viernes, 21 de septiembre de 2012

No habrá montaña mas alta (137)




…Dos   detonaciones secas, espaciadas por el tiempo en apuntar y asegurar la puntería  dieron con los dos verdugos de Paco sobre él ya inertes. El jinete perdido en el fragor del combate desigual no se percató de la entrada del Teniente Cefontes quien con el cuidado de no herir a su compadre del momento hizo diana sobre los  citados aprendices de verdugo. No había mas balas en su pistola humeante. Quedaba él, y su espada corta a semejanza de las “vizcaínas” de la pasada centuria entre la libertad y el jinete.

-          ¡Daos preso en nombre de la Real Armada!

Aunque aquella jurisdicción nada tenía con la real autoridad del lugar, la recuperación de entre  los tres cuerpos pasados a mejor vida con el costado renqueante, pero con la furia inyectada en sangre amén de la navaja bien engrasada de sangre de chusma, bien  situado tras su espalda no dio otra ventaja a este que tirar sus armas y rendirse.

-          ¡Por mi lomo rajado, cabrón inglés! ¡Quién cojones te crees que eres para hacer que me maten!

Paco  no se contuvo, dos patadas en los lumbares hicieron con el jinete en el suelo. Las bofetadas a puño cerrado iban sacando una a una cada muela viva de la boca de ese hombre. Trataba de hablar pero no le daba tiempo a exhalar el aire entre puño y puño. Segisfredo intercedió con la “debida” parsimonia.

-          ¡Paco, ya esta bien! ¡Lo necesitamos vivo para cazar y desenmascarar esta trama! ¡Déjalo!
-          ¡Te salva nuestra Virgen del Rosario, que no yo, perro bastardo inglés!

Mientras Segisfredo lo consiguió sentar en una de las banquetas carcomidas del tugurio, mandó a Paco a por agua para lavarlo.

-          ¡Maldición el tabernero no está!

El jinete por fin, acertó a sonreir.

-          Estáis perdidos. Os van a atrapar. En Gibraltar hay unas mazmorras muy apropiadas para gente como vosotros. De vuestra dentadura me encargaré yo.

Un golpe seco, sin rabia, con el desprecio que se le debe a un traidor dejó inconsciente al  hombre.

-          ¡Vamos, tenemos que salir de aquí o nos  cogerán!
-     ¡Se de un lugar donde no nos cazarán si apuramos el paso! ¡Pero hemos de salir ya, oscurece y  hay que  hacer  legua y media!
-          Un momento.

Segisfredo cargo su pistola  y tras ello hurgó en los ropajes de aquél hombre hasta encontrar el documento que  les había llevado hasta allí.

-          ¡Vamos!

Con sigilo, abriendo el paso Segisfredo pistola en mano, cargaron en la grupa al fardo miserable y  tras vadear el Guadarranque dieron  al trote para seguir el curso del Rio de Las Cañas  en  sentido ascendente. Silencio es lo que encontraban a su paso confundido con el piafar de las cabalgaduras que sobre todo la que a la grupa portaba el traidor lo hacía con mayor denuedo.

Fue al menos una hora la que les dio el tabernero  que fue el tiempo que tardó en traer a mas hombres de la red de espías. La noche cerrada ya no les daba pistas sobre la huida, el río Guadarranque tapó las huellas de los huidos con lo que no había tiempo para  decisiones. Podían haber ido hasta Algeciras y dar el aviso y en poco tiempo tendrían allí a los soldados. La única solución era desaparecer y borra huellas.

-          ¡Mire, teniente! ¡Están quemando el tabernucho!

En efecto desde la loma por la que iban ascendiendo hacia el Valle del Infierno y desde allí cruzar al oeste hacia el camino que llevaba a Barbate  se podía distinguior el lejano fulgor de las llamas. Se detuvieron para contemplar el espectáculo.

-          Creo que el miedo  a ser atrapados los ha vencido. Estarán remando a  golpe de ariete hasta  el Peñón. ¡Mal rayo les parta!

La  estimación de Segisfredo era acertada. No tenían posibilidades de cazarlo y las órdenes que tenían eran la de tapara cualquier sospecha de  acciones contra España  desde sus mandos en Gibraltar, esa era la solución mejor. Nadie sospecharía nada sobre el incendio de un tugurio maloliente donde además  tres cadáveres darían fe de su accidente y culpabilidad en tal desaguisado. En cambio la red más al oeste, en Cádiz, no tendría tanta suerte si  el prisionero hablase, eso dio que pensar a Segisfredo, en prevención de encontrarse una sorpresa en Chiclana.

-          ¿Qué plan tienes, Paco? Debemos detenernos en algún lugar seguro  y partir mañana  lo más deprisa posible a avisar a nuestros compañeros. Ellos tratarán de dar aviso a su gente en Cádiz.
-          Teniente, a menos de media legua de aquí  entraremos en un alcornocal donde podemos refugiarnos esta noche. Vos quedaos en él con el prisionero mientras yo me acerco a un cortijo en el valle del Infierno muy cerca de donde acamparemos. Desde allí enviaré a un hombre que os ayudará a llegar  a Cádiz sin problemas. Yo  encontraré a nuestros hombres y daré el aviso, que conozco estas tierras como la palma de mi mano.
-          Me parece bien, Paco. Pero para conocer a vuestro amigo tendremos este santo y seña.

Segisfredo trazo una letras en una pequeño papel que rompió en dos pedazos irregulares, entregando uno a Paco.

-          Deberá entregarme este papel para comprobar  que es él quien viene. Además la pregunta  que yo le haré y deberá contestar antes de acercarse  a 10 varas será  cuál es la corbeta mas veloz   entre La Habana y Ferrol. Su respuesta será la “Santa Olaya”. ¿Estamos de acuerdo?
-          Mejor no podría prepararse un encuentro entre desconocidos.



Cabalgaron aún dos horas hasta alcanzar ese Peñón donde una hendidura enorme daría cobijo hasta el alba a la que le quedaban pocas horas. Se despidieron  ambos hombres con sus cometidos claros mientras el aún inconsciente prisionero quedó aferrado a cadenas y ligaduras sobre un sufrido alcornoque… 



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