miércoles, 27 de febrero de 2008

Estimado Censor

Estimado Censor :
Aún perdura en mis neuronas los restos de una tarde / noche diferente a las que acostumbro a disfrutar en este lento pero continuo devenir. Después de la cena, casi sin pensar y como si fuera a ver la final de Copa del Rey de fútbol o una buena película de acción, acomodé la osamenta gastada durante el ya moribundo día en el sofá para ver el “gran debate”. Todas las cadenas lo emitían y las que no lo hacían, tenían preparado el previsible debate posterior entre periodistas y comentaristas de la actualidad, para saber quién lo había ganado, cosa que no entiendo; la realidad reside en que cada uno se va a la cama con su regusto a victoria o derrota, o con el disgusto de saber que “la vida sigue igual”.

Me recordaba a la Nochebuena, cuando estás preparando la cena en familia y aparece en todas las cadenas la imagen del Rey dando su discurso anual, por supuesto con la maldición cumplida de que 24 horas después, todos esos periodistas y comentaristas analizarán cada una de las palabras y gestos de un humano vestido de gala en Navidad. Esta vez eran dos candidatos que, con sus mejores galas, se presentaban para actuar en una contienda por detentar el poder de nuestra España durante los próximos cuatro años.
Me defraudó el escenario, frío y distante, presidido por un periodista que hacía de árbitro, juez y fiel de la balanza de los tiempos de cada gladiador. Una vez sentados y de perfil parecían dos muñecos como los novios de la Barbie aunque sus perfiles no eran muy fornidos. Quién fuera en ese momento una pequeña parte del músculo de sus corazones, poder sentir el pálpito desde el mismo centro de la acción. Volviendo al escenario, creo que le faltaban los tambores y los pífanos, las picas abriendo paso a los campeones, algunos arcabuces para dar las salvas de la victoria, no se, faltaba algo que de verdad diera sensación de combate entre dos verdaderos líderes. Sin embargo percibí que aquello estaba inundado de normas, reglas, límites en cierta manera estúpidos, que anulaban la vitalidad de un verdadero debate. Los planos pactados, los silencios, las interrupciones prohibidas. ¿Miedo quizá? Seguro que el miedo a ver la verdadera cara del otro, a que el otro descubra los ticks asustadizos del uno, miedo a que descubran sus caras reales frente a frente y no la falsa y segura que enseñan delante de sus respectivas masas entre oleadas de aplausos y vítores.
A pesar de tanto control por parte de sus respectivos servicios de propaganda, (¡que palabra tan horrible), hubo momentos de disfrute, de vez en cuando pude esbozar una media sonrisa al ver al contendiente de turno sin sus acólitos “batir a solas el cobre” de sus argumentos, interpelando al oponente e incluso durante un instante todo un presidente interrumpiendo a su enemigo. No duró mucho, mas tarde acabé quedando con un regusto a fracaso de forma completa; en cuanto me acosté, al encender el radio reloj, por el altavoz de este reloj solo salían improperios en sentidos opuestos por parte de los comentaristas de turno, olvidadizos endémicos de su labor de tal, convertidos en hinchas de su líder más simpático o que mejor paga, que hay de todo.
Realmente entiendo por qué el futbol es tan universal; a las personas nos encanta ser partícipes de una tribu, idea o, en este caso, partido político. Los del campo contrario lo hacen siempre mal, si les pitan una falta injusta peor para ellos y mejor para nosotros. Ayer, las radios y las televisiones por la noche convirtieron los programas de deportes en programas políticos, pero parecía que habían cambiado solamente el encabezado, lo demás fluía por el mismo canal, la confrontación por vencer al contrario sin plantearse que todos vivimos en el mismo campo.
La semana que viene hay otro de las mismas características, los mismos oponentes, con cambios de aderezo en el árbitro, en la mesa y en el local. Mas de lo mismo. Yo lo veré pero solo porque no pierdo la esperanza de oir alguna vez “vamos juntos adelante”, “ el progreso no es patrimonio de nadie”, “la democracia es algo más que un voto”, y que además de oírlo, crea al que lo pronuncia.
Me despido de usted,





El Observador.

3 comentarios:

José Luis dijo...

"No pertenece al hombre que está andando, siquiera dirigir su paso"

Ese proverbio de un sabio es muy cierto, cada que damos la mirada atrás y vemos lo que han hecho nuestros gobernantes en turno, o de salida, vemos que las buenas intenciones se quedan en el tintero, y que los proyectos inconclusos nadie los concretará.

Qué pena! En qué caos han metido al mundo!

Españoles: Dios los agarre confesados.

Buena salud a todos.

P. D.
Blas, aunque no escriba aquí andao, leeo tus siempre lindos posts, pero he andado mega ocupado, estoy por abrir una escuelita para niños, y la burocracias hace mella en mí.

Un beso.

Armida Leticia dijo...

Una de mis visitas obligadas, es este sitio, me gusta la manera tan poética con que escribes todos tus relatos.

Yo, hace tiempo que dejé de creer en los políticos.

Suerte y mucha salud.

menina dijo...

Blas, te leo y veo reflejado en tu relato la situación de México y -claro- de muchos países. Creo que lo que sucede en realidad con los "políticos" contemporáneos es una falta de educación personal sobre cómo manejar el poder o cómo manejarse con poder sin perder la calidad humana, las convicciones. Creo que esta política destructiva forma parte de una condición humana que los mismos hombres y mujeres hemos creado y recreado una y otra vez.
me gustó tu post
un abrazo