miércoles, 31 de octubre de 2007

Borodin (2)

...
las explosiones cada vez se sentían mas próximas, el estruendo hacia temblar el aparato bandeándolo como si fuera un pelele. Borodin mantenía la tensión de sus músculos al máximo, el timón y él eran una misma máquina. Alcanzó los 1000 pies de altura.
- ¡Atención camarada artillero!, ¡Abriendo compartimento!
El artillero accionó la palanca liberadora y estas comenzaron a moverse. Una racha de aire helador inundó el interior del avión, como si la muerte entrase a saludarles como en cada misión anterior.
Se podían distinguir las casas, los edificios, iglesias, hospitales, unos enteros otros, los mas, en ruinas. Cada uno de ellos tenía su historia particular de sueños, proyectos y miserias que los escombros borraba en aquella uniformidad desordenada.
- ¡Bombas fuera!
El artillero accionó la segunda palanca de color rojo dejando caer aquellos racimos de enormes bombas con forma de semillas. Semillas que segarían los tallos ya crecidos de vida dejando la tierra yerma ya de frutos venideros.

El objetivo cumplido no produjo nada en ellos, las llamaradas de las bombas incendiarias semiocultas entre el humo que dejaban atrás no eran mas que otra exitosa misión de los cientos que llevaban en aquella maldita guerra. Borodin comenzó a coger altura entre los permanentes disparos de los antiaéreos, de pronto una explosión los zarandeó de forma brusca.
- ¡Nos han dado!
- ¡Varov, compruebe los daños!.
- Camarada capitán el motor de estribor esta ardiendo y perdemos altura.
Eso no aturdió a Borodin, cortó el combustible al motor y extinguió el fuego. Aumentó la potencia en lo admisible al motor de babor y fue perdiendo de forma gradual altura.

En aquellas condiciones sería complicado alcanzar la base pero había que alcanzar territorio amigo para tomar tierra. Varsovia estaba lejos, había que aguantar. Los Stukas podrían salir a devolver el daño en cualquier momento y en aquel estado no había defensa posible.
Como cualquier premonición bien fundamentada los Stukas aparecieron, el servidor del ametrallador de popa murió en la primera ráfaga, el de proa continuaba defendiendo. Los alemanes se dieron cuenta y atacaron por popa, el timón quedó hecho añicos, la suerte estaba echada.

- ¡Todo el mundo fuera!
Los dos hombres que quedaban con vida saltaron en paracaídas. Borodin cogió la foto de su vida perdida y la metió entre sus ropas tocando el pecho. Mantuvo lo mas estable que puedo la nave para lograr aterrizar con la nave. Sabía que iba a morir pero era una muerte mas honrosa el hacerlo al pie de su avión con su familia en su corazón.
El golpe fue brutal, durante mas de 600 metros Kristina arrasó todo lo que se le puso delante, si algún enemigo volara cerca de aquella zona era un objetivo fácil, sencillo de hacer blanco. Borodin quedó apoyado sobre el panel de mando semiinconsciente.

Como pudo, arrastrándose entre los restos del avió fue alejándose, el hedor a gasolina era sofocante, había que alejarse como fuera.
Varios minutos después uno de los motores cayo por su peso del ala de babor, la chispa que produjo provocó una terrible explosión que pasó por encima de Borodin, en ese momento se encontraba a unos setenta metros arrastrándose por el suelo boca abajo. Se salvó, una sonrisa mínima se podía adivinar en sus labios. Su avión había caído con honor. Ahora quedaba reponerse y escapar, sus heridas eran importantes, alguna costilla debía de estar rota y su pierna sangraba abundantemente. Se apoyó en un roble centenario que resistía los embates de aquella guerra, testigo de desmanes, gritos de victoria y lágrimas de derrotas.

Sacó la foto de los suyos manchada de sudor y sangre, era el final deseado, morir matando a sus verdugos. Las lagrimas hacían borrosa aquella imagen en blanco y negro, arrugada con restos de su propia sangre. Ya se escuchaban los sonidos de algún caza alemán, “por el sonido son stukas”. Borodin desenfundó su Tokarev apuntando la boca del cañón a su sien con la mano temblorosa. Su fin deseado llegó por fin
- ¡ No, camarada capitán!. ¡No lo haga!...

martes, 30 de octubre de 2007

Borodin


El piloto se aferraba a los mandos de su aeronave, un bombardero SB de la gloriosa aviación soviética. La primavera, que comenzaba mañana, era todavía un frío mes de marzo de 1945. El capitán Borodin comprobaba los datos de altitud y velocidad, mientras, su copiloto mantenía los ojos bien abiertos ante las posibles defensas antiaéreas del ejército alemán que defendía de forma encarnizada sus últimas posiciones en su propia tierra.
Desde que subió a bordo de Kristina, que así llamaba él a su bombardero, la foto de su familia iba con él pegada encima de los cristales de la cabina de mando. Lo bautizó, si en la Rusia Soviética se pudiese llamar de esa forma a dar un nombre, así el mismo.

Kristina, su esposa, Joseph y Katiuska, sus dos hijos de seis y cuatro años, le sonreían entre tanta vibración, ruido y olor a muerte. Eso era lo único que lo motivaba desde que le dieron el mando de su avión hacía ya un año. Esa pequeña foto era su todo, su ser, su vida, su razón para arrasar lo que hubiera delante con algún símbolo germano. Nunca llegaba a la base con un bomba sobrante, castigaba a sus artilleros si no hacían blanco en los aviones enemigos, en zonas de mala cobertura germana hacía pasadas en las aldeas obligando a utilizar aquellas ametralladoras para acabar con las vidas de cuanto inocente o culpable pasara cerca de su monstruo volador. Muchas veces ponía en peligro la integridad de su tripulación por hacer mas daño. El odio era su motor, la ira continua en su interior le mantenía con vida.

El Mando General del Ejercito Rojo le había condecorado ya tantas veces que había perdido la cuenta, además eso no le afectaba. Al contrario que sus camaradas, él no vivía la Gran Guerra Patria como cualquiera de ellos, solo deseaba destruir a su enemigo, esto era lo que realimentaba su espíritu. Sus hombres le tenían en medio del temor y la adoración, pero no deseaban estar muy cerca de él. Estaba solo y lo sabía, deseaba estarlo, solo aquella foto en medio de la nieve cerca de su dacha en las afueras de Leningrado le daba el calor que le faltaba, el bramar de los motores era su conversación y la apertura de las compuerta de bombas su alimento.

Aquella foto era lo que quedaba de su vida anterior, su pequeña dacha en Leningrado fue arrasada por las tropas alemanas en su avance relámpago hacia la toma de la ciudad. El llegó tarde para evacuar a su familia, pues su avión aterrizó con problemas y retraso en el aeropuerto de la ciudad. No lo consiguió, intento despegar para al menos defender su familia pero no se lo permitieron. Cuando las defensas de la ciudad consiguieron ganar algo de terreno, las noticias que le dio el comandante de su escuadrón a Borodin fueron terribles, desgarradoras, su dacha fue quemada, su familia murió torturada a manos de soldados finlandeses con ganas de cobrar sus deudas de Karelia. No le quedaba ya nada, ningún lugar al que poder volver, así que solicitó ingresar en el escuadrón mas arriesgado que hubiese, no le importaba morir. Pasó varios meses en los cazas de ataque hasta que le trasladaron de escuadrón según iba mejorando la situación de la guerra. Le asignaron este avión, en el que sus ansias de daño se saciaban mejor, aunque nunca lo hacían de forma completa. La ira y el odio nunca tienen bastante, residen en la mente del enfermo y nunca salen si no los echa él mismo.

Berlín estaba enfrente, comenzó a volar en un descenso prolongado, el atardecer plagaba de cañones de luz y se podían distinguir los pequeños destellos de las explosiones antiaéreas que luchaban sin conseguir defender lo poco que quedaba a aquel régimen sangriento...

domingo, 28 de octubre de 2007

El Ánimo y la Valentía

Hace tiempo que uno da bandazos en el estado de ánimo. Quizá desde que supo de la existencia de este. No sabiendo el por qué uno se nota extraño, sin ganas; es cuando te das cuenta que no sabes por qué y empiezas a cuestionarte la razón, pues si el ánimo es alegre, optimista, exultante no es necesario saber por qué, no te cuestionas semejante dilema, lo disfrutas y sobre todo lo compartes.
Yo creo que esto es un arma secreta de nuestro interior, aunque como arma a veces los tiros salen “por la culata”. Yo creo que cuando el ánimo se ve variar su rumbo rutinario de calma o moderada alegría por otro estado peor, si supiéramos la razón esto podría ser terrible.

Quizá descubrieses que la razón se basa en no desear hacer algo que se realiza de forma diaria. Algo que en su consciencia te justifica ante tus semejantes, pero que la verdadera conciencia, (sin “s”), te genera ese desánimo indefinido que tan sólo es una recriminación hacia sí mismo, como una alarma que destella suave pero machaconamente. ¿Qué hacer?, está claro, no saber el por qué y seguir hasta que se te pase.

Quizá simplemente tu alrededor es el que “debe de ser” pero no es el que deseas verdaderamente para el devenir entre tantos días aún pendientes. Puede haber múltiples razones para sentir desánimo y muchas de las veces, creo que en las mas de ellas, guardamos la valentía en el cajón y sacamos al aire ese abrigo que nos protege del frío real, con su calor muchas veces generado en la hoguera de la hipocresía social y personal.

Lo maravilloso para mi se produce muchas noches al acostarme, cerrar los ojos arropado por las sábanas del otoño diario. Mientras esperas a que Morfeo nos alcance en su carrera, imaginas sacar del cajón de ese armario imaginario la valentía para comprobar que es cierto todo lo que haces, que lo haces porque lo deseas hacer, que el paraguas lo llevas porque quieres y no porque llueve, que no te enfrentas a quien aborreces porque aunque no lo respetas no deseas hacerlo. Saberte verdaderamente libre porque todo es como tu lo modelaste sin aceptar ninguna influencia que tu no deseaste.

Horas después, Morfeo coge su mochila para seguir su eterna carrera hacia otro hemisferio que el sol abandona a los designios lunares y tu te despiertas igual que ayer, y que antes de ayer....

Hoy es un domingo de otoño, la hora oficial ha cambiado en Europa, todo es más oscuro y mañana es un lunes cualquiera.

viernes, 26 de octubre de 2007

Hay Árboles

Hay árboles que dan color al otoño
mientras los pájaros van haciendo sus maletas
para buscar refugio al sur de las islas
donde los cálidos colores alimenten sus retoños.

Hay árboles que todo lo muestran.
En ese desnudo integral casi impúdico
sus lágrimas acarician la tierra en su lento planear.
Mientras las ramas como esqueletos al frío se aprestan.

Hay árboles que caminan sin pensarlo
ampliando su horizonte hacia lo alto
esperando una ráfaga de viento retador
que le permita demostrarse fuerte y con vigor.

Hay árboles que arden sin quemar
que ya secos no aspiran a más
que una suave y fugaz brisa que los haga quebrar
para de forma final por fin descansar.

Hay árboles que cantan en grupo
pues les aterra la soledad.
En grupo se sienten seguros
que no les atrape la libertad.
La que si das entrada quizá te enseñe a amar
para descubrir que su raíz nunca le dejará escapar.
¿Y tu árbol?

miércoles, 24 de octubre de 2007

El Abismo, su Llave

Poca gente que la posea alcanzará buen fin.
Sus negras especulaciones y oscuras traiciones
acabarán por entrar a través de la puerta
abierta en la mente al girar su bombín.
Porque el abismo se esconde cerca de nos
ahí, dentro, oculto de nuestro pensamiento.

Girando la llave darás paso al helador viento
y empujando la puerta,
circularán sobre él tus pensamientos.
Caerán en picado, zambulléndose entre el cieno
colmatando de cuchillos, agujas afiladas,
cortando en tiras irrecuperables los brillos e ilusiones
que antaño viviste y ya no serán nunca recordadas.

Negros huracanes, jirones de vapor colgando
de huesudas manos que a la muerte acuden.
Miras al cielo oscuro, furioso Eolo bramando
tus ojos cegados por el brillo del perturbador relámpago

Encontré la llave, fue su extraño atractivo
lo que me atrapó, su dulce sabor a sal
su rojo verdor rebosante de esperanza
todo era como el imán y su polo mortal
la atracción del mal con su disfraz de bienaventuranza.

Ya son muchas lunas, alguna vuelta al sol
ya la tiré, allá donde el óxido, el orín, la herrumbre
la deshagan como el polvo del falso oro
se deshace ante la mirada del joyero capaz.

¿Sentirás tu eso ¿. ¿Quizá la poseas ya?. No lo dudes. ¡Lánzala!

martes, 23 de octubre de 2007

Traición

Ariadna, devuélveme el hilo,
el que le diste a tu amado.
Ese que era mío desde que nací.
¿Por qué fuiste capaz de hacérmelo a mí?,

Oscura traición mezclada de amor
que sofoca el interior ya sin pasión
devuélveme el hilo que con paciencia tejí
el que guardaba mi alma solo por ti.

Maldito Teseo, vulgar ladronzuelo
¿y tu?, mi lejano, mi bello consuelo
Te maldigo mientras te alejas,
Te maldigo mientras me dejas.





lunes, 22 de octubre de 2007

El Otro Lado


El caballo ascendía con lentitud entre riscos abruptos, su jinete lo golpeaba en la grupa violentamente, la sangre manaba de forma suave dejando un resto a modo de panecillos, como si de la fábula de pulgarcito el retorno se haría fácil. Pero no sabía si habría retorno, si la nueva mañana le iba a regalar con aquella oportunidad.

A lo lejos se divisaba la línea garabateada que dibujaba la muralla enorme que delimitaba dos mundos, la riqueza y la pobreza, la suerte honorable y el deshonor maldito. Se detuvieron ambos al abrigo de una roca que enfrentaba el duro viento norteño por los dos. El largomira extendido mostraba, en un semicírculo un paisaje inhóspito a este lado de la muralla, en el otro el verdor, los destellos de las cascadas que parecían poderse escuchar desde esa resguardada altura.

¿Cómo pasar?. Cómo llegar hasta el otro lado sin ser cazado por los guardianes del dolor y la pobreza, con sus largas capas grises y oscuras, sus inmaculados alzacuellos desde los que brotan sus tiroides bramando, preconizando a diestra y siniestra el camino del sufrimiento hacia la perfección .
Desde su altura y su resguardo era capaz de descubrir lo que había al otro lado. Quizá si lo mostraba a sus almas hermanas que malvivían en este lado, entre todos, derrumbarían las enormes puertas que bloqueaban la verdadera felicidad.

Era casi imposible, casi nadie lo escucharía entre los ruidos de las fábricas, el golpeteo del dinero sobre las tiendas, las angosturas reales causadas por la neblina que escondía sus porques entre sus propias deudas de vida.
Le tomarían por “el loco”, “el raro”, “déjalo, ya sabes cómo es” dirían casi todos. Además los administradores de aquellos lugares de seguro le marcarían algún diagnóstico de duro y difícil tratamiento y eso sería fatal. Para mas “INRI”, todos sus vecinos, con los que compartía desgracias y alguna alegría despistada tenían claro que aquello todos lo conocían como las puertas del cielo y allí se iba después de muerto. Era un lugar maravilloso donde la felicidad sería plena solo para los verdaderamente santos. Los demás purgarían antes de entrar.
No se daban cuenta que estaba ahí cerca, que era real y sólo había que tirar abajo las puertas, entre todos lo podrían lograr. Descabalgó, el caballo se separó unos metros hasta unos matos en los que la hierba tentadora le abrió el apetito. El hombre se acercó al borde del risco, estaba seguro de escuchar los cánticos de los pobladores de ese lado, miró hacía “su” lado y solo veía personas deambulando sin alegría aparente. Algunos salían de los templos algo mas alegres con los últimos sermones frescos sobre la futura caída de las enormes puertas, pero enseguida su alegría se tornaba en espera por el rutinario compás del tiempo.
Estaba claro. No se dejaría engañar otra vez.
Con sumo cuidado comenzó a descender desde la montaña hacía la muralla por aquellas peligrosas paredes de piedra, su caballo de vez en cuando, al rumiar la apetitosa hierba de aquellas alturas lo miraba embobado. De pronto un golpe de viento lo empujó. Cuando se veía perdido ese mismo viento suavemente lo posó al otro lado mientras una lluvia de pétalos de flores lo recibió y sus pulmones se fueron llenando de una aire reparador que lo hizo sentir pleno, saciado, realizado por primera vez.

Al día siguiente en los periódicos locales del “otro” lado aparecía su foto con el cráneo destrozado en un charco de sangre sobre el suelo a los pies de la montaña. El titular decía “... un hombre se suicida desde la ladera del monte Sarán, ya es la cuarta víctima en los últimos tres meses, las autoridades están valorando su cierre para evitar mas muertes innecesarias...”.
Mientras los gurús del futuro indemostrable, los políticos de lo inmortal continuaban conteniendo el ahora “otro lado”...

domingo, 21 de octubre de 2007

Gotas

Agua que reposas serena y dormida
soportada por la piedra tallada en el tiempo
testigo de siglos entre luchas perdidas,
pasos pensantes y triunfos ya borrosos.

Agua que viajas, subida, pegada en las suelas
de gentes que distinto esperan, distinto apuestan.
Mientras, las estrellas aburridas contemplan
tu vuelta, tu despegue sigiloso hacia ellas.

Cuantos secretos esconden tus gotas
Cuantas vidas reflejan tus ondas.
Sin querer, sin dolor las pisan sus botas.

Sin ellos saber, su vida ya la conoces
están en tu lista húmeda y hermosa
de vidas eternas, que ya no morirán.

viernes, 19 de octubre de 2007

Viaje

La noche en retirada aun permite ver las pequeñas luces anaranjadas de los pueblos que aprisionan la carretera. Luces pares, fugaces, nos pasan sin piedad. Sus pilotos saben que al final de su carrera hay alguien o algo que no la tendrá con ellos. Miro por el centro del pasillo de esta nave con ruedas a través del gran cristal cómo los cañones de luz azulada taladran con facilidad la noche vencida.
Primera parada en esta ciudad cercana a la de mi partida. El tráfico es agobiante, gentes que antes nos daban la espalda la observas ahora irritada frente a un cruce atascado respirando el aire viciado de sus propias máquinas. Aun no se si el esfuerzo que hago para observar a los solitarios conductores de cada isla rodante es debido a la suciedad de los cristales o a la propia contaminación producida por ellos mismos.

La puerta se abre, gentes con aspecto adormilado buscan sus asientos mientras un ansioso humano, ávido de nicotina sale a la dársena de la estación para darse el último cigarro antes de alcanzar la próxima estación.


Faltan aun 130 Km. hasta mi destino. Un color gris propio del otoño rodea el autobús conforme el amanecer avanza sin un sol fuerte y verdadero que disuelva tanta nube. Los recuerdos en esta soledad deseada se agolpan en mi mente, mientras las nubes como si fueran esos recuerdos van quedándose atrás según pasan. Es el otoño donde las nubes todo lo copan, esa época en la que se intensifican las sensaciones de espera perdida por lo no alcanzado o por volver a sentir los triunfos de alguna nube pasada.

Me he despertado al inclinarse la nave sobre la rampa que da a la estación subterránea. Hemos llegado. Silenciosamente unos recogemos nuestras pequeñas cosas para el día, otros llaman de forma apresurada a sus familiares, jefes o amantes para que sepan de su llegada. Paseo por la bahía de Santander, la mar en calma total hace que se aprecien las pequeñas olas sin espuma de un velero entrando en el puerto deportivo. Lo gris comienza a torna en un azul claro interrumpido por nubes en forma de cúmulos desplazándose con lentitud hacia el interior.

Ya terminé mi labor aquí. Gustoso encamino mis pasos hacia el puerto abrigado donde me espera otra nave rodante que me devuelva a casa. Todo se hace a la inversa. La noche en su sed de venganza devuelve su derrota por derrota de la luz. Aliada de su alfombra estrellada, va inundando el caminos de faros con destinos diversos. Muchos deseando alcanzar su casa, acelerando por alcanzar el bien de su interior. Ya justificaron su jornada en lugares muchas veces inhóspitos, otras bélicos y las mas anodinos.

Se acabó el viaje tal y como empezó,
entrando de noche en Gijón,
entre luces que con ella compiten.

Nada me importa, mis tres estrellas deslumbran la estación.

miércoles, 17 de octubre de 2007

Pesadillas

Sueños injustos entre pliegues de sábanas
lágrimas gratuitas por afrentas vacías.
Cae la noche, debe ser la amarga luna
que oculta la razón desviando la luz.

Órbitas elípticas sobre centros fugaces
anulan la vista si hacia el mismo apuntas,
fuerzas centrípetas que luchan a muerte
contra fuerzas centrífugas que odian la mente.

Equilibrio inestable sobre tu almohada
la cabeza violenta se mueve entre trazos
del sudor frío que persigue las lágrimas
hasta unirse como salado río sobre la ardiente piel.

Ruidos estridentes como un pronto abren tus ojos
de flagrantes ojeras acampadas bajo sus cavas
mientras, el pálpito no se acelera tras la primera tos.

Todo te sabe duro, rancio, no sabes por qué
el cansancio insinúa maldad.
Mientras el día se perfila gris, sin fe
solo deseas volver, dormir, luchar contra ese sueño en verdadera igualdad.

A mi eterna y oculta inspiración

martes, 16 de octubre de 2007

Otros Mundos

Verdaderamente hay otros mundos, si, pero están en este. Muchos y tan distintos mundos.
Mientras recorro los pasillos del Caserón donde uno trabaja, mientras permanezco sentado en el despacho viendo a los pequeños mundos cercanos cómo evolucionan en sus respectivas órbitas, mientras paseas sobre la bicicleta a través del paseo que dibuja la playa de San Lorenzo, detectando mundos que ya solo quieren continuar girando, paseando sus achaques a este lado y otros mundos que sueñan ser observados al otro lado del mismo.

Mundos que se saludan mostrando su cielo amable o tempestuoso según deseen ser definidos. Mundos que por más que lo nieguen, por mas que fuercen sus modos para marcar diferencias ésta tan sólo reside en su corteza, pues su interior es del mismo magma común, ese que tras lunas reiteradas, órbitas planetarias conclusas no han logrado eliminar.

A veces te ves obligado a girar en sentido contrario a tu naturaleza “mundial”, pues el miedo a otro mundo amenazante, próximo, con rayos como sierras coloreando de azul metálico la faz de tu mundo te hace sentir ese aspecto negro de la sociedad . Otras veces chocas con mundos de atmósfera enrarecida haciendo saltar trozos de ambos mundos hacia el éter intemporal de las afrentas y las ofensas, espacio oscuro donde los haya en el que todo se pierde por falta de luz para ver los aspectos brillantes del mundo enfrentado.

Cuántas veces no exploraste por desidia, no contactaste con el mundo aquél que te llamaba desde su cielo vulgar, por desprecio, cuántas no contactases con su cielo arrebatador por timidez, con su cielo necesitado de compasión, de amor o simplemente de compañía en este universo de (mundos) solitarios; cuántas veces te arrepentiste de esto después de verlo absorbido por el sempiterno agujero negro que todo lo devora.

Hay otros mundos, mundos en los que merece la pena aterrizar, atravesar su atmósfera, muchas veces inhóspita como la neblina de una mar sin viento y verdadero calor.

Detrás de esa atmósfera esta tu mundo, y el mío, y el de...

domingo, 14 de octubre de 2007

Alejandretta (y fin)

... Ya hacía mas de dos horas que la noche había desbordado La Coruña, la cadencia regular del faro de Hércules los llamaba de forma continua. Pasaron desapercibidos entre parejas que deseaban pasar desapercibidas. Cogidos de la mano, haciéndose pasar por dos enamorados en busca de una escondida sombra que los liberase de las acusadoras farolas avanzaban hacía la imponente silueta del faro. Casandro no estaba seguro si realmente estaba haciéndose pasar por enamorado o el latir acelerado de su músculo vital era debido al tacto de Elisenda. Sacudió su pensamiento como alguien al despertar de un largo sueño. Sintiera lo que sintiera todo estaba decidido y no se debía plantear nada fuera de ello.

La Torre estaba allí, se sentaron en sitio justo donde hacia ya muchas lunas Casandro se encontró sin quererlo, saberlo, sin sentir nada mas que desconcierto en su mente y en su alma. Con mucho cuidado depositaron la leña en una línea continua formando la forma de la planta del faro Alejandrino. No había gente por allí, las parejas que se amaban preferían zonas más escondidas y protegidas de los vientos del Océano. Unir cada leño con el otro mediante la brea fue un trabajo verdaderamente duro pero la tenacidad, ayudada por la fe en el regreso hizo que ni el frío, ni el viento, ni el propio miedo pudiera paralizar su misión.

Terminaron y se tumbaron sobre la hierba, húmeda ya por el rocío salino que envolvía todo. La vista era inolvidable desde su posición, el tapiz de estrellas, la Polaris, Dubhe, Merak, las constelaciones casi empujándose unas a otras por ser mas vistosas a su mirada; todo aquello le hizo olvidar donde se encontraba, parecía poder sentir el olor del agua dulce mezclarse en las saladas olas del Mediterráneo.


Un golpe de mar mas violento que los demás sobre el acantilado le hizo despertar de su sueño. “Pronto será real”, pensó mientras Elisenda comenzó a encender la línea de madera y brea por un lado mientras él lo continuó por el otro.
- Ha llegado el momento Casandro, coge tu espada.
Ella le miró con lágrimas en los ojos. Esta vez no fue furtiva su mirada, quería mantener su imagen viva antes de perderlo para siempre. Casandro se sentía seguro y en calma. Se levantó, no quería una despedida así. Cogió con su mano derecha de su nuca y comenzó a besarla, lentamente, sintiendo cada punzada de su corazón sobre sus labios temblorosos. La antorcha agonizando su llama calló de las manos de ella; unos brazos que no se atrevían a abrazarle, robarle mas sin decirlo. El fogonazo sobre la brea al caer el fuego sobre ella hizo que todo comenzase a arder, crepitar de tal forma que ocultaba los gritos que su corazón lanzaban desde aquel pecho atormentado.

Lentamente se separaron, ella mantenía su mirada, decidió que ese iba a ser su castigo hasta el fin de la eternidad. Casandro se arrodilló con el pecho frente al acantilado que parecía bramar como si él también fuese parte de aquella ceremonia. Metió la punta de la espada corta en la brea ardiente y con una sonrisa dedicada a Elisenda se clavo sin dudar aquella espada sobre su esternón, mientras pronunciaba la frase ,

“ Ne avertas oculos a fulgure huius sideris si non vis obrui procellis”

- ¡Noooooooooooooo!.
Elisenda se arrodilló para coger aquella vida que se desvanecía. Las lagrimas no eran capaces de apagar el pequeño fuego de la espada clavada en su esternón, ni siquiera el que manaba de su propio corazón.
- Veo que has cumplido, bruja púnica
Manetón surgió de aquella oscuridad apagando todo el fuego.
- No se por qué lloras ahora. Tendrás tu Cartago, tu vida relajada y a los Barca comiendo de tu mano. Yo me llevaré a este hombre a su verdadero destino junto con nosotros en el Concilio de los Sabios Inmortales. Nuestra sociedad necesita que personas como él renueven su estadio.

- ¿Y a él, quién le ha preguntado?. Le sacasteis de su Alejandría, su futuro militar, su amor... Berenice. ¿Y vosostros os llamáis sabios?, ¿o sois solo poderosos con ansias de poder?.
- Ambas cosas, bruja, por eso fuiste sacada de tus dominios, nosotros no podemos engañar a nadie, pero tu si. El lo comprenderá todo y cuidará desde nuestro elevado castillo la vida de sus seres. De todos menos de ti a quien nunca recordará. Ahora vuelve a tu choza y espera que seas devuelta con el pago que nos exigiste.

Manetón desapareció entre la neblina, la bruma que ya anuncia el amanecer. Elisenda, derrotada y quemada por dentro por una brea incombustible regresó a su mísero hogar.
Varias lunas después recibió una señal y en la noche siguiente despertó ya en su Cartago. Pasaron los días , se fue recuperando aunque las punzadas aún le atormentaban el alma, aún así algo fue naciendo en ella. Aquel verdor del amor conocido, poco a poco consiguió destruir toda su vida pasada de malos augurios, ponzoña y maldiciones.


“Gracias, Casandro”.
Ese fue el pensamiento que la despertaba cada mañana junto con el sabor salado de sus labios.

viernes, 12 de octubre de 2007

El Tren



El tren se aleja lento y no quieres perderlo
necesitas atraparlo pero lento se va alejando.
Es una carrera ya sin vencedor
hasta el Sol se oculta como otro perdedor.

Quizá si te detienes frente al viento
si dejas que te limpie la mirada
de restos de sueños imposibles al ciento,
quizá de derrota vespertina pases a plena alborada

Rezo, lloro, suspiro, añoro, más no vale, no lo merece
porque no se detiene, pero yo sigo en mis trece.
No es ya posible, tan sólo es aceptable
Adiós maldito tren, adiós alma indeformable

Con mi mágica alfombra en la que vuelo libre
sobre la que veo el pasado en lo presente de lo que vendrá
sobre la que alcanzo lo inexplicable, lo inalcanzable
En ella vuelo, navego, confío, sueño, vivo...



jueves, 11 de octubre de 2007

Alejandretta (4)

... ¿Dónde estoy?- Casandro aún veía borroso, poco a poco se fue recuperando... ¡ah!, ya recuerdo, la taza y tu... tu eres Elisenda.
- Veo que conoces mi nombre igual que yo el tuyo. Te desvaneciste. No pensé que esta infusión de hierbas fuera tan fuerte. Mis disculpas, Casandro. Al menos habrás descansado, así será más sencillo lo que tengo que contarte.
- No será necesario, os he visto a ti y Manetón...
Casandro comenzó a referirle su sueño consciente en el que vio y observó la conversación de ella con el mago. Le señaló la espada corta deslumbrante de forma inusual, pues el metal usado en este tipo de armas nunca fue de gran reflejo ya . Ella asentía mostrándole un rostro de asombro. Realmente no necesitó referirle nada pues lo sabía todo. Eso ayudó a Elisenda en su misión de convencer a Casandro. Este ya casi estaba con una pierna fuera de la pequeña choza y una mano en la empuñadura de la espada.
- ¡No te vayas, Casandro!. Antes de irte permíteme ofrecerte mi ayuda. Tengo algún poder y podría ser de gran necesidad en medio de este mar de soledad humana en el que algún desalmado nos ha dejado.
- ¿Por qué habría de fiarme de ti?.- Casandro sólo deseaba irse, alcanzar el Faro de Hércules en el menor tiempo posible y volver a su añorada Alejandría, navegar sobre aquellos canales del propio delta, sus fondos arenosos en los que poder pescar con aquel hijo que quizá ya pueda andar después de tanto tiempo perdido e indefinido para él.
- Porque yo te puedo proteger con mis poderes, porque si no es por mí nunca hubieras soñado con salir de este lugar.
Casandro se rindió a sus argumentos y se sentó mansamente sobre el suelo. Se miraron, fue una forma de rebajar la tensión entre los dos, ella entonces se aproximó lo suficiente para acariciarle el rostro mientras le besaba en los labios delicadamente, de forma prolongada, ralentizando el tiempo en separarlos. Irían juntos.

Caminaron juntos desde su choza, el valle quedó atrás en pocas horas. Hasta la Torre de Hércules había mas de cien km. después de dejar el valle. Elisenda, gracias a los años de observación llegó a saber como moverse fuera de sus dominios en la montaña. Conocía un pequeño andén de carga cerca de allí en la que muchas veces se detenían algunos trenes largos cargados de mercancías. Aprovecharon un tren que se dirigía hacia Ferrol cargado de bobinas metálicas.

Aquel tramo fue sencillo, en un día llegaron hasta la estación de la ciudad, pero ahora debían de cruzar la ría, una distancia aproximada de cinco millas y media. En aquella situación Casandro era el experto, no podía recordar el número de veces que había cruzado el Delta del Nilo, muchas veces en un tronco medio preparado para ello, otras en el navío real, otras pescando con su hermano mientras su padre estaba en Grecia haciendo la guerra.
- Ahora es mi turno. ¡Sígueme!
La cogió de la mano con el ímpetu y la fuerza de quien se sabe vencedor adentrándose en un bosque que casi besaba la ría. Casandro buscó metódicamente, unas veces cogía algún robusto trozo de tronco o palo grueso, otras encontraba restos de cuerdas, ramas frescas con poco tiempo de haber brotado, etc.
Construyo una rudimentaria balsa al uso persa, la forma de rombo lo delataba. Con otros dos palos mas secos fabricó dos remos fijando uno como timón en el costado de estribor. Estaba exhausto de trabajo y exhausto de placer por volver a sus orígenes.
Comprobó que su espada siguiera en su funda de cuero atada al pecho, que las cuerdas y ramas estuviesen perfectamente apretadas y ayudó a subir a bordo a Elisenda. Oscurecía en la Ría, el trafico de buques mercantes y de los navíos militares de la base naval cercana había cesado. Casandro se conducía zizzagueando entre unos extraños elementos flotantes de planta cuadrada; eran bateas para la cría del mejillón, pero eso ellos no podrían saberlo. Algún pescador nocturno y solitario en su pequeña chalupa los llamó al verlos pero ellos aumentaron el ritmo de las estropadas alejándose en silencio. Durante todo aquel trayecto la tensión se veía reducida progresivamente conforme la luz de aquel faro se agrandaba. No era tan grande como la del que conocía en Egipto pero seguía siendo también impresionante.
Al fin arribaron a la otra orilla, casi amanecía, podría ser más de las cuatro de la mañana. Había que buscar un lugar para ocultarse durante los próximos cuatro días hasta que la luna por fin pasara a su fase de Luna Nueva. Con lentitud y mucho sigilo alcanzaron la orilla de la playa de las Margaritas donde descubrieron un centro comercial que en aquel momento estaba en plena ebullición horas antes de abrir. Con sigilo se introdujeron escondiéndose en la sala de calderas. Era pleno verano y estaba claro que no sería un lugar de mucha actividad. Así permanecieron en él durante los cuatro días. Les sirvió de mucho pues podían comer y dormir sin grandes problemas y además encontraron la leña necesaria en pequeñas bolsas que los hizo sonreir doblemente.

- Es la hora, levántate Casandro,
Casandro se desperezó de aquella siesta y de un salto se puso de pies. Se cruzaron miradas furtivas, evitando leer sus ojos. Casandro por los nervios debido a la gran prueba, Elisenda por...

miércoles, 10 de octubre de 2007

Alejandretta (3)

... Háblame gran mago, discípulo del gran Manetón, tú que pueblas los espíritus circundantes de la vida durmiente. ¿Es este como imagino el gran Casandro?.
- No Elisenda, es el hijo de él, aquel que fue uno de los grandes diádocos. Aunque él no lo sabe todavía, quizá sea el momento de que se lo comuniques al despertar.
- Ambos seguimos atrapados aquí en esta época. Pero habla por favor, hazlo y tu sabiduría será la que defina lo que ha de llegar a ser.
Aquel hombre difuminado entre humo y lumbre, con pinta de sabio algo deslucido fue disertando su designio en el que hablaba de las cosas que sobrevendrían a la época en la que sobrevivían. A mi aquello realmente no me importaba, pues la sensación de muerte, de estar desaparecido de mi verdadero mundo hacia que la muerte verdadera careciese de relevancia. Continué escuchando hasta que pronunció la palabra regreso y, justo después, nombró la ciudad mas maravillosa del mundo, Alejandría. El sueño continuaba en medio de aquella consciencia onírica, por lo que agudicé mis oídos. Manetón continuaba.


-... habrá Casandro de volver al Faro en el que se apareció al ser expulsado de Alejandría. Al llegar al lugar no podrá ser visto por ningún mortal desde el mismo instante en el que la noche abra el periodo de la fase de Luna Nueva.
Escuchaba embebido de aquel néctar de esperanza, tantas cosas tenía allí, su amada Berenice con la que esperaba su primer vástago, ese prometedor futuro bajo las órdenes de Ptolomeo II. ¡Tenía que regresar de aquel sueño horrible!


- Cuando esto ocurra habrá de acumular la mayor cantidad de leña y material combustible de origen natural, nada que provenga de la negligencia humana en la que vive valdrá para que este conjuro surta efecto. Rodeará la base del faro con la misma forma del cuadrado del faro al que desea regresar. Encenderá el fuego alimentándolo a base de brea para que la lumbre se mantenga constante y pueda así pronunciar solemnemente la frase que aquí diré, una y solo una vez:



Ne avertas oculos a fulgure huius sideris si non vis obrui procellis”



Acabó de pronunciar aquella frase en un idioma initeligible para Casandro, aunque le sonara a la Itálica y en el mismo momento el fuego se detuvo, las llamas parecían las de un cuadro y ni siquiera el humo que se me pegaba y abrasaba se movía. Un gesto con su mano derecha me atravesó el corazón.




- Aún hay algo más, Elisenda. Habrás que convencerlo de que, para volver a su anterior vida deberá acabar con la que aquí tiene. ¡Coge ese palo que arde en la lumbre, mujer!
Elisenda se agachó y con la mano temblorosa le acercó lentamente la vara ardiente. Manetón la cogió desde uno de su extremos y mientras su pupilas se dilataban de forma extraordinaria volvió a conjurar a su dioses convirtiendo aquella vara casi ya ceniza, en una espada corta como la de los antepasados de Casandro cuando vencieron a Persia.
- Deberá clavar esta espada entre sus costillas hasta atravesarse el corazón pues no es el suyo ya que el verdadero aun reside en Egipto. ¡Solo su valentía le dará su libertad!.

Después de aquella ultima exclamación se desvaneció y casi en la misma forma mi espíritu cayó en picado sobre mi cuerpo yacente sobre la piel de oso...

martes, 9 de octubre de 2007

Alejandretta (2)

... “Al fin llegaste, te estaba esperando desde ayer”, Elisenda, que así se llamaba le hizo un gesto señalando el interior de su mísera cabaña. Un pequeño círculo presidido al fondo por la chimenea ardiente y varias pieles de oso sobre el suelo. Elisenda era una mujer joven, atlética, de mirada triste oculta entre su larga melena castaña. Vivía de los frutos de la montaña y siempre esperando por algo o por alguien que le diese forma de cumplir sus deseos.
Me senté sobre una de las pieles frente al crepitar de la hoguera, fue como recobrar parte de mi calma y de mis antiguas costumbres. Estaba harto de artilugios extraños que daban calor de forma invisible. La miré con agradecimiento, era bella como las mujeres de mi época, agreste y ruda por la vida real, pero emitía sensualidad recordándome a mi oriente persa.
Me acercó un tazón de algo parecido a una infusión de hierbas aromáticas, la miré extrañado, aunque casi vencido.
- No temas, solo te aliviará por fuera y por dentro. Bebe, Casandro.
- ¡¿Sabes como me llam....
Al los pocos segundos del primer sorbo había caído en un profundo sueño en el que permanecía extrañamente despierto, pues lo viví desde su inicio hasta el fin.


Comencé a ver como un espectador ajeno mi final bajo las piedras que soportaban el Faro, nuestro Faro, el orgullo de Alejandría. Alguien me amenazaba con su espada mientras otro hombre con aspecto de monje leía en voz suave, umbrosa, algunos versos en griego mientras agitaba su mano izquierda hacia mi. La punta de la espada me estaba penetrando en mis costillas pero no continuaba, era como si deseara mantenerme inmóvil para aquella especie de monje, mago o brujo griego.

Creo que no llegó a brotar sangre cuando de forma fulminante este me hizo desaparecer en una fogonazo propio de los rayos que deslumbran las noches dividiendo su oscuridad como una sierra. El guerrero que me presionaba con su arma lo vi yacer muerto en el suelo, mientras yo volaba sobre el Heptastadio hasta salir del Gran Puerto hacia el interior de nuestro Mar.


Como otro fogonazo la imagen cambió, me vi flotando como un espíritu justo bajo la techumbre de la cabaña. Podía oler el humo de leña húmeda y a Elisenda haciendo conjuros sobre la hoguera bailando frente a ella, mientras mi cuerpo físico descansaba sobre la piel del oso. Lanzó algo entre las llamas y el chisporroteo de estas subió de tono hasta que una imagen del mago o brujo que me echó de mi Alejandría apareció débilmente definido entre la luz, el humo y un extraño vapor.
Todo se hizo silencio salvo la voz de aquel mago al que esta vez entendía...

lunes, 8 de octubre de 2007

Alejandretta (1)

Debía volver, sabía que no me quedaba ya tiempo en este lugar. Acabarían por descubrirme y ser pasto de los científicos. Con sus terroríficos aparatos por el “bien de la ciencia” serían capaces de destruir mi cuerpo insignificante entre tantos millones de anónimos humanos. Yo ni siquiera me podía considerar eso, humano. Lo fui hace ya varias centurias, varios miles de años. Desde mi falsa muerte en Alejandría y mi aparición frente a la Torre de Hércules hace pocos años, he vivido sobreviviendo, adaptándome a este lugar crudo, de gentes violentas que nada respetan si no es por algún vano interés personal.


Pero ya se hace tarde, mis pulmones no pueden respirar tanto aire cargado de hollines extraños que salen de tubos maléficos, a los que estos humanos de hoy llaman chimeneas. No hay donde descansar sin que alguien con uniforme estrafalario te eche de forma brusca porque eres un vagabundo. Si los tuviera frente a mi en mi tiempo, mi daga no tendría piedad.
La única persona que conoce la real situación de mi vida y cuerpo, vive escondida por loca en la montaña perdida de Isiltrandi. La encontré una vez vagando a su vez en el paso de Ilargantus, fue verme y reconocerme al instante. Me ayudó en aquellos años instruyéndome sobre la época en que caí, regalándome paciencia y comprensión. Ella me contó cómo era otra “viviente” del pasado, su época era y es la del gran Aníbal Barca y aún no ha llegado “su hora”.


Sentí que mi hora estaba allí, al menos que los humanos estos tan simples, aunque tan bien formados, sospechaban de mi y al segundo acoso de un periodista de programas extraños de fingidas cuartas dimensiones, decidí ir a pedir ayuda atravesando el paso de Ilargantus.
Ella me estaba esperando y me recibió sin sorpresa alguna. Una pequeña sonrisa de superioridad y una mirada en la que destellaba algún brillo de envidia por mi situación me demostraron que ya sabía a lo que venía...

domingo, 7 de octubre de 2007

Aqaba, Julio de 1917

Nieva a través de la pegajosa bruma
escondiendo al Desierto huérfano en vida.
Suelo pedregoso entre cráteres sin fondo
por valles que amansan la imponente luz solar.
Cañones de aire caliente empujan la espalda
empapada de sudor errante.

Los ojos ciegos por el reflejo cristalino
de tanto cuarzo esparcido sobre la soledad
de cada uno entre los lazos invisibles del grupo.
La confianza en el fin, su consecución
ese acicate que brota frente a la nada
esa bruma, nieve y arena que oculta la traición.

El avanza, con ellos
ellos avanzan, con él
Aqaba aguarda,
la luz de los incrédulos ya no luce
oculta frente a su brillante oscuridad.

viernes, 5 de octubre de 2007

Mis Pilares (7)

Por fin arribamos al final de la serie, un final que siempre será el principio de algo, lo que sea, una propuesta de mejora, un arranque con buena base o simplemente poder continuar perfeccionándonos nosotros y con los demás, que es el fin de nuestras vidas.

Como cuando Lawrence y Feisal entraron en Damasco, como cuando la India alcanzó la independencia. Todos ellos fueron finales de sueños que se cumplieron y que durante los cuales la lucha ya era una victoria en sí. Estoy seguro que después de la consecución de estos todos, los
triunfadores, conforme se les alejaba la época del sacrificio y las privaciones anímicas, físicas y hasta económicas, se les iba acercando progresivamente de la misma forma la época de la nostalgia por ella.
Por eso creo que el único momento en el que podemos y debemos echar de menos lo pasado es en la corta, muy corta, recta final de nuestra vida, cuando ya vislumbramos el posible final y no queda nada por conseguir, nada que no hayamos conseguido nos espera delante. Este trayecto, estoy seguro, hay que hacer que sea el más corto de la vida. Así lograremos que toda la vida sea lucha por algo y eso ya es una victoria, lo decía Gandhi y estoy de acuerdo con él al ciento.

Digo esto porque quizás tenga algo de nostalgia al terminar esta pequeña serie de Pilares de la Sabiduría personales. Nostalgia por haber revivido, repasado interiormente parte de mis principios, algunos cumplidos al máximo posible, otros en continua mejora a veces difícil por lo duro del pilar. La Duda, la Justicia, la Imaginación, la Generosidad, la Esperanza e Ilusión, la Flexibilidad; todos ellos son pilares definidos, sólidos, seguros, resistentes en el interior de uno mismo; pero sin el verdadero plano de distribución, el verdadero pilar que define sus posiciones, su forma de estructurar el fondo del corazón, sin este considero que no es posible alcanzar la mínima altura de edificación. Y ahí esta este plano de ruta pilar indiscutible y soporte de todos los demás que es la Libertad.

Por libertad entendemos tantas cosas tan diferentes que yo me voy a ceñir a lo que a mi me sugiere. Libertad para elegir los pilares en su grado, libertad para dejar de lado lo que no sirve para vivir cercenando ilusiones y esperanzas, libertad para poder denunciar en el marco que uno pueda la falta de justicia, libertad para ser generoso en la cantidad que uno desee y sienta en cada momento, libertad para ser flexible o no si encuentras al inflexible por decreto. Poder dudar de cada cosa libremente sin perjuicio de creer en esa cosa. Lo que nunca deberá ser la libertad es una ilusión.

Libertad, con ella a nuestro lado, en nuestro pensamiento, las cosas serán más brillantes, las personas que se encuentren a nuestro lado serán valiosas, se sentirán infinitamente valiosas.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Los Hilos que Tejen

Siempre hay un hilo que nos salva,
que nos pierde, que nos corta, que nos ata.
Siempre encontramos el hilo
aunque se vea algo deshilachado entre tanto olvido.

Hay mujeres que nos hacen perder el hilo
mientras otras nos ayudan a tejer con él.
Qué decir de los malditos anuncios de TV
cómo rompen el hilo musical de tu canción
hablando de caldos caseros entre pantallas TFT.

¿Cuantos hilos hace falta cortar para lograr romper contigo?
¿Con cuantos podría acercarte mis labios sin rechazo?
Es el hilo el que en su frágil alma lleva el todo necesario.
La vida, el sentido y la comunicación, el odio con el amor.

Como la gran tela de araña, geométrica, serena, así se tejen los hilos que forman la vida según pasa.

Según hagamos nuestros hilos así será como cacemos
los triunfos y derrotas en los que al final descansaremos

martes, 2 de octubre de 2007

Mis Pilares (6)

Hace ya tiempo que había escrito mi propuesta del quinto pilar de la sabiduría. Algunos quizá creyeron que había abandonado, pero ya veis que no. Voy por el que considero sexto pilar. Algo muy fundamental para poder sobrevivir entre tanto temporal bramante de orígenes inesperados.

Hay muchas personas de carácter estricto, vehementes en sus convicciones e intransigentes en sus ideas. El ser eso, estricto, vehemente y hasta intransigente es algo aceptable, bueno intransigente sólo con los intransigentes.
Pero se puede cumplir con ese perfil basando todo en la Flexibilidad. Como la de ese junco que decía el oriental, el que se plegaba a los vientos y era capaz de superar los mayores temporales mientras el enhiesto árbol, el más poderoso, quebraba sin remisión, despareciendo su orgullo y presencia por no tener la flexibilidad suficiente ante la tempestad.





Muchas veces somos como la ventisca para nuestros semejantes. Pura agua echa hielo como piedra que golpea sus caras con la intransigencia ante sus comportamientos. Eso hace que se refuercen defensivamente ante nosotros, que su relación real o potencial desaparezca o se vea reducida a un simple hola y adiós. Nos resistimos a aceptar al diferente por su ser, proceder o simplemente físico y esa falta de flexibilidad nos acaba quebrando ante los días venideros, frente a los viejos conocidos, frente a las nuevas amistades, frente a la vida en general.



Es muy difícil ser siempre flexible, es como un arte en el que el hacerlo mal puede dar la sensación de ser alguien sin “sangre”, sin criterio frente a la discrepancia. Me temo que el que suscribe necesita muchos cursillo a veces de esos instantáneos para recuperar la flexibilidad ante determinadas cosas y personas.

Flexibilidad ante los retos, ante las personas, ante las situaciones adversas.

lunes, 1 de octubre de 2007

Romper las Cadenas

Ese Dragón verdadero que se aloja en tu corazón
el que hace fuego en el cielo de tu mirada
el que con un oscuro y siniestro sentido planea
entre cumbres de roca agreste y violenta.
El que se posa sobre los hombros de la inocencia
trayendo rumbos inciertos que queriendo la ocultan
entre los árboles del Olvido.

Tú, pequeño pesquero de temblorosa luz
navegas pegado a la indefinida costa
de la inseguridad, el hastío y la sinrazón.
Tus miedos te impiden alejarte sin más.

Rompe esas cadenas formidables
que dan y definen la poca fe en ti.
Aléjate de ella, acaba con el Dragón
antes de que se apodere de tu poco,
atráelo hacia ti y que de la costa se aleje
para así morir ahogado en el mar de la desolación

Aléjate, adentrándote entre el bendito chaparrón intenso
dejando que arrase con todo lo que resulte
falaz, fatal, final, mortal.