lunes, 31 de mayo de 2010

No habrá montala mas alta...(66)




…Viejas batallas de almas jóvenes que terminaron doblando la jornada al abrigo de la bahía gaditana. Recuerdos que por pocos los años vividos se engrandecen y se reviven con verdadero disfrute como gloriosas batallas de hombre mayor.

La mañana del 16 de abril a pesar del vino ingerido no cazó a Daniel sobre su catre pues ya estaba dando golpes sobre cada cuaderna, comprobando fondos y bodegas con un nostromo a su vera algo agrio y soñoliento por tal revista sin contemplación. Con la casaca aún por abrochar su segundo se incorporó a tal paseo a punto de salir comandante y nostromo de nuevo a cubierta sobre el combés.

- Buenos días, capitán.

- Buenos los tenga, segundo. Tal y como ordené ayer, al terminar la revista deseo me entreguéis listado de pertrechos, personal y diversas necesidades a solicitar en el arsenal. No olvidéis la lista de hombres en grado y condición para el mismo momento además de tener listo el lanchón para bajar a tierra. No mas de dos horas, teniente.

Segisfredo Cefontes no asumía aún aquél tono entre quien había sido su amigo hasta aquél momento y que ahora además era también su superior. No lo asumía, pero si lo podía entender y sin más abandonó la presencia del Nostromo para dejar listo lo que era una orden.

- Si, mi capitán.

La brisa era fresca aún en su temperatura y la suavidad con la que acariciaba la bahía permitía una revista cómoda a esas horas de la recién perdida madrugada. El bergantín se encontraba en buen estado, se percibía robusta la estructura. Coincidió con el nostromo que no le vendría mal hacer la carena antes de un año pues no habría calafate que lograse empapar aquellas fisuras todavía pequeñas pero que seguramente iban a aumentar. Al menos la bomba de achique estaba en perfecto estado y eso daría garantías en el peor momento que se presentase, algo que llegaría a base de millas por avante, golpes de mar y tiempo vivido sobre la mar.

Dos horas más tarde el lanchón junto a seis marineros esperaba amarrado a la escala real esperando por su comandante que recibía de su segundo el listado de necesidades y la clasificación de la tripulación.

- Teniente, quedáis vos como comandante hasta mi llegada que deseo se haga antes del ocaso si contadores y comandantes de sillas pegadas a posaderas tienen a bien conceder lo que me indicáis en estos documentos.

- Mi capitán, considero que es de vital importancia recibir al menos un buen cable de ancla que nos garantice la seguridad de la nave en malas condiciones, los que disponemos no están para aguantar aliados un viento cascarrón junto a mar tendida fuerte en su misma dirección. De lo demás lo que logréis será regalo de Neptuno. ¡Os deseo suerte!

Con el saludo de rigor Daniel Fueyo embarcó en el lanchón acompañado del contador, de nombre Francisco Grajal, hombre formado en sus contiendas por la plata y los pertrechos, delgado algo encorvado y siempre deseoso de agradar a sus superiores. Poco a poco el lanchón los fue acercando al arsenal donde lograr lo que era siempre imposible al ciento, donde la probabilidad de éxito normalmente iba aparejada al grado de mano izquierda de este último sobre sus colegas en tierra.

Daniel Fueyo era un joven comandante, mando de nuevo cuño que sabía de la dependencia del éxito en el contador y sobre todo en su peculio, que no era otro que el puro ofrecimiento de su padrino Diego García al que pensaba dar envío de una nota al final de la tarde con sus resultados y quedar así a la espera de los suministros tanto desde el arsenal como desde la vía particular.

Ya sobre tierra separaron sus pasos, yendo el contador hacia el Arsenal y encaminando los de Daniel a Capitanía para recabar información de su próxima partida. Realmente lo que deseaba saber era el tiempo del que dispondría para probar a su nave y hombres en conjunto antes de hacerse a la mar, dar al punto con el andar del “Santa Rosa”, encontrar sus vicios y manías en la maniobra y con los distintos vientos de la rosa, de la parte artillera ya se haría en la mar cumpliendo destino.

Con un desprecio quizá algo más reducido por saberlo comandante el escribano de Don Esteban Mary lo hizo esperar varias horas en la antesala del despacho del teniente general de la capitanía. Las velas, estas de cera que no de lona, llevaban más de una hora cuando al fin fue avisado por Crespo, el escribano para pasar al despacho del Marqués de Mary. Velas en candelabros que parecían fanales propios de navío le abrían paso al despacho como la cámara del general.

- Buenas noches ya, Don Diego. ¿Qué se os ofrece? Os hacía a bordo del Santa Rosa a la espera de órdenes. Debe de ser algo en verdad de importancia para pasar tantas horas lejos de vuestra cubierta.

- Perdonadme si os ha causado mi insistencia molestias mi general, mas tan solo deseaba aprovechar las gestiones de mi contador para hacerme con pertrechos en el arsenal y visitar a vuecencia con el objeto de saber las órdenes y si el tiempo para su inicio es el suficiente solicitar permiso para ejercitar ejercicios de mar sobre la bahía.

- Pues bien os diré que tenéis tal permiso para hacer lo que vuestra obligación como comandante os dicta. Las órdenes llegará en tiempo y forma cuando sea oportuno por lo que no considero por más conveniente vuestra visita. Ahora retiraos y quedad a demanda haciendo lo que de vos se espera. Salvo que no se os requiera no volváis a este despacho donde no hay cabos, ni lona que aparejar.

Tras el frio saludo de despedida, Daniel no olvidó tales palabras de su superior general; aquella tarde fue en verdad clarificadora. Su hogar, su vida, su trabajo era el “Santa Rosa” o la nave de la que estuviere al mando y deberá ser esa su máxima cuando no tenga superior inmediato, tomando las decisiones oportunas por él mismo. La soledad del mando y en definitiva en su vida acababa de entrar de lleno entre sus costillas como andanada de bala roja entre cuadernas de navío.

Con el gesto adusto por el golpe recibido encaminó prestos sus pasos hacia el muelle donde le esperaban sus hombres y su contador formando una tétrica figura entre penumbras sobre las que se distinguía tal grupo bajo el pequeño fanal del lanchón encendido desde hacía ya una hora.

- ¡Al Santa Rosa! ¡Deprisa!

 
 
 
 
 

jueves, 27 de mayo de 2010

No habrá montaña mas alta... (65)



… -Ahora que estamos solos y nadie nos escucha. ¿Qué es de tu vida marinera? De la otra te pido me la relates en la cena pues apuesto que no llevará arroba ninguna de desperdicio. Te juro por las toninas del Cantábrico que nunca imagine encontrarte a bordo. Y juro esta vez por la inexistente bala de cañón que pretenda matarme alguna vez que me alegro al ciento de ello.

Segisfredo tan sonriente como su compañero de mares y guerras riéndose de su amigo y comandante siguió con el mismo tono de amistad

- Bueno, bueno, por muy comandante que seáis vos tan solo me aventajáis en un galón sobre la charretera y tendréis que bregar y vaciar alguna de vuestras botellas para que largue este mísero mortal de sus escarceos y amoríos cual corsario con patente propia.

No pudo contener la risa Daniel que para estos andares era mas bien de corto aparejo

- Cuidaros esa patente que no expide su majestad títulos a deshonrados caballeros y quién sabe dónde estará la que os desarbole sin opción a mantener arrancada y presta la huida.

- Mi querido Daniel, creo que no hay fémina, duquesa o espartana plebeya que siquiera largue andanada a la balconada de mi navío. Pero dejemos estos temas para esa cena que prometéis de ley. ¿Queréis saber del bergantín?

- Así es, Segis. Cuanto antes dadme una descripción general de su estado, cualidades y por supuesto con qué tripulación contamos para su brega.

- Pues bien, querido amigo, habéis comprobado la fineza de sus líneas a primera vista. Llevo a bordo menos de dos meses sin saber en realidad a qué se debió mi traslado desde el arsenal de Cartagena de forma tan urgente y tan solo he completado un servicio de correo entre El Ferrol y este departamento. Su comandante hasta hace dos semanas era Don Jose Manuel Bezos que hubo que desembarcar antes de tu llegada por un acceso de locura que decían los galenos, mal rayo los parta. Más bien creo que su problema no era otro que la progresiva pérdida de visión y su negación ante los errores cometidos que añadido al carácter avinagrado era mejor estar bajo la quilla antes que a su lado en la balconada. Tuvo graves problemas para dirigir la maniobra de atraque aquí en Cádiz, para más “inri” viajaba a bordo desde la salida de Ferrol un impertinente sabelotodo que cargaba un título de grande de España. No me preguntéis su nombre porque decidí olvidarlo. Tuvieron varios enfrentamientos durante la travesía y entre los errores cometidos en la maniobra como te digo, junto a su negativa a aceptarlos entre nosotros llevó a una situación insostenible que culminó con su destitución dos semanas después de desembarcar a semejante petimetre. Don José Manuel me entregó sus notas manuscritas sobre los aspectos que él consideraba oportunos de esta embarcación. No difieren en mucho con lo apreciado por mí en este periodo corto de tiempo, te las haré llegar antes de que toque degustar la buena cena que seguro prometes.

- Llevamos poca tripulación para la dotación necesaria. ¿Algún punto al descubierto, Segis?

- En navegación no hay grandes problemas, entre marineros, grumetes y oficiales de mar hacemos un buen conjunto ante cualquier situación. La prueba es que hace tres semanas doblando el Cabo de San Vicente con fuerte temporal y un ventarrón de más de 40 nudos ambas, la tripulación y el barco, se portaron como uno solo sin problemas respondiendo a cada golpe con la misma decisión y velocidad. Tenemos problemas de manejo en la parte artillera. Entre la tropa de artillería y los artilleros de preferencia no hacemos un verdadero bloque ante un enfrentamiento con enemigo que se precie. Es cierto que nuestra ventaja es la velocidad y nuestra misión es la de comunicar nuestras diferentes bases navales, pero en una situación comprometida con britano al costado creo que solo nos salvarían los garfios de abordaje y nuestra vieja furia solo con nombrada ya temida.

- Me preocupa esto pues no sabemos lo que tardarán nuestros enemigos en romper hostilidades que mucho estamos progresando y no es algo que den largas por su propio bien. Mañana recorreremos el Bergantín de quilla a perilla. Me gusta saber donde me manejo. Además habrás de seleccionar los artilleros preferentes que entren en tu valoración como los que puedan ser nuestros apoyos en lo que debemos hacer por delante. Me da igual si no tiene tal cargo a bordo, solo deseo los mejores que son los que habrán de garantizar combate recio ante quien plante su nave frente a la nuestra. La tropa de infantería es pequeña en número, no sé cómo estamos de mosquetes y armamento de abordaje. Habrás de informarme también mañana a primera hora pues tras la revisión de la nave y la revista a la dotación quiero desembarcar para informar de necesidades tanto de material como si fuera necesario de nuevos embarques o desembarques. No sé cual será nuestro destino ni la fecha de levar anclas pero creo que deberá ser en poco tiempo y deseo que esta nave este al máximo posible de sus cualidades.


Segisfredo lo escuchaba sorprendido por la seriedad y el tono mudado desde las bromas de inicio y la seriedad más propia de viejo comandante que como tal en solitario lamía sus heridas. Sabía que ese era el sino de un comandante de navío del Rey que tiene en sus manos la vida y la seguridad de la nave, además del éxito de cualquier misión encomendada. Hombres que mantenían el poder y el halo cuasi divino en su actitud ante su dotación que como tal semidiós debían de tenerlo. Era como debía ser pero no podía imaginar a su mejor amigo en tal postura.

- Como digáis, mi comandante. Mañana dispondréis de los informes solicitados amén de revisar con vuestra merced el “Santa Rosa” desde el palo del bauprés hasta el codaste. Ahora si me disculpáis me retiro

El tono era algo desabrido y Daniel se percató al instante

- Segis, no te lleves a mal el tono con que me manejo, que a veces no me doy cuenta de con quién estoy hablando. Cuando estemos solos y se me vengan tonos de teniente general ya sabes que solo has de golpear el timón y retornaré al rumbo debido.

Una sonrisa entre ambos devolvió todo al inicio sellando su segundo la situación con la cita pendiente al oscurecer

- Así será por el pendón que nos une desde más de un lustro, hermano.

Quedó solo Daniel en su modesta cámara, verdadero palacete comparado con la del resto de la tripulación, pensando en el reto que cernía su sombra de luz sobre su vida. Era un momento para grabar a fuego en sus recuerdos futuros. En puro silencio observaba, sentía, percibía los leves golpes de la mar sobre la nave y grababa el olor a barco que impregna todo; olor que tantas veces aturde cuando al desembarcar las ropas mantienen y con más de un lavado apenas se logra eliminar. Mañana sería el día de acometer lo que se plantase a proa, esta noche le esperaba una buena cena junto a su mejor amigo.


martes, 25 de mayo de 2010

No habrá montaña mas alta... (64)


...La despedida no fue amarga, ni siquiera se alargó en el tiempo más de lo que ambos consideraron. Diego era consciente de que Daniel ya no estaba con él y valía más una pronta despedida que cualquier homenaje preparado con mimo y por tanto con el tiempo necesario. El segundo domingo de Abril partieron a caballo con el mulo cargado de sendos fardos repletos de ropas y, cómo no, de buen vino jerezano rodeado de embutidos y buenos productos de aquella tierra, que mas de acogida habíase convertido en su segundo hogar donde la familia real se podía echar de menos con menos dolor por la separación. Fue una corta despedida en la que todo el mundo que vivía en aquél pequeño planeta de nombre “Soberano” le entregó algo de su parte en forma de abrazo o caricia. Habían pasado más despedidas y salvo la primera vez, cuando se embarcó en el navío Conquistador años atrás, esta pareció la más sentida por saber todo el mundo que aquél joven era ya el capitán de una nave armada, que sobre él recaerían todas las decisiones acertadas o no, las mismas que tantas veces les relató  con admiración  en la forma que sus superiores las tomaron ante situaciones que solo la intuición, la propia experiencia y un ánimo decidido si no arrojado dieron con su resultado el exito esperado. Ahora sería de él de quien iba a depender su cabeza y las de su dotación y por poco que conocieran aquella vida de mar y guerra desde la propia e ilusionada voz de Daniel, veían a este como el pequeño que preferían tener cerca con sus relatos en vez de aquel lustroso oficial, sable al cinto y galones en las hombreras, gesto orgulloso y ansia en la mirada que sabían ya perderían para siempre.

El Bergantín Santa Rosa era un velero rápido de apenas 12.000 quintales, peso ligero para las 60 varas que su eslora alargaba  en su figura sobre la rada gaditana. Estilizaba sus líneas las más de 8 varas de Burgos que definían su manga al medirla sobre su cuaderna maestra. Orgullosos apuntaban sus dos mástiles al cielo azul con su aparejo de velas cuadras recogidas. Estaba el Santa Rosa destinado a correo militar entre las Islas Canarias y las cabezas de los tres departamentos marítimos, por ello a pesar de exigir las ordenanzas portar más de 12 cañones entre ambas bandas eran 8 los que llevaban de 8 libras cada uno.

Diego acompañó a su ahijado hasta los muelles de Cádiz, presentía que lloverían muchas jornadas en aquella soleada y brillante ciudad antes de que volviera a reencontrarse con aquel regalo inesperado del cielo que sin saberlo su difunto hermano Agustín le concedió desde su exilio en Asturias.

- !Tío Diego, es aquel! ¡Mirad, estoy seguro que devora las millas como verdadero cormorán! Esa roda preciosa parece la de los cormoranes que acechaban la pesca en la bahía de San Lorenzo cuando era niño.

- Seguro que no podrá darte caza ningún corsario o nave britana que lo pretenda. Aunque deberás comprobar y valorar la tripulación que te sirva porque sin ellos aquellas velas recogidas nada moverán.

Meda hora antes habían pedido una lancha que lo llevara al bergantín y ya estaba esta a menos de 2 cables del muelle donde se encontraban ellos. Diego lo abrazó por última vez

- Hijo, si necesitaras alguna ayuda para ti o tu bergantín, no dudes en hacerme llegar lo que sea que presto te lo haré llegar si en mi mano estuviera. Buena mar, suerte y ante todo se prudente, que el arrojo no da la victoria sin con este no se acompaña rapidez y reflexión. Quiero volver a verte, pues me gustaría cruzar este Océano en un navío de su Majestad contigo como comandante.

- Gracias Diego. No merezco tales regalos por vuestra parte que grandes han sido hasta hoy los que me habéis dado. Os prometo que haréis tal travesía y os mostraré la belleza del otro hemisferio aunque haya que romper bloqueo britano sobre la mar.

- ¡Suerte Capitán!

Con tal deseo despidió Diego a Daniel mientras este en pie y a popa del esquife ya se alejaba hacia su bergantín correo. Cuanto más cercano se encontraba de su amura de babor mas orgullo le hinchaba el pecho, mientras sus piernas trataban de sostenerle entre ligeros temblores por la excitación también creciente. La escala real sobre el costado de babor hizo lo propio dándole paso a la cubierta donde la tripulación lo esperaba para rendirle los honores a su nuevo comandante. Alrededor de los 120 hombres dictaban las ordenanzas como el número de la dotación de un bergantín, pero en el caso del “Santa Rosa” rondaban los 80 en el total. La situación de la Reala Armada era pobre en recursos humanos y así iba a ser a lo largo de la centuria por unas razones o por otras.

La sorpresa iba a ser mayúscula para Daniel Fueyo al recibir el mando de la embarcación de manos del segundo de a bordo. Este sí que sabía su nombre y no esperaba nada más que abrazarse a su viejo compañero de academia y navegación en el viejo “Conquistador” persiguiendo a los piratas africanos. Daniel al incorporar la visión sobre la dotación que lo rendía los honores de ordenanza no tuvo mas que un grito al ver a su futuro segundo.

- ¡Segisfredo! ¡Por las rabizas de toda Inglaterra, vos aquí!

Dejando a un lado los rigores de un protocolo algo elevado en rango para un bergantín fue un abrazo recio entre ambos marinos el que cerró la ceremonia. Viejos tiempos de sueños compartidos y combates librados como alféreces los devolvió el tiempo y la fortuna. Segisfredo Cefontes, a la sazón teniente de fragata había sido su compañero como les digo; marino brillante y decidido de viejas virtudes familiares tatuadas a fuego y sal desde los viejos tiempos en la casa de solar asturiano de los Cefontes. Hombre algo impulsivo y amante de la vida en su mas cruda versión había separado su devenir con Daniel cuando desembarcaron del Conquistador. Alto como Daniel, con sus casi seis pies de altura donde la grasa no era capaz de ganarse un espacio entre fibras y osamenta, de tez morena propia de marino curtido a los vientos su rostro limpio de trampas donde su nariz y boca menudas terminaban en un ensortijado pelo zaíno bien engrasado por el tiempo embarcado. La alegría fue inmensa redobló el triunfo que ya significaba el nuevo embarque.

- ¡Segundo! ¡De orden de retornar a sus puesto a la dotación! Acompañadme a mi cámara, habéis de ponerme al día de la nave y sus hombres.

Con las órdenes dadas, ambos seguidos del paje de Daniel que portaba su equipaje encaminaron sus pasos a la cámara del comandante. Nos encontramos en el día 15 de abril del año de nuestro señor de 1730 y la vida a cada minuto daba más razones para continuar bregando en su aparejo cazando la temporal ventolina que la Fortuna tenía a bien concederles…


domingo, 23 de mayo de 2010

De la Soledad y las Cosas imposibles



Vivo pensando, durmiendo, hablando

mientras siempre fiel a mi lado

permaneces silente con el gesto expectante

apareciendo cuando mi ánimo grita suspirando

por la incomprendida luz de la humanidad

que de silenciosa a ruidosa vuela sin termino de igualdad.



Ilusiones borradas por tu presencia sabia

aturdiendo mientras trepanas la mediocridad

de quienes te pretenden como lejana existencia

sobre su piel y mortecina escasez de espíritu



Ilusión como engaño entramado en el pensamiento

motor de la pequeña esquela pintada de desamor.

Rotura del mismo globo repleto de vacío incierto

con que la física cierta detendría sin duda mi corazón.




Soñando y esperando el imposible alcanzar

de aquella musa eternamente dibujada

mezclada por la vana ilusión

verdadero, perenne artificio destructor

aliado de la espera, rutina y contención.



Silencio liberador,

extinto el pensamiento

libre el sentimiento.

Vieja amante reencontrada

no volveré a dejarte a un lado arrinconada




Sueños y tenacidad junto a la leve Soledad sin disfraz.

viernes, 21 de mayo de 2010

No habrá montaña mas alta... (63)

… Mientras el correo militar devoraba buenas tiras de jamón y desatascaba su gaznate con más vino del que debería deglutir para poder llegar más tarde a buen término a Cádiz, Daniel leía la carta de Capitanía; en cierta manera devoraba su texto pues tan sólo le daba orden de presentarse antes del 4 de abril en el cuartel de marina, edificio aún situado en la misma ciudad por mucho que Don José Patiño, a la sazón ministro de Marina, se empeñase en trasladarla a la Real Villa de León. No sería él quien lograse tal avance sino otro gran sucesor suyo como lo estaba siendo ahora este. Aún quedaba una semana para cumplir la fecha, tiempo que no estaba dispuesto a dejar correr Daniel en tibias  calmas, eran casi cinco meses los que la inactividad lo minaba en su interior y deseaba acudir presto a la cita.

Con un “gracias” y una confirmación al mensajero del cumplimiento del mandato despidió al correo naval, quien en el estado en que se subió a su cabalgadura quizá llegase a zozobrar antes de arribar sobre la ciudad fenicia, pues en sus ojos se percibía un ligero temporal con viento fresco azuzado de vapores que solo el tiempo y la oportuna resaca permitirían decantar.

- ¡Tio Diego! ¡Mirad! ¡Al fin dan señales desde capitanía! ¡Creí que se habían olvidado de mi!

- Ja, ja. Creo que eso es en verdad imposible. Y si no observa el gesto de vuestro jumento que parece alegrase más que vos, pues quizá sospecha que puede llegar a librarse de las cabalgadas a Capitanía con sus cinco leguas de ida y retorno que no le habéis perdonado cada pocos días. Estoy seguro que esta vez os llevará en volandas como si el reino la yeguas celestiales lo esperaran allí donde vais.

- Tenéis razón, pero sospecho que no ha debido ser tan solo mi tenaz actitud por lograr un embarque aunque fuese de paje de pólvora. ¿Me equivoco, tío?

Un sonrisa se dibujó sin disimulo sobre el curtido rostro del hacendado.

- La verdad es que algo hubo que tejer entre semejante entramado al que sin el padrino oportuno no hay almirante de la mar océana que logre siquiera puesto de pilotín. Tuve un golpe de suerte y con el poderoso caballero que tan escaso abunda en estos días pude ayudar a armar dos viejos faluchos con los que permitir a nuestra Armada patrullar entre Cádiz y Huelva contrabandos y demás leves crímenes. Delitos que solo lo son para el que pierde la ganancia. Por tales favores  que juro por lo más sagrado no fueron con el interés aparejado a su popa el Teniente General, Don Esteban Mary, marqués de merecido nombramiento*, nos ha concedido un deseo y ese no es más que tu próximo embarque en la primera oportunidad que los mares presenten en la rada de Cádiz y que sea, desde luego, apropiada a un “marinero” de vuestra catadura.

Continuaron las bromas y las muestras de alegría en la casona donde más pronto que tarde la vieja Soledad volvería a quedarse con el también viejo Diego García, quien poco a poco la veía más cerca de nuevo imbricada entre sus venas demostrando que nunca le había dejado y que sería ella la verdadera compañera en la eternidad de sus pensamientos. Siempre la aceptó y ninca supuso miedo o temor su nombre.

La mañana siguiente Daniel no dejó al alba rayar el día sin que este le encontrase entre las lindes de la hacienda.  Con sus mejores galas se dirigió a Capitanía para recibir novedades. Las casi cinco leguas dieron casi con el fin de la mañana en la ciudad donde si mas preámbulos encaminó sus pasos ya sin caballo en el edificio que hacia la funciones de oficina naval del departamento. No era aún su estampa la de un centro donde la burocracia campase por sus respetos, pues era la flota del Rey un proyecto creciente pero aun en sus fases iniciales desde que la nueva dinastía retomó el perdido empuje naval al que se resignaron en el hechizado reino anterior.

Con su carta como salvoconducto por delante se fue abriendo paso hasta llegar al fin al despacho del Teniente General donde lo recibió con despectivo ademán su secretario, un teniente de navío que por la elevada edad representada dejaba clara su incapacidad para los asuntos del mar sobre tal líquido elemento y su afortunada recalada en los protegidos brazos que forma una mesa repleta de papeles. Por su gesto no reconocía como propia la recepción de un imberbe oficial de 21 años por parte de todo un comandante general, pero era sólo eso, un gesto de quién se creía adobado de poder por el mero hecho de rozar su mísera vida con quien ostentaba el verdadero dominio. Daniel tenía la fuerza de quien se bate con la mar por el simple hecho de sentir la vida sin más, no necesitaba de adobo alguno ante persona "tocada" de la mano de algún dios menor en forma de monarca o gobernador; con un nombre y un cargo tenía todo lo que pudiera desear. Al final el deslucido teniente enjaezado como secretario le dio paso al despacho del comandante Don Esteban Mary.

- ¡Se presenta el teniente de fragata Daniel Fueyo!

- Descanse, descanse, teniente. Siéntese.

Don Esteban, marqués de Mary era ya un hombre entrado en arrugas y canas casi ocultas en realidad tras el brillo insultante que manaba desde sus ojos acostumbrados a los reflejos del sable de combate desenvainado y a los destellos de cada andanada vivida en los duros años de los primeros años de este siglo. Pareció entablarse una hermandad entre ambos pues por diferentes razones de un mismo origen marino nacidas, el brillo era compartido.

- Así que sois sobrino de Don Diego García.

- Bueno en realidad solo de acogida pues mi familia proviene del norte de España, mi padre era…

- Bueno, bueno, no es necesario que me justifiquéis vos vuestra hidalguía. Mi fiel escribano, Crespo, algo mal encarado como habréis percibido, pero fiel y efectivo me ha puesto al día de vuestro historial desde que zarparais en la flota de Tierra Firme hace ya siete años. Sois consciente que nuestra marina esta en formación y crecimiento y hace falta algo más que un buen historial para hacerse sitio en cualquier elemento que flote y enarbole el pabellón de su Majestad. Creo que en este caso tenemos la combinación adecuada de vuestro historial prometedor y la de un buen padrino al que la Real Armada siempre deberá su apoyo en semejantes momentos. Por ello tengo para vos el sueño que buscáis en forma de nave sobre la mar.

Ahora el brillo en la mirada de Daniel podría arrasar con creces al traillado por cien combates de Don Esteban, lo que alegró el espíritu del marqués.

- Santa Rosa, ese es el nombre de vuestro destino…

*En 1717 recuperó Cerdeña. Tras la recuperación de Sicilia en 1718 la escuadra de Gaztañeta que cerraba él fue atacada sin declaración de guerra por parte de los britanos siendo su defensa propia de su pabellón.

martes, 18 de mayo de 2010

No habrá montaña mas alta... (62)



El invierno parecía querer decir adiós en la hacienda “el Soberano”. Corríann los vientos de marzo del año del Señor de 1730 en el que las lluvias ya dan paso a los soles y los calores que poco a poco no dejarán ningún cuerpo libre de sus duros golpes como garantes del buen vino que habrán de fabricar. Diego García, buen hijo del difunto Agustín que en el viejo reino astur había dejado su vida pero nunca su recuerdo, se mantenía como buen comerciante y miembro de las fuerzas vivas del Cádiz borbónico en el que a duras penas se luchaba por mantener el monopolio del comercio con sus hermanos del otro hemisferio, siempre amenazado por los britanos dignos combatientes por la consecución del libre mercado para su propio beneficio. Poco a poco la corona de nuestro rey Don Felipe el V había ido recuperando su poder en los mares otrora hispanos y desde el fatal 1713 cuasi perdidos en manos de los eternos enemigos del reino.

Como les digo Diego García no solo mantenía su hacienda en boga y pujante con el comercio sino que su persona fue poco a poco logrando un lugar en el Cádiz que les comento. En estos se encontraba cuando el teniente de fragata Enric Grifols al que había confiado la vida y el futuro de Daniel Fueyo se presentó 7 años atrás en el 1723 acompañado de éste, un hombre se presentaba ya que no aquél infante que largaba Diego a la vida de brega sobre cubiertas de sal, arena y sangre que supone un navío de la Real Armada. Como recordarán de mi 2º legajo, fue aquella la única forma de lograr embarcar al primogénito de María Liébana para cruzar el Océano rumbo al Caribe.

Con regocijo los recibió y los dio el cobijo y apoyo necesario para restañar las heridas y los problemas de liquidez que la vida en la Real Armada dejaba en aquellos momentos por falta de caudales para atender tantas millas de costa amenazadas, tantas construcciones navales proyectadas y por qué no, tantos dispendios reales. Pronto encontró para el teniente Grifols pases francos hacía la capitanía donde al fin logró el mando de una fragata con la que saciar su hambre de mar y aventura. Desde el año 1726 no se supo más de él ya capitán de fragata al que una año después supieron en la hacienda que una maldita bala roja lo traspasó en un combate, negado este siempre por la diplomacia britana, en aguas cercanas al cabo Polonio al sur de las islas de Torres en el que su fragata logró poner en fuga a dos bergantines que pretendían hacerse con la argéntea carga que dos navíos mercantes trasportaban desde Buenos Aires a Cádiz. Murió en acto de servicio el capitán de Fragata contra aquellos dos piratas que nunca mostraron su pabellón, cosa propia de navegante britano en cualquiera de los mares que circundan la tierra. La razón por la que lo supieron en la hacienda fue que Enric deseaba entregar su sable a Daniel, pues desde que abandonaron Cartagena de Indias a finales de febrero del 23 a bordo del “Estrella del Mar” su relación ascendió a la de puros hermanos que terminó por certificar su estancia en la hacienda jerezana en las esperas por embarques o en los desembarques. En ella Enric Grifols siempre se sintió parte de un todo llamado familia, allí sentía que sus historias, casi siempre increibles para un hombre de tierra y que por ello hace que un marino se cierre a su relato fueran recibidas con el calor del asentimiento y el interés de la comprensión que es lo que más puede desear alguien que regresa del infnito y  desértico mar al calor de la humanidad.

Aquel sable pasó a manos de Daniel el año del Señor de 1727 cuando con 18 años logró este el primer embarque como alférez de fragata en el navío Conquistador de 64 cañones. No lo sabía Daniel Fueyo, pero junto a él ya como alférez embarcaba un guardiamarina que, avanteado el tiempo que nos lleva, sería un importante marino de las armas hispanas, cuyo nombre no era otro que el de Don Juan de Lángara. Viejo navío de nombre Conquistador de britano nacimiento que por los azares del combate pasó de tales manos a las galas y sin mucha más espera desde estas a las nuestras desde la república de Génova. Orgulloso y espoleado por pisar aquellas cubiertas empuñando un sable para él glorioso logró hacerse el hueco merecido traspasando los altos y bajos estadios en el ánimo propios de quien ha de sostener tal espíritu en la soledad embarcada siempre con él, combatieron al milenario sarraceno que tras la reconquista se guardaba entre riscos y vaguadas que la marea dotaba de resguardo y la eterna enemiga inglesa armaba en secreto contra nosotros.

A pesar de no lograr grandes éxitos, pues no era el Conquistador navío adecuado para cazar a los jabeques argelinos y alauitas; a pesar de ello logró algunos desquites en persecuciones que le dieron la oportunidad de mostrar sus dotes de navegante, aprendió todo lo que sus ansias le permitieron, ansias que a veces son tan perniciosas como la desidia por no desear más que flotar como podrido corcho usado. Milla a milla, entre el Cabo de San Vicente y la costa argelina con algún enfrentamiento frente a la Roca de Gibraltar fue llegando el año en que pretendo retomar el relato que dejé en 1723 a una parte de la familia de los Fueyo en Magangué y a la otra en el Cádiz vibrante del XVIII.

Como comenzaba este tercer legajo que acabo de desempolvar del viejo arcón de mi memoria, rondaba la primavera en Torremelgarejo,  los fríos invernales en retirada y  el azul del cielo abierto en banda con un sol creciente dando alas a la impaciente espera por el embarque una vez más en cualquiera que fuera nave del Rey. Daniel paseaba al trote por las lindes de las tierras del que consideraba un padre por su eterna acogida sobre su persona cuando el polvo del camino comenzó a verse como llamarada de aviso que a una mirada acostumbrada a la búsqueda de velas sobre mares en movimiento era imposible ocultar. Espuelas marcadas sobre la cabalgadura fueron unas y como huracán antillano se plantó sobre el portón de la hacienda tal que alma en pena esperando por su redención.

- ¿¡Quien va con tanta premura a la propiedad de Don Diego García?!

- Con la venia de vuestra merced. Busco al teniente de Fragata Don Daniel de Fueyo y Liébana.

Los nervios mantenidos a fuerza de compostura y verdadero ajuste como corsé de fémina en pleno baile de sociedad a punto estaba de reventar tal mesura de artificio.

- ¡¿Y quién lo busca?!

- Traigo un mensaje urgente de la Capitanía del Departamento. ¿Sois acaso vos?

- ¡El mismo que os recibe! En tal caso tened la bondad de seguirme. Dentro de la hacienda hay vino y buenas viandas que os harán recuperar el resuello que parecéis haber perdido.


Con el olor a humedad, a sal y brea de calafate, con la sensación de que aquella brisa era del mismo océano que ya le esperaba apuró los pasos de su caballo hacia la hacienda con el portador de las soñadas nuevas tras de él…

domingo, 16 de mayo de 2010

En una borrasca...


La nave hundida sobrepone sus miedos

mientras dulce recibe aguas de mil cielos

encapillando olas de sal y realidad por babor

devolviendo capas de viejas pinturas por estribor.



Rayos intempestivos arrojados con su carga en razón

dirigidos por el viejo San Telmo mirando al corazón,

Santabárbara de fuego, verdadero centro de pasión.



Inútil golpeo sobre la pasión en el puro corazón

mientras llueve, truena, golpea sin piedad

a la nave hundida sin forma ni opaca reflexión

como fantasma persiguiendo verdades

que son naves partiendo mares reales.



Vieja se siente esta nave

abigarrada en cien temporales

desengañada por descubrir lo conocido

mil años antes por ella misma ya sabido

mas siempre tapado por deber lo debido.




 
Sentir el viento en el rostro como verdad

aferrado al navío vital de la soledad

potente, fiero y seguro en su andar.

Rociones como verdadera compañía,

tal que pálpitos de corazones solitarios

unidos en la misma derrota vital.





“En una borrasca…

no es posible medir la frases”

 

jueves, 13 de mayo de 2010

"Lo único inmutable es el cambio" (Heráclito)




 Viejo Heráclito que sigues tan novel como cuando, ya gastado por el ansia de saber y encontrar respuestas, diste por comprobado que el cambio es la moneda corriente y de verdadero curso legal con el que debiéramos manejar los pasos que damos entre los infinitos caminos posibles que la vida ofrece en su devenir. Moneda que acostumbramos a desechar al resultarnos en cierta manera de vil repugnancia por parecer que la correcta dirección es la fija sin veleidades hacia posibles y desconocidas soluciones ante el problema, que por enésima vez y repetido pero disfrazado de mil y un artificios textiles, humanos, anímicos, económicos y como deseásemos encontrarlo, no consigue que derivemos el rumbo sin el dolor de sentirse falsamente vencido.

Prefiere el intelecto por así llamarlo equivocarse y sufrir sus consecuencias manteniendo “las trece” de su vida, pues a pesar de la hemorragia, el dolor y tantos sueños posibles que podrían hacerse realidad, siempre se hace esto aceptable por ese que yo me atrevo a llamar intelecto, pues así no hay más dudas que plantear ante el horizonte plagado de posibilidades. Sólo queda una y esta que por asumida desde el cuasi amanecer de la vida se hace encajable a golpe de necia tozudez hasta hacerse un hueco sangrante en el traspaso ya del mediodía y pronto a comenzar el vespertino recorrido vital hasta que la luna nos de aviso de que el final está ya pidiendo paso acompañado del débil titilar de sus escoltas como leves balizas del eterno Camino.

Es el cambio como elemento inmutable el que aceptado por el cuerpo y sobre todo el entendimiento de quién tal cuerpo portase hará que su vida se transforme en un guerrillero incomprendido y sin opción a demostrar su certero deseo de paz. Será entonces su ideal el de la paz interior consigo sin daño a los demás lo que seguramente hará que el daño propio que ya portaban quienes de cerca lo trataran brote de sus poros vitales achacando estos sentimientos a quien solo decidió pensar en si mismo sin dañar a los demás, en sentir que lo que deseaba podía ser factible sin más.

Desaprobación, proceso inminente de quienes antes lo tenían en su escuadra marcando el mismo rumbo con ligeras variaciones aceptables, por no parecer en realidad que el jacobino interior se mostrase sin pudor y las vías de agua comenzaran a hundir semejante derrota, cualquiera que fuera la meta final marcada en sus cartas con ilusa pretensión pues la meta es la misma para todos sin remisión.

El que podía cumplir la expectativa prediseñada en el inconsciente y hasta a veces en el puro consciente maligno de la manipulación, rompió con lo establecido, destruyó lo que debía ser por ser debido y comenzó a rediseñar los rumbos y las bordadas en función del cambiante viento de la soledad o compañía, de la riqueza o la pobreza, del dolor o la risa, de las ganas de vivir o de que le dejen vivir sin más que mantener la conciencia tan limpia como en el momento de virar sobre la establecida derrota y velocidad  marcada por la nave almiranta y sus escoltas en muchas de las veces inconscientes.

Quizá es difícil rebelarse contra lo que de una forma intrínseca a la realidad vivida se manifiesta como verdad, mas no es más que un verdad más de las miles que conforman este plano de existencia en el que uno se desplaza solo, siempre solo, que nadie dude eso jamás pues la soledad será tu eterna compañera. Aún cuando alguien a tu lado se muestre unido a ti, en tu interior es tu entendimiento el que te dice, te niega, te mueve y te da las razones para decidir. Esa razón primordial de pura soledad es la que marca y se erige en guardiana de tus decisiones que deben regirse por el entendimiento y las infinitas razones posibles para poder decidir sin temer a cambiar, sea cual sea el resultado de tu desértica deliberación ante cualquiera de los retos que planten sus cañones y mosquetes apuntando en tu dirección.

Disponemos del futuro como océano al que deseamos surcar con la vista y la mano sobre un timón que gobernamos a través del retrovisor. Estoy seguro que nadie que esto lea desconoce que en los buques no existen retrovisores, se navega proa avante y siempre valorando vientos y mares que pueden llegar virando en los 360º que permite la rosa virar, pues sea el rumbo que sea el que se tome que la mar de la vida estará siempre por avante y nunca el cambio será retroceso, pues lo que a popa se deja es pura estela como nos dijo el poeta. Estelas que no mas de dos cables podrán durar salvo si las seguimos pintando sobre nuestro retrovisor como recordatorio ante la duda y el cambio.




Votantes de partidos

dicen que nunca cambiarán.

Familias y amigos partidos

 entre rencores que nunca cambiarán,

Viejas teorías y dogmaticos rezos

que nunca cambiarán.



¿Es tan pequeño el mundo como para tal cosa justificar?



Este planeta en el que su dueño nos permite vivir, cualquier día decidirá que debemos desalojar por sucios, avariciosos, asesinos de animales, explotadores entre nosotros mismos; pero este planeta no es mas que un pequeño punto en una galaxia que muy por encima del cielo que el propio Heráclito tenía por Edén crece y se expande sin límites a nuestro conocimiento.

¿Hay alguien dispuesto a no cambiar? Por desgracia  el número es ingente y hasta creciente. Para salvar las dudas procuro recordar  el  agosto ya viejo del año 91cuando me postré ante la tumba de Galileo en Santa Cruz de Florencia intentando imaginar  al inmortal sabio que fue juzgado y despreciado por la doctrina imperante en su momento, ademas de tachado de cuasi  necio loco por negarse a cambiar su  teoría.
Demostró que  él sí estaba dispuesto a cambiar, que cuando se desea cambiar hay que hacerlo por el bien de uno y por el de quienes te rodean aunque ellos no lo lleguen a saber nunca.



 
Hace unos días volvía ver a unas personas cercanas en otro tiempo a las que dedico este  pequeño y humilde escrito aunque ellas no lo lleguen a leer nunca.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Desde la "We´re Here"


Volando como vulgar gaviota, que solo lo es por las miles que lo acompañan cada amanecer mientras ese hombre silencioso despide a “sus” barcos del puerto para cabalgar sobre el enorme gusano de metal y al fin alcanzar la milenaria y provinciana capital de algo que pretende ser un principado repleto de republicanos con escondido orgullo perdido de monárquico pedigrí. Así sin aletear más de lo debido una de esas aves de la mar cercana a los acantilados y su hirviente mar le rozó esa madrugada mientras caminaba luchando por no caer de nuevo sin brega en el terrible pantano interior sin viento, que vencido pero no convencido poco a poco va secándose bajo el obstinado sol con su silencio y su autoimpuesta soledad.

Pero la gaviota, con su ribete entre azul y gris que la perfilan  de ese estilo y clase de animal misterioso y siempre bien recibido para quien aún no ha avistado la costa y la descubre sobre el mastelero de su embarcación, le devuelve las luces de navegación que alguna ola apagada y sin apenas fuerza quiso apagar en instantes de silencios incomprensibles.

Doblaba la calle y entre las callejuelas del barrio del Carmen ya atisbaban sus ojos los rojos colores que los vagones definían la estación sombría por el hormigón sin calor que un arquitecto sin vergüenza siquiera torera tuvo a bien hacer y que perfilaba la estación. De pronto los graznidos que le perseguían ya alejado del muelle casi podía entenderlos mientras el animal volante de forma ansiosa se dirigía a él sin dudarlo y sin darse cuenta pudo comprender su mensaje. Era una proposición, sus ruidosos graznidos habíanse transformado en palabras soñadas, su timbre estridente era ahora el propio de sirena frente a Ulises en los rápidos antes de llegar al Tártaro.

- ¡No vayas, no vayas! ¡Déjalo, no hallarás nada detrás!

Continuaba revoloteando sobre su ya espabilada cabeza en aquellos momentos, a veces cogía algunas decenas de metros para hacer un picado que le obligase a detener la marcha.

- Todo está donde tú sabes, nada esta donde tú vas. ¿Por qué sin embargo lo haces?

Le detuvo aquella pregunta. ¿Por qué? Tenía más de diez razones para contestarle, cada una de ellas rebatirían cualquier discusión, pero no supo contestarle pues lo que ella en su regio aleteo no deseaba saber era el por qué hacemos lo que en verdad debemos, sino el argumento para no hacer lo que siempre soñamos. A riesgo de parecer un loco por quien a esas horas de la mañana le viera se atrevió a contestarle

- No puedo darte más razón que la que cualquier pasajero al que preguntes en el andén al que tarde voy a llegar. Y tú, ¿Cómo sabes lo que yo sé?

- Lo sé y con eso basta, bípedo a veces inanimado dejado a la convicción fácil de la bruja de vieja práctica repetida que los más conocen como rutina. Escúpela sin ardor con el desprecio de no hacerle aprecio y escucha.

- ¿Escuchar el qué? ¡Lo único que acabo de oír ha sido el pito del tren que acabo de perder! ¡¿Qué es ese ruido que debo de escuchar?!

Estaba furioso por perder el tren y sobre todo con la inexplicable razón que es la de haber estado de cháchara con una gaviota. Ahora llegaría tarde. Enfadado dobló la esquina enfilando la calle que terminaba en la escalinata de la estación.

- Iluso serás si mantienes tal sentido en tu dirección. Solo has de virar en redondo y la misma calle te dejará donde llega el ruido. ¿No lo oyes?

- ¡¡¡No!!!

- Es el ruido de la mar que sin más golpea los muelles de forma triste y furiosa porque la olvidas sin más. Deja la ansiosa rutina, te espera el fin del mundo. Ellas te llevarán. Y si no me crees lee esto que a tu nombre va.

La goleta "We´re Here"

De un rasante le espetó desde sus garras un pergamino lacrado y algo húmedo por la humedad de la mañana cayendo sobre la acera. Se agachó con la curiosidad embastada en el pecho por inesperado mensaje. Decía así.

“Al portador:

Este rey, que es de todos los que lo escuchan pone en vuestro nombre las olas del mar y compromete los vientos que al arbitrio de su corazón harán lo que les demande en el soplar, mas si es vuestra mente quien los ordenara sean ellos salvajes y destructores desde los infinitos orígenes bramantes como sólo su madre la Rosa supo enseñarlos rugir.

No deberá ser su propiedad de uso ejecutada por más objeto que para el fin del mundo alcanzar y cuando en tal lugar desconocido logre arribar deberá devolver una a una todas y cada una de las ondas marinas que hubiera tenido a bien emplear. Olas que furiosas y por los vientos conducidas volverán a su eterna vida sobre mis reales, que sin descanso golpearán sin piedad a propios y extraños que sobre mi reino osen estar.

Asi será, si así el que esto lee lo desea, y si tal cosa no fuera que la sal y el agua como sangre mortal deshaga este contrato sin otra señal.

Poseidón”

El milagro se había producido, no había tiempo que perder, podía escuchar el ruido al fin de las olas golpeando en mil formas como cabriolas de líquida sal, erupciones de blanco crepitar, hirvientes calderas que en su tacto helado quemaban por su pasión dibujaban mil formas hasta lograr dibujar un velero, donde unos ojos desconocidos le miraban sin llamarlo. Sobre el muelle dejó el maletín del que solo extrajo de su bolsillo lateral el último libro que estaba leyendo por enésima vez. Desde su portada parecía sonreírle el inmortal Spencer Tracy con su sonrisa como pipa humeante pese a cualquier ola irrespetuosa que envidiosa deseara aquella brasa apagar.


Unos golpes sobre el hombro de alguien de uniforme lo sacó de su realidad, era el revisor del tren.

- Señor, hemos llegado al final de la estación.

Con un perdón apenas pronunciado se zambulló entre la riada humana cuasi silenciosa, escondida entre auriculares y miradas perdidas en el inminente comienzo del trabajo perdiéndose hasta el nuevo momento en el que volver a despertar del diario sueño para palpar de nuevo un cachito de realidad.



sábado, 1 de mayo de 2010

Sueño vivo, sueño que se ha cumplido.


A estas horas un sueño que siempre  fue un hecho vivo   al fin es un hecho real sin más. A estas horas Jose y Nieves ha cerrado un  tramo de la senda que  solo abre el siguiente a  ganar. 



Era esa vieja Realidad como Océano inmanente

La que aturdía tu mirada

Ojos temerosos como tu ánimo entre ruidosas soledades

mientras navegabas inseguro sobre sus nocturnas aguas.

por encontrar la bendita luz tras cada ola ya pasada.



Providencia, suerte, casualidad o circunstancia,

desconcertados los ojos, contradicha tu conciencia

por un débil titilar, destello que parece te llama sin más.

incrédulo pretendes negar tal brillo sereno

que en verdad te saluda con leve pero persistente cadencia

frente a esa mar

como realidad obstinada que persiste en tu castigar.



Mar y viento, millas avante al ciento,

al fin lo ves, no lo sabes pero te sientes bien.

Es el faro sincero al que sin dudarlo

la nave de tu vida habrás de aferrar

brillo níveo que puro te muestra la sonda de su alma

como verdadero imán clavado ya en ti

convertida en tu bitácora con su rosa de mar.



¡Timón al bies! Grita tu corazón

Mientras tu espíritu ya enfila su alma,

donde el tiempo se hace calma,

donde se vive por el sueño a cumplir,

donde se hace la senda por la que imaginar

nuevos puertos sobre viejas radas de amor plenas

por quienes ya lo llevan y solo lo desean dar.






Sueña Jose

mas no duermas jamás

pues es el sueño en conciencia viva

el que te hará alegre y mantendrá sincero.

Sueña Nieves,

más hazlo viva

pues esto que aquí ves es la verdad de la prueba.

que aquí estamos, porque despiertos vuestras mercedes así lo soñaron.



Gracias a los dos,

a ti Jose, buen navío de cuadernas engastadas entre acero y golpes de mar

y a ti Nieves, luminoso faro al que no es necesario buscar.

Gracias por demostrar que los sueños estarán para ser siempre cumplidos.