...Los siguientes días transcurrieron entre desembarcos de armamento, pólvora con que alimentar sus bocas metálicas, el resto de los regimientos, pertrechos de mil tipos que sin parecer útiles en aquellos momentos de euforia estaba claro que serían necesarios ante cualquier eventualidad que tuvieran los siervos del turco a bien concederles. La “Minerva”, junto con otras unidades navales mantuvieron la vigilancia de los cuadrantes que precedían a las costas de Orán, no eran los moros hombres de flotas y escuadras sino de maniobras de cortos y rápidos efectos navales que en un descuido podrían dar un golpe de efecto que, sin dañar la conquista, si podrían hacer el daño suficiente en esta como para al menos resarcir sus ansias de revancha.
Entre el botín naval que nuestras armas se hicieron destacaron una galeota y cinco bergantines corsarios a los que se decidió desde la escuadra el tripular y alistar para reforzar la situación de nuestra Real Armada contra el turco vestido de moro. Al fin fueron desembarcadas todas las armas y caballerías que aun faltaban dejando los navíos como verdaderos espacios muertos a los que había que devolver sus mamparos y estancias con la labor ardua de carpinteros, calafates y los demás oficios que encantados de verse libres de tanta dotación volvían a sentir sus naves guerreras como tales y no como los cientos de transporte que esperaban escolta de tornaviaje a España.
Se convocó consejo en la nave almiranta al alba del 15 de julio. Don Francisco Cornejo junto a su segundo en la escuadra recibieron con alegre agasajo a los comandantes de los navíos, fragatas y corbetas de la enorme escuadra allí fondeada además de a Don Jose Carrillo de Albornoz, Conde Montemar como Jefe del Ejército hasta ese momento. La reunión tenía el objeto de organizar la retirada de la enorme escuadra de transporte con parte de aquél ejército y las unidades que habrían de quedar custodiando las aguas ahora de dominio hispano.
- Caballeros. Tras la victoria no hemos de dormir a nuestros soldados ni dejar que la broma se coma los fondos de nuestras naves. Por ello y tras estudiar por parte del Conde Montemar la mejor manera de reembarcar parte de las tropas nos haremos a la mar con destino al puerto de Alicante. Escoltaremos las 120 naves de transporte y dejaremos para la defensa de las costas hasta nueva orden a la fragata “Minerva” al mando del Teniente Don Daniel Fueyo, las dos galeras mayores y pertrecharemos dos de las corbetas berberiscas mayores para patrullar junto a las otras naves. Para ello habremos de tripular estas dos presas con marinería y oficiales de la flota. Don Blas, que a todos les tiene en su afilada vista me ha propuesto como comandante de una de las presas al teniente de Fragata Don Segisfredo Cefontes de la “Minerva” y al comandante de la galera “Guadalupe” Don Alonso Hierro. Por ello les felicito a estos hombres por sus nuevos mandos provisionales a los que conmino a hacerse con la dotación necesaria antes de dos jornadas, pues el tiempo no perdona y nuestro Rey nos demanda para nuevos servicios lejos de estas desagradecidas costas. Nada más queda por decir. ¡Pueden ir a sus naves!
Daniel con la emoción de comunicar la noticia a su amigo, aunque lo perdiera como miembro de tripulación casi trataba de saltar sobre los mandos de los navíos que delante de su persona iban a paso cadencioso saliendo de la cámara del comandante de la escuadra. En eso la voz de don Blas lo detuvo como un resorte.
- ¡Teniente Fueyo! No se vaya, tengo que hablar con usted.
Daniel Fueyo como un resorte se cuadró ante su comandante, pues así lo fue sintiendo desde que lo alistó con él en Cádiz hacía ya casi medio año.
- ¡A las ordenes de usía, mi comandante!
El jefe de la escuadra los dejó solos en la cámara mientras el quedó departiendo con el Conde de Montemar sobre su relevo mientras paseaban por la cubierta del navío “Santiago”.
- Pierde un buen apoyo en vuestra fragata con la marcha de vuestro oficial, pero sé que sois hombre de recursos. Me reitero en el que no os entristezca perder al teniente Cefontes pues podréis enarbolar gallardete por estar en comisión de Su Majestad hasta que ser relevado de esta en el momento que se estime oportuno.
El rostro de Daniel no entendía aquella última frase, pues él no estaba facultado para enarbolar gallardete en su fragata, Lezo sonrió con una mueca mezcla de superioridad y paternal sentimiento.
- Teniente de Navío Fueyo. De forma aún provisional, pero con el acuerdo de nuestro jefe de Escuadra y a la espera de su real confirmación sois ya Capitán de fragata con lo que ese gallardete lo quiero ver en el tope de la mesana en cuanto se de la salva de partida hacia Alicante con el grueso de la escuadra. Y decid a vuestro amigo que seguirá siendo teniente, mas pasaremos su escala a la de navío por la de fragata que actualmente ostenta.
Volvía la emoción de nuevo embargando miedos e inseguridades, lo mejor siempre está por venir y así seguía pareciendo aquel 6 de julio de 1732. Con un apretón de manos tras un abrazo fraternal el orgulloso capitán Fueyo con las órdenes de su comisión bajo el brazo embarcaba en su esquife hacia la "Minerva" que nunca hasta ese momento le había parecido tan bella gacela de los mares al brillo de ese berberisco sol inolvidable ya para él…
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