sábado, 18 de junio de 2011

Porque los sueños se corrompen


Don Gaspar Melchor de Jovellanos, no fuisteis vos quien estas palabras dijerais, pues destiladas fueron  dos centurias avante la  de vuestra recalada final  como partida eterna  ya sin ancla que haga firme  sueños y voluntad sobre una certera realidad.

Porque sé que los sueños se corrompen,  
he dejado los sueños.  
El mar sigue moviéndose en la orilla.

Mas permitidme que tras  esta tarde  en la que vuestra luz sin  freno penetró de nuevo en mi  como turbonada  del Cantábrico, desahogue y  disfrute escribiendo lo que más deseo decir de vos mezclado entre el deseo de que, esa vieja luz que vos y tantos de vuestro tiempo bautizasteis como Ilustración nos ciegue y nos  devuelva la dignidad perdida entre mares de  consumos y  carreras sin medida por alcanzar el  pico más elevado  entre los picos, devorando  en semejante huida turbulenta  bienes como Solidaridad, Humildad, Lealtad, Naturaleza, Justicia,  Futuro.

Pasan las estaciones como huellas sin rumbo,  
la luz inútil del invierno,  
los veranos inútiles.  
Pasa también mi sombra, se sucede  
por el castillo solitario,  
como la huella negra que los años y el viento  
han dejado en los muros.  
Estaciones, recuerdos de mi vida,  
viene el mar y nos borra.  

Como dice a vos   el poeta, los sueños se corrompen,  dejando sin rumbo la bitácora del alma  regida   por ellos hasta entonces; resignada ya a aceptar lo que uno posee sin mayor espera por venir. Edulcorado quizá con una vida arreglada por un  buen botín de la  vida de corsario con patente otorgada de pabellón  mediocre adocenada en un  mundo vulgar.

Al filo de la luz, cuando amanece,  
busco en el mar  
y el mar es una espada  
y de mis ojos salen  
los barcos que han nacido de mis noches.  
Unos van hacia España,  
reino de las hogueras y las supersticiones,  
pasado sin futuro  
que duele todavía en manos del presente.  

Pero a vos los sueños nunca se os corrompieron, soñador despierto por la enseñanza, la agricultura, la industria y la navegación. Ardiente eráis en vuestra pasión, incluso cuando el fin  vuestro  parecía querer hermanarse con  el que amenazaba a la nación y  asi todavía os negasteis por verdadera convicción  a concesión de pabellón corsario  con buen pesebre y mejor adocenado. Pasión soportada  en los sueños por los que  el alma se siente viva y con ella el sudario de piel que mantiene en orden la baqueteada osamenta.

Como vos en vuestra mirada, como vos en vuestra búsqueda  del tiempo entre olas que os acunen en el valle  y así os lleven ambas crestas escoltándoos hasta nuestro ser como consciente actual,  donde  acariciarnos con vuestro empuje y vuestras ideas  en semejante océano de mansedumbre y  ruina premeditada que promete nuestra sociedad. Promesas lanzadas desde sus más altas dignidades alcanzando a nuestras propias conciencias, mientras virreyes de nuevo cuño se arrogan el papel de vicarios de la libertad subidos sobre arcas abiertas en rendija sin otra razón que  la  lograda bajo  la sangre y el sudor de quienes, si ahora  lo vieran acudirían a vos sin  duda para formar legión contra semejante destrozo en palabra y obra de  los sueños de libertad y democracia y que por ellos murieron como vos en  otro tiempo.




El mar sigue moviéndose en la noche,  
cuando es sólo murmullo repetido,  
una intuición lejana que se encierra en los ojos  
y esconde en el silencio de mi celda  
todas las cosas juntas,  
la cobardía, el sueño, la nostalgia,  
lo que vuelve a la orilla después de los naufragios.

Pero este navío, si vos me permitís, donde navega nuestra sociedad  tantas veces aislada en sus átomos oteando cada uno el horizonte en  mil y un puntos distintos de la rosa de los vientos  como ansias de incierto origen, aun puede cerrar semejante vía de agua sobre el pañol de la Libertad al que una bala rasa  "a lumbre de agua"  trepanó con la pólvora del olvido por lo vivido. Con esfuerzo y   falta de manos  vamos cegando la via  a base de tapabalazos cargados de dignidad recuperada y consciencia de una  sociedad con metas comunes por las que  engrandecer el propio interior engrandeciendo  como vos diríais sin temor a complejo, la nación.

Porque sé que los sueños se corrompen  
he dejado los sueños,  
pero cierro los ojos y el mar sigue moviéndose  
y con él mi deseo  
y puedo imaginarme  
mi libertad, las costas del Cantábrico,  
los pasos que se alargan en la playa  
o la conversación de dos amigos.  

Unos con otros desde nuestras conciencias hemos de demostraros a vos que somos dignos de vuestra merced. Que la luz de  la Ilustración, como vos también decís, más lenta en su avance que la del Sol, ya rayó en nuestro hemisferio y no  ve límite alguno en ningún horizonte por el que deba detener en su  brillar.  Ganemos la consciencia de la verdadera necesidad, la que da alas a una sociedad como la nuestra hoy, como la vuestra hace dos centurias. Una necesidad de valores por lo que  merezca la pena seguir y esos valores están dentro de uno… solo hay que verse por dentro.  

Allí,  
rozadas por el agua,  
escribiré mis huellas en la arena.  
Van a durar muy poco, ya lo sé,  
nada más que un momento.  

El mar nos cubrirá,  
pero han de ser las huellas de un hombre más feliz  
en un país más libre.  



Nota: los versos son de Luis Garcia Montero “El insomnio de Jovellanos”

2 comentarios:

Alicia Abatilli dijo...

No sé los sueños se corrompen, quizás las fuerzas nos abandonan.
¿Cómo estás Josu?
Tanto tiempo.
Alicia

Anónimo dijo...

Impresionante capitán, completamente de acuerdo, demostremos que somos dignos, o al menos, que aún nos queda algo dentro. Yo me apunto.