitiendonos cualquier capricho y asumiendo él mismo las oportunas reparaciones.

Creo que hace poco pasó a ver a su médico de cabecera y este como buen facultativo hijo de la medicina "defensiva", sin medida ninguna le recetó un TAC de urgencia. Incrédulo por la respuesta de su médico el arrendador o sea el Planeta acudió al lugar. Tras dejarse hacer estudio esperó nervioso el resultado. "Diagnostico: Tumor humanoide con enconamiento religioso, Urgente tratamiento." Aturdido, corrió al especialista y este con una gesto de consternación le indicó que tenía mal cariz su enfermedad, pues la medicación disponible para reintegrar a tales inquilinos que se aferraban a él al buen caminono sería de exitoso resultado ya que llevaban entre sus genes un refuerzo en forma de extraños símbolos que los daba la fuerza para seguir en sus trece sin entrar a razones. Habría que “abrir y sacar todo aquello”, y aún así tras la intervención ya se vería el tiempo que tardaría el arrendador, o sea el Planeta, en recuperarse y dar vueltas sobre sí mismo con la misma alegría que antes de que aquella enfermedad se extendiera de forma imparable al grito de “¡Creced y multiplicaos!”.









Mientras, desde las bacterias humanoides, componentes principales de la enfermedad planetaria, se estrujaron las neuronas en la búsqueda de la salida a su eterna huida hacia adelante y con rapidez, aunque no estoy seguro de si verdadero acierto, elaboraron la forma de compensar las primeras reacciones del arrendador contra ellos. Unos se vistieron con largas túnicas frente a grandes esculturas de impactantes formas, o alrededor de piedras con formas regulares, o simplemente ante cualquier símbolo al que dotarle de poder y así pedir lo que no eran capaces de hacer ellos. Otros investigaban e investigaban, siempre con el permiso que las monedas de los que a duras penas las soltaban para hacerlo.

Poco a poco el arrendador fue reaccionando mal y con mas brusquedad pues aquella urticaria humanoide, en vez de menguar a cada huracán, tornado, terremoto, inundación, ola de calor tras la misma en frio, incrementaba sus alas para multiplicarse aún más.


Y llegó la hora de la intervención, el arrendador acudió al hospital de planetas sito dos galaxias mas allá de la suya, justo cruzando la vía láctea a través de un agujero negro que hacía el servicio como paso subterráneo. El cirujano estelar lo saludo cálidamente haciendo estallar dos pequeños meteoros entre sus respectivas órbitas dándole ánimos y así calmando su ansiedad. Por algo le llamaban el dios de la cirugía planetaria y era respetado en todo el universo desconocido. Ya en el quirófano poco a poco fueron durmiéndole con un anestésico indoloro y de rápida actuación conocido como CO2. Lentamente un calor soporífero le fue rodeando a lo largo de toda su redondez entrando de forma fugaz en un letargo profundo que al fin le devolvió el descanso perdido hacía algunos cientos de sus propias vueltas por culpa de semejantes inquilinos.


Estos, sin saber las razones empezaron a detectar esas nubes de CO2 a las que llamaron gases invernadero, calores y problemas se dispararon de forma exponencial al tiempo que transcurría, mientras la preocupación crecía de forma más lenta. Entretanto, la luz que antes recibían sin problemas cada vez llegaba con menos fuerza, los niveles de las aguas crecían sin explicación estropeando paradisiacos lugares masivamente disfrutados por los molestos inquilinos, los desiertos tan solitarios crecían y las enfermedades eran cada vez mas raras.


La situación, como al ahorcado, les forzó y comenzaron por crear comisiones de estudio que estudiaban mucho, pero tanto era el estudio que las conclusiones no acababan de llegar. En el Centro Hospitalario Estelar el cirujano continuó con su trabajo y al fin, de un corte definitivo fue haciendo que como verdadero pus supurasen tantas bacterias humanoides tal que de la lava de un enorme volcán este los expulsara de sus laderas a las que pretendía aferrarse como a la vida que habían destruido ellos mismos.


El planeta tras el periodo propio de reanimación y despertar después de semejante intervención retornó a su vieja órbita con alguna receta que tomar en un principio y otros millones de años más por delante en los que poder poner de nuevo en alquiler su redondo hogar a otra especie con mejor sentido de sí misma…



… Acaba de sonar el despertador. "¡Vaya! Tenía que haber atrasado la hora. No importa", pensé mientras me daba la vuelta en la cama con la tranquilidad de que la sostenibilidad es una verdadera preocupación del gobierno.
Yo ya me pondré a ello más adelante...





Creo que voy a llamar a James Lovelock cuando me levante... bueno mas tarde.

jueves, 22 de octubre de 2009

Ánimo vs. Kronos

Y no amanece mientras el Ánimo aguarda
a que la tarde se apague en el último rayo
abandonado como viejo navío sin dueño
sin otra maroma que la que al fondo lo retiene.



A su alrededor inertes orillas gritan silenciosas
marcando el tedio de la absurda espera sin otro sentido
que la vuelta dé una moneda ya sin esperanzas,
donde su cara verdadera haga de su cruz un nuevo camino
por el que engañar un rato mas al testarudo destino.

Cree el Ánimo como lo haría el incrédulo Santo Tomás
mientras espera que sin esfuerzo todo quede atrás.
Mas sabe de los dioses inexistentes que ríen de su ilusión
sabiendo que estará perdido si solo confía en su corazón.

Ánimo que resoplas por dentro:
¡Ensilla el caballo, acopia arcabuz, ropera y daga!
¡Pon en marcha tu vida, no permitas jornada aciaga!





Kronos a ritmo del compás impasible dictará su sentencia,
sin importar el cuándo, pues él es el dueño de tal secuencia.
Kronos seguro, no lo dudes, arribará
pero presto y dispuesto te encontrará.

martes, 20 de octubre de 2009

No habrá montaña mas alta... (28)

… San Juan corrió su festín de fuego y en esta ocasión de pasión por un amor encontrado sin que ninguno de los dos hubiera imaginado un año antes desde sus hogares más al norte que de tal guisa se encontrarían. No hubo tiempo que dejar al mismo tiempo para que los deseos cogieran el frio del retraso, como cuando la justicia le cede al este su valor y acaba por ser verdadero antónimo de esta. Sin demora se organizaron los festejos; con la mano izquierda de Agustín como sacristán de años y sabedor de los mundos de la Santa Madre Iglesia, los papeles de viuda de María se presentaron en tiempo y forma con todos los aderezos correspondientes a los preceptivos certificados tanto de él como de ella como cristianos viejos y fieles a su Dios, único y verdadero.

La pequeña iglesia que lucía a la sombra del castillo de Torremelgarejo sirvió como testigo de aquella unión. No deseaban más renombre a su unión pues tal cosa no aportaría razón ni argumento mayor al amor que ya sentían y deseaban profesar sin trabas que las normas y las buenas costumbres mandaban por aquellos momentos. Don Melquiades Bermejo viejo capellán de la parroquia bendijo tal unión el 31 de julio del año del señor de 1723, como testigos Miguel, Daniel, Inés y Francisca que parecían más los padres que los hijos y hermanos.
Quizá los sentimientos no eran de la simetría que se presuponen entre dos enamorados que deciden unirse para siempre. María tenía por hombre de su vida a quién dejó para siempre en Gijón, mientras que hasta no hacía muchos meses Pedro era un hombre frio tan sólo preocupado de su destino como comerciante y de la salud y bienestar de sus hermanas. Para ambos las cosas cambiaron, para él el encuentro con un sentimiento que cuando brota desborda límites y renuncia a los porqués de cada deseo fue la explosión que le mostró que había algo más tras los muros materiales de cada vida. Para ella la calidez descubierta en ese hombre de miras distintas pero de buena ley, la mirada limpia y la fuerza de una juventud pareja a la suya le convencieron de que el Señor es grave pero no mortal si sabe uno aguantar el tirón de la vida cuando esta se hace esquiva en lo que al bien de uno se refiere.


La vida continuó sin detenerse y los sueños poco a poco iban cumpliéndose entre las fechas que silenciosas iban cercando al día en el que las flotas virarían sus anclas para enfilar el mar de las Yeguas que separa Cádiz de las islas Canarias. Al fin llegó el primer aviso, un mensajero a caballo, que desde la “conversación” entre Diego Delgado y el ufano teniente Miguel Grifol este último había mejorado sus posibles y no iba ser de otra forma que tal mensajero fuera un correo a lomos de un verdadero caballo de silla con el que así mantener una parte de su nobleza mediante la pura apariencia. Diego lo recibió y de la misma forma le dio venia para su retorno a Cádiz.

- Daniel, vuestra hora para partir ha llegado al fin. Tomad, leed la misiva de vuestro amo el teniente Grifol.


Daniel con nerviosismo leyó el correo que en lenguaje ostentoso lo hacía llamar en el plazo de siete días para su incorporación a su servicio en el navío Estrella del Mar surto en la bahía gaditana a la espera de la conformación de la flota que partirá con rumbo a Cartagena.

- ¡Madre! ¡Partiremos a Cartagena! ¡Mirad, leed!

Daniel no sabía si reír o llorar, embarcaba de manera inminente en la nave Almiranta con rumbo a la ciudad más importante del Caribe, la que abría las puertas del continente hacia el sur. Durante el tiempo de espera en el cortijo se había esforzado por conocer los posibles destinos de la flota. Lugares como Veracruz, Portobelo, La Habana, Jalapa y Cartagena. Cualquiera de aquellos le hubiera bastado pues llevaba en el alma el impulso de la juventud que todo lo malo lo remeda en bueno, pero nunca hubiera sospechado que sería aquella ciudad fortificada por enormes castillos que cerraban las puertas al continente mas al sur. Ciudad que pocos lograron invadir. ¿Reír o llorar por la separación?
Fueron casi cinco días de nervios, con horas cargadas de abrazos, consejos y llamadas a la calma por parte de una madre que casi se veía envuelta en el mismo entusiasmo de un hijo que para ella volvía a ser el que sentía en la piel de Gaspar cuando sus sueños de agua y sal estaban cercanos por cumplirse. El día llegó y Daniel uno a uno se despidió de cada uno con algún guiño personal que todos agradecieron y sintieron ya inolvidable, sobre todo María y el pequeño Miguel. Que nadie que esto lea entienda que era una simple despedida temporal, pues varios meses serán los que estén separados y mil vicisitudes acudirán como halcones a quedarse con un pedazo de sus vidas y sueños. Halcones que, en él peor de los casos puedan arrastrar con ellos la vida al completo de alguien entre mares enormes y andanadas a traición.

- Querida familia, no dudéis que nos veremos al otro lado de la mar. Recordad que desde la Almiranta estaré siempre pendiente de vuestra nave aunque un mero criado sea. ¡No habrá nave corsaria, ni mar embravecida que pueda con nuestra unión! ¡Adiós a todos!

Quedaron observando como el carruaje se alejaba del “Soberano” con María y Miguel sin más palabras que las lágrimas que brotaban incansables por sentir aquél primer desgarro entre los tres desde que partieron huyendo de Gijón.

El mes de octubre fue de preparación de mercancías en los fardos determinados por la Casa de Contratación y de la tensa esperapor las nuevas a cada viaje a Cádiz de Pedro y Diego a la ciudad donde recabar más información sobre el arribo de la urca “Virgen de Valbanera” para proceder a las maniobras de estiba. Afortunadamente para Pedro León y ahora toda su familia, Diego disponía de todos los resortes para estos menesteres y no fue muy complicado el coordinar con el gremio de los hombres de estiba la preparación de la carga pues, Diego Delgado le ofreció los servicios sin coste al incluir la estiba de sus mercancías y materiales en las suyas.


El siguiente mes de noviembre y el de diciembre fue el de la estiba y la ubicación de los aposentos de Pedro y su grupo que fue del total agrado pues con los caudales de por medio que recibió el maestre y el piloto del “Valbanera” las angosturas se vieron prontamente diluidas en buenos coys a popa de la urca. En plena Natividad la Casa de Contratación dio el visto bueno a la flota en sus calados y la seguridad de la carga. Por ser la fechas que eran se permitió demorar la partida de la flota y el día 31 de diciembre de 1723 esta largó el trapo hacía el océano abierto y en esa mañana de invierno suave en su movimiento.


Al alba, con un viento leve de noroeste el navío del rey de nombre “Catalán” como nave capitana fue abriendo el rumbo, tras él catorce naves mercantes fueron saliendo lentamente y en silencio miemtras la fragata "Pingüe Volante" las protegía desde barlovento. Sobre sus cubiertas las miradas de cada hombre y mujer que oteaban unas veces hacía el inmenso Horizonte aún oscuro por el oeste y las otras hacia la bahía, que poco a poco se alumbraba y los deslumbraba por el incipiente disco solar que sería en adelante quien les mostrase la rosa virtual de los vientos, recordándoles su origen y su destino. A popa de ellos la nave Almiranta con el orgulloso Marqués de Grillo reinando sobre el balcón de popa, sobre el combés, Daniel observaba la grandeza sobre la que posaban sus asombrados pies entre el ruido de los pitos del nostromo por tensar escotas y largar el trapo ajustado al andar del convoy y la salva de honor desde los cañones de la bahía.
Mar por avante, esperanzas y sueños por cumplir… pero sobre todo mar, mucha mar que devolvía a Daniel a sus orígenes mas al norte…

jueves, 15 de octubre de 2009

No habrá montaña mas alta... (27)

…San Juan trajo su hoguera cargada de miles de deseos lanzados sobre ella por quienes creían que así estos alcanzarían de lagún modod el real sitio de su propia realidad. En el "Soberano" la noticia del embarque de todos en la flota de galeones a Tierra Firme fue el detonante, la chispa que dio fuego a la noche de San Juan de ese año de 1723. El hecho de que el viaje iba a ser con Daniel embarcado en la nave capitana trajo en un principio reticencias en los ánimos de María paraa celebrar el logro de todos. Pero pasado el primer golpe, como una leve frustración fue poco a poco desvaneciéndose entre los argumentos de unos y otros, pero sobre todo ayudó el gesto en el rostro de Daniel que parecía ser el mismo comandante de la escuadra. Su orgullo y su brillo en la mirada le trajo a María los ojos de Gaspar, su difunto marido, verdadero hombre de mar, patrón de un falucho pero comandante de una nave que con el mismo arrojo se enfrentaba a los caprichos del mismo mar que mantenía cercada a la tierra desde que el mundo se ha llamado así.



- Madre. No os aflija nuestra separación. Como bien dice Don Diego, seré el criado de un Teniente a bordo de la nave capitana, podré aprender lo que siempre había deseado y además será esto a bordo de uno de los navíos más poderosos de nuestra Real Armada. ¿Quién sabe, Madre? Quizá tenga la suerte de poder pasar de la mera dotación de la nave a ser un tripulante y cazar la oportunidad de ser algo en esa institución. Mi padre estaría colmado en su orgullo si esto lograse. Con lo que pueda aprender a bordo y la suerte que nos depare la jornada entre Cádiz y Tierra Firme quizá podamos con el tiempo vivir de la mar como lo hizo nuestro padre. ¡No sufráis por mi, madre! Además, tendréis así un artillero con cañón de a 36 presto al disparo si corsario o nave britana planta su costado al vuestro con aviesas intenciones.
Con una sonrisa suave, Marçia se convenció.


- ¡Daniel, hijo mío! Así será, porque no hay otro camino y porque veo en ti a tu padre Gaspar cuando a punto estaba de botar su primera lancha. Celebrémoslo pues juntos todos que ya habrá tiempo de separarse.


Este fue el fin de las tribulaciones y el inicio de los sueños de libertad, del poder hablar en alto y con verdadera ilusión de proyectos y futuros logros que, siendo sus probabilidades las mismas que semanas antes, eran ahora presa de la euforia por lo alcanzado. Celebraciones y sobre todo trabajo fue lo que siguió a las primeras en el cortijo, donde nada tenían más claro Diego Delgado y Pedro León sobre el verdadero camino hacia la consecución de los fines y las metas que uno se proponga en su vida. Diego, como cada año por esas fechas tras tantos haciendo casi lo mismo fue preparando la futura cosecha de la uva que tanta vida le dio mientras listaba y organizaba el volumen de carga que le correspondía en el “Tercio de frutos”. Pedro procuraba mantener el material a llevar consigo a bordo, tanto las mercancías como las herramientas y útiles que podrían servirle en el futuro cuando se hiciera con algún trozo de tierra donde establecer algún ingenio con el que crear paños y telas que vistieran y adornasen las pieles de los que allí donde iban vivieran.



María desde aquella nueva posición lograda sin esperarlo cuidaba de sus hijos, formaba en la lectura y escritura a sus dos hijos y procuraba alegrar la vida de todos junto a Inés y Francisca, cada una desde sus modos y formas personales. Realmente para todo había tiempo pues como verdaderos invitados eran tratados; María en muchas ocasiones participaba de los paseos entre veredas con Inés y Francisca donde hablar de mil cosas. Paseos en los que de forma gradual coincidía Pedro, al principio de forma accidental y poco a poco regularizando tales andares hasta ser su presencia algo casi imprescindible. Todos sabían el porque de aquellas situaciones de agrado general. Pedro había claudicado en sus pretensiones calculadas sobre su relación con María y ella hacía tiempo que lo veía no sólo como un digno padre de sus hijos, sino que cada vez mas lo imaginaba como el amante que daría sentido a su soledad, sin por ello sentir en su corazón traición hacia su marido casi dos años muerto frente a sus ojos en la bahía de San Lorenzo.


Fue rayando el final de julio cuando, tras la inoperancia táctica de Pedro León, que como en otras ocasiones este humilde narrador les había contado, no era el arrojado alabardero de nuestros viejos tercios sino más bien apocopado en los lances con el sexo opuesto, las mujeres en conjunto como verdadero tercio de arcabuces entraron de frente y por los flancos sobre semejante enemigo. Emboscada de fácil ejecución, máxime cuando el enemigo lleva en la mirada el anuncio de la inminente rendición.


- Mi querido hermanito, Francisca y yo hemos de volver a las caballerizas, hemos dejado esperando al capataz por nosotras. Francisca, vamos que nos va a matar Mateo, hace ya media hora que le habíamos dicho para que nos tuviera ensilladas las dos yeguas para recorrer la finca.



- Pero…



- Nada hermanito, que en buena compañía te dejamos, toda ella para ti. Así que no falles que bien vale tal dama; más que mil paños de Beteta y tu por un paño…



- ¡¡¡Inés!!!

Inés y Francisca se giraron al unísono encaminado sus pasos hacia el edificio anejo del edificio principal. Pedro, entre rojo y morado por aquella situación no sabía encontrar la mirada y la palabra que aliviara la tensión que sentía en aquél momento. No hizo falta encontrar hueco donde ocultar ese silencio pues María entró de frente y sin miedo lo rellenó.



- Pedro, nos os aflija el carácter de vuestra hermana que si hay algo que vale la pena es su valor, su alegría y su franqueza.



- Pero os ha comparado con un trozo de tela y…



- ¿Y de qué tela os parecería que podría ser yo si como dice Inés yo lo fuera?



- Me dejáis sorprendido, María. Pero si vos queréis saberlo hace tiempo os diré que estoy seguro de lo que os digo cuando pienso que sois tan singular como una tela que me enseñó una vez mi padre hace ya años. Tejido que ahora guardo como su recuerdo palpable entre mis mas preciados tesoros. Es conocida como tela de Calicud por ser proveniente de la India de los portugueses que durante algunos años con nosotros pervivieron hasta que sus destinos trocaron de los nuestros. Seríais vos como esa blusa de ese color carmesí del puro Damasco que como os digo, mi padre me entregó sin darme razón por ella y que sin duda pronto os mostraré. Esa prenda, esa tela sería lo más comparable a vos por su belleza intrínseca a la vista y al tacto. No habría que decir que coincidís con este material por ser para quien a su lado lo conoce como algo para siempre insustituible por ser ambos únicos en su especie y de significados tan inmensos para mi propio corazón.



- Pedro, me abrumáis… No esperaba tal cumplido de vos.



Sin esperar por sentir el tacto paralizado de Pedro, fue María la que se detuvo frente a él y mientras mantenía sus manos entre las suyas un leve roce de sus labios hizo el resto entre ambos…

martes, 13 de octubre de 2009

A los viejos dioses




Navegamos aproados al viento que detiene tozudo el andar
tensas las escotas, largado el trapo por cazar algún nudo más.
¡Maldito viento! hijo de la tozuda realidad que al grito de todo atrás
nos detienes sin descubrir la causa de tu origen, el por qué de tu soplar.

El viejo comandante apoyado observa su tripulación luchando sin parar
entre gritos y órdenes que chocan con la verdadera explicación
desconocida a quien nada quiere ver, salvo la que le dicta su razón.
Mientras, él mantiene la calma pues sólo él sabe que queda esperar.


Viejos dioses de mares ignotos en su nacimiento
¡dadme la clave ya manifestada al viejo capitán
para que así mi alma serena navegue contra marea y viento!


Viejos dioses os demando desde mi imberbe soberbia:
¡hacedme viejo para olvidar este escaso andar
que es empujar con fe sin resulta, para así sin ella terminar!




domingo, 11 de octubre de 2009

No habrá montaña mas alta... (26)

Dos hechos memorables para las vidas de sendos personajes de esta historia que paso a paso voy relatando a vuestras mercedes se sucedieron en los casi seis meses que transcurrieron hasta la partida de la flota de galeones de la que el Marqués de Grillo sería su comandante. La primera no tardo mucho en presentarse ante todos en el cortijo al que los vientos que de vez en cuando traían el océano les recordaba su contrato ineludible con tal masa de agua. Como no se les escapará a quienes esto leen no era esta sino el futuro incierto de Daniel Fueyo que pendía en las preocupaciones de Pedro León y Diego Delgado. Con la mentira piadosa que pactaron entre ambos ganaron el tiempo necesario para que Diego entrase a desarrollar su faceta que con mayor excelencia sabía realizar. Dos días después de la salida de la casa de Contratación se dirigió a la Capitanía general de la Real Armada que regía el departamento marítimo de Cádiz en Puerto Real donde esperaba encontrar lo que buscaba.

No estaba el edificio de capitanía en muy buen andar de caudales pues a la vista esto estaba en sus fachadas y pasillos algo deslucidos por una guerra que aún se percibía cercana. Su majestad, Don Felipe el quinto, ya había dado alas a las velas de tal institución con la decisión de ordenar y disponer de mando en plaza del intendente don José Patiño, que desde hacía 3 años disfrutaba de tal cargo y sin pausa llevó a las más altas cotas a la Real Armada desde sus incios que después continuaron hombres de la talla del Marqués de la Ensenada. Fue tal proyecto algo que hizo ver lo que nadie nunca se hubiera imaginado, la alianza entre cuatro potencias de perpetuo antagónicas que de alguna forma aplacaron tal empuje hispano, aunque de forma momentánea.


La necesidad sea la de quien sea, noble o villano, rey o corsario, hacen que a quien este deba su desaparición se le allane el camino cuando en otro momento sea su estado de parecida disposición. Este era el elemento con el que jugaba Diego Delgado, las estrecheces en la Real Armada habían sido de gran calibre, valga el antagonismo de la expresión. Aún y en aquellos momentos las necesidades de lona, jarcia, aparejo, pólvora, caudales con que pagar a calafates, carpinteros, herreros y cualquier oficio que se haga forzoso para hacer navío a la mar eran inmensas y la corona en muchas ocasiones no era capaz de hacer efectivos tales suministros. Ahí entraba, como digo, gentes como Diego que ayudaban con caudales o facilitaban los materiales para que en determinada nave tales pertrechos estuviesen en el lugar oportuno. Por suerte, pero también por desgracia fue esto algo que perduró tiempo más avante de la época en la que este relato transcurre y no sería algo por lo que sentirse ofendido, si no fuera porque mucho de aquél mal pudo haberse evitado con la sola actuación de manera mínimante leal a su misma corona de algún monarca de infausto nombre, personaje que mas miró por su pellejo atiborrado de si mismo que por el de su reino famélico de manera progresiva. Algo por lo que todo acabó estallandode la peor forma casi un siglo después del año en el que nos encontramos con nuestros personajes.

Pero volvamos a nuestra historia donde Diego Delgado sólo tuvo que traer al recuerdo sus otrora en verdad desinteresadas acciones a dos de los escribanos de capitanía que bien conocía para que las puertas de esta se abrieran. Así le presentaron a uno de los comandantes afincados a las labores de pura administración marítima, hombre este mayor ya olvidado de mares y horizontes en continuo movimiento que le dirigió a la persona que daría solución a su problema sin sentirlo como tal carga en su haber, pues también este hombre andaba buscando quien portara la representación de su honor.
Sin dar al tiempo la razón de su ser, Diego Delgado se plantó en la posada donde se alojaba tal hombre de nombre Miguel Grifol, de casta hidalgo natural de la villa de Reus. Teniente de fragata de la Real Armada recién ascendido y sin el debido porte aparente, pues carecía de criado por haber dejado este mundo su anterior muchacho de unas tercianas traidoras y sin remedio, que en pena máxima cualquier dolor se convuerte cuando es la piel de un hombre sin recursos o de los que su señor dispone son ya escasos incluso para si mismo. Con decisión Diego se presentó ante el teniente. Sabiendo el orgulloso carácter de quien se cree noble y además pretende mandar algún día navío del rey, se hizo Diego avisar con la suficiente antelación para que el joven teniente de fragata se acicalase y presentase sus mejores galas cuando él se presentase.
- ¿Don Miguel Grifol?

- Yo soy, ¿quién pregunta por mí?
- Diego Delgado, mercader y desinteresado protector de nuestra Real Armada que buenos vientos reciba de los dioses de la mar y el viento.
- Pasad entonces. Acomodaos mientras me decís el propósito de vuestra visita .

Diego le puso al corriente sobre el interés por alistar a Daniel Fueyo como criado del teniente a bordo del navío Nuestra Señora de la Asunción durante el viaje desde Cádiz a San Juan de Úlua en Tierra Firme. La intención era que allí lo liberase de sus obligaciones con él; para ello una bolsa repleta de escudos reales junto a la dirección de la sastrería mas afamada de Cádiz con todos los gastos por cuenta de Diego fueron el argumento final que añadido a la carta del comandante con el que Diego trató en parecidos términos. Todo unido hizo de aquél trato un sello inborrable que se doblaría en su cuantía tras el tornaviaje de la flota. Un apretón de manos selló el trato.

- No lo olvidéis Don Diego. Decid a vuestro protegido que una semana antes de mi llamada para embarcar seré yo quién lo haré llamar y pasará entonces a ser mi criado y por tanto mi protegido hasta nuestra recalada en la Villa Rica de la Vera Cruz. No habéis de preocuparos que bien dotados me dejáis de caudales y por vuestro interés bien protegido también lo haréis con mi futuro criado. Mostradle y enseñadle maneras y formas de buen comportamiento, que de los golpes de mar y la vida a bordo serán los días y las noches sobre cubierta las que le muestren los modos de proceder ante cada cual. ¡Vaya con Dios!




Tras la exitosa gestión que Diego Delgado alcanzó con el embarque de Daniel como criado de aquél teniente, partió a buen trote hacía el “Soberano”. Primero habría de poner a Pedro al corriente y tras esto cantar la buena nueva a todos los que con él compartían su cortijo y tenían ya su embarque asegurado sin todavía fecha de salida. Pero, como dije mas arriba, dos hechos memorables se sucedieron en el “Soberano” y he de relatarles este que me resta antes de que las anclas de las naves comenzaran a virar dando permiso para zarpar…

miércoles, 7 de octubre de 2009

No habrá montaña mas alta... (25)

No han pasado apenas jornadas que sumen la semana desde que devolví el primer legajo a su viejo cofre forrado de bellos tallados y blindado por herrajes oxidados por el tiempo del olvido que todo lo hace entrar en ese noble color del fierro antiguo. Como les digo no he podido resistirme más y he aquí que ya navego entre las rotas crestas que hacen los papeles rizados rebeldes por no dejarse posar sobre la planicie de mi mesa. Huelo a sal mezclada de furioso líquido elemento, mientras ya la pólvora del cañón se percibe de lejos entre el retumbar de cada andanada. Siento como cada vez la mar de la intriga por el soplo de un viento arbitrario se encrespa mientras da vida a quienes en él solo sabemos vivir por mucha ancla de fondeo que llevemos largada a fondo y trincada al cuello.





Habíamos dejado María, sus hijos, Pedro León, Inés y Francisca en el cortijo de nombre “Soberano” junto a su dueño Diego Delgado y el bueno de Agustín ya descargado de sus labores como sacristán en el convento de Santa Inés. Las flotas, como bien dijo Diego no iban a zarpar del golfo gaditano en muchos meses por lo que el tiempo se avino a razones y prestó sus dorados lingotes para que los dieran brillo en el cortijo, conversando, compartiendo y dibujando en el aire de sus vidas los recuerdos de un año en el que los lazos, las confesiones y el descanso merecido los cargase de ánimo y empuje para lo que mas pronto o más tarde acabaría por ser la mayor hazaña de alguien que solo tierra pisó: atravesar la mar océana sobre suelo de roble español o caoba de las Américas durante decenas de jornadas expuesto a vientos, temporales y los que cobardes se visten de corsarios al servicio de reyes que bajo sus pabellones de civilizada prestancia escondían las ansias de cazar los tesoros que sostienen a nuestra maltratada nación por hijos a veces propios y las más extraños.

La navidad fue lo que cualquier humano en su buen uso de la razón hubiera deseado, los reyes de oriente se portaron como nunca lo hubieran hecho antes con Daniel y Miguel, siendo el colofón a tan entrañables festejos la llegada de la comitiva que traía con ellos a Juan Delgado. La parte en verdad negativa fue su llegada de cuerpo presente, pues había muerto dos meses atrás. Parecía como si una fuerza externa desde su atalaya hubiera visto cerrado el círculo aquella semana previa a los difuntos y hubiese decidido recoger el alma de un hombre justo maltratado por ese torcido renglón que nadie en su humano juicio comprenderá jamás su por qué. Juan fue enterrado en una pequeña cripta que Diego había reformado del estado en que el dueño anterior había dejado en un estado lamentable. Muchas eran las horas cuando la actividad se apagaba en las que podían encontrar a Diego frente a la tumba de su padre. No era tristeza lo que encontraba uno en el rostro de este sino la expresión del reencuentro, como en si en esos silencios pudiera él recuperar las conversaciones nunca tenidas imaginándolas, algo que en tantas ocasiones hace al hombre salir de su letargo y que tantas otras de imaginación pasamos a definir como sueño.

Pedro León en aquél año de espera llegó a entablar una estrecha relación con Diego Delgado en la que compartieron ambos sus conocimientos mercantiles, el uno del paño y el textil, el otro de la vid y la fruta de manera recíproca. Pedro descubrió su perfecto desconocimiento acerca de lo que excedía a su comercio y nunca supo como compensar tantas cosas humanas y materiales regaladas por su anfitrión. María recibió aquel regalo de tiempo añadido como una bendición del propio Juan Delgado desde el mismo cielo donde lo sentía expectante por todo lo que abajo sucedía. En muchas ocasiones Diego y ella se encontraban frente a la cripta para de alguna manera honrar y sentir la presencia de Juan, algo que les llevó a guardar una relación íntima como la del padre y la hija frente a un abuelo casi desconocido.


El año 1723 entró con esperanza, el dia 8 de febrero arribó a la bahía de Cádiz el navío de 64 cañones “Nuestra Señora de la Asunción”, al que en la Real Armada todo el mundo conocía por “Estrella del Mar”, junto a él varias naves de menor porte largaron el ferro frente a la Isla de León dando el aviso con aquella presencia que la organización de la flota estaba en ciernes. Los contactos de Diego dieron su fruto, habría dos flotas ese año aunque la que arribaría a Tierra Firme con la venia de Poseidón sería la segunda. Esto dio razones a Diego para ganar de la compañía de sus huéspedes varios meses más, pues por parte de ellos ninguna duda había hecho abertura en la confienza para con él tras conocerlo como mercader y sobre todo como persona.


Sus gestiones ante la Casa de Contratación dieron los frutos deseados casi al ciento por ciento de sus previsiones, pues no sería la travesía desde mismo punto de vista realizada por todos. Corría ya el final de la primavera con la flota en sus inicios de apresto cuando Diego Delgado en compañía de Pedro León cerró los pliegos de los salvoconductos para el tránsito de súbditos del reino a las costas de Tierra Firme en el virreinato de Nueva España. Pero había un “cabo suelto” que era imperioso su arreglo antes de arribar al cortijo.

- Pedro, hemos sido afortunados de manera casi diría celestial. Embarcaréis en la Urca “Virgen de Valbanera” en la que va el “Tercio de frutos” que me corresponde. Su contador Don José Gálvez será vuestro protector. No sé si esto ya lo habéis aprendido, pero navegar con la protección del contador de a bordo es la mejor garantía de hacer la travesía bien comido y mejor alojado dentro de lo que una nave mercante puede garantizaros. Además os he escogido esa urca, pues el patache en el que van otra parte de mi “Tercio de frutos” es ya viejo y de poco andar y no se sabe lo que ahí fuera pueda deparar el destino. Lo dicho tendréis buen alojamiento, nave de buen andar y aprestada mejor para la defensa por si os vierais en medio de algún ataque que quiera Dios no ocurra.

- Gracias Diego, no sé cómo podremos corresponder a tanta consideración por vuestra parte. Ya sé, ya sé que no debo volver a insinuar siquiera tal cosa pero es de ley que lo sienta. Lo que me atormenta es la situación de Daniel al que no llevamos a bordo con nosotros, sé que habéis hecho lo indecible y que no había plaza en ningún navío de la flota, pero no puedo ir con esta nueva a María. Creo que la mataría si se lo dijera. Lo más duro es que estoy dispuesto a ceder mi plaza por la de su hijo, pero ¿qué harían mis hermanas en Nueva España? Francisca es trabajadora sin nadie que pueda superarla en voluntad e Inés es la vida de nuestra familia sin la que nada de lo que hemos logrado desde que salimos de nuestra villa en Cuenca se hubiese logrado, pero ninguna de las dos están preparadas para ir sin que yo este junto a ellas. No sé que hacer, me encuentro bajo la maldita espada de ese hombre que el otro día nombrásteis. Damoc...

- Se llamaba Damocles. Dura prueba es para vos, Pedro. Porque vos la queréis, ¿verdad, Pedro?
Pedro lo miró con los ojos firmes aunque derrotados por saberse descubierto

- Si, para qué voy a negarlo. Al principio era un sentir ahogado por mis límites, pero estos meses han diluido tales prejuicios y la amo como creo que debe ser eso que sentían los personajes de los cuentos que leía a Inés cuando mi madre no podía contarle su cuento antes de dormir. No puedo hacerle esto a María, no puedo.

- No os preocupéis por el momento, Pedro. Dejadme a mí intentar algo, que no es lo mejor, pero podría funcionar. De momento les diremos que está en curso todo y que hemos de regresar a la casa de Contratación en un mes. Dejadme a mi …

domingo, 4 de octubre de 2009

Polvo en el Viento.


Polvo que lleva el viento desde lejanas arenas del desierto
formando nubes que aturden el pensamiento fugaz
dando paso al recuerdo que de borrar se siente incapaz
sobre la piel tiznada por su impronta antes de ver su ánimo muerto.

Olvida su viejo talismán perdido sin remedio en el marasmo moral
que la vista del humano temporal le asola con solo observar
tiempos perdidos en viejas batallas por razones que ha de olvidar
aunque la trinchera se aferre sobre su parálisis de manera brutal.


Gris amanece bajo la nube del polvo que impávido permanece,
su alma no encuentra calma que la devuelva al camino
de alambradas sembrado dejando alma y vida con incierto destino.

Días de oro pasados, por más que deseados ya solo recordados
cartas en su tinta corrida por muchas más veces imaginada
mientras sus lágrimas son ya rio salado junto a las de los otros soldados.









¿Por qué todo sigue igual? Por qué nos enfrentan sin un ápice de vergüenza entre los pliegues de sus impolutas chaquetas. Políticos, religiosos, mil banderas que sin las otras nada podrían significar.


¿Por su propio y oneroso bienestar, quizá? Todo ello perfectamente disfrazado entre patrias, cruces, medias lunas, derechos de igualdad que mantienen en exclusiva la suya entre las migajas de la nuestra. Ya lo dijo Sylvain Marechal con Babeuf a la cabeza en su manifiesto en el que a nadie perdonaba (1797): "... Siempre y en todas partes la pobre especie humana confiada a antropófagos más o menos hábiles sirvió de juguete de todas las ambiciones, de pasto de todas las tiranías. Siempre y en todas partes se adormeció a los hombres con bellas expresiones: nunca y en ningún lugar obtuvieron, junto a la palabra, la cosa..."


Todo sigue igual. Por eso debemos cambiarlo. Antes de que Átropos corte el hilo que nos permite razonar.

viernes, 2 de octubre de 2009

No habrá montaña mas alta... (24)



…la tarde fue fructífera para todos a cada cual en distinta forma y razón, la imagen de Diego había sido la de un hombre leal, bueno y agradecido desde que las memorias de sus coetáneos eran capaces de retener. Su proceder durante el periodo en que sirvió para la casa de Alba lo dibujó ante los que lo rozaban ya fueran de alto o bajo origen, brillante en lo que ya he dicho de sus cualidades. Esto le granjeó el apoyo del contador de turno de la Casa y las alas que la gente que a sus órdenes tenia le dieron en cualquier necesidad tuviera. Así le concedieron una pequeña hacienda como arriendo y de aquel trampolín el salto fue tan esperado que a nadie le extrañó su producto. En Torremelgarejo, muy cerca de Jerez, un pequeño cortijo entrado en decadente ruina por un hombre que todo se lo jugaba a una carta, fue el primer triunfo material que se llevó en su ya larga existencia. El esfuerzo, que sin tal acto nada llega con entereza al haber de uno, fue el motivo continuo que se impuso durante los años en los que el cortijo aún era débil y escaso de frutos. Gentes que lo tuvieron como verdadero comandante en otras batallas se unieron a él. Dedicación y soledad lo auparon a incrementar en 500 fanegas a las casi 1.000 que ya traía consigo el cortijo. He olvidado deciros que el nombre de tal cortijo pasó del antiguo “Galvez” al de “Soberano” que debía ser como se sentía Diego después de su compra.




Las viñas florecieron, los vinos brotaron y su carácter le abrió las puertas a la Universidad de Cargadores de Indias, primero como productor pero muy pronto como comerciante participando en el Tercio de frutos en todas las flotas que al otro hemisferio partían. En sus 53 años ya vividos mantuvo la soltería, pues por muchas damas que pretendieran semejante partido se había prometido hacer de sus padres su único pensamiento y tal cosa no era algo que recomenase compañera al lado. Agustín era el único con el que eran sus conversaciones reales por poder mantener confianza y franqueza donde podía parecer el loco ante el hombre cuerdo que lo escuchaba. Ahora había encontrado a gentes con las que la libertad de ser como uno era parecía todo un acicate.



La conversación transcurrió de la siguiente manera:



- Don Pedro y demás familia, que tal cosa me hacéis ver desde que os he conocido, se de vuestra situación temporal y seguramente a cada momento más precaria, pues la espera en casa ajena supone coste sin remedio. También por la experiencia que me traen mis años vividos pendiente de las flotas de su majestad se que tardarán aún meses y quiera Dios que no superen el año la partida de flota alguna hacia Tierra Firme o Las islas de Barlovento, que mucho hemos pasado en la maldita guerra fraticida que casi nos aniquila como pueblo y ha esquilmado lo que de riqueza mantenían nuestra fuerza en el mundo. Hace ya algunos años que la nueva dinastía ha insuflado nuevos aires a esta anquilosada sociedad y poco a poco las naves aumentan y nuestro poderío en la mar también. Por eso creo que no será un año lo que haya que esperar pero si serán varios meses. Y por tal razón, pero sobre todo por haber hecho lo que nadie hizo por mi y por mi tío Agustín os ofrezco como casa propia mi cortijo “Soberano” donde podréis esperar sin límite, pues gracias a Dios no sufro miseria en mi fortuna y sé que también podré ayudaros a lograr vuestros objetivos por arribar a las tierras del Rey al otro lado del océano.



- Pero Don Diego. Es vuestra oferta algo incalculable en su valor y por supuesto nunca podríamos corresponder a tal magnífica ofrenda


- Vos lo habéis definido con acierto, Don Pedro. Esto es una ofrenda por devolverme a mi padre cuando mi ánimo ya nada esperaba a estas alturas de mi vida en patente retirada. No os avergüence tal situación, que la vergüenza solo es propia de quien cree hacer hecho algo malo y aun en tal caso le honra el tenerla. No aceptaré una negativa. A vos María os quiero decir que conozco quienes nos ayudarán en embarcaros en cuanto mis amigos escribanos de la Casa de Contratación hagan de su oficio y buena letra los nombres de vos y vuestro hijos asiento en los legajos de la misma. Tened claro que si mi carga arriba a lugares tan lejanos como San Juan de Ulúa, Portobelo, La Habana o Cartagena, malo sería que vuestras almas no arribasen en mejor posición a los mismos lugares…


La sensación de plenitud inundaba la sala, pero María lo interrumpió.


- Don Diego, ayer hable con Agustín sobre esto precisamente y…

- Lo sé María. Agustín me lo ha contado, en este caso yo ya me había adelantado. Perdonadme esto que os digo, pero Agustín y yo nos conocemos; se por las veces en las que hemos hablado de nuestras penas y dolores comunes de sus deseos y no será el bueno de Agustín Delgado tripulante de ninguna flota que el mismo tal cosa os confirmará. Sus sueños de progresar son ya viejas estampas guardadas en el viejo armario donde cuida las casullas del cura que da misa en el monasterio los domingos. Agustín, con la venia de las hermanas que ya la obtuve que de previsor me enorgullezco, vendrá a vivir con nosotros y cuando marchéis, quedará conmigo al fin en el “Soberano”. Allí esperaremos a mi padre y su hermano al que enviaré a buscar por parte de varios hombres de mi entera confianza hasta La Pola de Lena en Asturias. Por vuestro rostro adivino que sospecháis de su muerte y vive dios que sería un nuevo golpe sobre nosotros ahora que tan cerca lo sentíamos, pero ya sea vivo para poder darle el calor que se merece o muerto para darle cristiana sepultura en nuestro cortijo, traerlo con nosotros es algo que nos hemos prometido mi tío Agustín y yo.


- Don Diego, me tenéis dispuesta para daros toda la información que necesitéis y si es necesario estoy dispuesta a acompañar a la partida de vuestro hombres que decidáis enviar.
-Gracias, María. Pero tal cosa no será necesaria.


Pasaron algunos momentos mas de verdadera unión en aquella reunión hasta que las luces del otoño fueron dando cuenta del día y tocó retirarse cada quien a su morada. Pasaron los “difuntos” y con la segunda semana de noviembre en ciernes iniciaron los preparativos para el traslado de personas, caballerías y mercancías hasta Torremelgarejo donde aún les quedarían muchos meses de espera hasta zarpar en la flota que comandaría el marqués de Grillo Don Carlos Grillo el 1º de diciembre de 1723.












Este primer legajo que aquí termina con la paz y el sosiego de lo que de mal comienzo a buen término arribó, será ahora breve el tiempo que me lleve guardarlo en su cofre donde esperan los otros dos, que ansioso me encuentro por releer y relatar a vuestras mercedes si ello les place leerlo tanto como a mi escribirlo.

Siempre a vuestro servicio.

Gijón, a 2 de octubre de MMIX