Te lo prometo, de verdad, serán todas tuyas; las olas del mar, algunas furiosas e inalcanzables salvo si debes avanzar a toda costa sobre sus formas, otras suaves y jugadoras sobre tu piel de naciente melanina. Será tuyo todo, mejor lo será pero toda, la Mar, la que es en verdad mujer para quien así la ame. Puede que sobre cualquier nave de orgullosas cubiertas blancas, donde vivas rodeada de actividades insulsas por evitarte su mirada, o sobre viejo velero casi abierto en sus entrañas por viejo a punto de zafarse al fondo de la rada que te insufle los olores de su brea marchita, mientras recibes los eternos rociones que moteando tu piel de sal la refresquen.
Amante desagradecida a veces, donde siempre las decepciones vertidas sobre tierra se borran por su propia magia a veces dulce y otras letal. Donde sus besos te envenenan por hacerte ya adicto a sus vaivenes, mientras quien a tu lado va te observa en silencio tratando de adivinar tus deseos sin conseguirlo entre cambios de rumbo y golpes de ola que lo devuelven a la realidad celosa que es la misma mar sobre sus amantes presos de su cielo transformado en purgatorio.
Te lo prometo como lo haría quien sabedor de su destino trata de trabar sus musas en los radios de tal rueda para dejarme contigo sin más. Entre crestas níveas, fulgurantes como si de astros en líquido se trataran, a las que montar a horcajadas sin más éxito que ser llevada hacia el lugar donde yo ya descanso. Paraje donde me encontré con el que fui, donde mil tritones mientras me devuelven trajes perdidos azuzan a sus nueve hermanas las musas para emerger bajo el estrellado cielo testigo de mil descensos y otros tantas exaltaciones.
Pero no lo deseo, para qué tritones y musas ajenas cuando la verdadera eres tú, donde deseo perderme sin manos con las que templar alguna escota vestida del brillo falso de la tranquilidad. Zambullir mi alma entre tus burbujas mientras el picor de la sal me despierta despidiéndome del viejo sueño correcto para reinar sobre el verdadero sueño incorrecto de tu tacto sobre mí. Te lo prometo: volar sobre las olas junto al miedo de su furia, al frío de sus corrientes, descansados sobre la blanca arena entre corales mientras el cielo se tiñe de rojo tras el azul intenso de tu abrazo.
Por qué te lo preguntarás, pero no hay respuesta. No existe explicación. Pues si la hubiera ya no habría promesa, ya no habría donde mirarte sin esperar, tan solo habrían razones y argumentos que tan lúcidos serían hoy como terriblemente errados varias lunas mas tarde. La marea sube mientras zarpan los sueños para no volver tras cazar los vientos del deseo, aturdidos por no saber las alas marinas en las que al fin morar sobre su cóncavo seno impulsando lo que a su mástil se mantenga aferrado.
Observadora, la vieja mar espera en sus vaivenes por saber donde habrá de llevar sus olas a las que ordenar servirte como verdadera señora del viejo Mar del Sur que, a fuerza de años perdidos, perdió tal nombre retador por el de Pacífico, maldita palabra que todo lo devuelve sin marcas ni tiempos.
Te prometo lo dicho,
lo que es imposible de otorgar:
las olas del viejo mar.
Donde soy capaz de esperar,
donde el mundo deja de girar
donde descubrí el “porque” de seguir deseando amar.
2 comentarios:
Veo a un hombre después de mil años, recorriendo los muelles al encuentro de su amada, sintiendo su olor a sal, abrazandola abrigado por algún velero, mirando al horizonte, mientras inevitablemente recuerda aquel amor imposible, aquellos besos pendientes, aquellos sueños de madura juventudAque viaje pendiente, aquellas tierras por descubir.
Un hombre insatisfecho.
Adda
Debería llamarse dulce espectación o mejor poner el enlace de Pablo Milanés.... "que pongan freno a lo que siento ahora a raudades...Y" qué pena que sólo se ha quedado en una canción.
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