sábado, 31 de enero de 2009

Entre Alarcos y Las Navas (35)

… El oscuro chamizo no merecía el nombre de hogar; la puerta era el único contacto con el exterior, desde donde una escasa luz conseguía atravesar los muros del palacio del Sid. El intenso olor que exhalaban sin descanso las bestias que compartían el patio con ellos y la cercana guardia obligaban a mantener con esfuerzo la capacidad de respirar sin oler tales secreciones. Tello se sentó en el pequeño tablón cubierto de paja húmeda que debía de hacer las veces de asiento y camastro; frente a él se apreciaba una esquina con sus paredes tiznadas del negro que suele dejar el humo al buscar la salida al exterior. Nada de aquello importaba, sólo saber de Zahía y preparar la huída de semejante encierro.

Y Zahía llegó, casi rayaba el alba reflejada en aquella bahía que se dejaba cortejar por el Mediterráneo en un eterno agasajo mutuo sin espera alguna por su final.

- ¡Zahía! ¡Al fin! ¡¿Estás bien?! ¡¿Te han hecho algo?! ¡Habla, dime algo!

Ella lo miró con gesto de sencillez y paz, como si esperara aquellas preguntas aceleradas por parte de Tello. Ni siquiera se dio cuenta del aspecto y olor que tenían su nuevo hogar. Se abrazó a él


- Tello, mi amor. No sufras, estoy sana y salva. Nada me han hecho aquellas mujeres presas entre sus riquezas y lujos. Me han tratado como a una reina, me han bañado, peinado, embadurnado de afeites de mil olores y hasta sabores. Nunca me había sentido así. ¿Qué sucede, Tello? Te escucho.

Tello poco a poco fue contando todo a Zahía palabra por palabra, a excepción de las que se referían a las bellas mujeres que aturdieron su entendimiento. Ella no necesitó llegar al final de la historia e interrumpió a Tello

- Tello, hemos de escapar, si aquí quedamos tú serás hombre muerto más pronto que tarde y mi vida se encamina a convertirse en mero cuerpo para disfrute de semejante hombre de viles y descarnados apetitos.

Ella comenzó a llorar, en aquél momento se convenció Tello de no desvelar el destino fatal de su padre, no era momento. Había que levantar la moral y el ánimo. Buscarían la forma de escapar y había que comenzar antes de que el primer rayo verdadero de aquella misma mañana tocase los muros del castillo. Tello había visto el estado de los lugartenientes del Sid. La vida regalada encontrada por aquellos almohades procedentes del duro desierto africano los había ido degenerando el carácter, tal y como antes lo había logrado con los almorávides tras derrotar a los Taifas. Tello era consciente de ello y no había tiempo que perder. Estaba casi seguro que las órdenes respecto a ellos sobre su confinamiento aún no habrían llegado a la guardia. El chambelán bastante tenía en aquellos momentos con cuidar de su señor y despertar a los seguro mal encarados lugartenientes, capitanes y resto de la curia almohade.


- No perdamos más tiempo, Zahía. Sígueme , vamos a salir de aquí.
- Tello, ven.


Antes de salir, Zahía besó a Tello con la fuerza de quién puede perder lo que mas ama además de su vida. Con mucha parsimonia y moderación en los gestos, fueron aproximándose a las caballerías que perfumaban aquél patio. A menos de cincuenta varas se encontraba la entrada del palacio que daba paso a las viejas murallas de la Alcazaba. Desde allí salir podía ser cosa fácil ladera abajo hasta la misma ciudad, sólo había que llegar allí y para ello hacía falta un caballo. Había dos soldados cuidando las caballerías y tres más que dormitaban sobre la misma puerta del palacio. Aquella relajación militar le daba la razón a Tello, los mandos estaban “durmiendo” el pasado "estruendo" de comida y alcohol y ellos aprovechaban para aflojar la dura vida de la guardia a la intemperie.

Con un gesto detuvo a Zahía a pocas varas de él, mientras se acercaba al soldado que cepillaba uno de los caballos que se encontraban pegados a la pared, tapados por otros que piafaban por sentir las caricias del cepillo. En un rápido movimiento, sin apenas ruido y con la ventaja de no existir sospecha por parte del soldado Tello rompió el cuello a aquél infeliz hombre que seguramente no merecía tal fin. El otro soldado no se había percatado de la acción; Tello no se permitió segundo alguno, había que actuar.


- ¡Soldado! ¡Aquí, rápido, tu compañero está inconsciente!
El soldado corrió a su llamada sin manifestar sospecha. No le dio tiempo a mas, quizá llegó a descubrir el cuello roto de su compañero cuando ya el filo del alfanje en manos de Tello rebanó su cuello, más nunca los sabremos. Un gesto desde Tello a Zahía, que esperaba semi rígida más atrás, y como uno solo los dos montaron la yegua que parecía la más robusta que las demás. Antes de que la guardia del portón que daba acceso al segundo recinto desde el que escapar ladera bajo se diese cuenta de la situación, Tello con Zahía pegada a su espalda atravesaron esta como el mismo rayo de furia que tiempo después mandaría cortar las cabezas de aquellos infelices como castigo por la huida.

Bajaban ladera abajo hacía la ciudad buscando un camino de salida cuando ya sonaban los cuernos de alarma, e incluso alguna flecha silbaba sesgando al aire cercano a aquellas dos almas ciegas aferradas a los cuerpos que pugnaban por mantenerse con vida en aquella frenética huida. Entre miradas de sorpresa y temor de los transeúntes lograron salir sin grandes problemas de la ciudad en dirección oeste. Los caminos a Málaga serían peligrosos, estarían en poco tiempo plagados de patrullas y las posibilidades de alcanzar su destino se veían pocas o ninguna. Tello, sin dar respiro a su yegua, se internó hacía el norte donde las montañas aún suaves que anunciaban las Alpujarras más lejos parecían ofrecer una mayor seguridad en aquellos momentos.

Poco a poco las arboledas fueron aumentando en su espesura. La frondosidad calmó sus miedos y redujeron la marcha a un ligero trote en dirección a la Sierra de Gádor donde podrían recuperar el resuello producido por el miedo y la carrera. Quizá los dioses de ambos, conmovidos caprichosamente por aquellas dos almas unieron sus poderes divinos cerrando de nubes bajas las suaves cumbres de las lomas por las que cabalgaban derrotados Tello y Zahía. Al fin, en la ladera norte de una de las lomas una pequeña cueva se presentó a ellos como regalo del mismo cielo que les había obsequiado con las nubes. Había restos humanos fuera y rastros de ganadería secor que indicaban su antigüedad.

- Descansaremos aquí., Zahía. Mientras reconozco la cueva lleva a la yegua a aquello pastos, se lo ha ganado.
Zahía casi no tuvo que esforzarse en tal acción, pues la propia hambre del animal la llevó hasta el pequeño césped, algo ralo, donde recuperar las energías de semejante cabalgada. Tello, al poco salió con una sonrisa leve en su rostro cansado.

- Zahía, es un refugio de los pastores de estas tierras. Lleva tiempo deshabitado y no creo que en esta época vuelvan por aquí. Descansaremos esta noche y partiremos mañana hacía Málaga.




Se abrazaron, tratando de transmitirse el uno al otro sus miedos y alivios al mismo tiempo mientras la yegua, ajena a cualquier peligro degustaba semejante manjar vegetal sin mas. Durmieron aquella noche sin otro calor que el propio de sus cuerpos unidos sobre la hojarasca que hacía las veces de lecho y el de la yegua, a la que Tello decidió mantener oculta con ellos por precaución. El amanecer sería otra prueba dura, había que lograr alcanzar Málaga donde se encontrarían con Abu Zacarías, el nombre mágico sobre el que reposaban todas sus esperanzas de supervivencia…

miércoles, 28 de enero de 2009

Entre Alarcos y Las Navas (34)

… Con las mejores galas que podían portar sobre sus cuerpos, Elian, Tello y el resto de la dotación del Mazal se presentaron ante el palacio del Sid. La presencia de una mujer se recibió como algo inesperado a pesar de su conocimiento y mas, por la propia honra que tenían aquellos árabes en su hospitalidad se obligaron a recibirla; junto a uno de los eunucos de este la encaminaron hacia el harén del Sid en tanto durase la celebración. Tello y Zahía se separaron en aquella puerta esperando volver a encontrarse antes de que el alba, con su llegada, otro destino hubiera determinado.



Tello había conocido y acudido a ciertas celebraciones a las que el califa en Marrakech, deseoso de mostrar su grandeza ante ellos, le había invitado. Eran fiestas locales, por el cambio de estación o por algún nombramiento menor; en definitiva nunca había acudido a una fiesta musulmana en la que él fuera una parte de los homenajeados. Antes de entrar a una enorme jaima que presidía el centro de los jardines del palacio, Tello hubo de pasar ante las picas de los escoltas reales cuyos filos terminaban sobre las cabezas inertes, pero aun calientes de los horas antes temibles piratas que casi acaban con su vida. El espectáculo de visión realmente grotesca, no era sino un método más de demostrar el poder implacable que cada emir, califa o visir ante quienes desafiaban su poder, fuera súbdito o extranjero, cristiano o musulmán, pues el poder no entiende más que de su propia supervivencia.


La entrada a la jaima fue el instante convertido en un golpe de olores almizclados al que sin interrupción ninguna inundo el oído por una ola suave de músicas agradables que parecían partir de un dúo de laúdes tañidos por sendas bellas mujeres. Entre los cojines más propios de palacio, que de una jaima en medio del puro desierto del que procedían aquellos hombres, un hombre acompañado a su diestra por una pipa de menta y algunos aditamentos mas disueltos que alimentaba sus pulmones los observaba entrar con estudiada indiferencia. Era el mismo Sid, Adbenacid Hussein, el que los esperaba rodeado de su curia más o menos bien alimentada y deseosa de permanecer en tal estado al abrigo de su orondo volumen.


Precedidos por el chambelán de aquella corte mitad palaciega, mitad tribu del desierto, fueron presentados ante el Sid. Él, a su vez, rehusó ser presentado y en un acto de vanidad y esfuerzo extremo se incorporó frente a Tello y Elián para hacerlo; una vez recuperado el resuello tras semejante esfuerzo hizo su número un tanto artificioso en un vano intento de causar admiración,


- Alá sea con vosotros, infieles. Quiera Él que seáis bienvenidos a mi celebración por la captura de semejantes piratas, que ya no serán sino pasto de mis perros. Yo, Adbenacid Hussein, hijo y nieto de los Hussein, descendientes de los que cuidaron al profeta en su huida a Medina, Sid de las tierras de Almería, tierra recuperada a los cristianos. Desde este reino creciente como la luna tras su renacimiento os doy también la bienvenida a vosotros y vuestros hombres.


Con un gesto los conminó a sentarse cercanos a él y con dos palmadas dio la señal de iniciar la celebración. Aquellos ángeles con cuerpo de mujer dejaron de tañer los laudes convirtiéndose en perfectas estatuas de mármol oscuro, para dar paso a las viandas y los vinos que cual tribu del desierto, como no hace muchos años vinieran todos los que allí se presentaban, se aprestaron y de seguido lanzaron a desgarrar en trozos aquellos carneros apetitosos para comer, como si este fuera el último que quedase entre La Meca y Medina.


Los vinos, perdición del hombre para el buen musulmán, comenzaron su labor de confusión en el interior de las conciencias de aquellos hombres. Poco a poco los cuerpos de todos fueron encontrando acomodo entre los cojines que se prodigaban en la jaima. El Sid, bebió y comió como el señor de todos aquellos seres se consideraba, aún así su serenidad contrastaba con la del mismo Ganim totalmente ebrio, hombre orgulloso el día pasado como bravo cazador de piratas sobre la mar y esa noche borracho vulgar. Tello, expectante y precavido fue bebiendo un vaso de vino por cada tres que bebían sus compañeros de celebración. Otra palmada del Sid y la jaima se convirtió en un puro espectáculo de lujuria engalanada por diez mujeres bailarinas de una hermosura equiparable a la de las las bellas huríes que quizá alguno de ellos ya estarían viendo en su inmensa digestión entre alcoholes y grasa de carnero. Quizá fuera Salomé la que semejantes bailes y movimientos de cintura, pecho y caderas inventó, mas aquellas mujeres en nada podrían envidiarla en la sensualidad de sus movimientos realzados entre los brillos reflejados desde su piel por el sudor de aquél bendito esfuerzo; hipnóticas las intermitentes miradas entre los invitados y el anfitrión que incitaban a apetitos desmedidos rayando la condenación eterna entre una música que encerraba la fórmula justa para encadenar deseo y pasión en cualquier mortal que las mirase importando nada el sexo de sus ojos. Quién no estuviera ya dormitando el pecado de la gula no podría hacerlo ya.


Tello no daba crédito a lo que veía y lo que la mayoría se perdía en sus delirios de comida y bebida. En parte también entendía la orgía de gula que precedió a semejante tentación, pues de tal manera no quedaban allí mas ojos que y los del rey ya pasmado por el exceso hedonista de su vida diaria y los suyos a punto de huir de su cuerpo para guardarse entre cualquier pliegue de cualquier postura en no importaba qué mujer de aquel decálogo de maravillas de la creación. Este, entre tanto exceso deseaba conversar con Tello, al que como superviviente lo consideraba digno de sus palabras.


- Mi buen hebreo, no conozco vuestro verdadero nombre pues es el que mi chmabelán dijo uno falso a todas luces.
- Majestad, yo…
- Callad, no interrumpáis mi charla si no deseáis acompañar a los que os han precedido antes de entrar en mi jaima. Y bien, no me gusta la mentira y menos de un hombre que por lo que me han informado es todo un guerrero, acostumbrado a entablar combate sin recelo frente a enemigo que plantase cara. No conozco judío ninguno que haya en todo nuestro imperio y en lo que resta de leguas a la bendita Damasco que emplee sus brazos en aceros y filos mortales, que son raza mas del comercio y la usura. Adelante pues, decid vuestro verdadero nombre. No temáis, alguien que ha logrado y ayudado a apresar a los malditos piratas es alguien con quién este que a vos habla es deudor. Nada os haré, pero hablad.
Otras dos palmadas y aquellas bellas mujeres se fueron, volviendo las que al principio vio Tello a tañer sus laúdes. Tello pensaba deprisa
- Como deseéis, majestad. Mi nombre es Conrado González de Luna, soy caballero cristiano del Reino de Aragón. Mi nave en ruta hacia la Roma Papal sufrió un ataque de piratas del que salimos como pudimos, con averías y muy maltrechos. A esto se añadió un temporal que arrastró nuestra nave hacia Berbería destruyendo la nave contra las rocas frente al puerto de Djiljelli. Mi hermana y yo logramos salvarnos y con el dinero que rescatamos logramos que nos llevaran varias caravanas de mercaderes judíos hasta Oran desde donde embarcamos en el Mazal que vos podéis ver en el puerto.


Sin haberse preparado creía haber conseguido ser convincente.


- Interesante, así que cristiano y de Aragón. Pues estáis de suerte porque se buscan a dos fugitivos, un hombre cristiano como vos del reino castellano y una judía que huyó con él desde Marrakech. Según me informaron en el correo desde Marrakech, a su padre, como perro traidor de nuestro Califa a quien Ala tenga con vida muchas lunas, hace ya muchas noches que solo quedan los huesos limpios, devorados por los perros callejeros de Marrakech. De momento me vale vuestra explicación, mas habréis de consentir en ser mis huéspedes hasta que logre aclarar semejante historia. ¡Brindemos! Hacía mucho tiempo que no disfrutaba de alguien que entretuviera mis largos días de gobernante en este vulgar reino. Daría mi brazo izquierdo por Granada.


Las cosas no estaban tan claras y limpias como soñaba Tello, había que ganar tiempo y escapar a la menor ocasión. Debía primero sacar a Zahía de aquel lugar donde podía ser pasto de las macilentas carnes de aquel ser obeso y falto de vigor, pero poderoso y vil.


- Os agradezco vuestra invitación. Solo desearía que mi hermana y yo pudiéramos vivir durante el tiempo que nos regaléis con vuestra hospitalidad juntos en algún lugar que os parezca adecuado a nosotros. Podéis contar con mis conocimientos en el arte de la guerra , espero que comprendáis que mi grado de caballero necesita de mujer que cuide y mantenga decente mi apariencia. Qué mejor que alguien de mi propia sangre.



El gesto del Sid denostaba irritación, mas decidió otorgar el favor, al menos de momento.


- Está bien, viviréis en los cuartos del servicio, cerca de la guardia hasta que yo decida cambiar tal deseo. ¡Chambelan!


El camarlengo se acerco al Sid del que recibió las instrucciones sobre Tello y Zahía. Acto seguido Tello siguió a este después de despedirse de su inesperado carcelero. Ahora solo esperaba ver a Zahía y buscar la rendija de su libertad…

sábado, 24 de enero de 2009

Entre Alarcos y Las Navas (33)

…El Mazal se desplazaba lentamente, varias pequeñas falúas hacían de recios puentos de apoyo desde los que partín sendos cabos de remolque. Al fin la mar se podía escuchar su golpe de muerte contra el rompeolas del puerto, donde minutos mas tarde hizo su fantasmagórica entrada con Almería en su frente. Mas parecía aquel bajel un trozo de madera enorme procedente de algún naufragio en el que la nave debía haber sido algún enorme navío romano, como las trirremes plagadas de remos que demostraron en el mundo conocido su poder allí donde enseñoreaban su pabellón. Su excesivo grado de inclinación a popa para no embarcar agua asombró a aquél pueblo arremolinado que ardía en pasión por recibir a quienes consideraba ya verdaderos héroes. Elian y su dotación aún no sabían que habían logrado poner en la mano de la pequeña escuadra del sid almohade de Almería a una de las pesadillas del reino almohade. Los almorávides, feroces enemigos de su hermanos de origen, enemigos por el poder y el dominio de tierra y religión, aun se mantenían firmes en las islas baleares más al norte. Desde allí hostigaban cualquier pueblo, cultivo y lugar que generase riqueza a sus enemigos, desde sus galeotas y naves corsarias secuestraban hombres, mujeres y niños sin filtro alguno a la propia crueldad que genera el odio entre los hombres.





Con el Mazal amarrado al fin y, antes que ninguna otra cosa, Elian comenzó a dar las órdenes oportunas para descargar la mercancía, razón y motivo principal de su forma de vida. Tello, intranquilo por ser un prófugo de aquellos mismos hombres que los recibían como salvadores, debía establecer un plan para no ser descubierto y alcanzar Málaga cuanto antes como le había explicado claramente el padre de Zahía antes de partir de Marrakech. Decidido, interrumpió a Elian en su ingente labor de descarga de la mercancía.


- Capitán, necesito hablar con vos. Es de vital importancia
- ¿Tiene que ser ahora, cristiano? Es el momento más crítico este para detenerme a charlar contigo.
- Lo es, capitán. Esperaré a que me dediquéis el tiempo que merecen mis servicios.

La mirada de Tello, de furia contenida, no daba mas opción.
- Está bien cristiano. Vayamos a proa que allí nadie se atreverá a molestarnos
Elian dejó a su segundo al mando de la descarga y fueron a la que en aquél momento más elevada parte del bajel.
- Capitán. Elian. A estas alturas de nuestro viaje no quedan secretos que deba guardar, máxime cuando necesito de tu ayuda y la de tu tripulación. Tienes razón, soy cristiano, y además mi situación es la del preso que huye de un destino que no merece, ni es justo. Gracias a gente con verdadero corazón de oro he alcanzado la península, más si se sabe mi verdadera identidad podría ser prendido hasta que mi cabeza separada del resto de mi cuerpo viajase en un saco hasta Castilla, para ser devuelto mi cuerpo sin honra a mi rey. Por eso os pido capitán Elian, por lo pasado y lo sufrido, por lo compartido, que ocultéis mi identidad al menos hasta que Zahía y yo salgamos de las murallas de esta ciudad con destino a Málaga.

Elián lo escuchó con atención; él no sabía quién era aquél cristiano, pero tenía claro que por su capacidad de mando, por sus conocimientos en el combate y por su brava actitud ante los diferentes retos de aquella extraña singladura era del todo seguro que se trataba de un caballero de importancia. Ocultar su identidad entrañaba riesgos para él, pero algo llamado lealtad correspondida le dictaba cumplir con aquel ruego.

- Puedes contar conmigo, aunque también te pido que tú y tu esposa, que para mí eso seréis desde ahora, sea o no verdad, partáis cuanto antes hacía Málaga.
- Tenéis mi palabra. Gracias Elian. No considero un pago por nada tal favor, pues para mí siempre seré deudor de vos allá donde os encuentre.

Un apretón de manos como verdaderos caballeros selló aquel momento, mientras abandonaban el maltrecho castillo de proa del Mazal un carpintero, embarcado para la tarea de reparar el tajamar, había grabado a fuego aquella conversación entre cada golpe de maza sobre la roda. Las grietas del castillo fueron cómplices de tal situación, siendo el deseo de medrar ante el visir las razones de que aquél secreto tuviera las horas contadas.


Continuaron las labores durante las primeras horas desde la fantasmagórica arribada a Almería, siempre observados por una multitud que se agolpaba en los muelles y entre los tinglados que dibujaban la vida portuaria. Varías horas más tarde dos hechos cambiaron los planes de aquellos hombres. Una escolta armada se acercaba a la plancha desde la que bajaban las mercancías. Los soldados con señales claras de que se trataba de alguien importante comenzaron a ponerse nerviosos. Era el Visir Abeniyad Abdala, terror de los cristianos, sucesor de los visires que aún enorgullecían sus títulos con el de “verdugos del emperador”. En su vanidad se creían invadidos por los designios de Alá al haber sido capaces de echar despues de una década en Almería a los cristianos hacía ya casi medio siglo y en su huida provocar la muerte del último emperador castellano. Desde aquella ocasión la persecución sobre cualquier símbolo cristiano, humano o no, era su primer motivo de acción o combate como nota de su propia bravura.

La descarga se detuvo mientras los soldados del visir tomaban posiciones tanto en derredor de la nave como en la misma cubierta. El silencio se hizo rey y en aquel reinado accedió el visir tras el escribano que lo precedía como anunciador de su llegada. La espera no fue mucha, pues el gusto de aquél hombre no residía en pisar cubierta alguna y aquello no era otra cosa que el cumplimiento estricto de la orden de su rey. Una vez todas las piezas de aquel ajedrez marino se hubieron posicionado sobre la cubierta como virtual tablero, el escribano como peón adelantado extendió un rollo de pergamino que con él llevaba.


- Por la autoridad que represento, yo Sid del reino de Almería, hermano menor del Rey de Granada y gobernador de Algeciras y Málaga tengo el honor de invitar al comandante de la nave y a su dotación esta noche a la fiesta que daré en honor de quienes ayudaron a nuestro almirante Ganim a cazar a los piratas, que durante tanto tiempo llevábamos luchando por apresar.

Se miraron, aquella era una invitación a la que no se podía rehusar ir. Irían todos según dictaba el edicto real siendo acomodados a cada uno según su rango, sexo y categoría en la fiesta. Tello como mercader debía ir al lado de Elián, Zahía como esposa lo acompañaría aunque celebraría fiestas distintas. No estaban acostumbrados a invitar a las mujeres por lo que mientras la fiesta durase, ella permanecería en el harén del rey. En esto una explosión de júbilo apagó la voz del escribano; los dos pataches entraban a puerto con la galeota pirata remolcada. El aspecto de la galeota era similar a los rostros de su tripulación, aunque esta tendría un futuro mejor a las órdenes de Ganim que el futuro inmediato de los hombres apresados que no sería otro que el de adornos sobre las picas de los guardias en los jardines de palacio, para ser devorados al final de la fiesta por los perros del rey.

Con un saludo casi como reverencia al vacío, el escribano volvió a abrir el paso del visir hacía el muelle donde les esperaban caballerías y escolta para retornar a la Alcazaba. El plan de salida hacía Málaga debía posponerse y la suerte, junto al temple y la serenidad habrían de ser sus armas hasta lograr salir de aquel dorado encierro.

jueves, 22 de enero de 2009

Entre Alarcos y Las Navas (32)

…El grito de Tello sesgó como el mandoble de una espada imaginaria la alegría por aquella victoria que, pírrica en su botín, sin embargo la habían sentido heroica y total por mantener con vida todas las almas en aquella brega de inicial destino incierto. Como un rayo diabólico en una noche de tormenta, sin esperar orden alguna toda la tripulación se enfrentó a lo que esta vez sí que estaban preparados. Elian junto con su bravo carpintero bajó acompañado de varios candiles en las manos de otros marineros.




La visión de la vía de agua como verdadero manantial de muerte produjo desazón, los ojos de aquellos hombres acostumbrados a ser como verdaderos galenos de los vientos, de las olas y la piel de aquél ser con vida propia que no era otra cosa que su propio mundo, veían como aquél universo verdadero donde se encontraban, donde se entrechocaban las contradicciones propias del humano que se maldice de su vida pero moriría por ella si alguien osara arrebatársela., veía que lentamente se desmoronaba. Las doce colisiones contra los remos de forma brutal habían deformado el tajamar a nivel de agua, aquel boquete deforme, junto con la propia velocidad del Mazal provocaba un flujo de agua continuo y de caudal enorme. Era como si un ser superior hubiera dado la vuelta al reloj de arena que marcaba el fin de sus vidas, dejándoles la única posibilidad de cerrar aquella entrada de agua en que se había disfrazado la arena del reloj divino


- Isaac, ahora quiero ver de qué clase está hecha la bravura de tus palabras de antes. Hazte con el espiche más grande que hayan visto tus deformados ojos entre los eunucos falsos del harén del califa, pero por tu vida y la nuestra contén la vía. Intentaré reducir la entrada de agua. ¡Vamos no hay tiempo de lamentaciones! ¡Que no nos jodan ahora los dioses lo que hemos logrado frente a esos diablos!

Tello siguió a Elian hasta el combes donde demostró su capacidad como capitán.

- ¡Atención todos, el resto de los hombres que no estén al aparejo y en la vía de agua los quiero trasladando la mercancía a popa hasta que ordene detener la nueva estiba ¡Los del aparejo! ¡A mi orden!

Elian raudo subió a su trono de verdadero dios en la tierra y comenzó a virar la nave hacia la costa, intentando al mismo tiempo mantener la distancia con la galera que se debatía entre contraatacar o tornar el viaje con el rabo entre las piernas. Redujo el velamen lo justo para poder gobernar el bajel con la mínima marcha, mientras la carga mas a popa iba apopando la nave y dejando al descubierto la enorme vía de agua, deforme y sin posible reparación sobre la mar. Con aquella postura tan extraña mientras rezaban porque la mar se mantuviera sin aumentar los pequeños rizos blancos a letales “borreguillos” que condenarían la nave a todos los dioses que conocían, que son muchos cuando se pisa la mar, fueron manteniendo el rumbo con la vista en la costa próxima al Morro de los Genoveses.

- Capitán, prepararé los pedreros y a la tripulación disponible por si hay que repeler algún abordaje de la galeota.

Elian miró a Tello regalándole una pequeña sonrisa de agradecimiento por seguir siendo así. Con el Mazal a punto de zozobrar, la ruina y el hambre cercana, acechando la posibilidad de engrosar las filas de galeotes en aquella máquina infernal que los marcaba aún lejana; tantas razones por la que valdría lo mismo arrojar la moral por la borda y Tello seguía adelante.

- Gracias, cristiano. Tu dios te lo pagará, porque ni el mío, ni este hombre que a punto está de perder lo que ha sido y mientras flote será su vida tendrá suficiente para hacerlo.
- ¡La galeota se mueve! ¡Nos enfila, capitán!

Era cierto lo que gritaba el vigía, con los remos que les quedaron en pie, reorganizada la nave, se encaminaba lenta pero a marcha constante hacia ellos. Mientras, en la bodega, a proa, Isaac hacía lo que podía con el bajel apopado y la presión del agua menor gracias a la maniobra de Elian. El remedio a base de encajonadas y espiches de gran tamaño lograba taponar de forma temporal y dar la seguridad de salir del paso hasta arribar a puerto de abrigo o, en el peor de los casos, varar en alguna playa que les permitiera salvarse y salvar la nave. Hecho todo lo posible Isaac acudió al castillo de popa donde estaba Elian mientras dejó a tres marineros al cuidado de la reparación.

- ¡Capitán, a esta velocidad, la avería está controlada!
- Gracias, Isaac. Tenemos otro problema por la amura de babor…

Isaac giró su rostro hacía donde la mano del Capitán señalaba y su expresión se partió con un gesto de dolor que no necesitaba palabras, y menos a quienes con él se encontraban sobre cubierta. La galeota no hacía ya una milla de separación, Tello al frente de los hombres que mantenía la moral o eso intentaba pues los hombres nada esperaban. Conocían la fiereza de quienes los perseguían, máxime tras haberles dañado convirtiéndolo en lobos heridos que buscan cobrarse el daño.
El Mazal, sin otra opción mantenía el rumbo contra la costa esperando varar antes del abordaje. En esta estaban cuando una mano cálida y suave agarró de forma inesperada la de Tello. Giró este su rostro y encontró el de Zahía que sin mostrar mucho esfuerzo sujetaba una maza. Tello iba a hablar, pero un gesto claro y las palabras de ella lo silenciaron.


- Me da igual lo que digas o pienses, Tello. Soy un tripulante más en esta travesía que puede llevarnos a buen puerto o separarnos para siempre, así que mis brazos que no desmerecen los de algúno de estos bergantes que casi no pueden con su mazo aquí están para plantar cara a la muerte.
- Así sea, Zahía, pero no expongas tu vida más que los que contigo hacen el frente.
- Tello, se planta cara a la vida o no se planta, no hay medias verdades en esto. Sólo quiero que sepas, antes que el destino decida el resultado de toda esta locura de sangre y rapiña, que te amo hasta el último músculo que tensa esta vida de mujer judía, que mi corazón no es el que inunda de sangre los músculos con que me sujeto a la vida, sino el tuyo al que me entregué ya en Marrakech cuando lo descubrí a través de tu voz…


Nada siguió a aquella declaración más que el beso profundo, sin cautela ni vergüenza ante la tripulación como si se tratase de un sello definitivo de amor o de una definitiva despedida entre los dos.

La galeota se acercaba aunque su proa a menos de tres cables del Mazal parecía caer algo mas a este; mientras, ellos apuraban lentamente yarda a yarda las arenas que soñaban suaves donde varar su bajel. A dos cables Tello ordenó disparar uno de los pedreros que hizo blanco sobre la cubierta sin ningún efecto. Cuando iba a hacer fuego con el 2º pedrero Elian detuvo la acción.

- ¡No disparéis! ¡Ese barco no viene a por nosotros!¡Esta huyendo!

Era cierto, tras él se distinguían las velas de dos pataches que seguro habían zarpado desde Almería y estaban presto a cazar aquella presa tan difícil de cazar en situación normal. La tensión paso de nuevo al alborozo y la celebración. Entre aquella algarabía la voz de Elián retumbó

- ¡Isaac, baja y mantén esta nave a flote hasta que logremos arribar a Almería! ¡No quiero errores, lo que queda depende sólo de nosotros!

Mientras la galeota cortaba nuestra popa a varios cables al sur, el Mazal comenzaba de forma lenta y poco marinera la virada hacia la bahía de Almería. De nuevo aquel nombre había sido la premonición de su destino… y el de sus enemigos

lunes, 19 de enero de 2009

Regalando el Tiempo

En esto me encuentra el ánimo,
sin más palabra de oro
que la que persigue al verdadero lingote.
Regalando el tiempo
vivimos lo que así deseamos
sin mas que quien así lo reciba
de la misma forma sepa disfrutarlo,
que sepa mejorarlo con una sonrisa,
tenue, sencilla, sin la fuerza del forzado
sin gesto que resulte del deseo manipulado.



Tiempo

Nada más que darlo, como algo contrario a quien sólo consiente en prestarlo, ignorante y ruin, pues juega con lo que no posee, algo que tan sólo administra. Regalar el tiempo es algo que la inconsciencia, provocada por la rutina mezclada de velocidad, no nos deja percibir muchas veces tal acto como verdadero obsequio dorado.

Saber que el tiempo de él, el de ella, el de tu amigo que sin ambages lo extiende a tu lado para que semejante conjunto de instantes fluyan sobre las alas unidas de ambos. Periodo infinito hasta que algún semáforo sin ánima marque el fin de semejante fusión mágica frente a un café, un libro, una película, hasta bajo una marquesina en la espera del autobús.

Criminal de lesa humanidad será quien sin tapujos se arrogue la capacidad de robar el tiempo. A pesar de que, hecho el crimen, en muy pocas ocasiones el robado será capaz de dedicar un instante de su propio tiempo a reflexionar y percatarse del robo, por ende el ladrón tampoco así se considerará pues quien hace mal es porque no lo conoce.

Tempus Fugit. El romano ya lo sabía y así lo dejó grabado entre los restos de lo que aún hoy alimenta las leyes escritas en la tinta invisible que dibuja el tiempo. Huyamos con él en cada trozo que nos permita compartirlo con otra alma en alguna singladura eterna. Disfrutemos en su corto periodo eterno, donde mutuamente nos regalemos semejante tesoro disfrazado en humildes granos de arena prisioneros sobre un tubo de cristal de estrecha cintura.



El tiempo corre, huye, nos recoge, nos lleva y nos abandona. Nada queda sino aprovechar sus vetas de oro para ver su reflejo sobre los rostros de otros que lo compartan contigo. Cada uno regalando su parcela al otro.

sábado, 17 de enero de 2009

Entre Alarcos y Las navas (31)

…Perdón os pido a los que en esta peripecia de casi mil años os encontrabais pero un mal sueño me bloqueó la lectura de los viejos pergaminos. Hace casi 24 horas que desperté de semejante sueño de oscuro tinte y creo poder seguir relatando la historia de Tello y sus tribulaciones en ese cambiante siglo que marcó tantas cosas no sólo en la península aunque desde luego en esta piel de toro el devenir del día actual tuvo mucho que ver con semejante centuria de número maligno para los supersticiosos. En fin continuo donde creo que quedamos, El Mazal avistaba la hermosa e inmensa bahía de Almería cuando una galera a boga de combate los enfilaba con viento del oeste…


Elian, buen marino pero más mercader que guerrero sólo tenía ojos para poniente, sacar millas por avante de sus perseguidores, el miedo empezaba a campar a bordo de aquella cubierta. Tello tomó la iniciativa.


- ¡Capitán!¡Desconozco la navegación como hombre de tierra que soy, pero está claro que este viento de poniente terminará por detenerá el barco por mas que nuestros deseos se empeñen en tocar la arena de la costa! ¡Plantemos cara, que sepan esos malnacicos que esta mercancía tiene un precio alto!
- ¡Ha visto su excelencia la dotación de este navío! ¡¿Cree acaso vuesa merced que somos de la pasta humana capaz de detener el ataque de quienes dedican su vida a sorber la sangre de quienes no hacen mal a nadie?!
- ¡¿Para qué estuvimos esta noche manteniendo tensos los músculos, armando arcos y preparando los pedreros?! ¡No hay otro camino que plantar cara y morir o sobrevivir!
La discusión, con el Mazal perdiendo arrancada contra el viento, se podía escuchar perfectamente desde el mascarón de proa hasta el espejo de popa. Isaac, el carpintero, quizá por su juventud, quizá por su carácter, fue la chispa y el incendio brotó,

- ¡El cristiano tiene razón! ¡Venderemos cara nuestra derrota! ¡Capitán, enseñemos nuestra proa a esos hijos del diablo!
Elian estaba atónito, no acababa de creer lo que sus ojos y oidos percibían con nitidez. Tello había elevado la moral de sus hombres aunando a aquella dotación, antaño conjunto de almas tan solo preocupadas por sus vidas y la expectativa de las ganancias, como un bloque único que con mayor o menor acierto prometía responder como tal. Eran dos frentes a los que responder, los piratas uno, su tripulación con el respeto por él mismo el otro. La solución al dilema tenía un solo camino

- ¡Esta bien, plantaremos cara! ¡Y que el sagrado nombre de nuestra nave nos guie! ¡Cristiano, al frente y sin piedad cristiana o judía contra ellos! ¡Ismail, orzando a estribor, viramos en redondo! ¡Babor con babor, cortaremos sus remos o moriremos!
La tensión del seguro combate hervía en cada mirada, la virada en redondo del Mazal fue espectacular para quien pudiera verla a varios cables de su popa, al principio lenta por la poca marcha de la nave, mas cuando el viento ya cortaba el costado de babor la espuma volvía a brotar blanca y decidida, la velocidad se incrementó al coger el viento del través. La actividad prebélica a bordo del Mazal no daba más espacio que para templar velas y gobernar con la proa y su roda fija en el costado de babor de aquella galeota. Tello organizó a los hombres entre los que disponían de arcos con que disparar a los contrarios y los mas robustos a los que armó con cualquier elemento contundente en la línea de estribor. Mientras los dos pedreros los mandó subir al castillo de proa apuntando a la galeota. No disponía de su espada que quedó en Marrakech, su brazo la echaba de menos, contaba con recibirla en Málaga tal y como le prometió Ahmad enviar en la siguiente caravana. Al menos consiguió dos dagas de Elian que guardaba en su cabina por si surgía la ocasión, aunque nunca hubiera imaginado él que la entregaría a un cristiano desconocido en medio de un inminente ataque de su bajel sobre una galeota pirata.

Desde la galeota que a todas luces llevaba con la fuerza de sus remos la proa sobre ellos la virada se vio como algo increíble y sorprendente; tras unos minutos de sorpresa en silencio el griterío de euforia por la lucha que adivinaban se pudo escuchar desde el Mazal. A quinientas yardas solo se escuchaba ya los golpes de cada boga sobre el agua, junto con el ruido de las gargantas de aquellos remeros que no eran otra cosa que galeotes caídos en desgracia en algún abordaje anterior o razia sobre la costa almohade y que les habrían fijado de cuello y pies al banco mediante las inhumanas argollas que como anillos de diabólico matrimonio los unían al futuro de la propia nave.
Doscientas yardas, las intenciones del Mazal ya habían sido entendidas por el capitán de la galeota; inquieto, continuamente viraba contra la costa para separarse mientras Elian corregía su rumbo sobre los remos. A 100 yardas la voz de Tello prorrumpió seca, directa y terrible
- ¡¡¡Fuego!!!

Los dos pedreros, apuntando sobre la amura de babor para causar vía de agua, no atinaron su puntería, una piedra se fue a popa de la nave enemiga y la otra impactó sobre la cubierta.
- ¡Todos a la línea de estribor , los pedreros no sirven ya!¡Arqueros, firme el ojo a los que estén prestos al abordaje!¡ Disparad a mi orden!
Mientras todos mantenían el silencio a bordo del Mazal, éste era sepultado entre las voces y los gritos que ya se escuchaban con perfecta nitidez, Tello tornó su mirada sobre Elian que continuamente corregía su rumbo para segar aquellos doce remos que dañarían de forma letal a su enemigo. Era la única, la verdadera oportunidad de triunfo. Mientras tanto, que de esto no había dicho nada, Zahía se encontraba oculta en la bodega de popa sin saber qué acontecía entre tantos minutos de ciega y tenebrosa imaginación, tan sólo desfigurada por las detonaciones de los pedreros o los gritos que le traía de vez en cuando el aire que entraba por el pequeño combés.
Llegó la hora, la galeota maniobraba bien con la fuerza humana a pleno vigor, más el viento de poniente era superior y la velocidad del Mazal era mayor. La colisión se produjo de forma lenta en aquella rapidez de acciones, los gritos de dolor de los galeotes fueron claros, el Mazal con la fuerza del viento fue machacando uno a uno los remos como un martillo mecánico manejado por el mismo Dios; mientras, los arqueros a la voz de Tello fueron más afortunados que los pedreros antes hiriendo a varios componentes del trozo de abordaje. La arrancada del Mazal, reducida por la colisión aún lo fue suficiente fuerte para salir de aquella situación poniendo popa con popa. Aún así, varios piratas abordaron la nave y con Tello siempre delante la línea de estribor cargada de martillos, porras, y cualquier cosa que daño pudiera causa saltaron sobre ellos. La sangre, la violencia, el miedo superado en caliente acarreó las consecuencias más terribles a aquellos cinco hombres que abordaron el Mazal. Desgrarrados, desmembrados aquellos cinco infelices que se creían los vencedores pagaron por todos los daños, muertes, sufrimientos y sinsabores que la tripulación del Mazal habían sufrido en sus carnes y en las de los que ya no estaban con ellos por la mano de tales alimañas de la mar.

- ¡¡¡Victoria!!!




Los gritos, la algarabía y el estruendo de aquellas gargantas debió alcanzar Almería. Tello mandó preparar los pedreros mientras Elían corría la nave rumbo este con el viento de través y el orgullo inflado como las velas de su bajel. En cuanto los pedreros estuvieron listos, Tello corrió a buscar a Zahía. Mientras el Mazal, fiel a su nombre navegaba rumbo este con ligera demora hacia el norte frente al que se conoce en nuestro siglo ya cristianamente como el Morro de los Genoveses. Pero no todo había de ser tan sencillo. Tello apareció sobre el tambucho del combés.


- ¡¡¡Via de agua a proa!!!....

martes, 13 de enero de 2009

No espero nada

Llevo varios días algo tocado de salud, días de combates bragados entre temporales disfrazados de dolor incierto y rachas de calma total. Poco a poco me voy recuperando, aunque aún navego falto de viento y el velamen que presento frente al viento no encuentra samaritano soplo con que engolfarse. Aún así algún nudo arranca el tajamar de mi proa a tanta mar expectante y algo cruel que, mientras, me golpea los costados sin consideración a mi estado.




Este parón entre mares calmos y vientos ausentes me ha dado la oportunidad de observar quizá con más pausa corrientes que parecen anuncios de vientos inexistentes, nubes que nunca acaban por acercar su cobijo a mi nave, miles de sonidos, imágenes y anuncios de terribles temporales que suceden tan lejos de mi propia piel.
Uno de ellos, el más duro por ser cruel, sangriento, injusto y tenaz en su repetición es el sonido que llega del conflicto en las tierras de Judea, de Palestina, de Canaan, de Israel, de la misma tierra con mil nombres, el mismo conflicto con miles de repeticiones a través de tantos años en los que los nombres cambiaron tantas veces como lo hicieron quienes en verdad tenían el poder; Judíos, Romanos, Árabes, Cristianos, Árabes, Turcos, británicos, estadounidenses y los que vengan en su lugar mas tarde o más temprano.

Mirando la vieja bola del mundo sobre la toldilla de popa, puedo sentir los viejos y eternos sentimientos humanos de ansia por el poder, de crueldad frente al perdedor. Me doy cuenta cómo esto no tiene arreglo, me doy cuenta la infinita permanencia de tales sentimientos, tozudos como las corrientes marinas, inmutables como los vientos que siempre acaban llegando desde el mismo punto; de la misma forma las masacres se perpetran. Se repiten de igual manera pero con nombres distintos, enarbolando banderas de colores diversos; empleando justificaciones, perdón, no hay justificación para esto, empleando argumentos absurdos de dioses inexistentes, pretendiendo imponer derechos basados en culturas milenarias, lenguas aplastadas o simplemente en el armamento más sofisticado.

La vida se repite, a los cristianos los sacó de allí Saladino, mientras esto sucedía la crueldad entre cada grupo rayaba lo inhumano; siglo y medio atrás, cuando entraron los cristianos a Jerusalem la masacre contra los perdedores fue indescriptible, inhumana. Ahora la masacre es igual, muy tecnificada pero igual. Realmente debería trastocar y redefinir la palabra para dejar como humano lo que antes definí como inhumano.
La vieja radio de onda media que llevamos en el pequeño casetón del timón no para de escupir las soflamas de cada bando, mientras los mismos, los débiles de cada época, son los que mueren casi siempre. ¿Cuánto hace de la última intifada? ¿Cuántas vestiduras rasgadas? No importa, sin más, con las ropas recién compradas en las últimas rebajas nos manifestamos hoy. Ropas que seguro fueron manufacturadas por algunas manos infantiles de algún país pobre al que todos, unos desde la derecha con nuestro afán paternal y otros desde la izquierda con nuestro grito en el cielo vestimos con cierto agrado por haber hecho una buena compra.

Morirán en Gaza, en Timor, en Somalia, en Georgia, en Cachemira, en Burundi, en Nepal, en Liberia, en la antigua Ceilan que así me gusta llamarla, en Chechenia, en Nagorno Karabaj, morirán niños con rostros de incomprensión, pero en nuestra radio saldrán las soflamas de los diferentes líderes tomando partido y azuzando para que así lo hagamos con ellos y mantener una guerra a escala verbal entre nosotros que es la forma de perpetuar esta cultura humana que nos puede.

No espero nada, sólo estoy seguro que los nietos de los que ahora en cualquier lugar del mundo pisan con su bota serán las víctimas de los que han sido vejados por sus abuelos hoy día.
Quizá si viviéramos algo la historia de tantas guerras por imperios que fueron y no son, quizá si valorásemos la vida en su verdadera dimensión, sin extraños pasajes futuros a paraísos con dioses invisibles, quizá entonces no merecería matar y matarse por nada, como mucho perder la vida por salvar la de otro sería lo único admisible y en casos muy extremos.








Realmente, no espero nada.

domingo, 4 de enero de 2009

Entre Alarcos y Las Navas (30)

…Atardecía, moría la luz al fin, la silueta del bajel que seguro era pirata se mantenía en la distancia. No veían la hora de la anochecida, poder ocultarse entre sus rizos negros que los dieran ansiada cobertura. Tello y Zahía remaron como los demás, hacían falta todos los brazos mientras el trapo colgase flácido y sin vida sobre el aparejo. Justo antes de perder la temible silueta de su perseguidor la brisa comenzó a soplar, al principio de forma y origen indefinido, pero con los minutos su origen quedó claro que era de poniente desde donde Eolo encaprichó su partida. No había fuerzas para gritos de júbilo, con presteza y orden Elian dio las indicaciones oportunas para sacar el mayor rendimiento a semejante brisa. Dieron la popa al viento y en silencio entablaron rumbo este, había que ganar velocidad y poner millas de por medio.

Mientras el “Mazal”, con la fuerza de la débil brisa y el deseo de todos, luchaba por sumar millas entre ellos y sus perseguidores la noche se convirtió en una mezcla de gente donde unos dormían con las almas rendidas tras el mortal esfuerzo durante tantas horas sobre los remos, y otros mantenían su ojos en guardia frente a cualquier sonido y olor que las brisa de poniente trajese de aquella bazofia humana que los buscaba con sed de sangre. Zahía dormía recogida entre la regala de popa y una pequeña toldilla de fortuna hecha con sus ropajes protegiédola de los rigores húmedos de la noche en alta mar. A esas alturas todo el mundo a bordo sabía ya de su condición de mujer, durante la jornada en la que aportó su fuerza a la de los demás demostró ser tan fuerte como ellos, pero sus gestos ya libres por el esfuerzo dieron al traste con su disfraz.


Tello, sin embargo se mantenía despierto al lado de Elian, alternaba su mirada unas veces hacía popa como casi todas las miradas aquella noche y otras hacia el velamen y los cabos que lo trincaban al bajel. Mientras, Elian se mantenía aferrado a la caña del timón en silencio sin más sentido que sus brazos acariciando esta como se del brazo de su vidase tratase. Con suavidad daba los golpes necesarios para que ninguna de sus hijas con piel de lona dejaran de dibujar curvas obscenas mientras tiraban de las escotas, curvas de lona que bailaban como mujeres en plena danza del vientre en un tugurio de Bugía manteniendo tensos los lascivos deseos de los marinos, como las escotas del bajel, que allí dejaban sus doblas.
- Mi recién cristiano, reza a tus santos para que nos sople viento y saquemos leguas sobre esos malditos sarracenos que nos buscan para piel de galeotes alos hombres, y gastarse todo nuestro cargamento entre rameras de cualquier puerto que haya desde Ceuta hasta el cabo Bon; de tu protegida mejor no hablemos.
- Mantengamos las esperanzas en nuestros brazos, en el viento que ha de soplar más fuerte y de la providencia venga de donde venga. Soy un hombre nacido entre los límites que la tierra define sin mares ni océanos, no sé de mares ni de hombres de mar pero se luchar contra fuerzas que superen a quien conmigo combata en número. Caballero castellano soy, hijo de los Pérez de Guzmán que con brazo de acero ha defendido las tierras de Don Alfonso. Cuidad de mantener la marcha de esta vuestra nave que yo me cuidaré de que ningún malnacido ose abordar vuestra cubierta.
- Me alegra oíros hablar con semejante rotundidad. Despues de la jornada de ayer sobre los remos por fornido os tengo, ahora añado que decidido parecéis y, si en verdad sois caballero, haced algo de provecho en esta noche de vela y preparad lo mejor que se pueda a mis hombres, que de mar son los mejores navegantes pero de guerra no llegan a igualar la valía de un bergante.
- Será un placer, capitán.
Elián llamó con gestos a Ismail, su segundo, para que lo acompañase junto a la tripulación. Tello, hervía de orgullo, algo en su interior había despertado después de un largo letargo. Tras las explicaciones a los hombres que se mantenían de guardia, despertaron a los que descansaban después de la dura jornada previa a la noche y su brisa. Tello no sabía lo que era combatir sobre una superficie en continuo movimiento, estrecha y llena de obstáculos, prefería que no se presentara la ocasión, aunque era en aquellos momento feliz por poder volver a encabezar a un grupo de hombres con una misión, con un objetivo; algo que siempre le había demostrado la inmensa valía que tiene el espíritu humano cuando está convencido de su cometido. La noche se presentaba ahora intensa, pero con la diferencia del orgullo de que, sobre aquella dotación antes temerosa, acababa de embarcar una pasajera indómita, su nombre no era otra que Iniciativa.
Por la proa, sobre la amura de estribor la luz comenzaba a pintar el color del cielo; a popa la noche mantenía oculta la incógnita de si el bajel pirata mantuvo el rumbo. Los hombres, a pesar de la noche, de los ejercicios y las tácticas para el previsible combate repetidas una y otra vez durante la noche, mantenían el ánimo despierto y hasta se podía percibir sobre aquella cubierta el viejo olor del optimismo y la euforia por la victoria sentida cercana. Zahía, desde hacía casi una jornada que así era ya reconocida a bordo, se mantenía en el castillo de popa como los demás intentando escudriñar la estela a cada rayo de luz que débil pero constante iba ganando profundidad a cada minuto que pasaba en aquél amanecer.
Una hora después la luz, reina y señora de los cielos y mares que los circundaban certificó la victoria sobre la negra amenaza que los torturó durante las últimas horas. Desde la cofa la confirmación definitiva prorrumpió en forma de un grito de júbilo que como un vomitó expulsó los miedos, los terrores carroñeros que habían anidado en las entrañas de todos. La orden de zafarrancho se mantuvo, el leve viento de poniente alargó su caudal, su fuerza creciente logró pintar las formas del Mazal de un blanco níveo a la vista de cualquier ave que los observase desde lo alto. Aquel incremento de la velocidad convenció a Elian para dar un golpe de timón. Poco a poco la nave fue dejando el sol sobre el costado de estribor mientras enfilaba rumbo nordeste.
- ¿Cuál es el rumbo, capitán?
- Mi caballero castellano, Almería es nuestro destino. No puede haber mas de 10 leguas hasta su enorme golfo. Los malditos sarracenos se tragaron su soberbia y nos seguirán confiados hasta Málaga.

El viento mantuvo su palabra y el Mazal cortaba la superficie como patín sobre hielo de glacial, la noche llegó de nuevo y con la moral inflada como las propias velas del bajel, todo el mundo esperaba recibir la luz con las vista de las costas de Al Andalus. Amaneció y la vista no pudo ser más bella, el Cabo de Gata frente a proa, por babor la bahía donde esperaba Almería. Elian dio orden de virar a babor contra el viento cuando algo iba a cambiar la vida de todos.

- ¡Barco a babor! ¡Se aproxima a velocidad!
- ¡Galera, es una galera! ¡maldición!



Era una galera, la boga era claramente “de combate”, el mástil había sido retirado,iban a por ellos. Almería los estaba esperando pero el viento de poniente iba a reducir su marcha…

jueves, 1 de enero de 2009

Entre Alarcos y Las Navas (29)

El ruido y la agitación de los marineros al andar sobre cubierta, las escotas trincadas, pastecas en tensa labor, voces recias que daban órdenes oportunas despertaron a Tello. Zahía, enfundada en sus ropajes observaba desde hacía ya rato la febril actividad. Como bien había anunciado el capital del “Mazal”, la conjunción de pleamar y el alba, pronta a sacudir la noche, fue el acicate, la espuela para dar bríos a aquel ser vivo con ansias de navegar. En silencio y tratando de no ser ellos quienes molestaran se apostaron sobre la regala de popa, al lado del capitán que aferraba la pala de aquél timón amodo de cuchillo vertical que parecía cortar en dos la nave, desde lo mas alto del castillo de popa hasta sumergirse sobre las sucias aguas portuarias.
Con ayuda de dos pares de remos, un par a cada banda, fueron separando el costado de babor del muelle. Al fin con la vista libre de obstáculos, una voz seca y firme del capitán dio la señal

- ¡Largad velas!




Las dos velas latinas de mayor y mesana comenzaron a abrirse como ojos sobre el cielo, como cuencos vacíos sedientos de viento. Eolo, quizá de alegre mañana ese día, engolfó las velas dando un aspecto curvo a las barras rojas y blancas que mostraban como vestido tal aparejo. El tajamar comenzaba a sentirse como tal, pequeños botes acompañaban a la orgullosa nave, ellos quedarían mas cerca para lograr el sustento diario, el “Mazal” sereno y seguro en su estela enfilaba el rumbo Nor-noroeste hacia Al Andalus.

Mientras la actividad poco a poco iba menguando, unos hombres entraban a las guardias de mar, otros descansaban o limpiaban, Zahía contemplaba la eterna línea de costa que muy lentamente empequeñecía como si peleara por seguir con ellos. Para ella los últimos seis años fueron años de una soledad sólo soportada por las caricias, los gestos de ternura y las conversaciones bajo el cuadrado estrellado que dibujaba su pequeño patio entre ella y su padre Ahmad. Su vida la había sentido como falsa en aquella latitud tan al sur de su vida, tan lejos de su gente con la que aprendió a distinguir la orilla del río de la peligrosa corriente, la sombra de los olivos frente al sol de mediodía, las flores y las canciones de la voz de su madre. Ahora volvía, henchida de un amor innimaginado, entristecida por lo que dejó en Marrakech y sobre todo azorada por lo que le deparará un futuro incierto tras tanto tiempo lejos de su hogar. Deseaba coger la mano de Tello que mantenía perdida su mirada sobre la estela, a ratos blanca y vital, a ratos desdibujada entre remolinos de agua y aire.

Dado el origen de su protección, tenían el privilegio de comer con el capitán; hombre tan buen marino como mal conversador, por lo que todo lo que no tratase sobre los tiempos, los vientos o alguna historia de dudoso gusto no era bienvenido en la mesa de éste. Tras tres singladuras a buena marcha gracias a un poniente fresco, la gracia del emperador de los vientos, señor de sus reyes y de caprichoso sentido, desapareció. El viento era nada o a veces una ligera brisa que tan sólo lograba exacerbar los ánimos de la dotación en cuanto desparecía sin rastro.

- Capitán, ¿estamos lejos de la costa andaluza?

Tello comenzaba a sentir inquietud, él era hombre de tierra y aquella situación lo hacía sentirse inseguro.
- Mi desconocido pasajero, estamos a menos de quince leguas al sur de la costa de Alandalus, tal y como hemos navegado y si las corrientes nos siguen impulsando al oeste, podremos avistar pronto la isla de Al Borany, maldito refugio de piratas que le dan el nombre. Suelen husmear siempre hacia el oeste, buscando presas del otro océano, pero esta maldita calma nos puede traer problemas. Diga a su compañero que mantenga su arma al punto que nada sabemos de lo que nos puede suceder en tal situación.
- Puede contar con nosotros para cualquier defensa de esta nave. Venderemos cara la piel.
- Es lo único que tenemos en tal caso, así que más vale correr millas a vender la piel.

Con esto último el capitán se giró dejándole a Tello con la incertidumbre en el pensamiento. Se organizaron las guardias para una presta defensa, mientras se buscaban desde la cofa de la mayor vientos como aguas de imaginarios oasis en desiertos pasados.
La noche fue tensa, eran para Zahía aquellos momentos de refugio, cuando se aferraba al cuerpo de Tello, cuando sentía su calor y calmaba sus temores a un ataque en el que su condición secreta de mujer le acarrearía consecuencias que no deseaba imaginar. Tello tragaba sus miedos, sus manos, sus palabras de calma, en aquel silencio solo roto por la mar que los rodeaba, era para ella, para su alma. Sentía que su tranquilidad era su serenidad, que su respiración acompasada lejos del sollozo producto del temor era razón suficiente para que los vientos regresaran
El alba trajo nuevas, mas no eran estas de vientos, dado el estado de la tripulación Elian había ordenado remar a turnos de dos horas a la tripulación manteniendo rumbo norte, al menos mantendrían estos ocupadas las mentes y los brazos frente a la incierta espera que solo abre las puertas al miedo y la rebelión. Con los rítmicos golpes de las cuatro palas de los remos les recibió el nuevo día.
- ¡Tierra por babor, capitán!
- ¡Maldita sea, tenemos la cueva de los piratas por la aleta de babor! ¡Ritmo a la boga, hay que salir de su vista!
Las horas que transcurrieron hasta la cita del sol con su cima fueron de silencios tensos, los ojos de quien no bogase perforaban el aire sobre cualquier atisbo de vela en aquél horizonte que nacía y moría sobre la silueta casi escondida de aquella temible Isla. Comían de forma breve y atropellada cuando el grito, la maldición esperada en forma de cuatro palabras se cumplió
- ¡Vela a la vista!
El sol comenzaba ya su lento destino, su muerte intemporal al mismo tiempo que comenzaba la carrera contra la muerte de las atribuladas almas que habitaban a bordo del “Mazal”. Al menos Eolo mantenía su capricho de no soplar, así, la noche, añorada dama tantas veces temida era ahora para todos su amada. Avivaron la boga con la imagen de sus oscuros brazos abiertos grabada en su frente…