jueves, 22 de enero de 2009

Entre Alarcos y Las Navas (32)

…El grito de Tello sesgó como el mandoble de una espada imaginaria la alegría por aquella victoria que, pírrica en su botín, sin embargo la habían sentido heroica y total por mantener con vida todas las almas en aquella brega de inicial destino incierto. Como un rayo diabólico en una noche de tormenta, sin esperar orden alguna toda la tripulación se enfrentó a lo que esta vez sí que estaban preparados. Elian junto con su bravo carpintero bajó acompañado de varios candiles en las manos de otros marineros.




La visión de la vía de agua como verdadero manantial de muerte produjo desazón, los ojos de aquellos hombres acostumbrados a ser como verdaderos galenos de los vientos, de las olas y la piel de aquél ser con vida propia que no era otra cosa que su propio mundo, veían como aquél universo verdadero donde se encontraban, donde se entrechocaban las contradicciones propias del humano que se maldice de su vida pero moriría por ella si alguien osara arrebatársela., veía que lentamente se desmoronaba. Las doce colisiones contra los remos de forma brutal habían deformado el tajamar a nivel de agua, aquel boquete deforme, junto con la propia velocidad del Mazal provocaba un flujo de agua continuo y de caudal enorme. Era como si un ser superior hubiera dado la vuelta al reloj de arena que marcaba el fin de sus vidas, dejándoles la única posibilidad de cerrar aquella entrada de agua en que se había disfrazado la arena del reloj divino


- Isaac, ahora quiero ver de qué clase está hecha la bravura de tus palabras de antes. Hazte con el espiche más grande que hayan visto tus deformados ojos entre los eunucos falsos del harén del califa, pero por tu vida y la nuestra contén la vía. Intentaré reducir la entrada de agua. ¡Vamos no hay tiempo de lamentaciones! ¡Que no nos jodan ahora los dioses lo que hemos logrado frente a esos diablos!

Tello siguió a Elian hasta el combes donde demostró su capacidad como capitán.

- ¡Atención todos, el resto de los hombres que no estén al aparejo y en la vía de agua los quiero trasladando la mercancía a popa hasta que ordene detener la nueva estiba ¡Los del aparejo! ¡A mi orden!

Elian raudo subió a su trono de verdadero dios en la tierra y comenzó a virar la nave hacia la costa, intentando al mismo tiempo mantener la distancia con la galera que se debatía entre contraatacar o tornar el viaje con el rabo entre las piernas. Redujo el velamen lo justo para poder gobernar el bajel con la mínima marcha, mientras la carga mas a popa iba apopando la nave y dejando al descubierto la enorme vía de agua, deforme y sin posible reparación sobre la mar. Con aquella postura tan extraña mientras rezaban porque la mar se mantuviera sin aumentar los pequeños rizos blancos a letales “borreguillos” que condenarían la nave a todos los dioses que conocían, que son muchos cuando se pisa la mar, fueron manteniendo el rumbo con la vista en la costa próxima al Morro de los Genoveses.

- Capitán, prepararé los pedreros y a la tripulación disponible por si hay que repeler algún abordaje de la galeota.

Elian miró a Tello regalándole una pequeña sonrisa de agradecimiento por seguir siendo así. Con el Mazal a punto de zozobrar, la ruina y el hambre cercana, acechando la posibilidad de engrosar las filas de galeotes en aquella máquina infernal que los marcaba aún lejana; tantas razones por la que valdría lo mismo arrojar la moral por la borda y Tello seguía adelante.

- Gracias, cristiano. Tu dios te lo pagará, porque ni el mío, ni este hombre que a punto está de perder lo que ha sido y mientras flote será su vida tendrá suficiente para hacerlo.
- ¡La galeota se mueve! ¡Nos enfila, capitán!

Era cierto lo que gritaba el vigía, con los remos que les quedaron en pie, reorganizada la nave, se encaminaba lenta pero a marcha constante hacia ellos. Mientras, en la bodega, a proa, Isaac hacía lo que podía con el bajel apopado y la presión del agua menor gracias a la maniobra de Elian. El remedio a base de encajonadas y espiches de gran tamaño lograba taponar de forma temporal y dar la seguridad de salir del paso hasta arribar a puerto de abrigo o, en el peor de los casos, varar en alguna playa que les permitiera salvarse y salvar la nave. Hecho todo lo posible Isaac acudió al castillo de popa donde estaba Elian mientras dejó a tres marineros al cuidado de la reparación.

- ¡Capitán, a esta velocidad, la avería está controlada!
- Gracias, Isaac. Tenemos otro problema por la amura de babor…

Isaac giró su rostro hacía donde la mano del Capitán señalaba y su expresión se partió con un gesto de dolor que no necesitaba palabras, y menos a quienes con él se encontraban sobre cubierta. La galeota no hacía ya una milla de separación, Tello al frente de los hombres que mantenía la moral o eso intentaba pues los hombres nada esperaban. Conocían la fiereza de quienes los perseguían, máxime tras haberles dañado convirtiéndolo en lobos heridos que buscan cobrarse el daño.
El Mazal, sin otra opción mantenía el rumbo contra la costa esperando varar antes del abordaje. En esta estaban cuando una mano cálida y suave agarró de forma inesperada la de Tello. Giró este su rostro y encontró el de Zahía que sin mostrar mucho esfuerzo sujetaba una maza. Tello iba a hablar, pero un gesto claro y las palabras de ella lo silenciaron.


- Me da igual lo que digas o pienses, Tello. Soy un tripulante más en esta travesía que puede llevarnos a buen puerto o separarnos para siempre, así que mis brazos que no desmerecen los de algúno de estos bergantes que casi no pueden con su mazo aquí están para plantar cara a la muerte.
- Así sea, Zahía, pero no expongas tu vida más que los que contigo hacen el frente.
- Tello, se planta cara a la vida o no se planta, no hay medias verdades en esto. Sólo quiero que sepas, antes que el destino decida el resultado de toda esta locura de sangre y rapiña, que te amo hasta el último músculo que tensa esta vida de mujer judía, que mi corazón no es el que inunda de sangre los músculos con que me sujeto a la vida, sino el tuyo al que me entregué ya en Marrakech cuando lo descubrí a través de tu voz…


Nada siguió a aquella declaración más que el beso profundo, sin cautela ni vergüenza ante la tripulación como si se tratase de un sello definitivo de amor o de una definitiva despedida entre los dos.

La galeota se acercaba aunque su proa a menos de tres cables del Mazal parecía caer algo mas a este; mientras, ellos apuraban lentamente yarda a yarda las arenas que soñaban suaves donde varar su bajel. A dos cables Tello ordenó disparar uno de los pedreros que hizo blanco sobre la cubierta sin ningún efecto. Cuando iba a hacer fuego con el 2º pedrero Elian detuvo la acción.

- ¡No disparéis! ¡Ese barco no viene a por nosotros!¡Esta huyendo!

Era cierto, tras él se distinguían las velas de dos pataches que seguro habían zarpado desde Almería y estaban presto a cazar aquella presa tan difícil de cazar en situación normal. La tensión paso de nuevo al alborozo y la celebración. Entre aquella algarabía la voz de Elián retumbó

- ¡Isaac, baja y mantén esta nave a flote hasta que logremos arribar a Almería! ¡No quiero errores, lo que queda depende sólo de nosotros!

Mientras la galeota cortaba nuestra popa a varios cables al sur, el Mazal comenzaba de forma lenta y poco marinera la virada hacia la bahía de Almería. De nuevo aquel nombre había sido la premonición de su destino… y el de sus enemigos

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Nos das una tregua en tu historia Blas, llegó un final de capítulo tranquilo.

Besos

Armida Leticia dijo...

Reitero una vez más, se está muy bien aquí.

Desde México un abrazo.