martes, 9 de octubre de 2007

Alejandretta (2)

... “Al fin llegaste, te estaba esperando desde ayer”, Elisenda, que así se llamaba le hizo un gesto señalando el interior de su mísera cabaña. Un pequeño círculo presidido al fondo por la chimenea ardiente y varias pieles de oso sobre el suelo. Elisenda era una mujer joven, atlética, de mirada triste oculta entre su larga melena castaña. Vivía de los frutos de la montaña y siempre esperando por algo o por alguien que le diese forma de cumplir sus deseos.
Me senté sobre una de las pieles frente al crepitar de la hoguera, fue como recobrar parte de mi calma y de mis antiguas costumbres. Estaba harto de artilugios extraños que daban calor de forma invisible. La miré con agradecimiento, era bella como las mujeres de mi época, agreste y ruda por la vida real, pero emitía sensualidad recordándome a mi oriente persa.
Me acercó un tazón de algo parecido a una infusión de hierbas aromáticas, la miré extrañado, aunque casi vencido.
- No temas, solo te aliviará por fuera y por dentro. Bebe, Casandro.
- ¡¿Sabes como me llam....
Al los pocos segundos del primer sorbo había caído en un profundo sueño en el que permanecía extrañamente despierto, pues lo viví desde su inicio hasta el fin.


Comencé a ver como un espectador ajeno mi final bajo las piedras que soportaban el Faro, nuestro Faro, el orgullo de Alejandría. Alguien me amenazaba con su espada mientras otro hombre con aspecto de monje leía en voz suave, umbrosa, algunos versos en griego mientras agitaba su mano izquierda hacia mi. La punta de la espada me estaba penetrando en mis costillas pero no continuaba, era como si deseara mantenerme inmóvil para aquella especie de monje, mago o brujo griego.

Creo que no llegó a brotar sangre cuando de forma fulminante este me hizo desaparecer en una fogonazo propio de los rayos que deslumbran las noches dividiendo su oscuridad como una sierra. El guerrero que me presionaba con su arma lo vi yacer muerto en el suelo, mientras yo volaba sobre el Heptastadio hasta salir del Gran Puerto hacia el interior de nuestro Mar.


Como otro fogonazo la imagen cambió, me vi flotando como un espíritu justo bajo la techumbre de la cabaña. Podía oler el humo de leña húmeda y a Elisenda haciendo conjuros sobre la hoguera bailando frente a ella, mientras mi cuerpo físico descansaba sobre la piel del oso. Lanzó algo entre las llamas y el chisporroteo de estas subió de tono hasta que una imagen del mago o brujo que me echó de mi Alejandría apareció débilmente definido entre la luz, el humo y un extraño vapor.
Todo se hizo silencio salvo la voz de aquel mago al que esta vez entendía...

1 comentario:

Zoe dijo...

Querido Blaz:

Perdone por la ausencia.
pero ahora que volví me ha dejado encantada... Muy bueno, pero me hubiera gustado que hubiera continuado....me quedé con gusto a poco....

Cuidese mucho.
Saludos desde La Clínica.