domingo, 11 de octubre de 2009

No habrá montaña mas alta... (26)

Dos hechos memorables para las vidas de sendos personajes de esta historia que paso a paso voy relatando a vuestras mercedes se sucedieron en los casi seis meses que transcurrieron hasta la partida de la flota de galeones de la que el Marqués de Grillo sería su comandante. La primera no tardo mucho en presentarse ante todos en el cortijo al que los vientos que de vez en cuando traían el océano les recordaba su contrato ineludible con tal masa de agua. Como no se les escapará a quienes esto leen no era esta sino el futuro incierto de Daniel Fueyo que pendía en las preocupaciones de Pedro León y Diego Delgado. Con la mentira piadosa que pactaron entre ambos ganaron el tiempo necesario para que Diego entrase a desarrollar su faceta que con mayor excelencia sabía realizar. Dos días después de la salida de la casa de Contratación se dirigió a la Capitanía general de la Real Armada que regía el departamento marítimo de Cádiz en Puerto Real donde esperaba encontrar lo que buscaba.

No estaba el edificio de capitanía en muy buen andar de caudales pues a la vista esto estaba en sus fachadas y pasillos algo deslucidos por una guerra que aún se percibía cercana. Su majestad, Don Felipe el quinto, ya había dado alas a las velas de tal institución con la decisión de ordenar y disponer de mando en plaza del intendente don José Patiño, que desde hacía 3 años disfrutaba de tal cargo y sin pausa llevó a las más altas cotas a la Real Armada desde sus incios que después continuaron hombres de la talla del Marqués de la Ensenada. Fue tal proyecto algo que hizo ver lo que nadie nunca se hubiera imaginado, la alianza entre cuatro potencias de perpetuo antagónicas que de alguna forma aplacaron tal empuje hispano, aunque de forma momentánea.


La necesidad sea la de quien sea, noble o villano, rey o corsario, hacen que a quien este deba su desaparición se le allane el camino cuando en otro momento sea su estado de parecida disposición. Este era el elemento con el que jugaba Diego Delgado, las estrecheces en la Real Armada habían sido de gran calibre, valga el antagonismo de la expresión. Aún y en aquellos momentos las necesidades de lona, jarcia, aparejo, pólvora, caudales con que pagar a calafates, carpinteros, herreros y cualquier oficio que se haga forzoso para hacer navío a la mar eran inmensas y la corona en muchas ocasiones no era capaz de hacer efectivos tales suministros. Ahí entraba, como digo, gentes como Diego que ayudaban con caudales o facilitaban los materiales para que en determinada nave tales pertrechos estuviesen en el lugar oportuno. Por suerte, pero también por desgracia fue esto algo que perduró tiempo más avante de la época en la que este relato transcurre y no sería algo por lo que sentirse ofendido, si no fuera porque mucho de aquél mal pudo haberse evitado con la sola actuación de manera mínimante leal a su misma corona de algún monarca de infausto nombre, personaje que mas miró por su pellejo atiborrado de si mismo que por el de su reino famélico de manera progresiva. Algo por lo que todo acabó estallandode la peor forma casi un siglo después del año en el que nos encontramos con nuestros personajes.

Pero volvamos a nuestra historia donde Diego Delgado sólo tuvo que traer al recuerdo sus otrora en verdad desinteresadas acciones a dos de los escribanos de capitanía que bien conocía para que las puertas de esta se abrieran. Así le presentaron a uno de los comandantes afincados a las labores de pura administración marítima, hombre este mayor ya olvidado de mares y horizontes en continuo movimiento que le dirigió a la persona que daría solución a su problema sin sentirlo como tal carga en su haber, pues también este hombre andaba buscando quien portara la representación de su honor.
Sin dar al tiempo la razón de su ser, Diego Delgado se plantó en la posada donde se alojaba tal hombre de nombre Miguel Grifol, de casta hidalgo natural de la villa de Reus. Teniente de fragata de la Real Armada recién ascendido y sin el debido porte aparente, pues carecía de criado por haber dejado este mundo su anterior muchacho de unas tercianas traidoras y sin remedio, que en pena máxima cualquier dolor se convuerte cuando es la piel de un hombre sin recursos o de los que su señor dispone son ya escasos incluso para si mismo. Con decisión Diego se presentó ante el teniente. Sabiendo el orgulloso carácter de quien se cree noble y además pretende mandar algún día navío del rey, se hizo Diego avisar con la suficiente antelación para que el joven teniente de fragata se acicalase y presentase sus mejores galas cuando él se presentase.
- ¿Don Miguel Grifol?

- Yo soy, ¿quién pregunta por mí?
- Diego Delgado, mercader y desinteresado protector de nuestra Real Armada que buenos vientos reciba de los dioses de la mar y el viento.
- Pasad entonces. Acomodaos mientras me decís el propósito de vuestra visita .

Diego le puso al corriente sobre el interés por alistar a Daniel Fueyo como criado del teniente a bordo del navío Nuestra Señora de la Asunción durante el viaje desde Cádiz a San Juan de Úlua en Tierra Firme. La intención era que allí lo liberase de sus obligaciones con él; para ello una bolsa repleta de escudos reales junto a la dirección de la sastrería mas afamada de Cádiz con todos los gastos por cuenta de Diego fueron el argumento final que añadido a la carta del comandante con el que Diego trató en parecidos términos. Todo unido hizo de aquél trato un sello inborrable que se doblaría en su cuantía tras el tornaviaje de la flota. Un apretón de manos selló el trato.

- No lo olvidéis Don Diego. Decid a vuestro protegido que una semana antes de mi llamada para embarcar seré yo quién lo haré llamar y pasará entonces a ser mi criado y por tanto mi protegido hasta nuestra recalada en la Villa Rica de la Vera Cruz. No habéis de preocuparos que bien dotados me dejáis de caudales y por vuestro interés bien protegido también lo haréis con mi futuro criado. Mostradle y enseñadle maneras y formas de buen comportamiento, que de los golpes de mar y la vida a bordo serán los días y las noches sobre cubierta las que le muestren los modos de proceder ante cada cual. ¡Vaya con Dios!




Tras la exitosa gestión que Diego Delgado alcanzó con el embarque de Daniel como criado de aquél teniente, partió a buen trote hacía el “Soberano”. Primero habría de poner a Pedro al corriente y tras esto cantar la buena nueva a todos los que con él compartían su cortijo y tenían ya su embarque asegurado sin todavía fecha de salida. Pero, como dije mas arriba, dos hechos memorables se sucedieron en el “Soberano” y he de relatarles este que me resta antes de que las anclas de las naves comenzaran a virar dando permiso para zarpar…

4 comentarios:

Anónimo dijo...

VOY A HACERTE CONFESAR ¿TÚ NO DUERMES, VERDAD? ESCRIBES TODO EL TIEMPO, A QUÉ SI?

JoseVi dijo...

Por un lado decir... que agradezco la visita en mi blog tras tanto tiempo :) También que practico 3 deportes, que quiero y tengo una amplia vida social. Hoy por hoy, feliz de mi trabajo nuevo siiiiiiiiiiiiiiii. He llegado a asustarme pero ya estoy mejor :D Una mente mas tranquila y algun resbalon con alguna chica jajajaja. Pero sigo mirando al frente, la encontrare :)

Yo le dedico a vuesa merced, lo que siento cuando mis fuerzas decaen en karate, en aikido, cuando no me quedan fuerzas para levantar mi ropera, pesa el hombro y es cierto. He subido un poco en la esgrima los últimos meses. Aun me queda mucho camino, pero ya cultivo la rapidez y nervio que me caracteriza. Atento a mi maestro y constacia, costancia. Permitame que le entregue, unas humildes lineas...

Olio mi presencia, viniendo a mí, pude hablar con ella. Le entregue palabras, que soy hijo de la luna, que la lluvia es mi hermana y que las estrellas inspiran mis versos, busco en mi caminar respuestas y ella apareció en mi camino, como aparecerían los rayos en esta tormenta. Desgarrada realidad, no pude entregarle el beso que necesitaba, era nube, yo lloré por ella. No pudiendo abrazarla, no pudiendo tocar a quien es etéreo, no pudiendo dar calor, a quien ya yace en la muerte. Nacieron sonrisas, de sus demacrados labios, al florecer en ella mis palabras, como nadie le hizo sonreír en siglos. Bendecí al destino aquel momento, en que me permitió sentir su tacto, si es que no fue fruto de mi imaginación. Note su cuerpo pegado al mío, invitándome hasta su casa. Caminando junto a ella, me aventuraba entre matojos, hasta la casa de las rosas, de las rosas secas de su vida.

Un fuerte abrazo, hasta pronto

JoseVi dijo...

Un trozo mas XD:

Me miraba a los ojos, al tiempo, que lágrimas en forma de espíritu, transparentes, caían al suelo. Eran pétalos, de joven flor desojada. Caían al suelo, dibujando una niebla, que poco a poco cubría el salón, hasta llegar el punto en que nada podía ver. Dulce lienzo, que para mí era un paisaje, para ver, triste obra de teatro. Un hombre vi junto a ella, paseando junto al río, llovía, como incesante es la tormenta que lanza gotas como flechas, atravesando la tierra, arrancando parte de ella. Con la suave traición, de agarrar su cuello. Traición, ella solo conoció amor por él, clavó sus manos para atrapar su cabeza bajo en agua. Si dura es la tristeza de perder la vida, más dura es la traición, esperando vida eterna junto a quien, quiere sembrar tu propia muerte. Su rostro joven, luchó por su vida, como luchan los arboles por llegar a la luz, como los salmones por subir los ríos, como la fuerza de las aguas, por morir en la mar. Tiempo que cae un suspiro congelado, se apago la luz de su vida y el delicado humo, evaporó su alma.

Hasta pronto

Anónimo dijo...

Vaya relato...