domingo, 14 de octubre de 2007

Alejandretta (y fin)

... Ya hacía mas de dos horas que la noche había desbordado La Coruña, la cadencia regular del faro de Hércules los llamaba de forma continua. Pasaron desapercibidos entre parejas que deseaban pasar desapercibidas. Cogidos de la mano, haciéndose pasar por dos enamorados en busca de una escondida sombra que los liberase de las acusadoras farolas avanzaban hacía la imponente silueta del faro. Casandro no estaba seguro si realmente estaba haciéndose pasar por enamorado o el latir acelerado de su músculo vital era debido al tacto de Elisenda. Sacudió su pensamiento como alguien al despertar de un largo sueño. Sintiera lo que sintiera todo estaba decidido y no se debía plantear nada fuera de ello.

La Torre estaba allí, se sentaron en sitio justo donde hacia ya muchas lunas Casandro se encontró sin quererlo, saberlo, sin sentir nada mas que desconcierto en su mente y en su alma. Con mucho cuidado depositaron la leña en una línea continua formando la forma de la planta del faro Alejandrino. No había gente por allí, las parejas que se amaban preferían zonas más escondidas y protegidas de los vientos del Océano. Unir cada leño con el otro mediante la brea fue un trabajo verdaderamente duro pero la tenacidad, ayudada por la fe en el regreso hizo que ni el frío, ni el viento, ni el propio miedo pudiera paralizar su misión.

Terminaron y se tumbaron sobre la hierba, húmeda ya por el rocío salino que envolvía todo. La vista era inolvidable desde su posición, el tapiz de estrellas, la Polaris, Dubhe, Merak, las constelaciones casi empujándose unas a otras por ser mas vistosas a su mirada; todo aquello le hizo olvidar donde se encontraba, parecía poder sentir el olor del agua dulce mezclarse en las saladas olas del Mediterráneo.


Un golpe de mar mas violento que los demás sobre el acantilado le hizo despertar de su sueño. “Pronto será real”, pensó mientras Elisenda comenzó a encender la línea de madera y brea por un lado mientras él lo continuó por el otro.
- Ha llegado el momento Casandro, coge tu espada.
Ella le miró con lágrimas en los ojos. Esta vez no fue furtiva su mirada, quería mantener su imagen viva antes de perderlo para siempre. Casandro se sentía seguro y en calma. Se levantó, no quería una despedida así. Cogió con su mano derecha de su nuca y comenzó a besarla, lentamente, sintiendo cada punzada de su corazón sobre sus labios temblorosos. La antorcha agonizando su llama calló de las manos de ella; unos brazos que no se atrevían a abrazarle, robarle mas sin decirlo. El fogonazo sobre la brea al caer el fuego sobre ella hizo que todo comenzase a arder, crepitar de tal forma que ocultaba los gritos que su corazón lanzaban desde aquel pecho atormentado.

Lentamente se separaron, ella mantenía su mirada, decidió que ese iba a ser su castigo hasta el fin de la eternidad. Casandro se arrodilló con el pecho frente al acantilado que parecía bramar como si él también fuese parte de aquella ceremonia. Metió la punta de la espada corta en la brea ardiente y con una sonrisa dedicada a Elisenda se clavo sin dudar aquella espada sobre su esternón, mientras pronunciaba la frase ,

“ Ne avertas oculos a fulgure huius sideris si non vis obrui procellis”

- ¡Noooooooooooooo!.
Elisenda se arrodilló para coger aquella vida que se desvanecía. Las lagrimas no eran capaces de apagar el pequeño fuego de la espada clavada en su esternón, ni siquiera el que manaba de su propio corazón.
- Veo que has cumplido, bruja púnica
Manetón surgió de aquella oscuridad apagando todo el fuego.
- No se por qué lloras ahora. Tendrás tu Cartago, tu vida relajada y a los Barca comiendo de tu mano. Yo me llevaré a este hombre a su verdadero destino junto con nosotros en el Concilio de los Sabios Inmortales. Nuestra sociedad necesita que personas como él renueven su estadio.

- ¿Y a él, quién le ha preguntado?. Le sacasteis de su Alejandría, su futuro militar, su amor... Berenice. ¿Y vosostros os llamáis sabios?, ¿o sois solo poderosos con ansias de poder?.
- Ambas cosas, bruja, por eso fuiste sacada de tus dominios, nosotros no podemos engañar a nadie, pero tu si. El lo comprenderá todo y cuidará desde nuestro elevado castillo la vida de sus seres. De todos menos de ti a quien nunca recordará. Ahora vuelve a tu choza y espera que seas devuelta con el pago que nos exigiste.

Manetón desapareció entre la neblina, la bruma que ya anuncia el amanecer. Elisenda, derrotada y quemada por dentro por una brea incombustible regresó a su mísero hogar.
Varias lunas después recibió una señal y en la noche siguiente despertó ya en su Cartago. Pasaron los días , se fue recuperando aunque las punzadas aún le atormentaban el alma, aún así algo fue naciendo en ella. Aquel verdor del amor conocido, poco a poco consiguió destruir toda su vida pasada de malos augurios, ponzoña y maldiciones.


“Gracias, Casandro”.
Ese fue el pensamiento que la despertaba cada mañana junto con el sabor salado de sus labios.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

No tenía ni idea que supieras tanto de Historia Antigua. Conocía tu afición por la Historia, pero no imaginaba que abarcara tanto.
Es un relato elaborado, parece bastante "currado".
Y muy hermoso.
Sigo asombrada.
Muy hermoso.
Me gusta lo que vas escribiendo y quería decírtelo desde el silencio.

M.Luisa del Rio

Los amantes de la poesía dijo...

Ya estamos deseosos de leer el siguiente relato.

Bertix dijo...

Besos de espuma.

Blas de Lezo dijo...

A veces pienso que vivo lo que escribo, otras que escribo para vivirlo. Pero lo que mas me llena es que al otro lado encuentre quien pueda vivirlo de alguna forma.

Gracias por seguir las pequeñas tribulaciones de estas dos almas tan lejanas y tan semejantes.

Espuma de mar sobre crestas que permitan ver la orilla sobre la que descansar.

Alicia Abatilli dijo...

Aquel verdor del amor conocido... dices, es verdad, el amor trae brotes de esperanza sin estrenar. Excelente tu relato.
Alicia