sábado, 29 de septiembre de 2012

En Blanco y Negro



Como cuando uno se siente triste o nostálgico, como cuando todo se escucha en una sintonía lejana, perdida por la  estela de trazo ya indefinible por el paso del tiempo, como cuando te apetece quedarte en casa por no poder comprender que la vida está repleta de cosas increíbles por descubrir, redescubrir, pulsar, coger, atrapar, devorar, es entonces cuando todo se percibe en Blanco y Negro. Los colores solo son una escala de grises con las que tratar de  respetar la “amenazante” vida real refugiado tras ese tono.

Pero es el Blanco junto al  Negro lo que te permite salvar el oleaje de una realidad que  golpea con su  imprudente poderío los costados de tu  piel, la crujía de tu mente. Sus grises anodinos sin temor te protegen a cada ola que barre la cubierta mientras ganas algún cable, alguna milla esperando que el sol blando de la realidad corregida por el tiempo te regale el descanso de dejarte llevar por la brisa de la comodidad.

Tantas veces  vives en blanco y negro, las mismas en las que crees ver otros navíos humanos  que como tú  navegan  al mismo rumbo dibujando su vida de colores radiantes siempre a tu parecer; sabiendo o queriendo saber tú mismo entre grises que ellos estarán así más pronto que tarde y , derrotado, sin tratar de alcanzar su gama de colores e incluso golpeando el timón por  evitar su brillo tratas de alejarte con una mueca de desprecio. Error verdadero, error terrible, pero cómodo  hecho al fin y al cabo como consuelo sin brillo ni luz como dice el refrán.

Si pudiera dar color al negro, quitar color al blanco, si pudiera devolver al gris el  infinito grupo de colores robado por este  gobierno, por esta  hipócrita sociedad cargada de razones  contables, de castigos ejemplares hijos de la virtud judeo-cristiana transformada en consumo como trampa para crecer junto a Adam Smith.  Si pudiera, ¿lo haría? Cuántas veces he/hemos pensado  tal cosa mientras permanecemos  escondidos en el blanco y negro protegidos del océano real de las posibilidades; creyéndonos  en la oportunidad falsa de ganarle la mano al Destino criminal de los poderosos mientras nos creemos privilegiados protegiendo esos privilegios en un paso más al pozo  de ese Destino tan detestado.

Pero todo tiene que tener  su fin, tanto  consenso, tanta vida ordenada por el sentido común, tan falso como común. Políticos mentirosos, perdidas organizaciones que pretenden defendernos tras una subvención de los mismo políticos que permiten sus colores mientras  te  mantienen en gris, cálidas asociaciones que sin tumbar lo establecido lo parchean  para que dejes este mundo de forma tierna sin perder al menos algo del dolor real, poderes democráticos en los que su diferencia estriba en el origen de su poder mientras llegan a él, pues a partir de su alcance su gestión se sirve como la de la dictadura del vecino, la gleba de antaño, trayendo y protegiendo al amigo mientras la vida del  honrado se consume en la espera por algo que le han dicho que le  conseguirán.

Sigo escribiendo en blanco y negro, no hay otra, quedan las historias imaginadas que perviven en el fondo de cada quién y permiten vivir soñando  mientras “los importantes” nos siguen engañando, nos siguen culpando por nuestra ruina, que es SU ruina y solo suya por  permitir lo que les parece y sin embargo prohibir con grandes aspavientos lo que no les interesa que bien se ocupan de  que no  sean nuestras ideas nuevos caminos, ideas de seguro de subversión.

No estoy descubriendo pólvora alguna que no  sepa quien piense, incluso quien no esté de acuerdo. Simplemente ya estoy harto de tanto convencionalismo, de tanto “cogérsela con papel de fumar” para determinadas  protestas, ideas alternativas y sin embargo tanta libertad para  que uno se encadene.



¿Al final  lo único que nos quedan son las cadenas? Las que uno se  suelda a sus tobillos en forma de consumo desaforado promovido por “sus señorias” o las que ellos nos clavan en nuestras muñecas por no aceptar su sistema de alienación.



jueves, 27 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (139)



…El aviso no logró eliminar de su mente sus ojos, ni su sonrisa, trataba de  encontrar pruebas de su huida y la de su amiga; las ventanas estaban perfectamente cerradas por dentro, todo recogido como si no desearan ser tomadas por unas pobres señoras de su hogar. Incluso encontraron un sobre entreabierto con  dinero y una nota para que se hiciera el pago convenido con el casero  que tenía su domicilio   en la misma Plaza de San Roque,  frente a las Puertas de Tierra. Ninguna explicación podría ser válida salvo que hubieran huido por la misma puerta,  delante de las narices de seis infantes de marina a los que desde luego aquello traería consecuencias, quizá fueron avisadas, nada  se podía desechar por el momento. Tras un día entero de búsqueda en toda la ciudad, se abandonó  esta conformándose  con la “caza mayor” del falso Vizconde, el jinete y la aparente destrucción del entramado de espías sobre los tráficos mercantes  entre la Metrópolila España del otro hemisferio.

“El Tuerto” fue el refugio de ambos amigos al caer la noche, mas bien la cueva donde sumergir  dolores y frustraciones en caldos de infame condición. Pero antes de llegarse a semejante tugurio y tras comunicar con bastante  enojo la pérdida de las dos mujeres se fueron al Hospedaje donde  recuperar el resuello de aquella mañana cargada de  sorpresas sin razón ni vanas explicaciones.  Almorzaron en silencio, Segisfredo, relajado tras todos los avatares sin freno sufridos se retiró  de nuevo, con pestillo trabado, a su habitación mientras Daniel se  decidió a  caminar;  tan solo  alcanzó la Puerta del Mar  según abandonó la plaza mayor repleta de bullicio. Sentado sobre la tierra teniendo a su mirar  la bahía que se recogía entre Matagorda, el Puntal y el Castillo de Santa Catalina al frente, al fin se decidió a abrir una carta que temía leer por lo que le dijera, fuera mentira o verdad,  pues ambas cosas iban a herirle de muerte. Pero tras tantos  mares violentos, frente a vientos contrarios y pólvora sobre ferro candente con el filo  del zuncho de abordaje en la boca, todo ello  sin mas miedo que su aleatorio destino tras la muerte le dieron la razón por la que no arredrarse ante las letras de quien creyó algo que ya no parecía ser. Con el temblor inevitable sus manos rompieron el lacre y  se dejo llevar por sus ojos ya sin freno.


“Mi deseado Daniel:

Cuando estés leyendo esta carta seguramente ya no seré  lo que fui para ti, amor mío. Todo lo que aquí te muestre, te trate de explicar quizá ni siquiera  te  alumbre tu corazón seguro sombrío, donde para ti el tan manido dicho de que todo lo que nace ha de morir será tan verdadero como mi ausencia. Más no has de creerlo, aunque esto sea una luz tan inútil como la luciérnaga al amanecer, luz es al fin y al cabo, brillo verdadero de mi amor por ti.

Es cierto que te engañé, que te utilicé como a tantos en  el último año por orden de otros tan reales  y viles como los engañados que  pretenden lo mismo,  solo que bajo banderas y reyes distintos. Nada espero de razones, patrias y reinos,  pues fue encontrarte en el vacío silente de mi corazón, baldío pañol de podredumbre  acostumbrado a  no sentir, cuando ya mi razón dejó de atinar, pero mi  voluntad, aun como mecanismo  de cuerda, continuó con sus cometidos, aunque ya no fuera  mas que  un mecanismo  al que trabar. Aun así no tuve el valor de hacer frente a quienes tanto tiempo me han tenido en su poder, hermanos de mi misma sangre britana.

Esta cobardía supuso el torpe accidente de abandonar lo que se quiere por algo que no se sabe siquiera qué es, torpe suceso por el que el dolor no cejó desde entonces en vomitar sobre mí. Al fin todo se ha descubierto con la sentencia cruel y vergonzosa de la huida y tu pérdida o  ser presa para perderte también. Huí hace unos días cuando todo aún estaba  libre de vigilancia, pues aunque  no lo parezca mis  ahora hermanastros tienen más  ojos de los que tú crees en esta ciudad. Déjame devolverte traición por traición y  haz que se lleguen y sin despertar sospechas por el Mentidero, la plaza de San Antonio y el Hospital Real donde entre sus servidores  pueden encontrar y ver lo que  siempre ha estado en estos meses al menos y nadie se ha parado a observar.

Daniel, recuérdame, yo no podré olvidarte nunca mientras trato que la razón doblegue a mi sangre hirviente por volver a verte, mientras evito que mi corazón se retuerza tratando de recuperar el pálpito de tus caricias y la furia de tus abrazos. No soy ahora para ti  nada más que un trozo de falsedad astillado y roto, pero si me devuelves el brillo de tus ojos vestido de esperanza por lo que puedo ser, por lo que podríamos lograr en nuestro deseo alcanzar, puede que todo no haya sido en vano y  tras este suicidio mutuo de sentimientos pueda esto resucitar en aquellos parajes lejanos que en un instante perfecto me ofreciste devolviendo mi estima y mi ánimo a otros tiempos en los que  todo prometía y nada  amenazaba el fracaso.

No te olvidaré, Daniel. ¡Nunca! Solo puedo prometerte que algún día, antes de que mi sangre se doblegue definitivamente a la razón  me presentaré donde estés para implorarte el perdón y tratar de volver a sentir el  calor de tu piel  fundida  sobre mi. Solo después, si tú lo desearas abandonaré tu vida, olvidaré mis sueños para convivir en la nocturnidad de la tristeza claramente merecida.

Hasta ese momento, Daniel. Hasta  que los vientos que tú tanto deseas, amas y temes nos vuelvan a presentar el uno al otro.

Te amo.

Dora Macleod.
No tengo otro nombre para ti, no quiero otro nombre para mí.


Dentro de la carta  un minúsculo brazalete a modo de pulsera de tela  con leves bordados de caracteres célticos en fondo verde se trabó entre los dedos de Daniel. Con el cuidado de una reliquia propia de santo  bajo el ara de la  Catedral lo sostuvo y lo guardó.  Herido de muerte como esperaba, nada lo calmaba, la rabia de sentirse engañado el amor profundo y ciego que todo lo consume sin explicación  ni certeza sobre el rumbo vital que tomar sobre la carta de su vida, quizá una derrota que persiga el viento bueno de la razón, flujo sereno y  constante que a buen puerto le lleve, libre de temporales que sufrir, mas vacío también de temporales que vivir, o quizá otra derrota  en la misma carta donde seguir el viento traidor del sentimiento, viento racheado capaz de desarbolar el mejor navío de cualquier armada en un suspiro inesperado, derrota esta donde el viento al que  aferrase  sabedor de que  nada será seguro, ni eterno, derrota donde la vida se sostendrá por el puro deseo de vivirla mientras quizá en un golpe  del mismo viento desaparezca esta y con ella todo.

Nada  valía, pues sabía lo que era  debido pero también lo que deseaba su  corazón. Ninguna cosa extrañó a su amigo Segisfredo después de dos  jarras de mal vino en el tuerto compartidas con Daniel. Mil más cosas vividas en diferentes momentos, con diferentes mujeres,  distintos mundos  e intereses, pero la misma realidad. El alba los sorprendió mas unidos que nunca… 



lunes, 24 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (138)




…nada sucedió digno de mención entre aquella despedida y la llegada a Cádiz de Segisfredo Cefontes con su prisionero escoltados ambos por el  hombre que envió Paco desde el Cortijo  que conocía desde sus tiempo de contrabandos y otros delitos que no conviene ahora nombrar, ni siquiera esbozar en tercera persona. Paco,  con caballo de refresco aprovechó el alba para ganar  Cádiz donde la vida continuaba  de la misma forma y  tras dar el aviso de la captura y confirmación de las sospechas de espionaje, acudieron al tinglado del puerto donde  el capitán Linares y Luis Peláez junto con un número reducido de infantes debidamente disfrazados dieron preso a Andrew Raleigh llevándolo a la Isla de San Fernando.



La acción iba a  ser la misma sobre las dos mujeres, fue una petición de Segisfredo  enviada a través de Paco al capitán Linares la que permitió que se mantuviera la vigilancia sobre éstas mientras él llegaba con  su “carga”. Segisfredo Cefontes había conocido la verdadera frustración de perder a alguien que  te muestra el camino de la felicidad mientras al mismo tiempo  lo cercena,   dejándote la duda eterna de su verdadera intención detrás de unas lágrimas que tratas de creerlas sin convencerte   veraces y ausentes de lisonjas. Daniel,  ignorante en su sentir  no debía de pasar por eso, debía hablarle antes de que se consumara la real gana del Destino,  deseaba explicárselo y si alguien debía recibir golpe o desahogo que fuera él por ser su amigo.

La mañana del 3 de julio el teniente Cefontes, vestido con su mejor uniforme  se presentó en “La Candelaria”. La misma casera, Doña Ana, olvidó su rencor por el desprecio recibido, ciertamente esperable, por su parte y le dedicó una sonrisa de admiración por su porte.

-          Buenos días, Doña Ana. ¿Estará Daniel Fueyo en su habitación?
-          ¡Caramba, teniente!  Creo que si, estará a punto de bajar a desayunar. Pero por la Virgen del Rosario, ¿a qué viene esta seriedad hasta para con su amigo?

De un suave empujón se abrió paso hacia la  habitación donde estaba a punto de salir su amigo.

-          No es momento de  explicaciones o revelaciones. Por favor, que nadie nos moleste. ¡Nadie! ¿Seguro que me ha entendido?

Sorprendida aun mas entre la elegancia y la seguridad de una orden casi militar, salvo cuadrarse Doña Ana todo lo hizo para dar a entender que así sería. El Teniente subió con paso decidido las escaleras sin tener tan claro por dónde empezar.

-          ¡Buenos vientos los que te traen Segis! ¿De donde vienes? Pareces propiamente de recibir medalla o premio por algo de Capitanía. No son horas a mi entender…
-          Vengo de capitanía, en efecto. Pero no son buenas las nuevas que te traigo. Y  a fe mia que las vas a escuchar una a una como andanada del infierno sin rechistar, aunque sea lo último que haga como amigo tuyo.

Cerró la puerta con el débil pasador que hacía  las veces de cerrojo falso. La seriedad en el trato, la mirada y el gesto último del pasador mantuvo tenso y paralizado a Daniel a la espera de lo que fuera a salir por boca de su amigo.

-          Está bien, tu dirás.
-          Vengo de capitanía, es cierto, aunque estos días en los que he  estado perdido he vagado por distintos lugares. Te habrás preguntado por mi ausencia, pues bien, no ha sido otra razón que desenmascarar una red de espionaje britano que hemos neutralizado gracias a Dios, a Peláez, Antúnez, y como no iba a ser de otra forma gracias al apoyo de nuestro Almirante Don Blas de lezo, quien nos dio el apoyo silencioso del capitán de navío Linares y los hombres que en cada momento puedieran ser menester.
-          ¿U… una red de espionaje? Y qué tenemos que ver  con eso, Segis. Nosostros somos militares de la Real Armada. ¿Cómo has llegado a eso?

Daniel sin querer enterarse ya sentía cercano un  acerado filo mas cortante que  el verdadero amenazaba su  pecho.

-          Lo siento mucho, Daniel pero  en esa red, esta implicada  Dora, Dora Macleod, que no es ese su nombre sino el de Charlotte Philips. Ella, junto a Temperance y el petimetre  del Vizconde pasaban la información de las flotas a los ingleses en Gibraltar.

Le mostró el documento que él mismo entrego a Dora haciendo que ese filo imaginario calase ya sin remisión en su ánimo. Segisfredo relajó el tono de su voz, su amigo ya estaba tocado y hundido, había entendido y comprendido su error  y lo que podría llevar todo aquello en su corazón y en su devenir como marino de la Real Armada.

-          Por favor Danie escúchamel, aunque me odies por esto que voy a decirte;  ya sabíamos esto cuando te entregamos este documento que es real en su redacción pero falso en su información. La trampa estaba urdida y tú fuiste por desgracia para mí un instrumento de todos. Era la única forma de atraparlo y de salvarte.
-          ¿Y Dora? ¿puedo ir a verla?
-          No debes pero  se que lo harás. Por eso le pedí al Capitán Linares que mantuviera la vigilancia hasta que yo diera el aviso de prenderlas. Pasado ese día será apresada junto con Temperance. El falso vizconde ya esta respirando humedades en  nuestras mazmorras junto al cerdo traidor que casi me mata en Algeciras. Si lo deseas te acompaño y te puedas despedir para siempre de  ella antes de que sea prendida.
-          Gracias Hermano. Gracias por seguir cuando a nadie escuchaba. ¡Vamos!

Se fundieron en un abrazo como lo que siempre fueron. Daniel se  vistió con su mejor uniforme de capitán de fragata y con seriedad y silencio propios de funeral encaminaron sus pasos hacia La Caleta donde estaría ella. En la última semana  tan solo la había visto  un día ya que desde hacía tres ella le pidió que   se dejaran de ver hasta que le avisara  con una excusa extraña acerca de un pudor que creía evaporado entre ambos.

A treinta varas del portal Segisfredo hizo un gesto a uno de los infantes para darles franco el paso y  mientras Segisfredo quedaba a la espera en el portal, Daniel desarbolado por los invisibles vientos del desengaño, subía las escaleras en otro momento leves y ahora enormes a cada paso.


Golpeó la puerta varias veces sin recibir respuesta hasta que, de un puntapié la echó abajo rompiendo el leve cerrojo  que la contenía. Nadie había que  lo esperase. Todo estaba recogido, limpio,  las cuatro paredes  que a duras penas contuvieron su pasión dormían en soledad y negrura sin más sonido que sus pisadas. Tras un breve tiempo, escasos minutos en los que reaccionó, justo antes de dar el aviso a los infantes una carta  con la letra de Dora parecía  querer volar a sus manos. De sus manos voló a su rostro donde  una ola inconfundible de su esencia le turbó, un olor que ya no se despegaría de su memoria vital. Iba a su nombre. Con los ojos cerrados tratando de no dejar salir una sola lágrima llevó la misiva en el bolsillo derecho de su chaquetón y bajó  ya vuelto a la realidad a dar el aviso de su desaparición…


viernes, 21 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (137)




…Dos   detonaciones secas, espaciadas por el tiempo en apuntar y asegurar la puntería  dieron con los dos verdugos de Paco sobre él ya inertes. El jinete perdido en el fragor del combate desigual no se percató de la entrada del Teniente Cefontes quien con el cuidado de no herir a su compadre del momento hizo diana sobre los  citados aprendices de verdugo. No había mas balas en su pistola humeante. Quedaba él, y su espada corta a semejanza de las “vizcaínas” de la pasada centuria entre la libertad y el jinete.

-          ¡Daos preso en nombre de la Real Armada!

Aunque aquella jurisdicción nada tenía con la real autoridad del lugar, la recuperación de entre  los tres cuerpos pasados a mejor vida con el costado renqueante, pero con la furia inyectada en sangre amén de la navaja bien engrasada de sangre de chusma, bien  situado tras su espalda no dio otra ventaja a este que tirar sus armas y rendirse.

-          ¡Por mi lomo rajado, cabrón inglés! ¡Quién cojones te crees que eres para hacer que me maten!

Paco  no se contuvo, dos patadas en los lumbares hicieron con el jinete en el suelo. Las bofetadas a puño cerrado iban sacando una a una cada muela viva de la boca de ese hombre. Trataba de hablar pero no le daba tiempo a exhalar el aire entre puño y puño. Segisfredo intercedió con la “debida” parsimonia.

-          ¡Paco, ya esta bien! ¡Lo necesitamos vivo para cazar y desenmascarar esta trama! ¡Déjalo!
-          ¡Te salva nuestra Virgen del Rosario, que no yo, perro bastardo inglés!

Mientras Segisfredo lo consiguió sentar en una de las banquetas carcomidas del tugurio, mandó a Paco a por agua para lavarlo.

-          ¡Maldición el tabernero no está!

El jinete por fin, acertó a sonreir.

-          Estáis perdidos. Os van a atrapar. En Gibraltar hay unas mazmorras muy apropiadas para gente como vosotros. De vuestra dentadura me encargaré yo.

Un golpe seco, sin rabia, con el desprecio que se le debe a un traidor dejó inconsciente al  hombre.

-          ¡Vamos, tenemos que salir de aquí o nos  cogerán!
-     ¡Se de un lugar donde no nos cazarán si apuramos el paso! ¡Pero hemos de salir ya, oscurece y  hay que  hacer  legua y media!
-          Un momento.

Segisfredo cargo su pistola  y tras ello hurgó en los ropajes de aquél hombre hasta encontrar el documento que  les había llevado hasta allí.

-          ¡Vamos!

Con sigilo, abriendo el paso Segisfredo pistola en mano, cargaron en la grupa al fardo miserable y  tras vadear el Guadarranque dieron  al trote para seguir el curso del Rio de Las Cañas  en  sentido ascendente. Silencio es lo que encontraban a su paso confundido con el piafar de las cabalgaduras que sobre todo la que a la grupa portaba el traidor lo hacía con mayor denuedo.

Fue al menos una hora la que les dio el tabernero  que fue el tiempo que tardó en traer a mas hombres de la red de espías. La noche cerrada ya no les daba pistas sobre la huida, el río Guadarranque tapó las huellas de los huidos con lo que no había tiempo para  decisiones. Podían haber ido hasta Algeciras y dar el aviso y en poco tiempo tendrían allí a los soldados. La única solución era desaparecer y borra huellas.

-          ¡Mire, teniente! ¡Están quemando el tabernucho!

En efecto desde la loma por la que iban ascendiendo hacia el Valle del Infierno y desde allí cruzar al oeste hacia el camino que llevaba a Barbate  se podía distinguior el lejano fulgor de las llamas. Se detuvieron para contemplar el espectáculo.

-          Creo que el miedo  a ser atrapados los ha vencido. Estarán remando a  golpe de ariete hasta  el Peñón. ¡Mal rayo les parta!

La  estimación de Segisfredo era acertada. No tenían posibilidades de cazarlo y las órdenes que tenían eran la de tapara cualquier sospecha de  acciones contra España  desde sus mandos en Gibraltar, esa era la solución mejor. Nadie sospecharía nada sobre el incendio de un tugurio maloliente donde además  tres cadáveres darían fe de su accidente y culpabilidad en tal desaguisado. En cambio la red más al oeste, en Cádiz, no tendría tanta suerte si  el prisionero hablase, eso dio que pensar a Segisfredo, en prevención de encontrarse una sorpresa en Chiclana.

-          ¿Qué plan tienes, Paco? Debemos detenernos en algún lugar seguro  y partir mañana  lo más deprisa posible a avisar a nuestros compañeros. Ellos tratarán de dar aviso a su gente en Cádiz.
-          Teniente, a menos de media legua de aquí  entraremos en un alcornocal donde podemos refugiarnos esta noche. Vos quedaos en él con el prisionero mientras yo me acerco a un cortijo en el valle del Infierno muy cerca de donde acamparemos. Desde allí enviaré a un hombre que os ayudará a llegar  a Cádiz sin problemas. Yo  encontraré a nuestros hombres y daré el aviso, que conozco estas tierras como la palma de mi mano.
-          Me parece bien, Paco. Pero para conocer a vuestro amigo tendremos este santo y seña.

Segisfredo trazo una letras en una pequeño papel que rompió en dos pedazos irregulares, entregando uno a Paco.

-          Deberá entregarme este papel para comprobar  que es él quien viene. Además la pregunta  que yo le haré y deberá contestar antes de acercarse  a 10 varas será  cuál es la corbeta mas veloz   entre La Habana y Ferrol. Su respuesta será la “Santa Olaya”. ¿Estamos de acuerdo?
-          Mejor no podría prepararse un encuentro entre desconocidos.



Cabalgaron aún dos horas hasta alcanzar ese Peñón donde una hendidura enorme daría cobijo hasta el alba a la que le quedaban pocas horas. Se despidieron  ambos hombres con sus cometidos claros mientras el aún inconsciente prisionero quedó aferrado a cadenas y ligaduras sobre un sufrido alcornoque… 



miércoles, 19 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (136)




…- ¡Rápido, Vos capitán Linares y yo nos quedaremos a marcar a ese Vizconde, mientras vos Teniente Cefontes id con Paco y cazad a ese jinete que por lo que parece lleva claros sus destinos! ¡Pero cuanto más cerca de este mejor será, que poco argumento le quedará en tal caso!

-          ¡Suerte, Peláez y suerte a vos, Capitán!

Se despidieron quedando ambos hombres   con la vista en el almacén y  la intención de continuar el seguimiento hasta su captura si todo se cumplía como parecía.  Paco junto a Segisfredo mantenían su cabalgar  tan lento como permitía para no despertar sospechas  y seguir a la vista del jinete desconocido. Sus ropajes eran los de paisanos  en tránsito entre Cádiz y Algeciras, tal y como parecía representar el jinete  objeto de su persecución.


Decidieron separarse, Segisfredo mantendría la distancia prudencial  sobre el jinete retrasando un poco su marcha para no levantar sospechas. Tras hacer noche en Barbate, recorridas casi la mitad de las trece leguas   que los llevarían a la bahía de Algeciras donde estaba claro encaminaba sus pasos, Paco, antes de la amanecida, se adelantó  una distancia prudencial con la que  mantener el control de su marcha. Esto permitiría que la persecución no fuera tan evidente. Paco, conocía los vericuetos del camino y se mantendría fuera de la vista del hombre, trabando comunicación con Segisfredo   y manteniéndolo informado así de  la situación  acercándose y adelantándose campo a través.

El 27 de junio al atardecer  el jinete,  tras vadear las marismas del Rio de Las  Cañas y cruzar el pueblo  de Palmone al otro lado del río  Guadarranque, se detuvo en una  desvencijada taberna  del pueblo de Guadacorte. Sus dos perseguidores  ya juntos tras dejar Algeciras quedaron al otro lado del río observando sus movimientos. Tras mas de una hora con la noche a punto de echarse sobre  ellos nada había sucedido.

-          Paco, alguien ha de ir hasta allí  a ver que sucede y donde se ha metido nuestro hombre, no me perdonaría perderlo.
-          No se preocupe, Teniente. Entraré  a beber una pinta del vino que sirvan. Si todo está en orden saldré y  encenderé un cigarro. Si la cosa esta complicada y ha de  venir lo tiraré al rio según lo encienda.
-          Esta bien, pero ten cuidado. Toma, llévate esto

Segisfredo le entregaba una de sus pistolas, listas para hacer fuego.

-          Gracias, teniente, pero no la necesitaré, esto que llevo a mi espalda me protegerá mejor y sin molestar con ruidosas explosiones

Guardó su navaja de nuevo y comenzó a vadear el rio hacia la taberna.
Una barra tan sucia como el suelo, trabado de maderas y agujeros al mismo barro del terreno soportaba de forma inexplicable los vasos de tres lugareños y  el  hombre perseguido. Paco adaptado al entorno se dejó caer sin  mucho aspaviento  mientras con un gesto pedía lo mismo que  ellos. A su saludo no hubo mas que un mísero gesto de desaprobación por su presencia, no mayor a lo que el estaba acostumbrado a realizar cuando quien entrase en sus dominios no fuera del gusto. Sus sentidos se agudizaron, alli había mas conexión entre todos de la que aparentaba  su grasiento silencio. Uno de ellos se  le acercó de forma lenta mientras los otros dos se sentaban en dos mesas que cerraban la salida tratando de no aparentar interés alguno en su persona. La espalda de Paco se tensó llegando a sentir el metal  que guardaba el filo de su navaja. Mientras, el  perseguido seguía ensimismado en su jarra de vino.

-          Buenas noche, señor. ¿Vos no sois de la bahía, verdad?
-          Esta en lo cierto, soy de Sanlúcar y me ha cogido la noche volviendo de san Roque. Por cierto tabernero, ¿disponéis de alojamiento barato para  este que lo solicita?

Fue en ese momento cuando el tabernero, con los sudores naciendo en la frente, le certificó lo que un destello en el  mango  de latón de la jarra ya le había preparado para  parar el primer golpe del más próximo.  Con sangre en su brazo derecho goteando por el corte  parado  en su derrota directa a su barriga. Paco ya estaba en su medio.  Sus siete dedos de filo ya abrían paso con su brilllo amenazador   casi abierto en el mismo instante que dejó su espalda.  Sin que lo viera el agresor, con la mano izquierda un chorro de vino bastó para apagar las velas que alumbraban con poco éxito la barra en el extremo opuesto de donde se encontraba el aún pasivo jinete. La penumbra ganó el terreno a la pordiosera luz de dos velas muertas. El duelo no duraría mucho, pues al ver los dos hombres apostados en la entrada que la sorpresa no fue tal se incorporaron para cercar sobre la barra a Paco. Este   con agilidad salto sobre una mesa desvencijada que estalló hacia el suelo mientras se libró de un cerco en el que detrás tenía a un tabernero tan cobarde como posible rematador. La situación no era prometedora. Pero  había lo que había que tener y  siendo hijo  del Reino de la Españas así sería Paco, un resistente hasta ahogarse en su propia sangre si fuera preciso.

-          ¡Vamos cabrones de mierda! Mi navaja tiene  ganas de saborear la basura  de Algeciras.

Uno de ellos  entró a matar, su golpe   se detuvo sobre  la faja enrollada en su mano izquierda mientras la navaja de Paco al fin supo a que sabía  tal basura. El muslo del primero  ensartado y libre de esta al instante cayó con el resto del cuerpo  a vara y media del choque. Rabia y dolor en la  chusma que solo  un buen rebenque debería calmar, mas no había banco de galera donde engrilletarlos; sus compañeros entraron a matar al mismo tiempo mientras el jinete se aproximaba  a sumar esfuerzo, que ya no estaba todo tan claro. Un primer ataque a dúo lo logró rechazar Paco a base de  echarse atrás sobre la pared con un rasguño algo profundo en su hombro izquierdo. El tercero en discordia ya se unió al grupo mientras el herido, cojeando y con mas  rabia si pudiera caber en su  ánimo cerraba el grupo al grito puro de ¡matad, matad a ese cerdo cabrón!


Embistiendo como si fuera lo último que le quedaba por hacer trató  de "hacerse" con uno mientras empellaba de bruces sobre el  herido gritón y trataba de clavar su cuchillo en barriga ajena. El aire fue lo que encontró, no así su  lomo izquierdo al cruzar con semejante ímpetu  recibiendo un corte  mientras caía de bruces al suelo  sobre el  herido al principio por él. No tuvo compasión, que de morir había que hacerlo matando y  antes de recibir las puñaladas esperadas en su espalda abierta hundió sin piedad el suyo en el corazón del sometido mientras su rostro demudado  perdía la fuerza y ya solo exhalaba suspiros por no dejar este mundo. El jinete se iba a librar, sospechaba de la existencia de un segundo hombre  que había visto al principio de partir de Chiclana  así que se apartó con la intención de dejar tierra de por medio mientras  los dos hombres  babeaban su  cólera abalanzándose sobre Paco para darle doble ración de acero sin compasión…




lunes, 17 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (135)




… se despidieron de Andrew Raleigh en esos momentos con ningún aspecto de pánfilo ni rastrero adulador de  similares espíritus convecinos de la misma ciudad. Tenía clara su misión y sabía ejecutarla a la perfección.  Sus dos  herramientas, Charlotte y Elisabeth, eran su arma perfecta para tanto petimetre deseoso de galanteo sin esfuerzo alrededor de sus  débiles hazañas.

Don José Patiño
 Desde hacía ya una año tenía una misión que debía rendir al gobierno inglés  los frutos de un exhaustivo conocimiento sobre  el funcionamiento de flotas y bastimentos entre la Metrópoli hispana y sus  territorios de ultramar tras la guerra de sucesión, todo ello  enfocado al caribe donde deseaban reforzar aún mas su poder comercial en la sombra desde 1713. Poco a poco este iba siendo cercenado por la armada de barlovento, los corsarios al servicio de su majestad católica y el refuerzo en flotas que Don José Patiño con el apoyo de Felipe V  se empeñó en realizar. Por aquellos años la Británica Compañía de la Indias trataba de ampliar su comercio, excluido oficialmente al asiento de negros y al navío “de permiso” anual. Todo se presentaba a su favor, la demanda de los habitantes de la América hispana por no disponer de la oferta adecuada desde  España y su monopolio, el ansia comercial de los britanos y  el escaso control naval por parte de España tras el desastre sucesorio desde los Austrias a los actuales Borbones. Esto, como digo ya no era asi, las pérdidas  en mercancías y naves mercantes britanas de todo tipo iban aumentando cada año y la compañía comenzaba a presionar al gobierno inglés para que tomara cartas en el asunto.   Todo aquello, ambos gobiernos sabían que terminaría en un enfrentamiento al que por el momento regían en  en el mantenimiento de una neutralidad y concordia entre reinos, mas su simple planteamiento público pero llevó a  los britanos a estrechar el cerco sobre las flotas mediante corsarios mientras   los nuestros comenzaban varios planes de refuerzos defensivos  tanto en construcciones de carácter militar, como en dotaciones  sobre el terreno enviadas desde la metrópoli, y por supuesto la  construcción naval  de forma incesante para al menos alcanzar una flota que pudiera plantar cara  a la ya enorme britana.

Todo esto tan estratégico  en su acción por parte de los poderes de ambos paises, era en esos momentos la más mísera razón por la que mantener erguido el orgullo de Charlotte/Dora. Había caído en su propia trampa, la manipulación en la que nadaba su hacer frente a  hombres que  por tal embarrancaban los navios  de su existencia, en este caso ella había enredado  sus grilletes entre su alma y corazón hundiendose como  puro ferro en las oscuras aguas del surgidero donde anida el tormento por  el amor  propiamente despechado, el tormento por destruir lo que  amaba en la ceguera de  otro amor más  teórico a su país.

- Elisabeth, no puedo más. Necesito desaparecer. Creo que ya no podré mirar  de frente a Daniel sin sentirme  miserable.

Elisabeth comenzó a entender la petición  para cambiar su destino ante su jefe.

-          Charlotte, no hay alternativa, lo sabes desde que salimos de Dover. Nos dieron esta opción como salida a nuestro destino en presidio y la asumimos, ahora ya no queda tiempo para sueños y vanos sentimientos de amor. Sabemos que si nuestro trabajo es bueno nos devolverán a Inglaterra sin  la mácula del delito y con expectativas de  una vida tranquila.

Caminaban entre el Baluarte de San Felipe y el de La Candelaria, rodeando  con aquél trayecto la ciudad sin ninguna prisa, tratando de  que el paseo como manera de llegar a su casa les obligase a respirar la calma   de ese lado de una ciudad en plena hoguera festiva un mayor tiempo del que hubiera sido necesario atravesándola  por su centro. El tormento casi olvidado del exilio y su trabajo no deseado  volvía  aumentado por reencontrarse con lo que significa sentir  el viento fresco  por el que se quiere  sin dudas, por lo que surge como deseo de huir hacia ese amor tras lo que hasta aquél instante solo había sido oscuridad y desazón por lo  pasado. Tormento por saber que se quiere, pero que se daña al mismo que se ama. Como si todo volviera a ser igual, como si fuera imposible alcanzarlo y atraparlo  en el alma cuando se ha sentido ya sobre la piel como real.  Poco a poco la Alameda dio paso al viento de poniente y con ello el bullicio las engulló hasta alcanzar    su casa donde tratar de conciliar el sueño.

 Pocos son los que lo saben, tan solo los que en verdad lo sienten, pero una vez  su esencia ha calado en el tuétano del mortal que se precie, este ya sabe que es el amor el mayor de los peligros, no hay otra razón o argumento que supere su arrojo, su generosidad, su desprecio a perder cuando  este ya es parte insondable de su corazón.

 Pero la noche continuaba y en ese mismo momento los hombres de Peláez, bien acostumbrados  a espiar por orden de éste, mantuvieron la vigilancia de Andrew Raleigh que  se mantenía encerrado en su tinglado. Con las mujeres controladas en su casa quedó uno de los esbirros  mientras frente al tinglado ya eran dos los que mantenían su vigilancia. Dos horas antes del alba, seguramente aprovechando el estado  de parálisis de la ciudad por la segura enorme ingesta de alcohol  de  todos y cada uno de los  vecinos autoridades incluidas, Raleigh salió del tinglado  y montando su cabalgadura  que esperaba  atada  a un viejo carro  cercano a este se encaminó hacia las Puertas de Tierra, única vía terrestre para abandonar la ciudad. Con sigilo y buen celo uno de ellos comenzó a seguirlos mientras el otro, según lo convenido entre Peláez y Segisfredo, partió a dar sendos avisos   los dos  de la novedad.

Puertas de Tierra. Única salida Terrestre de Cádiz


Tal y como sospechaban  con el sol  fuera de los límites del horizonte terrestre del que brotaba cada día y casi dos leguas de seguimiento dieron con el esbirro que los acompaño de nombre Paco y los tres hombres, Segisfredo, Luis Peláez y el Capitán de navío Linares parapetados tras una mínima loma  polvorienta las peripecias de Raleigh, ellos fuera y él dentro de un almacén al sur de Chiclana. El almacén era podríamos decir una covacha oscura de muros de adobe apoyada sobre dos casas que cerraban las lindes de Chiclana hacia el sudeste en el camino que llevaba hacia Algeciras. Mas  que un almacén de paños y textiles parecía  una cuadra en desuso donde esquilar lana de ovejas  de la trashumancia tras su arribo  de las montañas norteñas por las cañadas reales. Pero ni ese camino era tal cañada, ni el hombre que  salía  a un buen galopar por el camino de Conil de la frontera desde el almacén era oveja trasquilada…


jueves, 13 de septiembre de 2012

No habra montaña mas alta (134)



…Pasaron dos días de normalidad, quizá menor pues dejaron las fiestas y los saraos cada uno por sus propias razones, acudieron a capitanía en busca del destino ansiado que no acababa de llegar. Segisfredo como pudo se distanció de Doña Ana cual corbeta “a un largo” huye de navío de línea, algo que redujo la calidad de guisos y caldos para verse obligados a compensar tal escasez en tabernas y cafés, a mayor coste pero también mayor paz. Daniel con regularidad visitaba de forma recogida a Dora, aunque siempre trataba de llegar a horas prudentes de madrugada a la pensión si esas horas de tal manera puedieran catalogarse. Dos días antes de la noche de San Juan llegó el teniente Cefontes con el documento ansiado.

- Daniel, tengo lo que buscabas. Ven, subamos a la habitación antes de comer y te lo muestro.

Cádiz S. XVIII
Sin palabras, sin casi poder contener su emoción por lo que esto podría significar para su obsesión se encerraron en la habitación. Segisfredo le mostró los documentos falsos proporcionados por Pelaez en su descripción pero tan verdaderos como lo certificaban los tampones de la Casa de Contratación y de la Capitanía. El trabajo era todo un ejemplo de maestría, aunque eso no tuviera demasiado éxito dado que se había generado en el lugar donde se generaban los documentos oficiales y verdaderos.

Bandera de los Corsarios españoles
La llegada de la flota de barlovento estaba prevista para la mitad del mes de julio, en ella se detallaban los 25 mercantes con sus cargas fletadas desde La Habana. La escolta se reducía a una fragata, de nombre Galgo y 16 cañones, dos goletas de nombre Carlota de 10 cañones y San Bruno de 10 cañones y como capitana el navío San Telmo de 74 cañones. Estibados en las bodegas de estos navíos de la real armada mas de 4.700.000 reales en plata y 200.000 reales en lingotes de oro. Una información tan suculenta para el espionaje britano que debería surtir su efecto de forma instantánea. A esas alturas se sabía y se trataba de evitar los encuentros con la navegación al corso desde Gibraltar y diversos puertos de apoyo en el norte de Africa. Naves de medio porte que estaban al acecho de las flotas todavía muy desprotegidas por la escasez de navíos para su caza; su objetivo: el consiguiente daño en las arcas del rey, la ralentización al máximo posible de la economía del reino en su lenta pero continua recuperación y, cómo no, el reparto del botín algo que siempre motivó en beneficio de los britanos pues era una de las mayores fuentes de riqueza de estos, botines que a pesar de apresar menor número de naves el corso al servicio de Inglaterra que las naves apresadas de la misma manera por parte del corso al servicio de España, eran mayores los beneficios para ellos que para los nuestros. Estaba clara donde se encontraba la riqueza y por ello el objetivo certero. La llegada de la flota daba como previsión la salida de la flota de Tierra Firme para el mes de octubre que al fin y a la postre era el “objetivo”.

- ¡Gracias Segis! No se cómo pagártelo. Esta misma noche se lo entregaré para que pueda organizarse con Temperance y preparar la salida en octubre.

Segisfredo trató de hacerle ver lo que la ceguera del amor siempre oculta por mil razones en otro momento claras.

- ¿Estás seguro de entregar este documento a Dora? Al fin y al cabo ya conoces las fechas y con ello todo es cuestión de organizarse.

- Ya te lo dije. Ella me lo pidió pues necesita hacer valer la llegada y salida ante su amiga para que esta le ayude. Yo la creo y no necesito más.

- De acuerdo, Daniel. Así será y mientras sigamos a la espera del destino aquí me tienes para lo que necesites.

Daniel no aguantó mucho tiempo más con su amigo y encaminó sus pasos a la puerta de La Caleta donde poder ofrecer, de la forma inconsciente que el amor provoca, semejante tributo a Dora Macleod, señora en aquellos instantes de su voluntad, verdadera brújula sobre el cuarto de derrota de su vida. De igual manera Segisfredo, a través de Antúnez comunicó el paso dado, quedando tal y como le aconsejó Luis Peláez en su última reunión a la espera de sus noticias en la Pensión, eso si, abaluartándose en su habitación ante el indudable asedio que plantearía doña Ana sobre su persona.

23 de junio de 1733, el sol, orgulloso y resistente se niega a dejar de acariciar la bahía, Cadiz bulle por las inminentes hogueras que darán paso a la celebración del paso de estación. Cualquier playa ya abarrota de leñas, maderas y restos de lo que se desea olvidar. Mientras, Dora Macleod camina apresurada por entre el gentío, oculta sobre una capa gris oscura que la disimula a la perfección entre la escasa luz que ya resta y el bullicio en progresiva evolución. Su destino era el tinglado en la zona portuaria donde justificaba su apariencia de comerciante el falso Vizconde, “Textiles Ferrero”. Dos sombras, la primera con apariencia de infame borracho que seguramente no alcanzará el prendido de la hoguera seguía a la mujer mientras que otro hombre, agazapado sobre uno de los carros que servían para llevar la carga a los mercantes mantenía su vigilancia continua, serena y perfectamente disimulada bajo mantas y objetos abandonados que a nadie interesaban aquella noche tan particular del año sobre el tinglado de Textiles Ferrero. El viento del suroeste permitía escuchar desde su privilegiada posición con cierta nitidez las conversaciones que se pudieran producir en el tinglado.

Con la noche ya presentada, Dora Macleod se presentó en la puerta del Tinglado. Alli le estaban esperando Temperance y Alfonso de Marcos, este último no mostraba ese rostro de pánfilo que mantenía de forma forzada en las reuniones públicas. El calor a pesar de las horas ya nocturnas seguía apretando por lo que tras observar la paz y la calma en aquellos muelles desiertos decidieron aprovechar la brisa que en algo refrescaba a los tres personajes para quedarse fuera del tinglado.

- Buenas noches, Andrew. Elisabeth. La noche es preciosa…

- Buenas noches Charlotte. Vamos, no perdamos mas tiempo. Muéstranos los documentos.

La conversación era nítida, escueta y como podía comprobar el hombre de confianza de Peláez confirmaba la falsedad hasta en sus propios nombres. Dora o Charlotte entregó los documentos que sin mediar palabra el jefe de ellas dos procedió a supervisar y comprobar su veracidad. No hizo falta mucho tiempo para ver de la autenticidad completa tanto de los sellos, como del lacrado y timbrado de los papeles.

- Perfecto vuestro trabajo, Charlotte. Me encargaré de hacerlos llegar lo más pronto posible a su destino. Esto podría permitir golpear en la caja de caudales de nuestros corteses amigos y anfitriones. Nuestro rey estaría orgulloso.

- Gracias Mr. Andrew. Desearía pediros un favor, señor.

- Vos diréis, Charlotte.

- Me gustaría desaparecer de esta ciudad cuanto antes, si fuera posible mañana mismo aprovechando cualquier excusa. Podría llegar a La Roca sin levantar sospechas quedando disponible para cualquier operación que demande nuestro servicio en otras latitudes lejanas a este lugar.

- No os entiendo. Vuestro trabajo está siendo excelente. ¿Teméis ser descubierta? ¿habéis detectado algún seguimiento de las autoridades? Por lo que yo percibo tenéis a ese hombre, David o Diego o como se llame, comiendo en vuestra mano, quizá necesitemos algo mas de él que seguro podréis obtenerlo sin mucho esfuerzo.

- No me han descubierto ni he detectado seguimientos ni extrañas preguntas sobre mi, pero señor me siento algo cansada y podría fallaros en un despiste, son ya muchos meses aquí y tengo el temor a que este trabajo se pierda por mi culpa…

- De momento seguiréis en vuestro puesto, ya sabéis cual fue vuestro compromiso al salir de Inglaterra y no tenéis otra opción hasta que el gobierno de su majestad tenga a bien conmutaros por vuestros servicios el mal cometido a nuestra sociedad.

- Pero Señor, tan solo es cambiar el lugar del trabajo…

- No hay mas, Charlotte. Os prometo dar aviso de vuestros deseos cuando esta operación haya culminado. Ahora es mejor que nos separemos en la fiesta. Os reitero mi agradecimiento. Elisabeth, acompañad a Charlotte. De momento no nos veremos hasta nuevo aviso por mi parte. Me encargare de avisarles. Buenas noches…

 

martes, 11 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (133)



…El encuentro fue menos tenso que tras la última despedida entre ambos. Aparentando un recién despertar por parte de Segisfredo al fin entrechocaron unas palabras.

-          Buenos días, Daniel. ¿Estás bien? Me tenías preocupado aunque supuse que estarías con Dora. ¡Por favor! ¡por favor Daniel!, no vuelvas a enfadarte, te pido disculpas si te ofendí  cuando te dije aquello, no era mi intención  hacerte daño, pero ya sabes que yo he pasado por situaciones de parecida estampa y no deseo verte sufrir. Seguramente me excedí y vuelvo a disculparme

La acometida directa tuvo éxito, los ánimos se relajaron. Daniel se sentó sobre  su cama con la mirada tan pronto apuntando al suelo invadido de carcoma, como a las vigas retorcidas del techo.  La marejada amainaba por momentos a marejadilla con áreas de rizada.

-          Gracias Segis, perdona mi reacción también, no estoy acostumbrado a estas efervescencias que  una vez  dentro parece que nunca van a abandonarle a uno. Como bien  has imaginado, vengo de estar con Dora.

Segisfredo mantuvo la calma y  decidido “anudó” su lengua al muerto más profundo de sus entrañas para permitir  que su amigo se abriese paso y  poder maniobrar en su objetivo, cualquier comentario hubiera llevado al traste con lo que pretendía.

-          Cuenta, cuenta, hermano. ¿Va todo bien?

Daniel no se planteó medias palabras ni ocultación alguna de sus sentimientos, todas las portas abiertas y como una andanada a tocapenoles disparó su cotazón.

-          La amo Segis, o como se que tu deberías decir, eso creo. La siento como ese ángel cautivo al que hay que liberar de las mismas cadenas que acaban por  aferrarnos a esta sociedad marcada por la hipocresía que tan bien definió Don Francisco de Quevedo en “los sueños”. Deseamos casarnos, pero eso parece imposible por parte de ella aquí en Cádiz. El tiempo exigido en el que  demostremos ese noviazgo para poder  casarnos  pondría en guardia a ese maldito Vizconde o lo que sea que al parecer la tiene  bajo su protección no sé por qué razón que no pude entender.
-          Pero entonces, vuestra unión es imposible.
-          No si logramos hacer que se embarque hacia Cartagena en la próxima flota que parta hacia Tierra Firme. Le dije que encontraría la manera de embarcarla y una vez allí con la debida presentación  viviría con mi familia hasta que yo consiguiera un embarque en un aviso o correo  desde aquí para casarme con ella al fin sin permisos ni beneplácitos de  vizcondes o sociedades al uso. Tan solo he de informarme de la salida de la flota y prepararlo todo.

Su determinación le traía amargos recuerdos en los que la sinrazón que comporta la ceguera de  un amor   sin una brizna de reflexión, sin la escucha por parte de los que  a uno le aman provoca. Tenía claro Segisfredo que eso no ocurriría dos veces. Para ello no había mas remedio que actuar  entre mentiras y falsedades con su amigo, como  navío en la niebla en la que los ruidos, las voces, las campanadas pueden ser amigas o enemigas pero es la única referencia que queda para  mantenerse con vida.

-          Amigo, creo que de verdad has encontrado  el horizonte de tu andar. Quizá yo pueda ayudarte. Sabes que el primo de Antúnez  trabaja en la Casa y nos podría informar. Cuando lo sepas, ¿Qué harás con ello?
-          Prepararemos su embarque. Por tal cosa  estoy dispuesto a llegar hasta lo más alto, incluido la influencia de nuestro almirante si fuera preciso. Pero antes ella me ha pedido que le informe de la salida de la  llegada de la flota que precede a la salida para poder preparar su escape con la  cooperación  de Temperance. Esta le cubrirá hasta partir. Segis, ¿me podrás ayudar en este trance?
-          No me ofendas, hermano, sabes que desde que nos conocimos en la escuela de guardiamarinas nada nos podría separar como amigos y todo  es la respuesta al qué  ofrecer. Déjame hablar con el primo de Antúnez y vamos dando pasos.

Se fundieron en un abrazo por el mismo motivo que no era otro que su amistad verdadera, aunque en este caso los derroteros de cada uno iban a derivar por caminos muy dispares que  por el bien de todos habían de  alcanzar el mismo destino. Daniel se acostó con la intención de  encontrar la forma de perderse en sus sueños donde ganar la calma interior que en estas situaciones ya nunca será la misma. Entre tanto, Segisfredo se puso en marcha hacia la casa de Contratación.  Luis Peláez debía  dar la salida al plan para descubrirlos.

Como digo desde aquél momento la caza mayor  había levantado su veda.  Peláez generó una  fecha de previsión de arribada de flota de  barlovento y la consecuente salida de la de Tierra Firme. Para darle mas relevancia y  valor incluyó el listado de naves mercantes de todo tipo, sus cargamentos y las  naves de escolta con la previsión de caudales que  debían entregar  a la corona previo control a través de la Casa.  Antes de esto  el teniente Cefontes alquiló un coche  con destino a Puerto de Santa María, en concreto a la Calle Larga nº70 donde  descansaba de sus dolencias su almirante y protector Don Blas de Lezo junto a su familia. Segisfredo y la coyuntural alianza  para desbaratar esa en principio pequeña red de espionaje debía de estar bendecida por  la autoridad que para él, no debía ser otra que la marítima.

La visita obtuvo el éxito esperado por parte del teniente, desde capitanía se dio permiso para actuar  incluyendo en el  grupo un capitán de navío  como enlace con  esta para cualquier necesidad que pudiera presentarse. Tal enlace no era sino una seguridad que Don Blas estableció para proteger a sus hombres en caso de que todo  aquello se complicase implicando a otras autoridades o por algún “exceso” que por parte de  los bajos fondos se produjera. Era un hombre entrado en años, retirado sin culminar su carrera naval y dedicado de lleno a papeleos y trámites tan odiados por los verdaderos marinos, su nombre Don Manuel Linares.




Aquella misma noche  Segisfredo recibió de manos de Peláez en la taberna “El Tuerto” el documento falso sobre la arribada de la flota de barlovento y la previsible partida de la de Tierra Firme. La suerte estaba echada… 


domingo, 9 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (132)




…Retornando a la media tarde  nos encontramos a Daniel junto a Dora Macleod tratando de contener una pasión que por tal motivo  incrementaba su valor. La Alameda ya no  podía ocultar sus caricias verdaderamente impúdicas por mucho que fuera Cádiz donde  vivieran su amor, ese Cádiz abierto al mundo, al comercio, a las culturas diversas y a la vida por vivir. Existían unas normas de pura conveniencia donde el recato y la contención al menos durante las horas de luz debían mantenerse.

-          Daniel,  no se si mi corazón y mi alma podrán contener mas tiempo  a este cuerpo mortal que os desea  de nuevo  fundido en mi. Ni siquiera este levante tan fresco  cargado de sal  en su levedad es capaz de  ocultar vuestro perfume, el olor de vuestra piel que ya no sabría nunca separar de mi propia esencia. ¿Por qué me habéis condenado a este tormento  donde la felicidad resulta tan etérea? Bien se que os perderé, pues vuestra vida está  más allá de los baluartes  que protegen esta  ciudad y la mía  no es mas que el triste sino de alguien refugiado en tierra extraña, alguien a quien la vida por su  naturaleza injusta solo me llevará a la soledad entre mínimos destellos  de placer por vuestro recuerdo por siempre vívido en mi.

Sus lágrimas silenciaron la voz mientras un temblor extraño paralizaba su cuerpo, que sin los rápidos reflejos de Daniel hubiera golpeado de bruces contra el suelo.

-          ¡Dora, amor mío! ¡Qué os sucede! Nada está escrito, todo lo que  se vive es porque se decide, la derrota de nuestra vida solo es cuestión de nuestros deseos y nuestra determinación…
-          Daniel. Tu no sabes nada de mi. Mi vida es poca cosa y cuanto mas te  siento empequeñece aún más. Es mejor que  te olvides de mi nada bueno podré llevarte salvo tristeza y quizá la desolación de…
-          ¡De nada! ¡Ven, vamos! Te acompañaré a tu casa para que descanses,  nadie me esta esperando, nada esta aguardando y no me perdonaría dejarte así como  navío en desarmo a la espera de primavera que no vendrá.

Con la Puerta de La caleta  a su derecha doblaron la esquina para subir a  su casa donde no había nadie. Su amiga Temperance no había dado señales de vida, cosa que a Daniel  en nada le ocupó  tiempo por encontrar explicación cargado por la ceguera de un amor encontrado como huracán del Mar Caribe, en el que desarbolar  su aparejo para no salir de este en tanto la vida  a flote mantenga su ánimo.

Caricias que trajeron primero la paz sobre los temblores, tras esta se fue abriendo paso  el combate piel con piel, el avance de sus los labios por alcanzar el nácar de su sonrisa cautiva por algo desconocido. La Caleta y el  océano enmarcado por la ventana observaba enmudecida  su orilla por el levante acompasando la furia de ambos titanes. La noche se llevó el viento, las estrellas dejaron de mirar por  no poder ser ellas las pretendidas; tras  un tiempo que se vivió como fugaz sin serlo, ambos  en una sola parte exhaustos y silentes dejaron que la escasa brisa nocturna los devolviera a la real y sempiterna verdad de aquellas cuatro paredes. Por un instante Dora MacLeod brillaba en su mirada, pero tan solo fue eso, un instante. La verdad que antes la hizo temblar se impuso.

-          Daniel, amor mío. Tan difícil es huir para mi de todo esto que me rodea.
-          Dora, nada lo es si en ello va tu razón y tu deseo en comunión. Me muero por poder lograr vernos juntos, libres y sin más porvenir que el que nos marque nuestro destino ya juntos. ¡Casémonos! Mi tio nos ayudará aquí, en Jerez y en Magangue está el resto de mi familia donde podemos comenzar una nueva vida si deseas escapar por completo de todo esto que tanto te atormenta.

La mirada de Dora dio una virada del gris al brillo de la oportunidad.

-          ¡Eso es lo que llamáis Tierra firme! ¡Oh, Daniel, me encantaría! Pero como lograrlo. Es muy difícil embarcarse en una de esas flotas que parten hacia allí y tu te quedarías aquí.
-          No lo será tanto. Yo puedo conseguirlo a través de capitanía para ti y en un aviso en el que me enrole podría arribar a Cartagena antes de lo que imaginas. Nos casaremos allí, con mi familia por testigo. ¡Qué dices, amor mío!



Dora parecía volver a temblar, como si algo le partiera por dentro sin remisión.

-          Daniel, eres en extremo generoso, tu corazón no  lo supera el vasto océano que me propones atravesar. No me merezco tal homenaje, honor por tu parte…
-          Nada sería suficiente si no se logra lo que uno merece y nos merecemos. ¡¿Aceptas?!

Cayendo en sus brazos rendida por aquella muestra de valor sobre alguien como ella era y se sabía las lágrimas comenzaron a derramarse sobre el pecho de Daniel mientras trataba de articular las palabras que no deseaba pronunciar.

-          Daniel, acepto. Pero debo de decírselo a Temperance. Ella es todo lo que tenía hasta ahora y  debe de saberlo para encubrirme frente al Vizconde de Azcárraga o no lograré salir de Cádiz. Para ello has de decirme la fecha de salida de la flota que supongo será cuando arribe la que tiene por hacer desde  Portobelo. Será la mejor manera de controlar la situación para asi estar prestos en la partida.

La argucia como un cepo hizo fondo y Daniel aceptó el engaño. Se despidieron de la misma forma que se  amaron aunque la pasión  y el furor del corazón de Dora tan solo era producto de un dolor merecido por semejante daño causado a quien había encontrado por fin. Daniel marchó en volandas a la pensión cuando el alba rayaba sobre las puertas de tierra de la ciudad. Segisfredo, su amigo y hermano lo esperaba preparado…