viernes, 29 de abril de 2011

No habrá montaña mas alta... (102)


...Los siguientes días transcurrieron entre desembarcos de armamento, pólvora con que  alimentar sus bocas metálicas, el resto de los regimientos, pertrechos  de mil tipos que sin parecer útiles en aquellos momentos de euforia estaba claro que serían necesarios ante cualquier eventualidad que  tuvieran los  siervos del turco a bien  concederles. La “Minerva”, junto con otras unidades navales mantuvieron la vigilancia de los cuadrantes    que precedían a las costas de  Orán, no eran los moros hombres de flotas y escuadras sino de maniobras de  cortos y rápidos efectos navales que en un descuido podrían dar un golpe de efecto que, sin dañar la conquista, si podrían hacer el daño suficiente   en esta como para al menos resarcir sus ansias de revancha.

Entre el botín naval que nuestras armas se hicieron destacaron una galeota y cinco bergantines corsarios a los que se  decidió desde la  escuadra el tripular y alistar para reforzar la situación de nuestra Real Armada contra el turco vestido de moro. Al fin fueron desembarcadas todas las armas y caballerías que aun faltaban dejando los navíos  como verdaderos espacios muertos a los que había que devolver  sus mamparos y estancias con la labor ardua de carpinteros, calafates y los demás oficios que encantados de verse libres de tanta dotación volvían a sentir sus naves guerreras como tales y no como los cientos de transporte que esperaban escolta  de tornaviaje a España.

Se convocó consejo  en la nave almiranta al alba del  15 de julio. Don Francisco Cornejo junto a su segundo en la escuadra recibieron con alegre agasajo a los comandantes de los navíos, fragatas y corbetas de la enorme escuadra allí fondeada además de a Don  Jose Carrillo de Albornoz, Conde Montemar como Jefe del  Ejército hasta ese momento. La  reunión tenía el objeto de organizar  la retirada de la enorme escuadra de transporte con parte de aquél ejército y  las unidades que habrían de quedar custodiando las aguas ahora de  dominio hispano.

-          Caballeros. Tras la victoria  no hemos de dormir a nuestros soldados ni dejar que la broma se coma los fondos de nuestras naves. Por ello  y tras  estudiar por parte del  Conde Montemar la mejor manera de reembarcar parte de las tropas   nos haremos a la mar con destino al puerto de Alicante. Escoltaremos las 120 naves de transporte y  dejaremos  para la defensa de las costas hasta nueva orden a la fragata “Minerva” al mando del Teniente Don Daniel Fueyo,    las dos galeras mayores y pertrecharemos  dos de las corbetas berberiscas  mayores para patrullar  junto a  las otras naves.  Para ello  habremos de tripular estas dos presas con   marinería y oficiales de la flota. Don Blas, que a todos les tiene  en su  afilada vista me ha propuesto como comandante de una de las presas  al teniente de Fragata Don Segisfredo Cefontes de la “Minerva” y al  comandante de la galera “Guadalupe” Don Alonso Hierro. Por ello les felicito a estos hombres por sus nuevos mandos  provisionales a los que conmino a  hacerse con la dotación necesaria antes de dos jornadas, pues  el tiempo no perdona y nuestro Rey nos demanda para nuevos servicios lejos de estas desagradecidas costas. Nada más queda por decir. ¡Pueden ir a sus naves!

Daniel con la emoción de comunicar la noticia a su amigo, aunque lo perdiera  como miembro de tripulación casi  trataba de saltar sobre los mandos de los navíos que delante de su persona iban a paso cadencioso saliendo de la cámara del  comandante de la escuadra. En eso la voz de don Blas  lo detuvo como un resorte.

-          ¡Teniente Fueyo! No se vaya, tengo que hablar con usted.

Daniel Fueyo como un resorte se cuadró ante su  comandante, pues así lo fue sintiendo desde que lo  alistó con él en Cádiz hacía ya casi medio año.

-          ¡A las ordenes de usía, mi comandante!

El jefe de la escuadra los dejó  solos en  la cámara mientras el  quedó departiendo con el Conde de Montemar sobre su relevo mientras  paseaban por la cubierta del  navío “Santiago”.

-          Pierde un buen apoyo en vuestra fragata con la marcha de  vuestro oficial, pero sé que sois hombre de recursos. Me reitero en el que no os entristezca perder al teniente Cefontes pues podréis enarbolar gallardete  por estar en comisión  de Su Majestad hasta que ser relevado de esta en el  momento que se estime oportuno.

El rostro de Daniel no entendía aquella última frase, pues él no estaba facultado para enarbolar gallardete en su  fragata, Lezo sonrió con una mueca  mezcla de  superioridad  y paternal  sentimiento.



-          Teniente de Navío Fueyo. De forma aún provisional, pero con el acuerdo de nuestro jefe de Escuadra y a la espera de su real confirmación sois ya Capitán de fragata con lo que ese gallardete lo quiero ver en  el tope de la mesana en cuanto se de la salva de partida hacia Alicante con el grueso de la escuadra. Y decid a vuestro amigo que seguirá siendo teniente, mas pasaremos su escala a la de navío por la de fragata que actualmente ostenta.

Volvía la emoción de nuevo embargando miedos  e inseguridades, lo mejor siempre está por venir y  así seguía pareciendo aquel  6 de julio de 1732. Con un apretón de manos  tras un abrazo fraternal el orgulloso capitán Fueyo con las órdenes de su comisión bajo el brazo embarcaba en su esquife hacia la "Minerva" que nunca hasta ese momento le había parecido tan bella gacela de los mares  al brillo de ese berberisco sol  inolvidable  ya para él…

martes, 26 de abril de 2011

Un capricho por un beso


Imaginando ser un as de tus cielos,
haciendo picados sobre la grandeza
de la música  entre notas discordantes,
de miradas estresantes bajadas de los infiernos,
todos elevados por la propia envidia  de Ulises
sin sirenas por habérselas robado algún corsario
a golpe de mirada en combate sin tregua ni celada.

Genio y figura  forjadora entera de tu hermosura
por  valiente, por decidida sin mediar locura,
la de quien venera a la fortuna, sorprendente, retadora,
ignorante de los desiertos y guaridas como delirios
donde Ali Baba se fugó con Simbad   entre abrazos sin importarle lo demás.



Dónde estas reina de esta soledad
repleta de fortuna plagada de vientos libertos
tras cadenas como maromas  dibujadas sin realidad.
Amor de tu ideal falsario por risueño entre espíritus pequeños
que se venden tan reales como  inundaciones
atorando sin tacha los imbornales como veredas patentes
de los inescrutables senderos por los que se otean
libertades y libertos  mientras vomitas tus miedos sin muertes.

Felicidades en felices  embates por inesperadas  andanadas
mientras  más bravo que Ulises al fin  te desatas
entre  espasmos y elixires que  aturdiendo tu mente
dejan desiertos los pensamientos sin rastro de amor
cazando los amores que piensan como tu razón sin dueño,
amura de babor, amura de estribor, ¿importa el bandazo sin despertar?
Tiempos que se ahogan por  saberse pasados, muertos, vencidos
por los que no se conocen ocultos en el saco de tu princesa Soledad
a la que  miras sin miedo  como propio espejo ante Medusa y sus escamas de Dragón.

Capricho real escrito de  pura sangre inmortal
que a nadie importa si no sabe lo que significa amar
entre secretos vendidos al  primer beso que  tu ofertes dar.




lunes, 4 de abril de 2011

Caminante...


Caminas porque vives, aunque a veces no sepas cuál es la dirección que llevan tus pasos. Mientras, como autómata guiado por algún motivo inexplicable en el que enfundar tus “porqués” dejas tu conciencia dormitar  para encarar el próximo cabo, esquina, o muro a saltar. La soledad te invade como enemigo, vestido de  plañidera  que llora contigo su compañía mientras te aflige al mismo tiempo que tus pasos mantienen su  cadencioso  palpitar sobre un suelo cansado de  sentir el mismo  ritmo en millones de pares  más.


Caminas sobre senderos oscuros a los que solo  iluminan los rayos de la furia desbordada tras  oleadas de tiempos  cerrados en la calma oscura de la contención. Esos fogonazos  permiten   avanzar, aunque confundido por la luz sin medida podrías rebasar la linde de tu camino  y  encarar lo tenebroso en el puro error de caer sobre vaguadas donde el barro te frene, te hunda y suponga quedar  donde nunca hubieras podido imaginar. Pero mirando al cielo donde nadie alcanza, las estrellas  mantienen su referencia sobre el ancho mar de la  duda por el camino a tomar. Olvida los fogonazos, la tempestad y gana el camino en el cadencioso paso alternándolo por su elevada observación.

Caminas mientras el cielo ahora azul te hace temblar.  Su fuerza,  barnizada por un buen nordeste  del continente te lleva a su trenzado en oro con el azul de la mar, que aún fría de un invierno  ya derrotado pero cargado de mil fantasmas en franca retirada se pretende  consorte de tu cielo al que miras mientras caminas hacia donde nunca te dijo que hicieras la gente. Buscas sin saber lo que deseas encontrar,  aunque tu corazón vestido de vieja caldera de vapor  decimonónico, traidor a los ojos de Espronceda, escupa el  vapor a  la primera expansión como alma en pena por  perseguir la gloria de un corazón hermano al que  parece imposible avistar.

¿Rezas? Tantas veces lo has hecho  sin encontrar nada tras la última oración. Cada curva, cada recodo  del camino en el que esperabas recibir el premio a la debida fe, tan solo veías tu propia  desazón mientras callabas   cuando al mismo tiempo la razón iba poco a poco  ganando  el terreno al derrotado corazón. En pocas leguas  la denostada resignación acabaría por invadirte a caballo de la comodidad y  ya solo sería el ruido de tus pasos el que te demostrara que el camino existe  aunque solo  se mostrase como polvo, sudor y  hierro, cual destierro milenario por el que vagar.

Pero  como a Don Rodrigo que vagó y caminó entre destierro y bregas frente a quien se plantara frente a sus mesnadas,  descabalgaste a la resignación de su  montura  mientras   las olas de una mar cuasi olvidada entre  silencios y falsas sonrisas te ofrecieron de nuevo espada,  deseos y razones para  vencer lo que parecía  seguro triunfador. Volviste a caminar de verdad, sin meta  pues  no  hay tal como  objeto escrito y solo  se te presentará en cada paso que des. Ausente de  los que empeñan vidas y obras,   cargados de   manuales, libros y reglas por la que regir lo  que el propio corazón debería mostrarles sin opción, caminas y ganas   tramo a tramo, golpe a golpe  el espacio que cada día  mereces por el puro esfuerzo sin miedo a encapillar golpes de viento y ola que  no serán capaces ya de hacerte zozobrar.

Como decía el poeta caminas sin saber dónde está el camino porque es  el propio caminar el que te demostrará el camino que ya no volverás a pisar. Camina como navegas,  solo hay mar por avante mientras lo que queda  al espejo de tu popa nada vale ya pues es la estela que pronto se habrá de borrar.


 Tú lo sabes,

no hay camino, se hace camino al andar…