miércoles, 26 de diciembre de 2012

Desmayarse, atreverse...



Al galope, sin limites.

Furioso entre olas de tus vientos animosos,
venturoso en la espera dulce de tu piel hermosa
abrazada entre cada poro por el vuelo de la mariposa
que desde mi estómago ansioso vuela en busca de tus ojos.

Eterno combate donde derrotado observo la mirada
cual lluvia brillante empapada  de lleno en su victoria;
por tus brazos, por mis labios perdidos y empapados de gloria
al fin perdidos,  atrapados, conscientes  de tu pasional celada.

Rayo sin muerte, bocanada de luz y bien,
desmayo entre una tormenta de silencios a voces
bajo nieblas que esconden del mal sus hoces.

A golpe de ariete boga mi corazón sin resuello
rasgando decidido y sereno tu mar sin temor, sin freno
hasta varar exhausto en la dulce orilla de tu amor pleno.



viernes, 30 de noviembre de 2012

Esperando por un día soleado. (A mi señora del Rayo)



Hay días
En que te sorprende  la brisa suspirando en tu zozobra
por no poder, por no saber,
cuando  tu alma dice si, cuando tu ser es capaz,
digno de avanzar hasta el fin,
sin duelos, ni dolor, sin mas deseos que los de vivir.

Hay días
En que amanece un dia duro, tras otro ya difunto hermano de su dolor,
donde no encontrar como salir es  el motivo por el que sufrir.
Mas no existe motivo, no  se avista razón que te prohíba huir
desde esos  campos grises tan falsos como virtuales,
hasta tu propio, tu vibrante corazón.

Eowyn o Pilar, Pilar o Eowyn. La misma fe en la mirada
No dejes que ese suspiro se  vuelva contra tu ojos en huracán,
no permitas que tu Bien, tu luz cargada de brillo y corazón
la devoren vientos que no existen si miras profundo a tu alrededor.

Desde mi nave os brindo humilde hombro, verdadero brazo,
a vos mi señora del rayo, mi pilar verdadero.
Ese motivo por el que creer que los días duros no lo serán ya
pues uno por otro, otro por uno sabremos  defendernos sin miedo.



domingo, 25 de noviembre de 2012

Fuerza 7





No sé si fue queriendo cruza este mar deseado, si estaba despierto o fue un sueño donde los deseos se confunden con la emoción, o si fue el Destino queriendo demostrar su dictado, tratando de mostrar su camino o  simplemente  esperando   en las indefinibles esquinas del océano  temporal. No lo sé y nunca lo podré saber, pero siempre quedará el momento de la verdad donde solo queda demostrar  de qué están hechos los corazones, los sentimientos, las ganas de seguir  sin malgastar cada segundo dorado de su presente.

Con  un sur fresco, dos rizo en la mayor sin más que navegar, doblar el cabo San Lorenzo hacia el este sin medida.  Ella a la caña, tan segura como su corazón le  daba pálpito, su piel ya con la propia de “El Holandés”, rumbo de aguja de 60º, viento de través o a un largo,  el sol cosquilleando las espaldas, demoras, marcaciones correctas, velocidades, dominando mar y viento, o eso parecía hacernos creer. Un juramento que defender ya para siempre mientras la luz sonriente certificaba todo ese instante, ese tesoro de agua y sal, ese dorado de sentimiento sin dudar.

Pero el Destino se sabe rey, se sabe cargado de bastimentos con los que dar todo a probar cuando la vida parece real. Pero ese mismo Destino, disfrazado en cada instante de lo que su arbitrio le dicte, de lo que sus inconfesables deseos nadie nunca será capaz de descifrar, dijo no. Vestido de viento y sin traición, aliado por Eolo y Poseidón se tomó su desquite por nuestro desafío y golpeó.

Cinco millas al suroeste una nube de polvo enorme sobre el mausoleo del nuevo puerto de El Musel nos plantó su marca y sin casi llegar a verlo se plantó sobre nosotros tres. La mar, poco antes apenas nada más que unas suaves olas se plantó  cargada de mistral sobre los 20 nudos primero, de 30 y al fin superando los 35 a los 40 sobre la fragilidad de nuestro “Holandés”  y nuestras pieles bajo los que los corazones comenzaron a palpitar  sin medida.  Sin explicación alguna las olas se convirtieron en  jaurías de blanca espuma sobre muros de 3 y 4 metros impulsadas por la furia de ese Mistral como pura furia del Destino.

Los quince caballos del motor con “El Holandes” aun con el foque a proa flameando como un fantasma anunciador del desastre traban de mantener el barco digno enfilando  la recalada tan lejana en aquellos momentos de zozobra. Como en una cascada de un rio  por abrirse camino a la calma de su fin parecía querer destruir sin piedad la fragilidad de un sueño. Pero la rendición no existe cuando se cree poder lograr tu deseo. Begoña al timón aproando El Holandés contra ese Mistral maldito aliado del blanco mortal de la mar enfurecida sin motivo y sin aviso fue capaz de darme el tiempo de aflojar garruchos del foque entre turbonadas de agua, viento y sal para, arrastrándome, lograr salvar la vela sobre la cabina. Escora que superaba la mar sobre el  simple motor que trataba de no sacar su  hélice salvadora de la misma mar que trataba de hacerlo.

Viejo León

La caña soldada a este humilde brazo mientras la furia del destino en forma de mareas de mar sobre nuestros cuerpos tan juntos como permitían nuestros chubasqueros inundados. Los cuarenta nudos de viento, aliados con las masas de agua golpeando trataban de llevarnos con ellos al este, pero cabalgando sobre las crestas, patinando hacia el fondo de sus valles hasta volver a partir la ola siguiente media sumergida la proa de nuestro barco tratábamos de que el sol  agrandase su sonrisa sobre nuestras mentes, aferrando la concentración, tratando de que la calma fuera la que diese al traste con la condena que trababa de ejecutarse.  Parecía que el cabo de San Lorenzo no deseara separase de nosotros como si nos dijera que ya nada nos liberaría.

Pero el Destino, viejo sentido que solo existe en nuestro entendimiento, como un dios  que todo lo desea probar hasta nuestro fin, era tal cosa lo que deseaba sin complicarse con dañar más de lo que nosotros le permitésemos. Muy lentamente el cabo quedó doblado  quedando como una voz terrible adormecida que poco, muy poco a poco iba quedando  por la aleta de babor. A cada golpe terrible la mano se aferraba a la caña, verdadero sentido con el que marcar tu propio rumbo aliada con el minúsculo motor que trataba de resistir  como un verdadero hermano de vida. Gijón parecía ese lugar inalcanzable al que habíamos de arribar para que la vida fuera entera. Paciencia, paciencia era la palabra, junto  ¡ola! cuando se acercaba otro muro de mar brava que superar. Miradas, golpes en la espalda, mano aferrada a mi pierna con dolor de ambas mientras el frio de la humedad al  vendaval que no cejaba en su furia.

Soñando con alcanzar el abrigo del  dique nuevo así lo ganamos para descubrir que la mar de viento no  ceja en su empeño cuando como tal es el Destino quien lo comanda. Cabos arrastrados de estribor a babor sobre la mar, Begoña sobre la cubierta  echada sobre la amura de babor logró rescatarlo sobre  cascadas de mar salvando la hélice de  apagarse. Al fin la punta de Sacramento se plantó sobre  nuestra visión como la  recompensa a la lucha sin vacilación. Eso parecía, pero  el viento seguía necio contra nuestro costado y las rompientes humanas  en forma de dique a babor no daba para ganar la recalada con ese rumbo.

Empapados, temblando sin  posibilidad de entrada enfilamos  casi a la entrada contra el viento alejándonos de esta. El Destino  creyó haber ganado la partida al fin, no había entrada. Cambio de rumbo hacia el este para buscar la salida. Una milla ganada al viento fue lo justo para con una voz de aviso dar virada en redondo y aprovechando la furia de un viento impío por la popa ganar la  velocidad suficiente para doblar la punta de Sacramento justo  con su enhiesto faro verde, imperturbable a tantos años y temporales, a menos de lo que la cordura permite, doblarlo y entrar en los brazos artificiales de un puerto solitario.

Amarrados, empapados, secándonos con un minúsculo calentador a bordo, y el pálpito aun retumbando sobre los castigados mamparos de “El Holandes” recuperamos el resuello mientras podíamos escuchar la carcajada de ese  Destino que nos demostró  como los juramentos  se cumplen y ya nunca se pueden olvidar.

Viejo Destino al que nunca es de ley seguir pues  es él quien dicta las normas y a él es al que hay que demostrar que se es digno de las decisiones que se toman.

Esto sucedió el sábado 24 de Noviembre de 2012, un día, un momento que fue eterno en su  trance que será eterno en nuestra existencia.

Otro Momento, la misma mar

“El Holandés”, Begoña y Josu; sin más ya nada nos podrá demostrar que  algo sea imposible si se desea con la  convicción de creer en ello.    

jueves, 1 de noviembre de 2012

Trazando Mi Derrota



Navegamos perdidos en océanos idénticos para todos, quizá los vemos diferentes pues somos diferentes, pero ellos son idénticos sin dudar.  La diferencia solo estriba en la nave vital forjada en los astilleros  donde cruzamos la infancia hasta botar nuestra nave adolescente sobre su ensenada  para ser allí armada y tras ello, con el mejor viento posible abandonar el abrigo de los brazos donde nos forjaron.

Es la mar hirviente tratando de besar al viento furioso


La mar, ese océano vestido de soledad en su inmensidad  ya no nos dejará nunca; será nuestro compañero de tortura, de fortuna, de diversión, de dolor, de honor y de desgracia. 

Con nuestra mano imaginaria firme al timón  vestido de piel y osamenta será con la que  logremos de semejante travesía en solitario el  conjunto de sensaciones que sumen positivo  antes del fin marcado entre las mareas por llegar, fin que no es otro que el ser engullido por  ese eterno oleaje en el momento más débil de nuestra embarcación.

Mano firme, corazón sereno, morderse el labio superior y dar avante cazando el viento cuando este se deje o dejando pasar su furia cuando este solo desea destruir y cobrarse el pacto de su deuda frente a Poseidón.

Paz en el corazón, serenidad y  firmeza  ante el barómetro de la realidad, caprichoso  elemento sin argumento ni razón pero verdadero anuncio de lo que pueda llegar. 


 Navegando donde la esperanza se corta en pequeñas dosis
por los viejos vientos prohibidas, como polvo maldito de muerte lenta
sobre la mar gruesa de mares tenebrosos en los que el alma se lamenta
por no encontrar cálida señal alguna que me salve,
 ya del bajo traidor, ya marcando el canal seguro
que ahuyente  la Némesis del pálpito de mi sien.

Errante búsqueda del faro solitario, eterno sirviente,
 verdadero ejemplo de combate  frente a mares impíos,
 mientras es golpeado por el mismo tenebroso mal.
Luz bañada de sal alumbrando sin demanda el camino sin retorno
donde derrotarte sin llegar a ver,  sin poder encontrar
la verdad que ya tienes y no deseas tocar.



Navegando  en el deseo de  ir hacia donde no vas
por cobarde, por guardián del miedo revelador.
Silente ante los quejidos de la jarcia al cortar el viento desolador
empujandote sin cuartel sobre crestas hirvientes de olas
como montañas de palabras, rompientes sin sentido
sobre las amuras pujantes de tu corazón.

Las luces del faro encadenado  se apagan o quizá se alejan
como agua de río que poco a poco seca su caudal generoso
esclavo de nubes que no son, que nunca serán
mientras se pierden y descomponen entre vientos de libertad.

Nacido, desde tal ya pegado a la caña del timón propio
almirante de mi vida, dueño de la misma nave,
tan solo como el deseo me permita estarlo
frente a vientos, olas, corrientes, rompientes
frente  a naves en vuelta encontrada
 o pidiendo “navegación en conserva”.

Así navego,
aferrado a mi propia esperanza por vencer en el eterno pulso
entre el miedo y mi pura decisión.


Josu Jiménez Idoeta, 1/XI/2012





sábado, 29 de septiembre de 2012

En Blanco y Negro



Como cuando uno se siente triste o nostálgico, como cuando todo se escucha en una sintonía lejana, perdida por la  estela de trazo ya indefinible por el paso del tiempo, como cuando te apetece quedarte en casa por no poder comprender que la vida está repleta de cosas increíbles por descubrir, redescubrir, pulsar, coger, atrapar, devorar, es entonces cuando todo se percibe en Blanco y Negro. Los colores solo son una escala de grises con las que tratar de  respetar la “amenazante” vida real refugiado tras ese tono.

Pero es el Blanco junto al  Negro lo que te permite salvar el oleaje de una realidad que  golpea con su  imprudente poderío los costados de tu  piel, la crujía de tu mente. Sus grises anodinos sin temor te protegen a cada ola que barre la cubierta mientras ganas algún cable, alguna milla esperando que el sol blando de la realidad corregida por el tiempo te regale el descanso de dejarte llevar por la brisa de la comodidad.

Tantas veces  vives en blanco y negro, las mismas en las que crees ver otros navíos humanos  que como tú  navegan  al mismo rumbo dibujando su vida de colores radiantes siempre a tu parecer; sabiendo o queriendo saber tú mismo entre grises que ellos estarán así más pronto que tarde y , derrotado, sin tratar de alcanzar su gama de colores e incluso golpeando el timón por  evitar su brillo tratas de alejarte con una mueca de desprecio. Error verdadero, error terrible, pero cómodo  hecho al fin y al cabo como consuelo sin brillo ni luz como dice el refrán.

Si pudiera dar color al negro, quitar color al blanco, si pudiera devolver al gris el  infinito grupo de colores robado por este  gobierno, por esta  hipócrita sociedad cargada de razones  contables, de castigos ejemplares hijos de la virtud judeo-cristiana transformada en consumo como trampa para crecer junto a Adam Smith.  Si pudiera, ¿lo haría? Cuántas veces he/hemos pensado  tal cosa mientras permanecemos  escondidos en el blanco y negro protegidos del océano real de las posibilidades; creyéndonos  en la oportunidad falsa de ganarle la mano al Destino criminal de los poderosos mientras nos creemos privilegiados protegiendo esos privilegios en un paso más al pozo  de ese Destino tan detestado.

Pero todo tiene que tener  su fin, tanto  consenso, tanta vida ordenada por el sentido común, tan falso como común. Políticos mentirosos, perdidas organizaciones que pretenden defendernos tras una subvención de los mismo políticos que permiten sus colores mientras  te  mantienen en gris, cálidas asociaciones que sin tumbar lo establecido lo parchean  para que dejes este mundo de forma tierna sin perder al menos algo del dolor real, poderes democráticos en los que su diferencia estriba en el origen de su poder mientras llegan a él, pues a partir de su alcance su gestión se sirve como la de la dictadura del vecino, la gleba de antaño, trayendo y protegiendo al amigo mientras la vida del  honrado se consume en la espera por algo que le han dicho que le  conseguirán.

Sigo escribiendo en blanco y negro, no hay otra, quedan las historias imaginadas que perviven en el fondo de cada quién y permiten vivir soñando  mientras “los importantes” nos siguen engañando, nos siguen culpando por nuestra ruina, que es SU ruina y solo suya por  permitir lo que les parece y sin embargo prohibir con grandes aspavientos lo que no les interesa que bien se ocupan de  que no  sean nuestras ideas nuevos caminos, ideas de seguro de subversión.

No estoy descubriendo pólvora alguna que no  sepa quien piense, incluso quien no esté de acuerdo. Simplemente ya estoy harto de tanto convencionalismo, de tanto “cogérsela con papel de fumar” para determinadas  protestas, ideas alternativas y sin embargo tanta libertad para  que uno se encadene.



¿Al final  lo único que nos quedan son las cadenas? Las que uno se  suelda a sus tobillos en forma de consumo desaforado promovido por “sus señorias” o las que ellos nos clavan en nuestras muñecas por no aceptar su sistema de alienación.



jueves, 27 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (139)



…El aviso no logró eliminar de su mente sus ojos, ni su sonrisa, trataba de  encontrar pruebas de su huida y la de su amiga; las ventanas estaban perfectamente cerradas por dentro, todo recogido como si no desearan ser tomadas por unas pobres señoras de su hogar. Incluso encontraron un sobre entreabierto con  dinero y una nota para que se hiciera el pago convenido con el casero  que tenía su domicilio   en la misma Plaza de San Roque,  frente a las Puertas de Tierra. Ninguna explicación podría ser válida salvo que hubieran huido por la misma puerta,  delante de las narices de seis infantes de marina a los que desde luego aquello traería consecuencias, quizá fueron avisadas, nada  se podía desechar por el momento. Tras un día entero de búsqueda en toda la ciudad, se abandonó  esta conformándose  con la “caza mayor” del falso Vizconde, el jinete y la aparente destrucción del entramado de espías sobre los tráficos mercantes  entre la Metrópolila España del otro hemisferio.

“El Tuerto” fue el refugio de ambos amigos al caer la noche, mas bien la cueva donde sumergir  dolores y frustraciones en caldos de infame condición. Pero antes de llegarse a semejante tugurio y tras comunicar con bastante  enojo la pérdida de las dos mujeres se fueron al Hospedaje donde  recuperar el resuello de aquella mañana cargada de  sorpresas sin razón ni vanas explicaciones.  Almorzaron en silencio, Segisfredo, relajado tras todos los avatares sin freno sufridos se retiró  de nuevo, con pestillo trabado, a su habitación mientras Daniel se  decidió a  caminar;  tan solo  alcanzó la Puerta del Mar  según abandonó la plaza mayor repleta de bullicio. Sentado sobre la tierra teniendo a su mirar  la bahía que se recogía entre Matagorda, el Puntal y el Castillo de Santa Catalina al frente, al fin se decidió a abrir una carta que temía leer por lo que le dijera, fuera mentira o verdad,  pues ambas cosas iban a herirle de muerte. Pero tras tantos  mares violentos, frente a vientos contrarios y pólvora sobre ferro candente con el filo  del zuncho de abordaje en la boca, todo ello  sin mas miedo que su aleatorio destino tras la muerte le dieron la razón por la que no arredrarse ante las letras de quien creyó algo que ya no parecía ser. Con el temblor inevitable sus manos rompieron el lacre y  se dejo llevar por sus ojos ya sin freno.


“Mi deseado Daniel:

Cuando estés leyendo esta carta seguramente ya no seré  lo que fui para ti, amor mío. Todo lo que aquí te muestre, te trate de explicar quizá ni siquiera  te  alumbre tu corazón seguro sombrío, donde para ti el tan manido dicho de que todo lo que nace ha de morir será tan verdadero como mi ausencia. Más no has de creerlo, aunque esto sea una luz tan inútil como la luciérnaga al amanecer, luz es al fin y al cabo, brillo verdadero de mi amor por ti.

Es cierto que te engañé, que te utilicé como a tantos en  el último año por orden de otros tan reales  y viles como los engañados que  pretenden lo mismo,  solo que bajo banderas y reyes distintos. Nada espero de razones, patrias y reinos,  pues fue encontrarte en el vacío silente de mi corazón, baldío pañol de podredumbre  acostumbrado a  no sentir, cuando ya mi razón dejó de atinar, pero mi  voluntad, aun como mecanismo  de cuerda, continuó con sus cometidos, aunque ya no fuera  mas que  un mecanismo  al que trabar. Aun así no tuve el valor de hacer frente a quienes tanto tiempo me han tenido en su poder, hermanos de mi misma sangre britana.

Esta cobardía supuso el torpe accidente de abandonar lo que se quiere por algo que no se sabe siquiera qué es, torpe suceso por el que el dolor no cejó desde entonces en vomitar sobre mí. Al fin todo se ha descubierto con la sentencia cruel y vergonzosa de la huida y tu pérdida o  ser presa para perderte también. Huí hace unos días cuando todo aún estaba  libre de vigilancia, pues aunque  no lo parezca mis  ahora hermanastros tienen más  ojos de los que tú crees en esta ciudad. Déjame devolverte traición por traición y  haz que se lleguen y sin despertar sospechas por el Mentidero, la plaza de San Antonio y el Hospital Real donde entre sus servidores  pueden encontrar y ver lo que  siempre ha estado en estos meses al menos y nadie se ha parado a observar.

Daniel, recuérdame, yo no podré olvidarte nunca mientras trato que la razón doblegue a mi sangre hirviente por volver a verte, mientras evito que mi corazón se retuerza tratando de recuperar el pálpito de tus caricias y la furia de tus abrazos. No soy ahora para ti  nada más que un trozo de falsedad astillado y roto, pero si me devuelves el brillo de tus ojos vestido de esperanza por lo que puedo ser, por lo que podríamos lograr en nuestro deseo alcanzar, puede que todo no haya sido en vano y  tras este suicidio mutuo de sentimientos pueda esto resucitar en aquellos parajes lejanos que en un instante perfecto me ofreciste devolviendo mi estima y mi ánimo a otros tiempos en los que  todo prometía y nada  amenazaba el fracaso.

No te olvidaré, Daniel. ¡Nunca! Solo puedo prometerte que algún día, antes de que mi sangre se doblegue definitivamente a la razón  me presentaré donde estés para implorarte el perdón y tratar de volver a sentir el  calor de tu piel  fundida  sobre mi. Solo después, si tú lo desearas abandonaré tu vida, olvidaré mis sueños para convivir en la nocturnidad de la tristeza claramente merecida.

Hasta ese momento, Daniel. Hasta  que los vientos que tú tanto deseas, amas y temes nos vuelvan a presentar el uno al otro.

Te amo.

Dora Macleod.
No tengo otro nombre para ti, no quiero otro nombre para mí.


Dentro de la carta  un minúsculo brazalete a modo de pulsera de tela  con leves bordados de caracteres célticos en fondo verde se trabó entre los dedos de Daniel. Con el cuidado de una reliquia propia de santo  bajo el ara de la  Catedral lo sostuvo y lo guardó.  Herido de muerte como esperaba, nada lo calmaba, la rabia de sentirse engañado el amor profundo y ciego que todo lo consume sin explicación  ni certeza sobre el rumbo vital que tomar sobre la carta de su vida, quizá una derrota que persiga el viento bueno de la razón, flujo sereno y  constante que a buen puerto le lleve, libre de temporales que sufrir, mas vacío también de temporales que vivir, o quizá otra derrota  en la misma carta donde seguir el viento traidor del sentimiento, viento racheado capaz de desarbolar el mejor navío de cualquier armada en un suspiro inesperado, derrota esta donde el viento al que  aferrase  sabedor de que  nada será seguro, ni eterno, derrota donde la vida se sostendrá por el puro deseo de vivirla mientras quizá en un golpe  del mismo viento desaparezca esta y con ella todo.

Nada  valía, pues sabía lo que era  debido pero también lo que deseaba su  corazón. Ninguna cosa extrañó a su amigo Segisfredo después de dos  jarras de mal vino en el tuerto compartidas con Daniel. Mil más cosas vividas en diferentes momentos, con diferentes mujeres,  distintos mundos  e intereses, pero la misma realidad. El alba los sorprendió mas unidos que nunca… 



lunes, 24 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (138)




…nada sucedió digno de mención entre aquella despedida y la llegada a Cádiz de Segisfredo Cefontes con su prisionero escoltados ambos por el  hombre que envió Paco desde el Cortijo  que conocía desde sus tiempo de contrabandos y otros delitos que no conviene ahora nombrar, ni siquiera esbozar en tercera persona. Paco,  con caballo de refresco aprovechó el alba para ganar  Cádiz donde la vida continuaba  de la misma forma y  tras dar el aviso de la captura y confirmación de las sospechas de espionaje, acudieron al tinglado del puerto donde  el capitán Linares y Luis Peláez junto con un número reducido de infantes debidamente disfrazados dieron preso a Andrew Raleigh llevándolo a la Isla de San Fernando.



La acción iba a  ser la misma sobre las dos mujeres, fue una petición de Segisfredo  enviada a través de Paco al capitán Linares la que permitió que se mantuviera la vigilancia sobre éstas mientras él llegaba con  su “carga”. Segisfredo Cefontes había conocido la verdadera frustración de perder a alguien que  te muestra el camino de la felicidad mientras al mismo tiempo  lo cercena,   dejándote la duda eterna de su verdadera intención detrás de unas lágrimas que tratas de creerlas sin convencerte   veraces y ausentes de lisonjas. Daniel,  ignorante en su sentir  no debía de pasar por eso, debía hablarle antes de que se consumara la real gana del Destino,  deseaba explicárselo y si alguien debía recibir golpe o desahogo que fuera él por ser su amigo.

La mañana del 3 de julio el teniente Cefontes, vestido con su mejor uniforme  se presentó en “La Candelaria”. La misma casera, Doña Ana, olvidó su rencor por el desprecio recibido, ciertamente esperable, por su parte y le dedicó una sonrisa de admiración por su porte.

-          Buenos días, Doña Ana. ¿Estará Daniel Fueyo en su habitación?
-          ¡Caramba, teniente!  Creo que si, estará a punto de bajar a desayunar. Pero por la Virgen del Rosario, ¿a qué viene esta seriedad hasta para con su amigo?

De un suave empujón se abrió paso hacia la  habitación donde estaba a punto de salir su amigo.

-          No es momento de  explicaciones o revelaciones. Por favor, que nadie nos moleste. ¡Nadie! ¿Seguro que me ha entendido?

Sorprendida aun mas entre la elegancia y la seguridad de una orden casi militar, salvo cuadrarse Doña Ana todo lo hizo para dar a entender que así sería. El Teniente subió con paso decidido las escaleras sin tener tan claro por dónde empezar.

-          ¡Buenos vientos los que te traen Segis! ¿De donde vienes? Pareces propiamente de recibir medalla o premio por algo de Capitanía. No son horas a mi entender…
-          Vengo de capitanía, en efecto. Pero no son buenas las nuevas que te traigo. Y  a fe mia que las vas a escuchar una a una como andanada del infierno sin rechistar, aunque sea lo último que haga como amigo tuyo.

Cerró la puerta con el débil pasador que hacía  las veces de cerrojo falso. La seriedad en el trato, la mirada y el gesto último del pasador mantuvo tenso y paralizado a Daniel a la espera de lo que fuera a salir por boca de su amigo.

-          Está bien, tu dirás.
-          Vengo de capitanía, es cierto, aunque estos días en los que he  estado perdido he vagado por distintos lugares. Te habrás preguntado por mi ausencia, pues bien, no ha sido otra razón que desenmascarar una red de espionaje britano que hemos neutralizado gracias a Dios, a Peláez, Antúnez, y como no iba a ser de otra forma gracias al apoyo de nuestro Almirante Don Blas de lezo, quien nos dio el apoyo silencioso del capitán de navío Linares y los hombres que en cada momento puedieran ser menester.
-          ¿U… una red de espionaje? Y qué tenemos que ver  con eso, Segis. Nosostros somos militares de la Real Armada. ¿Cómo has llegado a eso?

Daniel sin querer enterarse ya sentía cercano un  acerado filo mas cortante que  el verdadero amenazaba su  pecho.

-          Lo siento mucho, Daniel pero  en esa red, esta implicada  Dora, Dora Macleod, que no es ese su nombre sino el de Charlotte Philips. Ella, junto a Temperance y el petimetre  del Vizconde pasaban la información de las flotas a los ingleses en Gibraltar.

Le mostró el documento que él mismo entrego a Dora haciendo que ese filo imaginario calase ya sin remisión en su ánimo. Segisfredo relajó el tono de su voz, su amigo ya estaba tocado y hundido, había entendido y comprendido su error  y lo que podría llevar todo aquello en su corazón y en su devenir como marino de la Real Armada.

-          Por favor Danie escúchamel, aunque me odies por esto que voy a decirte;  ya sabíamos esto cuando te entregamos este documento que es real en su redacción pero falso en su información. La trampa estaba urdida y tú fuiste por desgracia para mí un instrumento de todos. Era la única forma de atraparlo y de salvarte.
-          ¿Y Dora? ¿puedo ir a verla?
-          No debes pero  se que lo harás. Por eso le pedí al Capitán Linares que mantuviera la vigilancia hasta que yo diera el aviso de prenderlas. Pasado ese día será apresada junto con Temperance. El falso vizconde ya esta respirando humedades en  nuestras mazmorras junto al cerdo traidor que casi me mata en Algeciras. Si lo deseas te acompaño y te puedas despedir para siempre de  ella antes de que sea prendida.
-          Gracias Hermano. Gracias por seguir cuando a nadie escuchaba. ¡Vamos!

Se fundieron en un abrazo como lo que siempre fueron. Daniel se  vistió con su mejor uniforme de capitán de fragata y con seriedad y silencio propios de funeral encaminaron sus pasos hacia La Caleta donde estaría ella. En la última semana  tan solo la había visto  un día ya que desde hacía tres ella le pidió que   se dejaran de ver hasta que le avisara  con una excusa extraña acerca de un pudor que creía evaporado entre ambos.

A treinta varas del portal Segisfredo hizo un gesto a uno de los infantes para darles franco el paso y  mientras Segisfredo quedaba a la espera en el portal, Daniel desarbolado por los invisibles vientos del desengaño, subía las escaleras en otro momento leves y ahora enormes a cada paso.


Golpeó la puerta varias veces sin recibir respuesta hasta que, de un puntapié la echó abajo rompiendo el leve cerrojo  que la contenía. Nadie había que  lo esperase. Todo estaba recogido, limpio,  las cuatro paredes  que a duras penas contuvieron su pasión dormían en soledad y negrura sin más sonido que sus pisadas. Tras un breve tiempo, escasos minutos en los que reaccionó, justo antes de dar el aviso a los infantes una carta  con la letra de Dora parecía  querer volar a sus manos. De sus manos voló a su rostro donde  una ola inconfundible de su esencia le turbó, un olor que ya no se despegaría de su memoria vital. Iba a su nombre. Con los ojos cerrados tratando de no dejar salir una sola lágrima llevó la misiva en el bolsillo derecho de su chaquetón y bajó  ya vuelto a la realidad a dar el aviso de su desaparición…


viernes, 21 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (137)




…Dos   detonaciones secas, espaciadas por el tiempo en apuntar y asegurar la puntería  dieron con los dos verdugos de Paco sobre él ya inertes. El jinete perdido en el fragor del combate desigual no se percató de la entrada del Teniente Cefontes quien con el cuidado de no herir a su compadre del momento hizo diana sobre los  citados aprendices de verdugo. No había mas balas en su pistola humeante. Quedaba él, y su espada corta a semejanza de las “vizcaínas” de la pasada centuria entre la libertad y el jinete.

-          ¡Daos preso en nombre de la Real Armada!

Aunque aquella jurisdicción nada tenía con la real autoridad del lugar, la recuperación de entre  los tres cuerpos pasados a mejor vida con el costado renqueante, pero con la furia inyectada en sangre amén de la navaja bien engrasada de sangre de chusma, bien  situado tras su espalda no dio otra ventaja a este que tirar sus armas y rendirse.

-          ¡Por mi lomo rajado, cabrón inglés! ¡Quién cojones te crees que eres para hacer que me maten!

Paco  no se contuvo, dos patadas en los lumbares hicieron con el jinete en el suelo. Las bofetadas a puño cerrado iban sacando una a una cada muela viva de la boca de ese hombre. Trataba de hablar pero no le daba tiempo a exhalar el aire entre puño y puño. Segisfredo intercedió con la “debida” parsimonia.

-          ¡Paco, ya esta bien! ¡Lo necesitamos vivo para cazar y desenmascarar esta trama! ¡Déjalo!
-          ¡Te salva nuestra Virgen del Rosario, que no yo, perro bastardo inglés!

Mientras Segisfredo lo consiguió sentar en una de las banquetas carcomidas del tugurio, mandó a Paco a por agua para lavarlo.

-          ¡Maldición el tabernero no está!

El jinete por fin, acertó a sonreir.

-          Estáis perdidos. Os van a atrapar. En Gibraltar hay unas mazmorras muy apropiadas para gente como vosotros. De vuestra dentadura me encargaré yo.

Un golpe seco, sin rabia, con el desprecio que se le debe a un traidor dejó inconsciente al  hombre.

-          ¡Vamos, tenemos que salir de aquí o nos  cogerán!
-     ¡Se de un lugar donde no nos cazarán si apuramos el paso! ¡Pero hemos de salir ya, oscurece y  hay que  hacer  legua y media!
-          Un momento.

Segisfredo cargo su pistola  y tras ello hurgó en los ropajes de aquél hombre hasta encontrar el documento que  les había llevado hasta allí.

-          ¡Vamos!

Con sigilo, abriendo el paso Segisfredo pistola en mano, cargaron en la grupa al fardo miserable y  tras vadear el Guadarranque dieron  al trote para seguir el curso del Rio de Las Cañas  en  sentido ascendente. Silencio es lo que encontraban a su paso confundido con el piafar de las cabalgaduras que sobre todo la que a la grupa portaba el traidor lo hacía con mayor denuedo.

Fue al menos una hora la que les dio el tabernero  que fue el tiempo que tardó en traer a mas hombres de la red de espías. La noche cerrada ya no les daba pistas sobre la huida, el río Guadarranque tapó las huellas de los huidos con lo que no había tiempo para  decisiones. Podían haber ido hasta Algeciras y dar el aviso y en poco tiempo tendrían allí a los soldados. La única solución era desaparecer y borra huellas.

-          ¡Mire, teniente! ¡Están quemando el tabernucho!

En efecto desde la loma por la que iban ascendiendo hacia el Valle del Infierno y desde allí cruzar al oeste hacia el camino que llevaba a Barbate  se podía distinguior el lejano fulgor de las llamas. Se detuvieron para contemplar el espectáculo.

-          Creo que el miedo  a ser atrapados los ha vencido. Estarán remando a  golpe de ariete hasta  el Peñón. ¡Mal rayo les parta!

La  estimación de Segisfredo era acertada. No tenían posibilidades de cazarlo y las órdenes que tenían eran la de tapara cualquier sospecha de  acciones contra España  desde sus mandos en Gibraltar, esa era la solución mejor. Nadie sospecharía nada sobre el incendio de un tugurio maloliente donde además  tres cadáveres darían fe de su accidente y culpabilidad en tal desaguisado. En cambio la red más al oeste, en Cádiz, no tendría tanta suerte si  el prisionero hablase, eso dio que pensar a Segisfredo, en prevención de encontrarse una sorpresa en Chiclana.

-          ¿Qué plan tienes, Paco? Debemos detenernos en algún lugar seguro  y partir mañana  lo más deprisa posible a avisar a nuestros compañeros. Ellos tratarán de dar aviso a su gente en Cádiz.
-          Teniente, a menos de media legua de aquí  entraremos en un alcornocal donde podemos refugiarnos esta noche. Vos quedaos en él con el prisionero mientras yo me acerco a un cortijo en el valle del Infierno muy cerca de donde acamparemos. Desde allí enviaré a un hombre que os ayudará a llegar  a Cádiz sin problemas. Yo  encontraré a nuestros hombres y daré el aviso, que conozco estas tierras como la palma de mi mano.
-          Me parece bien, Paco. Pero para conocer a vuestro amigo tendremos este santo y seña.

Segisfredo trazo una letras en una pequeño papel que rompió en dos pedazos irregulares, entregando uno a Paco.

-          Deberá entregarme este papel para comprobar  que es él quien viene. Además la pregunta  que yo le haré y deberá contestar antes de acercarse  a 10 varas será  cuál es la corbeta mas veloz   entre La Habana y Ferrol. Su respuesta será la “Santa Olaya”. ¿Estamos de acuerdo?
-          Mejor no podría prepararse un encuentro entre desconocidos.



Cabalgaron aún dos horas hasta alcanzar ese Peñón donde una hendidura enorme daría cobijo hasta el alba a la que le quedaban pocas horas. Se despidieron  ambos hombres con sus cometidos claros mientras el aún inconsciente prisionero quedó aferrado a cadenas y ligaduras sobre un sufrido alcornoque… 



miércoles, 19 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (136)




…- ¡Rápido, Vos capitán Linares y yo nos quedaremos a marcar a ese Vizconde, mientras vos Teniente Cefontes id con Paco y cazad a ese jinete que por lo que parece lleva claros sus destinos! ¡Pero cuanto más cerca de este mejor será, que poco argumento le quedará en tal caso!

-          ¡Suerte, Peláez y suerte a vos, Capitán!

Se despidieron quedando ambos hombres   con la vista en el almacén y  la intención de continuar el seguimiento hasta su captura si todo se cumplía como parecía.  Paco junto a Segisfredo mantenían su cabalgar  tan lento como permitía para no despertar sospechas  y seguir a la vista del jinete desconocido. Sus ropajes eran los de paisanos  en tránsito entre Cádiz y Algeciras, tal y como parecía representar el jinete  objeto de su persecución.


Decidieron separarse, Segisfredo mantendría la distancia prudencial  sobre el jinete retrasando un poco su marcha para no levantar sospechas. Tras hacer noche en Barbate, recorridas casi la mitad de las trece leguas   que los llevarían a la bahía de Algeciras donde estaba claro encaminaba sus pasos, Paco, antes de la amanecida, se adelantó  una distancia prudencial con la que  mantener el control de su marcha. Esto permitiría que la persecución no fuera tan evidente. Paco, conocía los vericuetos del camino y se mantendría fuera de la vista del hombre, trabando comunicación con Segisfredo   y manteniéndolo informado así de  la situación  acercándose y adelantándose campo a través.

El 27 de junio al atardecer  el jinete,  tras vadear las marismas del Rio de Las  Cañas y cruzar el pueblo  de Palmone al otro lado del río  Guadarranque, se detuvo en una  desvencijada taberna  del pueblo de Guadacorte. Sus dos perseguidores  ya juntos tras dejar Algeciras quedaron al otro lado del río observando sus movimientos. Tras mas de una hora con la noche a punto de echarse sobre  ellos nada había sucedido.

-          Paco, alguien ha de ir hasta allí  a ver que sucede y donde se ha metido nuestro hombre, no me perdonaría perderlo.
-          No se preocupe, Teniente. Entraré  a beber una pinta del vino que sirvan. Si todo está en orden saldré y  encenderé un cigarro. Si la cosa esta complicada y ha de  venir lo tiraré al rio según lo encienda.
-          Esta bien, pero ten cuidado. Toma, llévate esto

Segisfredo le entregaba una de sus pistolas, listas para hacer fuego.

-          Gracias, teniente, pero no la necesitaré, esto que llevo a mi espalda me protegerá mejor y sin molestar con ruidosas explosiones

Guardó su navaja de nuevo y comenzó a vadear el rio hacia la taberna.
Una barra tan sucia como el suelo, trabado de maderas y agujeros al mismo barro del terreno soportaba de forma inexplicable los vasos de tres lugareños y  el  hombre perseguido. Paco adaptado al entorno se dejó caer sin  mucho aspaviento  mientras con un gesto pedía lo mismo que  ellos. A su saludo no hubo mas que un mísero gesto de desaprobación por su presencia, no mayor a lo que el estaba acostumbrado a realizar cuando quien entrase en sus dominios no fuera del gusto. Sus sentidos se agudizaron, alli había mas conexión entre todos de la que aparentaba  su grasiento silencio. Uno de ellos se  le acercó de forma lenta mientras los otros dos se sentaban en dos mesas que cerraban la salida tratando de no aparentar interés alguno en su persona. La espalda de Paco se tensó llegando a sentir el metal  que guardaba el filo de su navaja. Mientras, el  perseguido seguía ensimismado en su jarra de vino.

-          Buenas noche, señor. ¿Vos no sois de la bahía, verdad?
-          Esta en lo cierto, soy de Sanlúcar y me ha cogido la noche volviendo de san Roque. Por cierto tabernero, ¿disponéis de alojamiento barato para  este que lo solicita?

Fue en ese momento cuando el tabernero, con los sudores naciendo en la frente, le certificó lo que un destello en el  mango  de latón de la jarra ya le había preparado para  parar el primer golpe del más próximo.  Con sangre en su brazo derecho goteando por el corte  parado  en su derrota directa a su barriga. Paco ya estaba en su medio.  Sus siete dedos de filo ya abrían paso con su brilllo amenazador   casi abierto en el mismo instante que dejó su espalda.  Sin que lo viera el agresor, con la mano izquierda un chorro de vino bastó para apagar las velas que alumbraban con poco éxito la barra en el extremo opuesto de donde se encontraba el aún pasivo jinete. La penumbra ganó el terreno a la pordiosera luz de dos velas muertas. El duelo no duraría mucho, pues al ver los dos hombres apostados en la entrada que la sorpresa no fue tal se incorporaron para cercar sobre la barra a Paco. Este   con agilidad salto sobre una mesa desvencijada que estalló hacia el suelo mientras se libró de un cerco en el que detrás tenía a un tabernero tan cobarde como posible rematador. La situación no era prometedora. Pero  había lo que había que tener y  siendo hijo  del Reino de la Españas así sería Paco, un resistente hasta ahogarse en su propia sangre si fuera preciso.

-          ¡Vamos cabrones de mierda! Mi navaja tiene  ganas de saborear la basura  de Algeciras.

Uno de ellos  entró a matar, su golpe   se detuvo sobre  la faja enrollada en su mano izquierda mientras la navaja de Paco al fin supo a que sabía  tal basura. El muslo del primero  ensartado y libre de esta al instante cayó con el resto del cuerpo  a vara y media del choque. Rabia y dolor en la  chusma que solo  un buen rebenque debería calmar, mas no había banco de galera donde engrilletarlos; sus compañeros entraron a matar al mismo tiempo mientras el jinete se aproximaba  a sumar esfuerzo, que ya no estaba todo tan claro. Un primer ataque a dúo lo logró rechazar Paco a base de  echarse atrás sobre la pared con un rasguño algo profundo en su hombro izquierdo. El tercero en discordia ya se unió al grupo mientras el herido, cojeando y con mas  rabia si pudiera caber en su  ánimo cerraba el grupo al grito puro de ¡matad, matad a ese cerdo cabrón!


Embistiendo como si fuera lo último que le quedaba por hacer trató  de "hacerse" con uno mientras empellaba de bruces sobre el  herido gritón y trataba de clavar su cuchillo en barriga ajena. El aire fue lo que encontró, no así su  lomo izquierdo al cruzar con semejante ímpetu  recibiendo un corte  mientras caía de bruces al suelo  sobre el  herido al principio por él. No tuvo compasión, que de morir había que hacerlo matando y  antes de recibir las puñaladas esperadas en su espalda abierta hundió sin piedad el suyo en el corazón del sometido mientras su rostro demudado  perdía la fuerza y ya solo exhalaba suspiros por no dejar este mundo. El jinete se iba a librar, sospechaba de la existencia de un segundo hombre  que había visto al principio de partir de Chiclana  así que se apartó con la intención de dejar tierra de por medio mientras  los dos hombres  babeaban su  cólera abalanzándose sobre Paco para darle doble ración de acero sin compasión…