miércoles, 29 de junio de 2011

Cómo se pinta una ola




Me pregunto cómo se  puede dibujar una ola. Cómo se puede hacer tal cosa sin ser viento que la empuje y modele, sin ser su madre mar tendida que la mande y ordene partir erguida sobre su propia sangre de sal líquida.

Cómo podemos hacer que estalle en blanca espuma sin ser roca ni piedra de humana factura. Cómo llevar la espuma sobre el aire sin serlo ni pretenderlo. De qué color se pinta su espalda sinuosa perdida sobre el valle que ya va pidiendo otra de la misma sangre que la siga.

Turquesa si el atardecer de junio cargado de sol ve como su madre tendida del noroeste le propone su espalda al eterno astro. Gris metálico cuando su lomo casi  en espuma transformado sea empujado por furioso vendaval empapado de chubasco como ventisca del Ártico.

Tantos colores como sentidos, miradas, fuerzas y honores rindan sobre su mar de la que fecundada, como verdadero parto sin dolor vean la vida en un recorrido sin tregua hasta el final  de leve muerte sobre arena fina o de violento término entre los afilados ramajes de piedra asentados en el eterno odio compartido por ver quién destruye a quién.

Pero aún no se cómo se pinta una ola, tan solo puedo ver  la que bate, la que muere, o sentarme para grabar sobre mis ojos el silencio de una para siempre atrapada, prisionera del silencio y la luz terrible de un par de focos al que el poder humano  harán cumplir su sentencia que diriman cuando existe o cuando ya se funda en la noche artificiosa de un cuarto oscuro. Lugar silente y a menudo vacío en la que aquella masa virtual de agua y espuma vestida sobre lienzo trata  inútilmente de salpicar al corazón curioso que sin saberlo siempre le aturde la mar.

Nunca sabré cómo se pinta, nunca podré plasmar su sal, su furia y su destino. Solo sé que la podré romper plantado frente a su bravo y cegado avanzar, o quizá cuando trate de volar sobre su pecho doliente por saberse de inmediato perecer. Podré sentir sus lágrimas cuando la quilla de “El Holandés”  en mil gotas vestidas de rociones la logre romper.



Todo esto podrá ser posible, pero nunca podré pintarla. Cuando vuelva a su cuarto trataré tan solo de mirarla.



martes, 28 de junio de 2011

Carta desde "El Holandés"




"Hoy es el día más hermoso de nuestra vida, querido Sancho;
 los obstáculos más grandes, nuestras propias indecisiones;
nuestro enemigo más fuerte, el miedo al poderoso y a nosotros mismos;
la cosa más fácil, equivocarnos;
la más destructiva, la mentira y el egoísmo;
la peor derrota, el desaliento;
los defectos más peligrosos, la soberbia y el rencor;
las sensaciones más gratas, la buena conciencia, el esfuerzo para ser mejores sin ser perfectos, y sobre todo, la disposición para hacer el bien y combatir la injusticia donde quiera que estén.” 




Dejando el corazón a su albedrío quien  de buen fondo es, al fin se ve invadido por mesnadas de vividores de la bondad ajena. Y será  por no darles el sufrir a ellos como a su propio vivir se lo enajenará.

Pero si algo se ha de tener claro ese corazón es que  el viento en la popa del propio ánimo no es nada bueno para navegar  libre y con alegre andar. En cualquier momento la  cangreja que cuelga del palo de mesana de nuestro corazón, mal soplado por ese viento traidor que  de popa se ofrece, nos golpeará dejando sin sentido todo el cavilar  y el valor echado por  zarpar del mismo  puerto gastado y contaminado del desperdicio humano que es la  usura del cariño robado con malas artes.

Es como dice el bueno de Don Alonso Quijano que  el obstáculo más fuerte son nuestras propias indecisiones. Dudas y  razones mil veces mantenidas para no dar ese salto quizá por algún miedo infundado que solo existe  como envoltorio de nuestra propia indecisión ante el salto más grande de nuestra vida o el pequeño paso hacia un nuevo lugar donde  descansar de nuestro destino durante un instante fugaz. Viejos fantasmas vestidos de  vistosos trajes de normalidad  se presentan como lo adecuado y lo que  parece en verdad razonable  como preludio falso de que al final todo se pondrá “de cara” y las cosas fluirán como  uno piensa, viejo truco fatal.

Pero si a Don Alonso,  con su eterna razón le seguimos por hacer  caso,  tendremos que la sensación más grata  no es otra que  la buena conciencia además de hacer el bien  y  si también le seguimos como hidalgo caballero  que nuestro Señor Quijano es, será también el combatir la injusticia. Y a eso me apunto yo, que la buena conciencia  si se tiene armada de las ganas del bien  propio  como primer paso para ese bien regalar  a los que a uno le rodean, será tarea fácil combatir la injusticia aliada de la pura indecisión que acaba por hacer triunfantes a los pobres de espíritu y usureros del corazón ávidos del buen corazón de  quienes se lo permitan.
   
No permitas el desaliento como verdadero preludio de la derrota. La Vida como vieja partida de ajedrez en la que  nunca se podrá saborear la victoria, pues esta cuando llegue siempre trae su fin aparejado al de la propia existencia. Es cada paso, cada movimiento el que te demuestra tu ser y  vida y  debe ser el aplomo y la visión avante de él  lo que motive cada movimiento, pues  hay  devoradores de cariño que  no aportan nada y todo lo dañan, minando  la piezas vitales sobre el tablero de tu vida hasta que  desarbolado uno no le queda ya nada más que pedir tablas.



Adelante, como Don Alonso, siempre adelante. 



lunes, 20 de junio de 2011

Plaza, Puebo y Palabra






Hace muy poco que ha caído en mis manos la entrevista hecha por Iñaki Gabilondo a Jose Luis Sampedro, (gracias Neil), y escuchar semejantes razones   simples, claras,   humildes pero resolutivas ya solo en su significado, aglutinantes en  la capacidad de aunar los sentimientos reales que tenemos todos sin excepción, y me atrevo a decir tal cosa porque en nuestro interior sabemos que este sistema que debería  su base a unos principios ya no se sostiene porque esos mismos principios  se han socavado de forma lenta pero progresiva por quienes tenían el legado de nuestro voto y con la responsabilidad terrible de nosotros mismos por  dejar sin ver.

Pero  como dice Jose Luis, nos queda lo que siempre tuvimos aunque a veces lo prohibieran los iluminados de siempre y cualquier lugar, sin más éxito que  un escaso periodo de tiempo en cada sociedad y  momento  vestido de “puerta al mar”. Y lo que nos queda no es otra cosa que Plaza, Pueblo y Palabra.

Plaza, donde  poder vernos  quienes deseamos cambiar esto sin  muchas veces saber cómo, con mil ideas distintas fruto de nuestras propias creencias, culturas, formaciones, pero con algo decididamente claro que no es otra cosa   que la no creencia en vanas y fútiles palabras desgastadas por  quienes en coche oficial, y confundiendo a la política con el fútbol,  nos mantuvieron a muchos en la dinámica ciega de  la confrontación  que a ellos tan bien les viene. Una plaza con árboles o sin ellos donde la sombra la aporten el dialogo  sin restricciones  donde las caras se conozcan por sus intenciones; trabajo extenuante donde nosotros como Pueblo tenemos la obligación, la necesidad de  sacar adelante nuestra sociedad donde los intermediarios sean palpables  y  responsables en el caso que decidiéramos darles alguna responsabilidad, y no  como los que ya se arrogan cometidos por saberse   votados  y tener una mayoría en la que la resignación  por no haber nada mejor o el miedo a que no venga algo peor oculte lo que los receptores de tantos votos  ya saben y usan  últimamente con excesivo desparpajo sin siquiera aportar algún plan, propuesta creativa, incluso conjunta sin que por ello la palabra traición política se convierta en acusación mas propia de tiempos que me atrevo a calificar de remotos.

Es la Palabra el mayor  arma de que se dispone, con la que desarmar a veces con mucha paciencia  argumentos  tan falsos como profesionales que,  tras las coartadas con las que siempre nos hacen callar: crisis, dictado de las elecciones, economía, costumbre y tradición; palabras que son tan reales  para tener en cuenta como para no tenerlas por enemigas sino como el acicate  con el que sacar adelante las soluciones sin 
temor al fracaso, pues esto que tenemos ahora es en verdad un fracaso.

La palabra como verdadera arma de destrucción masiva de la mansedumbre y la desinformación, la palabra sin complejo de quien  comienza a pensar y expresa lo que cree es, o podría ser el verdadero futuro con el que hay que  abrir las puertas de tanto sótano cubierto con la herrumbre de la resignación engrasada de subvención para respirar el aire fresco de lo que espera  fuera. Parece  algo maravilloso pero no lo es y no lo será pues  son estos momentos de verdadera crisis, cuando las cosas son terribles para tantos instantes en los que hay que mantener la calma ante el desánimo frente a la sencillez del no pensar y dejarse llevar; aunque  en la dejadez el destino sea  el semejante desatino de que nos arruinen los de siempre y lo paguemos los de siempre desde  nuestras arcas que bien alimentamos   día a día y mes a mes.

Plaza, Pueblo y Palabra, es la fórmula del secreto a voces  que un hombre como él  plasma tan bien en sus palabras cargadas de la experiencia de vivir el fin de la Restauración, ( en mi opinión a veces tan parecido al régimen actual), la dictadura de Primo de Rivera, la II República, la Guerra   y su legado de cuarenta años  para que no arruinemos lo que parecía prometer y  como el papel  mojado  ya empieza a no sostenerse.

Me ha emocionado escuchar  semejante  alegato  a favor de los sueños que  si los mantenemos despiertos con esfuerzo  podemos llegar a rozarlos. 


Sin Comentarios


sábado, 18 de junio de 2011

Porque los sueños se corrompen


Don Gaspar Melchor de Jovellanos, no fuisteis vos quien estas palabras dijerais, pues destiladas fueron  dos centurias avante la  de vuestra recalada final  como partida eterna  ya sin ancla que haga firme  sueños y voluntad sobre una certera realidad.

Porque sé que los sueños se corrompen,  
he dejado los sueños.  
El mar sigue moviéndose en la orilla.

Mas permitidme que tras  esta tarde  en la que vuestra luz sin  freno penetró de nuevo en mi  como turbonada  del Cantábrico, desahogue y  disfrute escribiendo lo que más deseo decir de vos mezclado entre el deseo de que, esa vieja luz que vos y tantos de vuestro tiempo bautizasteis como Ilustración nos ciegue y nos  devuelva la dignidad perdida entre mares de  consumos y  carreras sin medida por alcanzar el  pico más elevado  entre los picos, devorando  en semejante huida turbulenta  bienes como Solidaridad, Humildad, Lealtad, Naturaleza, Justicia,  Futuro.

Pasan las estaciones como huellas sin rumbo,  
la luz inútil del invierno,  
los veranos inútiles.  
Pasa también mi sombra, se sucede  
por el castillo solitario,  
como la huella negra que los años y el viento  
han dejado en los muros.  
Estaciones, recuerdos de mi vida,  
viene el mar y nos borra.  

Como dice a vos   el poeta, los sueños se corrompen,  dejando sin rumbo la bitácora del alma  regida   por ellos hasta entonces; resignada ya a aceptar lo que uno posee sin mayor espera por venir. Edulcorado quizá con una vida arreglada por un  buen botín de la  vida de corsario con patente otorgada de pabellón  mediocre adocenada en un  mundo vulgar.

Al filo de la luz, cuando amanece,  
busco en el mar  
y el mar es una espada  
y de mis ojos salen  
los barcos que han nacido de mis noches.  
Unos van hacia España,  
reino de las hogueras y las supersticiones,  
pasado sin futuro  
que duele todavía en manos del presente.  

Pero a vos los sueños nunca se os corrompieron, soñador despierto por la enseñanza, la agricultura, la industria y la navegación. Ardiente eráis en vuestra pasión, incluso cuando el fin  vuestro  parecía querer hermanarse con  el que amenazaba a la nación y  asi todavía os negasteis por verdadera convicción  a concesión de pabellón corsario  con buen pesebre y mejor adocenado. Pasión soportada  en los sueños por los que  el alma se siente viva y con ella el sudario de piel que mantiene en orden la baqueteada osamenta.

Como vos en vuestra mirada, como vos en vuestra búsqueda  del tiempo entre olas que os acunen en el valle  y así os lleven ambas crestas escoltándoos hasta nuestro ser como consciente actual,  donde  acariciarnos con vuestro empuje y vuestras ideas  en semejante océano de mansedumbre y  ruina premeditada que promete nuestra sociedad. Promesas lanzadas desde sus más altas dignidades alcanzando a nuestras propias conciencias, mientras virreyes de nuevo cuño se arrogan el papel de vicarios de la libertad subidos sobre arcas abiertas en rendija sin otra razón que  la  lograda bajo  la sangre y el sudor de quienes, si ahora  lo vieran acudirían a vos sin  duda para formar legión contra semejante destrozo en palabra y obra de  los sueños de libertad y democracia y que por ellos murieron como vos en  otro tiempo.




El mar sigue moviéndose en la noche,  
cuando es sólo murmullo repetido,  
una intuición lejana que se encierra en los ojos  
y esconde en el silencio de mi celda  
todas las cosas juntas,  
la cobardía, el sueño, la nostalgia,  
lo que vuelve a la orilla después de los naufragios.

Pero este navío, si vos me permitís, donde navega nuestra sociedad  tantas veces aislada en sus átomos oteando cada uno el horizonte en  mil y un puntos distintos de la rosa de los vientos  como ansias de incierto origen, aun puede cerrar semejante vía de agua sobre el pañol de la Libertad al que una bala rasa  "a lumbre de agua"  trepanó con la pólvora del olvido por lo vivido. Con esfuerzo y   falta de manos  vamos cegando la via  a base de tapabalazos cargados de dignidad recuperada y consciencia de una  sociedad con metas comunes por las que  engrandecer el propio interior engrandeciendo  como vos diríais sin temor a complejo, la nación.

Porque sé que los sueños se corrompen  
he dejado los sueños,  
pero cierro los ojos y el mar sigue moviéndose  
y con él mi deseo  
y puedo imaginarme  
mi libertad, las costas del Cantábrico,  
los pasos que se alargan en la playa  
o la conversación de dos amigos.  

Unos con otros desde nuestras conciencias hemos de demostraros a vos que somos dignos de vuestra merced. Que la luz de  la Ilustración, como vos también decís, más lenta en su avance que la del Sol, ya rayó en nuestro hemisferio y no  ve límite alguno en ningún horizonte por el que deba detener en su  brillar.  Ganemos la consciencia de la verdadera necesidad, la que da alas a una sociedad como la nuestra hoy, como la vuestra hace dos centurias. Una necesidad de valores por lo que  merezca la pena seguir y esos valores están dentro de uno… solo hay que verse por dentro.  

Allí,  
rozadas por el agua,  
escribiré mis huellas en la arena.  
Van a durar muy poco, ya lo sé,  
nada más que un momento.  

El mar nos cubrirá,  
pero han de ser las huellas de un hombre más feliz  
en un país más libre.  



Nota: los versos son de Luis Garcia Montero “El insomnio de Jovellanos”

martes, 7 de junio de 2011

Rumbo y Destino



Cuán largo es  el Destino cuando vos mismo lo fiáis,
me aturde y deja sin tino en este tortuoso andar
entre fino y trabado como corazón sin razón encontrado
donde lascar el cabo que afirme mi proa a su estrella esperada.



Nubarrones tapados por soles como dudas sobre razones
ante  tal o cual derrota que  ganar,
por virar aferrado a las cabillas de mi alma,
pugnando por decidir mientras perdura la calma,
olvidando mientras me recuerda el viejo eco
que no hay lugar sino persona,
con la que ser feliz en su fondo y no en su forma.

Forzado al banco de la vida ya escrita
mientras grillete y rebenque golpean la espalda contrita
de chusma y nobleza unida por la misma desdicha,
amura la galera al viento de la  verdad infinita.

Por lo que sientes   tu alma  emprendes
ese viaje que  perdura hasta siempre en  la huida
sin retorno sobre la misma estela de la vida.

Roda rasgando  mar silente, ardiente por tu  filo
cortante y ciega proa, tozuda, tenaz, rompiente y decidida
tras el dolor que se  aleja, silente, doliente,
 mientras ya vuelve por eterno como pertinaz lamento
amarrado el lazo trazado por mil deseos olvidados
sin solución entre los vientos, hijos de mis vientos,
soplantes del propio corazón que llora sin espera ni demora
a que sea  al fin sueño y dicha,
abriendo futuro  como el ariete de la nueva aurora.





miércoles, 1 de junio de 2011

No habrá montaña mas alta... (109)


…Agotado como un verdadero ser humano, el “Santa Olaya” descansaba amarrado a los muelles del puerto de Alicante. Hacían dos jornadas que ya habían atracado. Una vez comunicada la situación de urgencia  a las autoridades marítimas de la capitanía, un correo partió  a uña de caballo hacia la villa y corte donde se debía dilucidar la respuesta, que no podría ser de otra manera más  que una clara y rotunda acción de castigo  y  aniquilación máxima de las fuerzas   argelinas.

Con extrañeza para el teniente Cefontes la mañana del 10 de  septiembre, aun en  danza el verano mediterráneo, golpeaba suave pero de manera continua una lluvia cansina sobre la cubierta de su Bergantín arrullando en su repiqueteo leve  el momento tenso para él de la despedida de Ginés De La Cuadra tras su periplo naval antes de incorporarse a su  dulce destino en la corte junto a los de su clase. No partía el teniente De La Cuadra en briosa montura para ganar Madrid en un instante,  casi abarloado  al bergantín aguardaba  un hermoso carruaje con las armas de su linaje en las portezuelas de cada banda,   bien forrado de cueros en su interior  y ballestas  sobre los ejes que calmen las leguas  bacheadas hasta la corte  tirado por cuatro caballos de robusta planta.

-          Teniente De La Cuadra, esta carta  firmada por nuestro  comandante Daniel Fueyo habréis de entregar en  el almirantazgo cuando arribéis a Madrid. Además de la carta personal que ayer os entregué adjuntar a la carta de nuestro capitán este informe  de mi puño y letra como  mando directo vuestro donde que se  refleja vuestro papel en el intento fracasado de  embarcar al mensajero de los sitiados en la playa de Las Aguadas. Ahora tened cuidado por esos caminos y  mis mayores deseos para el éxito de todo lo queos habéis propuesto.
-           A sus órdenes mi capitán. Cumpliré con todo lo que he prometido. Os prometo que antes de  lo que vos tengáis como prudente tiempo de espera un correo con mi sello  os hará entrega de respuesta sea esta la que sea de quien vos deseáis tal. Ha sido un honor luchar  con vos  sobre tierra y mar.

Con un abrazo se despidieron bajo esa lluvia  suave  que todo lo empapaba. Esperó Segisfredo a que la silueta del carruaje doblase las primeras casuchas del puerto para tratar de concentrarse en su cometido a bordo del “Santa Olaya”, algo que de momento se circunscribía a las labores de reparación y abastecimiento de lo que pudiera ser para estar presto a la siguiente orden de la capitanía. Su amigo y  Comandante Fueyo era quien estaba ahora en sus preocupaciones,  pues  la acción de control  sobre escuadra de bloqueo o puro bloqueo sin base donde repostar era  en verdad demoledora para hombres y barcos, y todo apuntaba a que  aún quedaba tiempo para que la respuesta se diera  y con ella el descanso   sobre la pequeña escuadra del capitán de fragata Fueyo…

Dos días después, el 12 de septiembre  partieron una fragata y una goleta con bastimentos  para dar soporte a la pequeña escuadra mientras las órdenes de capitanía fueron las de que el “Santa Olaya” junto con su  dotación quedasen  en la rada alicantina en espera de la conformación y sobre todo la llegada de la escuadra que habría de alistarse para la respuesta. Al fin y al cabo el teniente Cefontes era conocedor de primera mano de lo ocurrido y  esta sería de ayuda inicial a quien comandase tal acción.  Esto en cierta manera dio un punto de  regocijo a Segisfredo, pues tendría  en su espera la posibilidad de recibir la respuesta que prometió hacerle llegar Don Ginés de La Cuadra.  Decidió sumergirse en el trabajo de hacer de su bergantín  el espejo donde mirarse por su  perfecto estado de revista dirigiendo reparaciones y mejoras,  tanto con  la nave como con la tripulación; de todos es sabido que la holganza  sin fecha de fin  acaba por corromper el ánimo  y tras él el corazón.

El mes de septiembre  pasó en su quincena restante sin más pena y más gloria que el  ser partícipe de la vida social de la ciudad como oficial de la Real Armada.  Nada le daba sentido a los días más que las pruebas  sobre las reparaciones o mejoras del “Santa Olaya” y la llegada del alba de cada mañana  tratando de  reconocer a cualquier jinete como el mensajero  con sus deseos escritos  en carta apareciendo por el mismo recodo por el que el carruaje del Teniente De La Cuadra desapareció semanas  antes.

Mientras, en la villa y corte Ginés de La Cuadra se había convertido en el centro de atención con sus aventuras  y combates en los que tal era el grado de  ostentación de sus virtudes militares que no había festejo o sarao  donde no se preparase hasta un pequeño estrado donde  el futuro Duque de Ribera pudiera dar rienda suelta a su gallarda vida militar. Fue el segundo de estos festejos donde tuvo oportunidad de  compartir mesa y mantel con los señores de Marchena, Condes de Monleón. Ramiro de Marchena y su esposa Mª Jesús de Mendoza le habían reservado un hueco en su mesa para escuchar de viva voz y en exclusiva sus relatos y aventuras.

Aprovechó el teniente  para relatar las aventuras sin mentar el nombre de los comandantes  pues deseaba trabar más confianza con Mª Jesús antes de  dar a conocer el nombre de quién si era tal el sentir  mutuo entre ambos, puediera  causar quizá rechazo por parte de la  ahora condesa.

-          Ginés, lo que relatas hace en verdad indignos a esos hijos de Belcebú  enemigos de la verdadera fe. ¿Y quién manda la escuadra que  vigila la situación?
-          Es una pequeña escuadra  compuesta por una fragata, un bergantín y  dos galeras a la espera de la que deba arribar cuanto antes. Su comandante es un hombre joven llamado Daniel Fueyo.

El rictus  de Mª Jesús denotó sorpresa y fue como si toda la atención al resto de la fiesta aun en sus inicios se apagase  para enfilar la crujía de sus ojos  al presuntuoso teniente, algo que percibió perfectamente este.

-          Es un  hombre  que sabe lo que hace y de no ser por la traición de los moros que mataron al  mensajero que debíamos embarcar en nuestro bergantín,  su maniobra hubiera sido un  completo éxito. A raíz de aquello ordenó al Teniente Cefontes, al mando del “Santa Olaya” partir sin demora y con todo el trapo disponible hacia España para solicitar ayuda inmediata.

Aquella fue la andanada  brutal, como si cuarenta bocas de la banda de babor de navío de tres puentes vomitasen todo el fuego sobre el corazón de aquella mujer. Mil colores acudieron a su pecho y rostro abandonando la mesa  con  excusas propias  hasta ganar el jardín.  El conde de Monleón no hizo gesto de preocupación demandando más  información sin pararse más en los mandos recién nombrados. La velada transcurrió sin mayores  contratiempos salvo la desaparición de Mª Jesús y la pronta marcha de los Condes a su residencia.



Dos días después Ginés de la Cuadra acudió a la mansión de los condes reclamado por un aviso de la condesa de Monleón…