jueves, 28 de febrero de 2008

A Veces,


Mares de sal y duro temporal,
mares enormes como océanos,
mares desventurados y grises,
mares sin filo que recortar,
mares como viejas miradas de amistad
mares de antaño como brea de barco.

A veces,
mares son todos esos lugares que retumban
en inmensas llanuras secas de miradas,
en minúsculos arroyuelos del deshielo
eterno de las nieves del dolor humano.
Dolor sonoro de la propia yerba que se mece
al viento que grita el nombre de los culpables
esos que dañan sin sentido, sin partido.

A veces,
ese dolor se hace charco cuando la mar se crece
cuando la mar se olvida de su ser proceloso
y sin más, como el verdadero ser majestuoso
recupera su verdadera apariencia, su Querencia
y vuelve como la razón de nuestra existencia.


Su propia libertad reflejada en nuestra mirada.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Estimado Censor

Estimado Censor :
Aún perdura en mis neuronas los restos de una tarde / noche diferente a las que acostumbro a disfrutar en este lento pero continuo devenir. Después de la cena, casi sin pensar y como si fuera a ver la final de Copa del Rey de fútbol o una buena película de acción, acomodé la osamenta gastada durante el ya moribundo día en el sofá para ver el “gran debate”. Todas las cadenas lo emitían y las que no lo hacían, tenían preparado el previsible debate posterior entre periodistas y comentaristas de la actualidad, para saber quién lo había ganado, cosa que no entiendo; la realidad reside en que cada uno se va a la cama con su regusto a victoria o derrota, o con el disgusto de saber que “la vida sigue igual”.

Me recordaba a la Nochebuena, cuando estás preparando la cena en familia y aparece en todas las cadenas la imagen del Rey dando su discurso anual, por supuesto con la maldición cumplida de que 24 horas después, todos esos periodistas y comentaristas analizarán cada una de las palabras y gestos de un humano vestido de gala en Navidad. Esta vez eran dos candidatos que, con sus mejores galas, se presentaban para actuar en una contienda por detentar el poder de nuestra España durante los próximos cuatro años.
Me defraudó el escenario, frío y distante, presidido por un periodista que hacía de árbitro, juez y fiel de la balanza de los tiempos de cada gladiador. Una vez sentados y de perfil parecían dos muñecos como los novios de la Barbie aunque sus perfiles no eran muy fornidos. Quién fuera en ese momento una pequeña parte del músculo de sus corazones, poder sentir el pálpito desde el mismo centro de la acción. Volviendo al escenario, creo que le faltaban los tambores y los pífanos, las picas abriendo paso a los campeones, algunos arcabuces para dar las salvas de la victoria, no se, faltaba algo que de verdad diera sensación de combate entre dos verdaderos líderes. Sin embargo percibí que aquello estaba inundado de normas, reglas, límites en cierta manera estúpidos, que anulaban la vitalidad de un verdadero debate. Los planos pactados, los silencios, las interrupciones prohibidas. ¿Miedo quizá? Seguro que el miedo a ver la verdadera cara del otro, a que el otro descubra los ticks asustadizos del uno, miedo a que descubran sus caras reales frente a frente y no la falsa y segura que enseñan delante de sus respectivas masas entre oleadas de aplausos y vítores.
A pesar de tanto control por parte de sus respectivos servicios de propaganda, (¡que palabra tan horrible), hubo momentos de disfrute, de vez en cuando pude esbozar una media sonrisa al ver al contendiente de turno sin sus acólitos “batir a solas el cobre” de sus argumentos, interpelando al oponente e incluso durante un instante todo un presidente interrumpiendo a su enemigo. No duró mucho, mas tarde acabé quedando con un regusto a fracaso de forma completa; en cuanto me acosté, al encender el radio reloj, por el altavoz de este reloj solo salían improperios en sentidos opuestos por parte de los comentaristas de turno, olvidadizos endémicos de su labor de tal, convertidos en hinchas de su líder más simpático o que mejor paga, que hay de todo.
Realmente entiendo por qué el futbol es tan universal; a las personas nos encanta ser partícipes de una tribu, idea o, en este caso, partido político. Los del campo contrario lo hacen siempre mal, si les pitan una falta injusta peor para ellos y mejor para nosotros. Ayer, las radios y las televisiones por la noche convirtieron los programas de deportes en programas políticos, pero parecía que habían cambiado solamente el encabezado, lo demás fluía por el mismo canal, la confrontación por vencer al contrario sin plantearse que todos vivimos en el mismo campo.
La semana que viene hay otro de las mismas características, los mismos oponentes, con cambios de aderezo en el árbitro, en la mesa y en el local. Mas de lo mismo. Yo lo veré pero solo porque no pierdo la esperanza de oir alguna vez “vamos juntos adelante”, “ el progreso no es patrimonio de nadie”, “la democracia es algo más que un voto”, y que además de oírlo, crea al que lo pronuncia.
Me despido de usted,





El Observador.

martes, 26 de febrero de 2008

Jirones de Almas



I
Pequeños jirones de almas que esperando están
entre ardientes temblores por lo que aquél les dirá,
con sus ojos pequeños y ahítos en la codicia del mal
que los taladran, los aturden y los aprietan sin ver su final.
Jirones son, pobres almas de polluelos disfrazados de rapaz,
ocultos entre plumas sin piel con falta del verdadero alquitrán,
que alguien, que algo, que el tiempo deberá vomitar
para así poder hacer ver a su vulgo mental la propia verdad.

II
Esta locura de atar, como un dulce de sal, sin mirada fatal
es la que me hace ver lo que es lluvia como mar,
lo que es mar como estrellas en un nervioso titilar.

III
Gozosa locura es la que nos lleva la ilusión sobre ese mal
que sale de la rutina y su mecánico andar
sobre las ramas muertas de un seco invierno
y una primavera sin flor que olfatear.




Bendita ilusión inundando de vida mi pequeña alma,
bendita espera dándome vida mientras el aire me falta
por no lograr fundir reloj y mente, tempo con tiempo.
Bendito todo lo que prometa volver a sentir la flor
frente al otro, que sin saber acariciarla decide robarla
iluso mortal que su mal le confunda por no saber amarla.

sábado, 23 de febrero de 2008

El Eclipse y su Mirada (y fin)

... Eterna, la sorprendida Luna esperaba escuchar las palabras de aquel extraño caballero de digna estampa. Mientras, la tierra sobre la que nosotros estábamos iba cubriéndola con aquel oscuro manto que, por una vez en el eterno rotar y orbitar de aquella perla del espacio, se negaba completar su designio. Quería alumbrar a ese hombre y escuchar lo que intuía iba a ser importante aquel año 1008 de nuestra era. Con esfuerzo, muy lentamente, el reflejo de aquella luz solar muerta en reflejo lunar se concentró sobre Don Fadrique. Aquel efecto sobrenatural nos sobrecogió a todos, me incluyo también porque cuesta creerlo cuando cosas así te las cuentan sin poder vivirlas, (¡maldita cámara web de fabricación china!). Don Fadrique, como una estatua comenzó a hablar; la espada en horizontal apuntando al pueblo atemorizado por aquella visión fantasmal, que el blanco pálido de la luz hacía que su señor pareciera venido del mismo cielo... o infierno.

- Mirad el filo de mi espada, mellado de batallas libradas en el confín cristiano del sur. Contemplad este filo aún manchado de la sangre de infieles que osaron hollar nuestros santos lugares con su sacrílega religión. No hace ni dos siglos que intentaron matar a nuestros hijo en sus bárbaras razzias contra nos, dignos astures herederos de la Hispania visigoda. Qué significa todo esto diréis, ignorantes labradores...

Don Fadrique hablaba con un timbre de voz diferente, hablaba él, pero algo también hablaba por él. No se a donde quería llegar y estoy seguro que ni la mitad de los que lo escuchaban temerosos entendían nada de aquello. Lo que me sorprendió es aquella Luna que ya hacía mas de media hora desde que su superficie no disminuía frente a nuestro planeta. Don Fadrique seguía con su discurso,

-...Todo tiene un porqué, nuestro Señor nos puso aquí para crecer, para mutiplicarnos, echar raíces y formar una verdadera armonía en la que Él nos guiase hasta el juicio final. Y vosotros creéis, igual que ese fantoche de clérigo mal parido por desconocida rabiza nacida en el mismo infierno, que son los infieles los que traen el mal. Pues eso no es así de simple y llano. Ellos siguen su religión, ellos son poderosos, pero no es gracias a su Dios. Su poder radica en su respeto a los demás y sus ideas, en la lealtad y el duro trabajo por lograr lo mejor para su rey, para sus familias, para su sociedad. No viven temerosos del vecino que denuncie a su hermano por herejía. No dan óbolos al arcipreste para su perdón en la otra vida mientras este disfruta de los pecados que no os permite en esta...

Según estaba escuchando aquello terminé de convencerme que aquello era algo que no estaba diciendo Don Fadrique. Algún trance, algo estaba ocurriendo que se me escapaba. La verdad es que los musulmanes de esa época si que eran todo un ejemplo para ese fanatismo cristiano europeo del momento, justo lo contrario de lo que yo veo y vivo 1000 años después. En fin, no se en que deparará todo esto.

- ...ya está bien de tanta dominación absurda, nobles y clérigos, reyes y condes. Es la hora de que el respeto impere entre nosotros, de que demos cuanto podamos por nuestras familias, nuestro hogares y respetemos a nuestro Señor allá en los cielos, pero que nos respete Él aquí en la tierra. Y si algo tengo claro es que la tolerancia ha de ser para los tolerantes, ¡fanatismo e intolerancia para los intolerantes!

Un silencio continuó a su grito con la espada ahora apuntando al cielo. Primero fue uno que simulo un vítor, después dos mas, hasta que el grito unánime se extendió por toda la colina. Los labradores se abrazaban, palmeaban a los soldados. Yo miraba a Don Fadrique y este, por toda seña me lanzó un guiño. De pronto la mirada de la luna dejó de alumbrar a Don Fadrique y su columna cónica de palido marfil se posó en el cuerpo del clérigo que se estaba recuperando del porrazo siempre flanqueado por dos soldados. Giró y apuntó con su espada a aquel miserable barnizado por la falsa religión, en ese momento gritó Don Fadrique

- ¡Pueblo! ¡Ese es uno de vuestros intolerantes! ¡A qué esperáis!
Fue decir eso y todos presa de un delirio de sangre y violencia cebaron en él clérigo año y años de miedos, separaciones, asesinatos por la santa religión. Me acerqué atemorizado a Don Fadrique, pero no me dejó hablar, solo me dijo “ algún día vendrás por aquí y te darás cuentas que nada hay fuera, que todo reside en la fe del hombre”, acabó de decirme esto y me golpeó con la empuñadura de su espada dejándome sin sentido.

Desperté dormido, tumbado en lo profundo de mi sofá con el portátil en modo de "ahorro de energía". Moví el ratón y estaba encendido con la página de Armida Leticia en la pantalla, el eclipse hacía horas que ya había pasado. Días después quise acercarme a las ruinas recientemente encontradas de la fortaleza de Gauzón. Encontré un paisaje cubierto de plásticos, debajo estaban las ruinas de aquel castillo en el que había estado. Dos estudiantes de arqueología de la Universidad de Oviedo estaban trabajando sobre el campo. Oscurecía, así que comencé a caminar hacia el andén para coger el primer tren a Gijón. Mientras regresaba pensativo en el vagón me quedé mirando el monitor de noticias que entretenía a los viajeros durante el trayecto, aparecía la imagen de un político en campaña electoral arengando a sus masas enfervorecidas, insultaban al contrario y parecían capaces de hacer lo que fuera por su líder.

Justo al terminar la conexión pude leer un cartel que decía “motivos para creer”, pensé en las últimas palabras de Don Fadrique y con 1000 años de razones rompí a llorar.


viernes, 22 de febrero de 2008

El Eclipse y su Mirada (3)

... Alcanzamos las primeras rampas de la colina, subíamos escoltados por una guardia de diez soldados armados como para un ataque en toda regla a alguna una aldea reacia a efectuar el pago de sus diezmos y a ajusticiar algunos mansos reacios a entregar el cereal que exigía su señor. La colina estaba poblada por robles y castaños desnudos por la estación, entre el ramaje esquelético podía distinguirse una enorme hoguera en lo alto de la suave loma. Parecía estar viviendo una película de esas oscuras medievales, con piras de herejes chamuscados, voces lastimeras frente a la sempiterna muerte riendo y rondando los caminos. No era una película, era la realidad, este eclipse estaba empezando a no gustarme nada, sobre todo porque no sabía exactamente como volver a mi tiempo, donde al menos tengo claro los peligros y ya estoy acostumbrado a combatirlos si no es posible evitarlos.

Llegamos a la loma mientras aquella Luna ,redonda como un medallón inmaculado, presidía todo el ceremonial, sin saber ella misma que era la invitada principal. La muchedumbre venida de toda la comarca nos abrió paso hasta la zona mas cercana al tosco estrado que los viejos carpinteros del lugar estaban acabando de manera algo chapucera y muy apresurada. El clérigo no paraba de increpar y ordenar a diestro y siniestro con una ansiedad nunca vista. A la derecha de aquel estrado había mandado colocar sobre una roca preeminente la imagen del Cristo crucificado traída desde la misma iglesia de Gauzón. La imagen era un esperpento, si no fuera que por menos de una sonrisa en esos tiempos se quemaba a cualquiera me estaria riendo a carcajada. Descabalgamos de nuestras monturas, el paje de Don Fadrique se llevó los caballos y quedamos todos, hidalgos y siervos, frente a la mirada hirviente del fanático clérigo.

- ¡Arrodillaos, temerosos de Dios!¡Arrodillaos y orad como si fuera el fin de vuestra miserable existencia!¡Nada queda ya mas que la misericordia divina, que sea nuestro Señor el que se apiade de nuestras negras almas!...
Mientras continuaba su arenga ante el mutismo de toda aquella multitud me permití observar todo mi alrededor. Desde Don Fadrique hasta el paje, todo el mundo bisbiseaba alguna oración en castellano antiguo o latín deformado, que no sabría que era realmente. La Luna, blanca como un circo tapado por nieves perpetuas, comenzaba a perder su perfecta continuidad adquiriendo una incipiente concavidad por uno de sus lados. Un color anaranjado oscuro rodeaba aquella curva inversa.
- ¡Ya está aquí! ¡El anticristo! ¡Miserables pecadores, habéis pecado mortalmente, habéis ofendido a nuestro Dios! ¡Esta es su señal, el fin esta cerca!
Aquel loco continuaba asustando de tal forma que algunas mujeres se desmayaron allí mismo, otros echaron a correr empujados por un pánico que quería adelantarse a ellos mismos en una loca huida. Miré a Don Fadrique, que me devolvió una mirada de incipiente incredulidad mientras pasaba el tiempo y la Luna comenzaba a empequeñecer por nuestra propia sombra planetaria. Ya no pude más.
- Don Fadrique, quizá crea que soy un hereje, pero he leído en algunos libros que sólo es un efecto natural y que como viene se irá. Es sólo el encaje entre los movimientos del Sol y la Luna* sobre nuestro planeta lo que hace que nos encontremos entre ellos durante un momento, eso hace que se perciba tal cosa. Créame, ese hombre va a hacer enloquecer a todo el pueblo.

Don Fadrique sólo necesitaba oir eso, era lo que estaba esperando y le importaba poco el argumento.
- Mire, Don Rodrigo, no entiendo nada de lo que me dice, pero mi corazón tiene clara una cosa, ese hombre es el puro diablo y como tal lo trataré.
A un gesto suyo ocurrió algo que parecía premeditado, sus hombres de forma sigilosa fueron adoptando posiciones en todo el contorno de los sumisos siervos, mientras dos de sus hombres de confianza se apostaron detrás del estrado. La luna ya tenía más de la mitad de su cuerpo manchado de negro con un arco anaranjado, cuando una voz hizo el silencio,
- ¡Ya basta, clérigo!
Las cabezas de todos aquellos sumisos corderos bípedos levantaron sus ojos hacia el Señor Don Fadrique, donde la peculiar luz de la luna herida en aquella noche sin nubes se reflejaba en la cruz de su espada. El clérigo, petrificado por lo inesperado de la orden, justo cuando iba a alcanzar el climax en su arenga destructora, no se dio cuenta de aquellos dos hombres que, en una rápida maniobra ensayada, lo noquearon con una buena porra. Con el energúmeno inconsciente, no sólo mental sino física gracias al golpe, y a buen recaudo tras el estrado, Don Fadrique desenvainó su espada apuntando con ella hacia todos los espantados espectadores.

La luna abandono su letargo relajante que cada eclipse le producía y buscó con su mirada de donde llegaba aquel alboroto que estaba alterando su ceremonia periódica y ancestral. Estaba empezando a interesarse por lo que ahí estaba ocurriendo, aquella mancha negra creciente sobre su torso irregular comenzó a molestarla. Al fin localizó a aquel pequeño grupo y les miró concentrándose en un humano vestido con armadura.
- ¡Pueblo de Gauzón! ¡Ya está bien de supercherías, de cantos fatales!
En ese momento la luz de la mirada lunar se concentró en él; quien no se desmayó, se lanzó de rodillas en el húmedo suelo mientras Don Fadrique hablaba y la Luna escuchaba…

jueves, 21 de febrero de 2008

El Eclipse y su Mirada (2)

... El clérigo la verdad es, que muy valiente y aterrador con los campesinos parecía, pero no deja de mirar bajo hacia la empuñadura de la espada mientras Don Fadrique lo está poniendo “curioso”.
- ¡ Todos mis siervos a sus labores!¡Ya basta de profecías absurdas! ¡A quien vea cuchicheando le mandaré mis perros para que no deje ni las malditas lenguas que algún día tendré que cortaros!¡Fuera!


La verdad es que mucha debe de ser la ignorancia y el miedo que de ella se alimenta para que un solo hombre pueda tratar de esta manera a otros seres humanos...


... Perdón, perdón parece que de un golpe con varias ramas mientras cabalgaba con Don Fadrique hacía el castillo ha debido averiar la cámara. Bueno, os contaré lo que ha ido pasando en sucesivas misivas si no os parece mal. Ya son mas de las ocho de la noche y estamos expectantes por lo que vaya a suceder. Pero antes os relataré lo más fielmente posible lo que ha ocurrido entre la bronca tan cruel de antes y ahora que estamos a punto de subir a la colina de las Tres Gracias. No esta muy lejos de aquí y el clérigo ha convocado a toda la gente de la comarca.

Don Fadrique no soltó una palabra más en un largo periodo de tiempo, supongo que aquel hombre inculto, pero dotado del poder que le daba calzar la vestimenta de la Iglesia por muy raída que fuera, le exasperaba. Le amargaba sobre todo el tener que respetar sus prerrogativas por representar a la poderosa Iglesia. Poco a poco, según aumentaba el tamaño de aquel castillo, fue inundándonos el frescor del olor al musgo que habitaba entre sus piedras. Poco a poco aquello le fue alegrando aquel carcomido espíritu y me volvió a dirigir la palabra mientras fanfarroneaba al mostrarme sus dominios.




A pocas varas del foso, el puente levadizo comenzó a bajar con aquel sonido hueco y mecánico que producía cada eslabón al golpear sobre las enormes poleas interiores que lo sujetaban. Sobre las dos almenas que coronaban la puerta se percibía la excitación por la llegada del señor. Al entrar nos recibieron con la misma muestra de respeto que cuando pasamos por la aldea, aunque de forma mas elegante y pomposa. Desde allí, la torre del homenaje parecía un enorme altar frente a nosotros, debía de tener mas de ocho plantas de las actuales en altura y estaba cubierto de troneras por encima del nivel de las murallas que nos rodeaban.

Minutos después seguí a mi anfitrión hasta el salón principal del castillo en el interior de la torre. Comimos, creo que el mejor lechazo que había probado nunca, los caldos no fueron de gran calidad, pero entraron bien. Mientras, charlamos de muchas cosas aunque el tema de conversación acababa por morir en ese “terrible” eclipse que lo traía por el camino de la amargura. ¿Miedo, quizá? ¿Un hombre con tanto poder local podría tener miedo? Si, era puro miedo a lo desconocido y lo que más le dolor le causaba era que aquel miserable encantador de serpientes, fanático y exaltado, fuera el que se lo causara con aquella facilidad.

- Don Rodrigo, usted que proviene de la dura meseta, del peligroso páramo leonés, seguro que no tiene que soportar a hechiceros disfrazados con ropas de clérigos. Pequeños monstruos que abusan de su poder sobre las mentes del pueblo.
Vacilé antes de contestar. Desde luego el nombre me gustó, Don Rodrigo, pero tenía que estar a la altura.
- Mi respetado señor, están las tierras de nuestro Reino pobladas de falsos profetas frustrados por no haber cumplido la profecía del fin del mundo hace ya ocho años. Creo que El rey, nuestro señor, deberá tomar medidas antes de que acaben mandando tales bestias con piel de santo. Por cierto, habéis de decir a vuestro cocinero que no salga de vuestros dominios no sea que sea capturado.

Una risa aligeró aquella conversación que unos oídos mal ubicados podrían hacer que trajeran consecuencias negativas para Don Fadrique. Nos retiramos a descansar a la espera la “prima vigilia”, como ellos llamaban a la entrada de la noche. A esa hora subiríamos a la colina de las Tres Gracias, así que me eché a descansar para estar lo más despierto posible; iba a ser todo un espectáculo tanto el eclipse, como el escenario que prometía el clérigo entre los temblores de Don Fadrique...

miércoles, 20 de febrero de 2008

El Eclipse y su Mirada (1)

Armida Leticia cuenta en su magnífico Blog que el próximo día 20 tendremos un eclipse total de luna. Según comenta, nosotros los humanos a bordo de este planeta, nos pondremos delante de ella sin dejar que un solo rayo de Helios la acaricie, sin permitir que ella con su desdén habitual nos devuelva las migajas de tanta luz.



Espero que las eternas nubes que se detienen con afición sobre nuestra costa cantábrica tengan a bien esa noche coger otros derroteros, surcar el mar rumbo norte donde no haya nadie que este esperando para verlo y disfrutarlo.

Quisiera imaginarme en otro tiempo aunque en el mismo lugar, por ejemplo viviendo en la alta edad media, allí donde la ignorancia era dueña y señora de casi todos los seres humanos mientras luchaban por sobrevivir entre la gleba, las guerras del señor de turno, las arengas temibles desde un púlpito de madera por un clérigo casi igual de ignorante que ellos, las epidemias crueles e irrespetuosas frente a la edad, frente al sexo, frente al dinero; tantas cosas tan distintas y con algo en común, la muerte al final de sus mantos de miseria. Desde luego me gustaría ser ese señor feudal de viaje por la comarca, invitado por el verdadero señor.

¡Vaya! Parece que lo he conseguido... ¡Si! Estoy en medio de un camino que me suena y delante de mi va otro hombre con aspecto señorial. Esta claro, mi reloj con calendario perpetuo me lo confirma, 20 del 2 de 1008. No os preocupéis, que entre el jubón y la cota de malla he conectado una web cam y os podré ir contando lo que veo en los prolegómenos del fatal suceso que se rumorea va a ocurrir esta noche entre el 20 y el 21 de febrero de 1008.
Hace viento del sureste, una dirección extraña por estos lares según me comenta Don Fadrique, el señor de estas tierras.

- El pueblo esta revuelto, el maldito fraile este que nos dejó caer aquí la Iglesia, mas parece haber llegado del mismo infierno, ¡vive dios! Tiene a todo el pueblo amedrentado con no se que extraño maleficio que llegará esta noche. Todo por culpa de tanto secreto con esto de los astros. Si no fuera por que me los tiene bien mansos, esta mano sería fiel castigo sobre su hueca cabeza.
- ¿Qué contáis, Don Fadrique? ¿De qué maleficio habláis?
Don Fadrique fue contándome aquel “terrible y pavoroso” suceso, algo que no era mas que un eclipse de Luna. No veo yo a este Señor de la Gleba muy pío, pero si parece que sabe lo que no debe y a quién no debe tocar. Mientras, a un trote cansino vamos acercándonos a la aldea de Gauzón. Estamos cerca ya, puedo ver cómo un castillo se yergue orgulloso en la colina que cierra aquel villorrio compuesto de casuchas separadas por callejuelas estrechas, que mas parecen encauzar arroyos de aguas sucias, que servir como nexo de unión entre la ignorante población.

Según pasamos por la callejuela principal las gentes nos hacen reverencias toscas y sin mucho arte si las comparamos con las que uno esta acostumbrado a ver en las películas de Robin Hood. Los niños detienen sus juegos y a lo lejos se puede escuchar los gritos de aquel clérigo fanático. Rehén de sus propios miedos y buen instrumento de la Santa Iglesia si que parece. Don Fadrique con un bufido, quizá un poco harto de tanta profecía y malos augurios tensó las riendas de su cabalgadura y apretó el trote hasta plantarse el junto con el silencio del miedo frente al clérigo y sus amedrentados feligreses; la verdad es que miro a los pasmados feligreses y me da que no saben a quién tener mas miedo a quien temer, si a la mirada crepitante en elfuego religioso o a la mano decidida de su señor Don Fadrique. La voz marcial les quitó de dudas
- ¡Clérigo! ¡Deja ya tu discurso y acércate hasta mi montura!...

martes, 19 de febrero de 2008

Visión en Ambar

Tenía entre mis dedos una gota de ámbar, no llevaba el típico insecto milenario en su interior, lástima. Podría ver a través de su naturaleza muerta un trozo de pasado en este presente huidizo.

Su color amarillo tostado me decía que dentro de sí guardaba el calor de unos brillos solares de hace millones de años. Del mismo sol que me calentaba esta calva irremediable que enrojecería de no echarle crema, un astro que lo había iluminado todo, catástrofes naturales, extinciones de especies, caídas de metoritos, demasiadas cosas para un humano simple como yo.
También había iluminado los nacimientos de múltiples civilizaciones, ilusionadas y primitivas al principio, orgullosas después, poderosas gracias al esfuerzo de sus gentes, imperiales mas tarde, guerreras y violentas sobre otras que no tenían por móvil la ambición del sueño de los demás. Al final decadentes, pues es de ley que después de la victoria solo queda la lenta agonía hasta que el volumen, la fuerza exultante de antaño, acabe por amoldarse a su verdadera realidad.

Mientras, Helios, desde esa atalaya eterna continuaba su visión, contemplando algo sorprendido unas veces, otras escandalizado su particular película. Unos hombres con túnicas adorando a unos toscos muñecos de piedra y madera, sobre los que le ofrecían, ¡a él!, sangrientos rituales de servil adoración, en los que prefería que su hermana luna lo relevase. Mas tarde otros hombres con túnicas de otros colores reprendían a estos, mientras quemaban a otros por algunas razones que no alcanzaba a comprender. La historia de la película le parecía aburrida, pero sin saber por qué todos los días sus piernas en forma de rayos le llevaban hasta aquella butaca a modo de condena.
No pudo más y se puso a llorar, sus ojos invisibles por aquel resplandor segregaban aquellas gotas invisibles que sin pudor las ramas de tantos árboles las deseaban para sí, atrapándolas, degustando y digiriendo su energía para expulsarlas entre estertores a través de la corteza como sudor de una piel seca.
Dejé de mirar aquella gota de ámbar, o quizá fue ella la que dejo de contarme aquello, después de acostumbrarme a la luz real pude volver a ver como el sol desde lo más alto me miraba, no sé porque, pude distinguir una sonrisa entre un rostro aburrido y apesadumbrado por ver siempre lo mismo.

lunes, 18 de febrero de 2008

Deshielo

Oculto bajo aquel blanco manto, sereno de agua y hielo
seguía esperando la caricia de Helios que al fin la hollase,
dejase sus dedos sobre la dura, pétrea, fría superficie invernal
sin mancha, sin culpa, pero inhumana como la muerte real.
Su dedo al fin se posó sobre aquella loma, un río alegre brotó
bajo ese hielo aún duro, aun necio en su vano intento por ocultar
lo inevitable que ya se anunciaba, el arribo de la libertad disfrazada de avatar.
Pobre, iluso y vencido hielo, el agua de puro cristal manaba ya como manantial
Mis pies agotados por el avanzar lento y sin rumbo entre los sargazos
de un mar de inquinas e incomprensión, envidias y nula razón
en uno de los pasos con esfuerzo y sin temor un alud de verdad provocó
donde la enorme masa nevada que caía sin piedad caos y dolor profetizó.

Al fin se mostró,
el paso a la luz, la huida del sombrío Tártaro, maldito reino de Hades,
proceloso lugar por el que los sargazos aferran tus pasos,
tembloroso entorno donde nadie encuentra el Bien sin que el Mal le aceche.
Comienza a llover, agua celeste que limpia mi ser, creo que no voy a volver.

Siento que la lluvia me empuja a pasar, ¡presiento que lo haré!

sábado, 16 de febrero de 2008

El precio de un Sueño

El precio de un sueño, ¿quizá lo conoces?
la tensión del preámbulo, ¿quizá la percibes?
por los temores fundados en su propia libertad
por los dolores generados desde la espada de la partición.

Siempre asi será lo que habrás de pagar,
un precio tan alto como el valor de la Amistad
tan alto, tan amplio como el vacío que dejará
si el presagio se cumple, si la huida se establece,
una huida de lo real por el sueño cumplido.
Extraños caballeros de espadas templadas a distintos fuegos
que se unen por un sueño, dando su poco para mi más,
ellos, dueños de sus vidas y haciendas, enemigos del mismo mal.
Princesas de islas cálidas que la victoria de ellas me separarán.

Sueño un combate que en buena lid libro y creo ganar
para la meta del horizonte inalcanzable poder doblar
quizá solo sea eso, un horizonte al que nunca se ha de arribar,
quizá sea una singladura mas en pleno batallar,
por el fin que todo hombre se planta enfrente al caminar,

encontrar al fin su propio Grial.








Se lo dedico a la siempre sonriente, siempre dispuesta y nunca dolosa

A ella, a la Reina de La Habana , de su eterno y admirado súbdito.

jueves, 14 de febrero de 2008

Henophidia

Aquello que parece real nunca será lo evidente,
eso que en realidad percibe sin reflexión la gente
aturdiendo el conocimiento, anulando el saber
por el artificio de una imagen en pugna con el propio amanecer.

Evidente se hace cuando el ciego lo ve,
cuando tus ojos caen a plomo sobre el mármol
frío y candente desde la propia negación del ser
en un movimiento alterno de vacías caras volubles.

Verdadera luz filtrada por una falsa ventana,
entre risas nulas por mentiras vividas,
en extraños recuerdos cercenados
pobremente inflados por falsas monedas
que recoges al propagar tu falsa vereda
anteponiendo a todo tu orondo pero angustiado espíritu
para hacerlo ver, para de falso prevalecer
de la única y solitaria forma que te hace crecer:
de paseo por la calle mas grande que Don Francisco nos dio a conocer

Tal nombre dio a la calle, como tal eres tú, como tal te inventas tú
hermana y dueña del sufrir propio en el que te inmolas
con ese encanto vacío, ese flagelar solitario, desgarrador,
pero maravillosamente destructor.

Ya no hay telón, vela o penol que pueda ser invisible a tus actos
Son muchas las miradas aprendidas, eternos ya los ojos y oídos,
a los que vos, vuestra imagen perfecta ya no deslumbra.

La humanidad que os adora es la humanidad que se destruye.
El barniz de vuestra pobre alma es ya tal que el de los "Muros de la Patria mía":
cuarteados y traseros sin otra opción mas que vuestro arrepentimiento.




martes, 12 de febrero de 2008

Niebla

Me fui de Gijón con una niebla intensa, los faros no eran capaces de traspasar aquella inmensa nube baja que me devolvía multiplicada por dos la luz que yo le daba. Dos días después, a la vuelta, el camino había cambiado, era una preciosidad de luz la que me obligaba a proteger la vista, podía percibir al bajar la ventanilla del coche el frescor propio de un invierno que está siendo flojo en sus embates, en sus típicas oleadas de aire frío siberiano o directo del Ártico. El sol con forma de yema tostada se acostaba lentamente delante como queriéndome decir donde debía llegar.
¿Qué pasó?¿Cómo un mismo camino puede ser inaccesible en sus propios límites en una ocasión y un perfecto trazo como una vía de tren en otra?

“La meteorología es así”, es lo que debería haber pensado, sin embargo la suavidad de la conducción mezclada en ese ruido familiar de los niños atrás, mientras mi mujer leía en el asiento del copiloto, hizo que mi visión traspasase sin esfuerzo el parabrisas delantero. La nitidez era absoluta, se podía leer perfectamente la matrícula de quien me precedía, las hojas aún resistentes de tanto castaño y roble que delimitaban el autopista me saludaban desde sus puestos de combate, vencedoras al otoño y agonizantes en su lucha por enlazar la esperada primavera.

Conseguí despegarme del cálido run-run que tarareaba aquel motor mientras nos llevaba a casa, no pude distinguir quién conducía mientras me alejaba, solo podía ver unas manos aferradas al volante como una imagen cada vez mas minúscula y silenciosa. Mientras, aquel disco incandescente en sus últimos minutos de gloria se me hacía más y más grande, la velocidad con la que me desplazaba aumentaba de forma exponencial. Por mis pies pasaron Gijón, La Coruña, Finisterre, hasta que una mancha enorme me envolvió desde abajo, su color era gris oscuro, cada vez más. Solo una larga línea del color del disco dorado que esperaba más adelante daba algo de variedad a ese manto de agua y sal, dividiéndolo como una bisectriz en un ángulo de lados imaginarios con su vértice bajo aquel sol que se iba, dejándome en medio de aquella soledad.

La noche me atrapó viajando, creo más despacio pues podía escuchar el rumor de las olas unas sobre otras pugnando por ganarle un beso a su príncipe, el que les daba vida, Eolo o Ehécatl, como le conocían más al oeste. No sentía frío aunque si temor, esa sensación de la nada sobre la que no podía apoyarme era irritante. Nunca sabes lo que vale el apoyo hasta que lo pierdes y lo había perdido, no me caía, no me golpeaba, nada necesitaba pero no me sentía partícipe de nada, simplemente una hoja seca que se dejaba llevar por su excelsa majestad el Viento del Este. Intenté concentrarme para olvidar la situación, pensé que los recuerdos me ayudarían a centrarme.

Poco a poco empecé a recordar momentos próximos en el tiempo, los dos días en Bilbao me hicieron sonreir, mi ansiedad desapareció, y parecía que podía distinguir el faro de Finisterre. Todo iba bien pero, sin darme cuenta y como tantas veces mi mente empezó a recordar pasajes desagradables protagonizados por mi o por gente desagradable y comencé a perder altura, la mar se abría en mi eje vertical como el gran remolino que engulló al Nautilus del capitán Nemo. No podía permitir que me tragase pero no entendía por qué sucedía. Seguían pasando historias tristes por mi mente, la oscuridad ahora ya era total, había entrado en el ojo de aquel enorme remolino, mirase a donde mirase solo veía paredes de agua girando a gran velocidad en la que se veían proyectadas las imágenes de mi mente.

Fue en ese momento a algo después, no lo sé, pero entonces me di cuenta. Debía pensar en los bueno de mi vida, de mis próximos, olvidarme de tanta miseria gratuita. Lo hice de inmediato, tengo que decir que solo pensar en los que más cerca tengo, ya sea físicamente o por esa red de redes, fue remedio de santos pues comencé a elevarme, el remolino se alejaba mientras yo ya podía distinguir la secuencia fija del faro de Finisterre...


De pronto una pelota de papel que me lanzó uno de mis hijos desde atrás me sacó de aquel bucle. Había vuelto y no iba a dejarme ir nunca más.




domingo, 10 de febrero de 2008

Un lugar Donde Varar.


Recuerdos y visiones nocturnas en plena amanecida
entre popas gastadas por la seca y suave ventolina
en esta ciudad que no renuncia a su vieja enmienda,
a su sagrada locura salina, embriagada de hollines y vapores.




Paseo entre la grada, donde tantos pecios añoran volver
para ser al fin mimados, para ser tratados sin ese mohín tan vano
que resulta de ser, sin merecerlo, por el mundo olvidado.
El olor ya no existe pero yo huelo a brea, a pintura, a cabo sin adujar.


Recorro las calles sin nostalgia aunque con recuerdos a rebosar
son ya años, cientos de meses pasados en océanos insondables
que reposan en cada esquina, que te esperan mientras te ven marchar
en busca de lejanas historias ocultas tras el bosque alado de la mar.

Es regresar por un instante, dos días nada más, pero es ese el instante
como una chispa, un rayo eterno en su segundo antes de tronar
en el que todo lo que has vivido en ella, sin piedad y de un golpe te aturde
como ese alcohol añejo que resulta de fermentar la vida pasada,
vida, a ratos perdida, a ratos amada, como una lancha varada.


Bilbao, orilla de una mar en calma donde a veces da gusto varar.

viernes, 8 de febrero de 2008

El Sueño y la Razón

Tengo sueño de tanto soñar despierto. Mis ojos resisten enrojecidos por no parpadear, por no querer alcanzan el fin del sueño y caer dormidos. Cuál es el fin del sueño, podría preguntarme, pero no lo haré pues el fin de un sueño es la nada convertida en rutina aplastante, sin esas pequeñas paradas que una ensoñación te permite, recargando el aire divino que te devuelve a la verdad del fin de los días.

Gandhi decía que la victoria residía en la lucha, después de esta ya no había nada. Durante la lucha los impulsos son en una sola dirección, las discusiones, las celebraciones, las derrotas, todas son compartidas. Eso es la esencia de la victoria, la unión, después de lograr el objetivo solo queda un rastro de olor a los santos óleos de la extremaunción por el fin. El cadáver de la lucha terminada traerá las rencillas entre los vencedores por los trozos de poder. Después de la lucha, la victoria sólo figurará en los libros. Después del sueño, después del ensueño, solo queda la dura pugna por no caer en la mecánica realidad que trepana proyectos, ideas, deseos por mantener lo que por sí mismo ya se mantiene, aunque no queramos ser conscientes de ello.

¿Tu sueñas?, ¿lo haces despierto? El sueño es la victoria de la razón. Parece una contradicción que la señora razón, con tantos argumentos como caben en su amplio maletero, se le ocurra a este humilde escribiente hacerla compartir cama y baño con el sueño, elemento denostado por tanto y tanto sesudo argumentador.



Pues sí, defenderé a vistosa espada toledana y oculta daga vizcaína, que no hay más opción que esta. La razón no es nada sin el sueño reparador, tamiz de tantas argumentaciones vanas basadas en otro concepto tan viejo y conocido como el sentido común. Este, con sus argucias y extrema capacidad para el disfraz, logra plasmar la imponente luz de la razón sobre la piel de sus carencias, tranquilizando así las conciencias de lo correcto cuando en tantas ocasiones les asiste la sinrazón. Para remate los “abogantes” de tal sentido tachan de soñadores a los que defienden la razón, que para ello esgrimen de florete el cacareado sentido común. Un sentido, si se me permite, muy apto para desenvolverse en el día a día en tu trabajo, en un problema organizativo, ante una tormenta en medio de la mar, cuando dos amigos se pelean, pero nunca, nunca para elegir el rumbo de tu vida, nunca cuando la dignidad está en juego, cuando es de los sentimientos el cruce de caminos, cuando peligra el amor verdadero, cuando un amigo ante la adversidad te pide ayuda. Es entonces cuando la razón ha de funcionar y has de estar soñando despierto para que sea completo el acierto.

Tu conciencia, durante y al fin de tus días, será agradecida contigo regalándote en cualquier momento, a cualquier hora una sonrisa exenta de rictus muscular.

jueves, 7 de febrero de 2008

Viento entre rocas

Viento que te guardas entre rocas.
Igneas, de granito o volcánicas.
Arenisca que se comprime entre muecas
del dios Eolo, tu príncipe de los mares.

Qué pretendes buscando oscuras cavernas
donde la humedad corrompa tu leve alma.
Lugares inhóspitos al que te encañonan sin calma
por una vida resuelta evitando sus molestas trabas.

No permitas que tal cosa suceda, no les des las alas
de tu libertad pagana para adorar ellos a su dios de la Gula,
donde solo el precio se mide por el gasto,
no por el fulgor del sol o la frescura del agua,
por la risa sincera, ¡por subir la escalera!
en vez de engordar ellos en el ascensor.

Viento milenario que has guiado a tantos locos de remate
y conseguido así unir hemisferios con tu simple fuerza.
Que has molido el hambre de pan de Don Quijote
cediendo un poco de ti sin perder tu esencia libertaria.

No permitas que unos avariciosos, ombligos de un mundo falso,
hijos de un universo que detestan por hacerlos minúsculos,
logren encerrarte, dominarte para sólo sacarte cuando sus estómagos
sientan que la gula los exige un precio mas para vivir entre sus excesos.







Hoy he leído un artículo por el que se pretende almacenar aire a presión como reserva energética. Es un proyecto de un consorcio de empresas reunidas en el Lowa Stoned Energy park (Un aquelarre al que no creo que se pueda entrar sin invitación). Su objetivo tiene fecha para el 2011.
Yo propongo que para ese año hayamos adquirido y transmitido la conciencia de que este mundo se merece un mejor trato, que no podemos seguir basando la economía en el famoso libro “La riqueza de las naciones”, (Adam Smith, 1776), en el que se dice que “la naturaleza es una ramera de la que hay que exprimirle todo”.








lunes, 4 de febrero de 2008

Todo y Nada. (Intermitencias)

Suena una sirena volando entre semáforos,
mientras mis lúgubres pasos definen la línea que separa
al pensador del pensativo que a sí mismo devora
en frugales días leves, mortales noches de soledad.

La pleamar me grita en sus golpes contra el muro.
Sus gotas, aladas mensajeras, me salpican el rostro.
Solo siento agua, solo siento que no lo siento
lo que de momento solo veo como agua y viento.

El osado invierno ya cubre al ciento lo que dejó
hace ya un año con desprecio de señor cierto.
Mirando, solo veo
un cielo preñado de promesas sin calor.
Alcanzo a recordar el ojo que brillante se marchó
sin esperar un paño leve, una muestra de valor.
Algo que diera razón a tanto esfuerzo sin pudor
por tu sonrisa por tu bien, por tu amor.

Por eso mi mente ahora ya comprende,
ya es la que asume la rutina de quien cada año llega
sin esfuerzo, sin llaga, sin estridente clamor
demostrando que sin amor no hay luz y sobra el color.
Por eso comprende que la rutina no es razón
para no dar a quien merece el calor,
para no cubrir sus miedos con mi poco valor

Por eso mi cuerpo, mi alma y mi vida,
ha de ser lo que tu color brama y perfila,
por lo que no hice, lo que no dije, lo que no maldije
por lo que hice, lo que dije, lo que maldije.

Por eso la luz es uno quien la enciende tras el pecho
del propio y profundo sentimiento.
Nadie es quién a apagar, siquiera a modelar
la propia luz, el propio valor, la propia vida del otro
pues esa es la razón del ocaso de la vida y su viento.

Todo y nada es solo eso… palabras.

sábado, 2 de febrero de 2008

Malmö (y final)

...la mar ahora golpeaba de través, a esas alturas ya nadie se ocultaba, habíamos sido descubiertos. La corbeta alemana se mantuvo navegando en círculos respetando de momento las aguas suecas. Quién sabe si sólo esperaba que fueran los mismos suecos los que nos apresaran para entregarnos a ellos sin piedad. No representábamos nada, solo un puñado de judíos que a nadie importaban dirigidos por cinco hombres inexistentes, venidos de otro espacio y tiempo en el que aquellas atrocidades se seguían cometiendo en todo lugar “gracias” a la globalización. Lo que daría esos asesinos por saber que su doctrina resiste disfrazada de tantas cosas, atemperada por cientos de decorados de falsa caridad o solidaridad, que tranquilizan conciencias, pero mantienen a la injusta muerte continuar su caminar escoltada por su eterna compañera la Hipocresía.

- No resistiremos este viento del Oeste con la mar del mismo través, en cualquier momento encallamos.
- Haz lo que puedas, Rianxo, si encallamos que sea en buen lugar para desembarcar.
- ¡Ja! Como si esto fuera un autobús.
La verdad es que era una tontería lo que acababa de decir pero no se me ocurría nada y necesitaba expresar lo que deseaba, expresar lo que deseaba todo el mundo que ya no se ocultaba en cubierta agarrado a cualquier cosa con tal de ver y saltar cuando fuera preciso. De pronto surgió un ruido como el de una puerta enorme sin engrasar que se abría produciendo un chirrido que taladró los corazones de todos, junto con un temblor enorme y la pérdida de velocidad que ya sentenció todas las ilusiones. Habíamos encallado.
No hizo falta dar el aviso a Máquinas con el telégrafo, sentí perfectamente como dejaron de vibrar. José Luis dio orden de abandonarlas. Al poco estábamos en el puente todos.
- Rianxo, ¡vapor al tifón!
Mientras salíamos a cubierta para ver las posibilidades de desembarco el “Alpdrücken” pitaba continuamente pidiendo ayuda a los del puerto de Bovallstrand. No habría más de un cable[1] a tierra firme pero en ese cable esperaba la eterna mar, impaciente por cobrar su eterno tributo en vidas.

Clavería y Francisco desembarcaron en una de las lanchas de salvamento, no fue sencillo largar la embarcación, el pánico y el miedo provocaron intentos de abalanzarse sobre ella, así que tuve que impedir aquello arma en mano. Arrastraron con ellos una maroma del barco y con grandes esfuerzos alcanzaron tierra. Tardaron más de media hora, pero lograron hacer firme el cabo a varias rocas que encontraron, después, a una señal de ellos, comenzamos a pasar uno a uno a los hombres. José Luis había montado una rudimentaria “tirolina” con la que sujetar a cada hombre al cabo y que el paso fuese más rápido y sencillo. Me preguntaba en aquellos momentos intensos del desembarco en los que nada podía hacer, qué es lo que me depararía el futuro. Me encontraba junto con mis compañeros en medio de una vida robada a alguien por alguna razón que escapaba a mi concepto de esta. Afortunadamente, el comienzo de una lluvia intensa mezclada de nieve me sacó de aquel atolladero mental y me devolvió a la situación del momento.
Quedaban ya pocos hombres a bordo, el desembarco estaba siendo un éxito; minutos mas tarde Aaron y Levi se acercaron a José y a mí.
- Esto se acaba, no se lo que nos deparará el futuro a partir de ahora, quizá aunque desembarquemos y continuemos juntos un tiempo, los nazis no permitirán que se sepa de nuestra huida y nos cacen uno a uno hasta matarnos. Solo queremos deciros en representación de todos nuestros hermanos que no tendremos días suficientes en el resto de nuestra vida para daros las gracias por devolvernos la dignidad, la libertad y la consciencia de personas que ya habíamos perdido.

Me esforcé todo lo que pude por respeto a ellos, pero cuando me abrazó rompí a llorar como un colegial el primer día de clase. Primero Leví se subió a la tirolina y seguido a este se enganchó Aaron, detrás íbamos nosotros, Rianxo poco a poco iba soltando del cabo mientras Francisco al otro lado halaba este. De pronto un estruendo me heló el corazón…
- ¡Joaquín, al suelo!
José se echó sobre mí, aún no sabía de dónde vino aquel ruido sordo, rotundo pero no me hizo falta esperar. La explosión destrozó la popa de nuestro barco, el agua comenzó a entrar sin piedad por semejante boquete a “lumbre de agua”. Poco a poco fue escorando a estribor. Había que abandonar el barco, la tirolina de José ya no servía así que nos lanzamos al agua para recorrer los casi 200 metros que nos separaban de la salvación. Fue entonces cuando el destino quiso ser claro, sin titubeos ni posibilidad de elección. El mismo sin encomendarse a nadie decidió que nuestro último hogar sería ahora el definitivo, la escora fue cada vez mayor hasta llegar a un punto en que la gravedad se alió con el agua y cayó encima de nosotros como una losa metálica. No veía nada, solo sé que luchaba contra mi sentencia, buscando un hueco entre el barco que cada vez se hundía mas sin ser capaz de encontrarlo. Me ahogaba, el aire me faltaba, solo llegaba a sentir, a escuchar mi corazón que martilleaba mis heladas sienes a mas de 200 pulsaciones…

- ¡Joaquín! Veinte minutos para la guardia.
Abrí los ojos, la oscuridad invadía el lugar, ¿acaso estaba muerto ya? El continuo y y familiar zumbido de las máquinas del "Almudena" me devolvieron a la realidad. Encendí la pequeña lampara atornillada al mamparo y comprobé que todo habia sido un sueño, una maldita pesadilla. Estaba empapado, corrí a la ducha para no llegar tarde al cambio de guardia. Estaba deseando tomar un cafe caliente con Rianxo. Me duché mecánicamente, comencé a vestirme, "cogere el gorro de lana, el alerón de babor y yo tenemos mucho en que pensar esta guardia y hará frio". Aquella decisión me mató, cogí el gorro, pero no era el gorro, era la gorra de capitan que llevaba en el "Alpdrücken". La doblé y la metí en el bolsillo del pantalón, subí corriendo, atropellado, sudando de nuevo al puente, debía saber de Rianxo.

Entré en el puente, faltaban diez minutos para las cuatro de la mañana, el segundo me pasó las novedades a las que no hice demasiado caso, mientras Rianxo que hacía lo propio con el timonel que dejaba la guardia me lanzó varias miradas teñidas de duda, de temor. Cuando nos dejaron solos no fuimos capaces de articular palabra alguna. Con un gesto le dije a Rianxo que iba a calentar café.
- ¡Rianxo! ¡ven!
La carta de aproximación a Kiel estaba sobre el cuarto de derrota, Rianxo llegaba con la Luguer del teniente alemán en las manos...
Que el próximo 27 de enero no sea necesario recordar la liberación de Auschwitz. Que desaparezcan tantos holocaustos rutinarios a lo largo del planeta.

[1] 185 metros

viernes, 1 de febrero de 2008

Malmö (8)

… seguramente el duro temporal que encañonaba el viento por aquel angosto canal ralentizó la marcha del carguero. Quizá, pero también nos ayudó a atravesarlo sin encuentros indeseables, aquel oleaje fue nuestra salvación. Con la amanecida nos plantamos al norte de la Isla en la que descansaba Copenague. Ahora habíamos de pasar desapercibidos en medio del temporal y cruzar el pequeño mar antes de la próxima prueba frente a Goteborg con la punta de la península danesa por el sur que, después de doblada, nos abriría las puertas del Mar del Norte.

Reinaba una dulce paz a bordo que inundaba y anulaba los vaivenes del barco, el zumbido de las máquinas; la paz que resulta de la conciencia limpia, la libertad sentida, el agotamiento por el esfuerzo realizado. Como en las guardias del “Almudena”, a esa hora de la madrugada estábamos Rianxo y yo levantados manteniendo el rumbo. Solo nos quedaba mantener norte siempre hacia la salida de aquel enjambre de islas que taponaban el Báltico con su hermano del Norte.

- ¿Saldremos de esta, Rianxo?
- No lo sé, pero desde luego que si salimos no lo podré olvidar nunca. Ni tampoco volveré a ver una película de guerra. ¡Cuanta basura llevamos dentro de nosotros!
No había mucho mas que añadir, el silencio recordando lo vivido nos invadió como un manto de niebla, quedamos aislados ensimismados cada uno en nuestras vivencias.

Pasaron las horas, todo el mundo seguía oculto y vigilante ante cualquier novedad. La verdad es que la mar no permitía mucho a los potenciales sabuesos y poco a poco fuimos tranquilizando nuestros corazones. Adecuamos la velocidad del buque para poder acometer el paso al Mar del Norte durante la noche, era nuestra única oportunidad. A veces en las horas de espera y de tránsito al siguiente entuerto pensaba en Don Quijote y sus luchas estériles sobre enemigos inexistentes. ¿Sería esta una lucha inexistente? ¿Una ensoñación producto de la ginebra de los pubs de Hull? No lo creía, pues la sangre de los asesinados olía a eso, los lamentos mezclados por el olor a muerte en aquellas terribles bodegas taladraron mis recuerdos como no lo hubiera hecho nunca un sueño. No lo sabía, no podía estar seguro sobre aquella existencia pero sí que lo que hacía no era en ningún caso estéril.

Navegamos en calma a bordo rodeados del duro temporal afuera. Anochecía cuando alcanzábamos las diez millas sobre el largo “embudo” que debíamos atravesar para seguir huyendo. Goteborg nos esperaba a nuestro estribor de momento lejos; según la luz huía nosotros acortábamos distancia sobre la costa sueca para al menos sentir el amparo de sus aguas territoriales. Era todo un riesgo pues en aquella época no se reconocía más de dos o tres millas, por lo que la seguridad contra los nazis la ganábamos a costa del riesgo de encallar con aquel temporal cada vez más grande conforme nos abríamos al Mar del Norte al acecho más al este.
Nuestro plan fue un éxito mientras la noche nos escoltaba. A su relevo por el nuevo día las cosas cambiaron de color.
- Joaquín, me parece que las cosas pintan grises. Mira por el través de babor.
En efecto, una corbeta con bandera alemana nos escoltaba rozando las aguas suecas, rumbos paralelos con sentidos contrarios, vida frente a muerte. No quedaban más de cincuenta millas para que el dueño de la costa cambiase de sueco cuasi libre a noruego ocupado.

- A esta marcha no nos quedan más de seis horas para echar todo por la borda. Hay que hacer algo. Rianxo mantén la línea de costa, voy a avisar a todos para ver que haremos.
Nos reunimos de nuevo en el puente y en poco tiempo todos estábamos al corriente de la situación.
- No tenemos muchas salidas a proa, solo se me ocurre encallar el barco en algún lugar y escapar a tierra. Lo siento por todos…
- Si me disculpan de nuevo, conozco la costa y hay una pequeña isla por estas latitudes, si no recuerdo mal se llamaba Hallö. Quizá sea una posibilidad atracar.
- Aaron, gracias por tu idea. Te doy la razón en parte, hay que desembarcar pero no en una isla, pues perderíamos las posibilidades de escapar, debemos hacerlo en tierra firme. Como por ejemplo... ¡Aquí!
Mi dedo se posó sobre un pequeño brazo de mar que bañaba el puerto de Bovallstrand. Nos jugaríamos el barco y nuestras vidas libres en enfilar aquella pequeña entrada. Después quedaríamos en manos del gobierno Sueco lo que no nos daba grandes esperanzas, pero era lo que había y fue lo que acordamos. Mientras nosotros preparábamos la maniobra de aproximación, Aaron y Leví fueron a informar a todos sus compañeros de desdicha.

Aquella corbeta no se separaba de nuestro rumbo. Llegó la hora, había que virar 90º a estribor y abrir el vapor de todas las calderas del mundo. Desplacé el telégrafo de máquinas hasta señalar avante toda. La respuesta desde abajo fue inmediata, comenzamos a sentir como el viejo carguero recuperaba de nuevo aquel hálito de vida. La corbeta hizo sonar el tifón[1], me imagino su furia al perder una pieza que parecía tan sencilla de cazar.

- ¡A la mierda con ellos, malditos! Ahora cuidado con las corrientes y con el temporal que se ha pasado al otro bando.

El “Alpdrücken”, como un sonámbulo en plena noche invernal avanzaba dando bandazos, a cada vuelta de la hélice las rocas parecían mas cerca, casi se percibía el olor del agua echa pedazos al estallar sobre ellas. Alemanes a popa, escollos y muerte a los costados y una mínima esperanza a proa...



[1] Nombre que se da a la sirena del buque