sábado, 20 de agosto de 2016

Caballo de Troya



Viejo caballo al trote silente,
estático, pero presto al galope
cuando la vida por ti soñada
se hiciera presente entre pulsos retenidos
 por la estela vestida en la larga noche.


Fortaleza ganada al tiempo agreste, piedra a piedra
entre silencios y pulsos, a cadente golpe de derrota
por el que siempre se aprende, aunque nada se comprende.
Secas estaciones tan solo regadas por diamantes  en pares.

Desconocido te adentraste entre las recias murallas
sin pensar, sin más. Abiertas las puertas, los fosos vencidos
prendiste su corazón en llamas, ciego tras la conquista;
mas las murallas erguidas, perennes, no fueron apartadas.
Lo aprendido, por el tiempo a fuego en la piel tatuado
olvidaste con tu propio fuego borrar de su impronta.



Caballo que abriste la entrada, dando paso al viento
sobre un aire cargado para  ese cerco domeñar,
sin el suyo sentir, el suyo vivir, el suyo desear,
cayendo en la ceguera cruel, en la misma destrucción,
dolor al que derrotar y sin embargo  al fin redoblar.

Duele el alma, llora la ciudad,
destruida esta, abandonado tú en el estertor.
No hay victoria en uno sin derrota en él mismo  
pues lo que no es compartido; caballo, muralla,
 siempre volverá con dolor, resabio y sin compasión.



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