domingo, 10 de febrero de 2008

Un lugar Donde Varar.


Recuerdos y visiones nocturnas en plena amanecida
entre popas gastadas por la seca y suave ventolina
en esta ciudad que no renuncia a su vieja enmienda,
a su sagrada locura salina, embriagada de hollines y vapores.




Paseo entre la grada, donde tantos pecios añoran volver
para ser al fin mimados, para ser tratados sin ese mohín tan vano
que resulta de ser, sin merecerlo, por el mundo olvidado.
El olor ya no existe pero yo huelo a brea, a pintura, a cabo sin adujar.


Recorro las calles sin nostalgia aunque con recuerdos a rebosar
son ya años, cientos de meses pasados en océanos insondables
que reposan en cada esquina, que te esperan mientras te ven marchar
en busca de lejanas historias ocultas tras el bosque alado de la mar.

Es regresar por un instante, dos días nada más, pero es ese el instante
como una chispa, un rayo eterno en su segundo antes de tronar
en el que todo lo que has vivido en ella, sin piedad y de un golpe te aturde
como ese alcohol añejo que resulta de fermentar la vida pasada,
vida, a ratos perdida, a ratos amada, como una lancha varada.


Bilbao, orilla de una mar en calma donde a veces da gusto varar.

2 comentarios:

SOMMER dijo...

A veces, querido Blas, nos hace falta volver a donde antes hemos estado, para saber que añoramos lo que tenemos cerca, aunque esté lejos.

Armida Leticia dijo...

Recuerdo una canción que me enseñó mi maestro de música de 2º de secundaria:

Junto al mar, dame el último adiós,
porque lejos ya me voy,
lejos de aquí.
Pero yo, ¡Ay que triste me voy!
porque ¡Sólo sabe Dios!, si volveré.
Ya tu pañuelo se esta agitando
entre la inmensidad,
como bandera de la soledad
que dice adiós.
Como gaviotas
que abren sus alas bajo el cielo azul.
Sobre la playa donde quedará
todo mi amor.

Aún me gusta cantarla.

Saludos desde México.