domingo, 26 de abril de 2009

No habra montaña más Alta (5)


…con la tensión de la decisión ya sin posible marcha atrás, pues tras de sí quedaba lo dicho ante Mauro, María a golpe de espuela hacia galopar a la vieja caballería prestada como si de una carga de la aún reciente guerra de Sucesión contra enemigo del rey verdadero se tratase. Mantenía la mirada fija en el camino que la llevaba a Gijón, las manos aferradas al cuero de las riendas y su mente en todo lo que iba a marcar las próximas jornadas, confiaba en la discreción del carpintero de ribera y sabía que aún podría ganar un tiempo antes de salir para siempre de la villa que le dio primera luz.

Atardecía cuando devolvió el animal a su dueño. Daniel esperaba ansioso a su madre mientras Miguel, aún ajeno al intenso momento que flotaba entre los tres hacía barcos con trozos de la leña que aguardaba su trasmutación en lumbre, luz y calor. Empapada por la serena y fina lluvia que nunca deja de caer en aquellas latitudes irrumpió casi a la misma velocidad que había ganado la villa a lomos del caballo.

- ¿Todo bien, Madre?
- Si, Daniel. Tu padre sabía bien con quién hablaba cuando decidía hacerlo. Mauro ha cumplido como esperábamos sin siquiera ser menester demandar nada. Pero hablaremos de todo ello con más tiempo cuando estemos fuera de la influencia de Don Román.
- Madre, preparé algo de sopa y Miguel solo esperaba veros antes de acostarse.
- Miguel, mi pequeño…

Con la misma determinación con la que había devorado la legua a caballo así era la sensibilidad con la que acunó mientras dio alas a los sueños de Miguel para que le guardasen hasta la mañana siguiente. Una hora después, ya sentados en la tosca mesa y con la lumbre en clara agonía por seguir crepitando, Daniel y su madre cenaban con calma la sopa que había hecho éste en ausencia de su madre.

- Hijo, mañana saldrás como cualquier día a la pesca. Mientras, yo me haré con dos caballerías. Para ello Miguel y yo saldremos tras de ti en dirección a Contrueces. En la Casa de Novenas justo al lado de la Iglesia de Santa María los criados del obispo guardan las caballerías del prelado. Hay más de quince caballos que sólo usa su eminencia cuando viene en el verano a disfrutar del clima. Sé que trafican con mil cosas esa gente que hace y deshace de aquella casa durante el resto del año. No pondrán reparos a unos cuantos escudos lustrosos y de lo que inventen ante el obispo será cosa de entre ellos y nuestro Señor.

- Madre, os pueden denunciar y seréis pasto de los corchetes de la Inquisición.
- Daniel, lo que estamos haciendo no tiene marcha atrás. ¿Recuerdas cuantas veces nos contó tu padre la de la quema de naves de Cortés y lo que siginificó en las almas de los que aquello vieron desde la playa? Pues esto es algo así, no hay más que seguir hacia adelante pase lo que pase. Lo que hay a la espalda solo es miseria sobre infierno en tierra. Pero sigamos con el plan de mañana; cuando arribes a tierra ven a casa sin demora pero sin llamar a sospechas de nadie. Mientras yo tendré listo equipaje que será ligero y en cuanto la noche se cierre sobre Gijón cogeremos el camino real a Oviedo para continuar en dirección a Castilla.
- Madre, habremos de hacer las leguas hasta al menos las faldas de las montañas. Son casi 15 leguas y no podremos hacerlas sin descansar, pensad en Miguel que no creo que pueda soportar semejante camino sin descanso.
- Tienes razón y habrá que detenerse con sigilo y precaución. Creo que será preferible en las aldeas más pequeñas que encontremos al final de cada día al principio y en la oscuridad del bosque cuando acometamos la ascensión. Hemos de evitar Oviedo, Mieres y La Pola de Lena. Alcanzaremos la meseta por el Puerto de Pajares por el que transitan menos viajeros, pues los comerciantes utilizana el de Ventana. Me preocupa el deshielo y las lluvias, pero hemos de salir de aquí sin demoras pues mas me quita el sueño Don Román y la reacción ante su presa perdida.
Daniel escuchaba a su madre sorprendido de lo que escuchaba, de la decisión y claridad de las ideas inundabas con su entusiasmo y determinación. Cada frase le hacía sentirse más seguro y feliz. Quizá no alcanzasen Sevilla, ni siquiera la meseta, pero el camino a la meta estaba claro, los ánimos y la moral en lo alto gracias a la mujer que después de la vida le seguía dando cosas tan importantes como esperanza y deseos de continuar entre ilusiones por algo mejor.
Un abrazo eterno y enorme entre madre e hijo sin otro testigo que la lumbre ya convertida en brasas fue lo que siguió a aquella frugal cena de alimeto y de pura gula en ilusión y sentimiento. Se retiraron a descansar, María continuó horas más tarde preparando el liviano equipaje pues el insomnio provocado por la tensión le impedía dar algún respiro a la consciencia. Daniel cayó rendido junto al cuerpo de Miguel que ya rendía sus deseos a Morfeo desde hacía horas.

La hora de levantar alcanzó a María escribiendo cartas a los seres que respetaba de la villa y contornos. Despertó a Daniel con un desayuno especial para su situación, con gestos y miradas sin palabras muchas veces innecesarias se despidieron hasta la arribada de su hijo tras la jornada de pesca. Terminó de escribir la última carta y las envolvió todas en un pequeño hatillo que mandaría enviar Mauro con el lechero que salía en pocos minutos a recoger la leche de las aldeas que unían la Villa con el Cabo de Peñas. Días después sabría el carpintero hacerlas llegar a cada destino sin problema alguno.

- Miguel, hijo son las cuatro de la mañana toca levantarse
El pobre infante no estaba acostumbrado a semejantes horarios y no reaccionó. Fue el olor de la leche caliente y el pan recién hecho lo que le aportó las razones claras y de peso para conectarse con la vida activa y abandonar temporalmente los sueños infinitos. Ya con las primeras luces Maria y Miguel enfilaron sus pasos hacia Contrueces por el pedregroso camino de Ceares. La mañana recién nacida los envolvía en su silencio sólo interrumpido por las hojas de los robles, álamos, abedules que se revolvían al golpe de cada vendaval procedente del viejo recio y tradicional nordeste procedente del Golfo de Vizcaya.


Intentando pasar desapercibidos como peregrinos al salir de los límites de la villa se vistieron con trapos y mantos más propios de tal vida con muchas leguas en sus andares. Así acercaron sus miedos al portón de la casa de Novenas donde con dinero y la buena mano de María dos caballos le fueron entregados. Más de mitad del dinero que tenía para todo el viaje que aún no había comenzado había quedado en las manos de aquella gente, pura deshonra y oprobio de lo que tanto postulan cuando llega la hora del diezmo ante el obispo.


María cambió el camino de entrada a la Villa y en dos horas había llegado con los caballos a su casa cerca de la capilla de San Bernardo. Una vez bien seguros en la planta baja de su casa continuó con su proceder normal hasta que llegara Daniel de la dura jornada de pesca. En todo aquél tiempo de idas y venidas María le relató a Miguel en el lenguaje más propio del infante lo que harían esa noche, algo que el niño se tomó como una gran aventura de las que sus cortos recuerdos le llevaban a los cuentos de su padre algún día de mal tiempo en el que quedaba en casa con ellos.

La tarde se hacía larga embutida en la ansiosa espera por partir…

miércoles, 22 de abril de 2009

Un Cuento para San Jorge, una rosa para Vos

Es esta una historia en la que otros personajes otros eran los partícipes desde centurias rebasadas cruelmente por el dios Cronos. Quizá la música que siempre me ayuda interponiendo su neblina invisible entre lo que pugna por ser real y lo que en verdad se merece convertir en digna realidad haya ayudado a cambiar el espacio y el tiempo junto a los personajes, no lo sabré nunca. No me entretengo y comienzo este pequeño cuento relato.

No puedo aún definir el momento en que tales hechos acontecieron, pero si relatar que grandes males para el sueño y la razón ocurrieron en semejantes fechas. Extraños vericuetos de la fortuna trajeron así al mismo tiempo el mal a la tierra que pisamos aunque fuera por el poco tiempo que dura el velatorio, pues los sueños entre su disertos conformados por la tinta dieron alas a sus respectivas inmortalidades.

En esta historia, que los sueños permitieron a este mortal ver desde un enorme estrado de madrea y metal apoyado sobre las nubes que se mantenía sobre el lugar, ocurrieron las cosas tal y como pretendo repetir. Otro sentido será el que vuestras mercedes den a lo que lean que no seré yo quien les obligue a tener fe en su significado si a mi mismo tantas veces me acaba por faltar.

La nube me llevaba unas veces sobre un lago de medianas medidas, pues si salvásemos la zona pantanosa repleta de juncos y vegetación más propia del trópico que del desierto circundante, el agua libre no formaría un cuadrado algo amorfo de dos por tres kilómetros, otras veces era capaz de acercarme a una colina donde se apelotonaban las casas como en una loca carrera por alcanzar un enorme castillo de orgullosas torres que lo conformaban en un hexágono alrededor de la imponente torre del homenaje, precioso trabajo de arquitectura cerrada en su parte más elevada por una cúpula dorada sobre la que las gotas de agua robadas a las nubes enviaban destellos al confín del condado que suponía era señor quien en tal castillo morase.




Con un poder que nadie me había mostrado, pero que brotaba de alguna parte me vi trasportado al salón del trono del aquél conde. Un hombre en actitud sollozante intentaba mantener su dignidad al parecer perdida. Con mis nuevos poderes acerqué mis oídos a la conversación que parecía mantener tal compungido conde con el otro personaje más bien salido de las crónicas del mismo rey Arturo y su mago Merlín.
- Excelencia, no turbéis mas vuestro ánimo. Comprendo que habéis de ser ejemplar como cabeza de vuestro condado que sois, mas el pueblo sabrá comprender vuestro sufrimiento y salvará a vuestra hija.

El conde lo miró con incredulidad
- Vos que habéis sido elevado a tal rango por Realidad, ministra que dirige mi gobierno, decís tal cosa sin encogeros la conciencia. Soy su señor, debo dar muestra de tal cosa o o perderé su confianza.
- Perdón Excelencia, a veces olvido quien es mi mentora. Es la admiración por vos lo que me hace perder la verdadera razón de mi cargo.
- No importa. Ahora llamad a mi hija
El consejero del conde se acercó al camarlengo que se encontraba en una prudente distancia de aquellos dos hombres y de forma suave pero determinante le ordenó ir en busca de Imaginación, la hija única e insustituible del Conde.

Pocos minutos después, un brillo a duras penas constreñido entre el encorsetado vestido de Imaginación deslumbró a todos los que esperaban en la gran estancia central del castillo, la chimenea parecía dejar de crepitar y reducirse a pequeñas brasas sobre las que se escondían las llamas por no atreverse a competir contra semejante fuerza de luz vital.
- Imaginación, luz de mi alma, espíritu liberto que hasta hoy has sido el flujo de mi sangre, el ritmo claro en los pálpitos de este corazón que de jovial pasará a anciano por los designios y el trato al que me vi obligado cientos de años atrás con el fiero dragón del lago. Ha llegado la hora de entregaros a su poder de interminable apetito. Bien sabía que esto podría pasar cuando acepté el trato con el viejo dragón de infecto nombre, más nunca pude asimilar que llegaría el momento de entregarte a ti, Imaginación, hija de mis deseos a la maldita Rutina, dragón de aviesos deseos y letales efectos.
- Padre, no seáis vos como los que nunca vieron la verdad de la felicidad. Cumpliré los designios de Realidad que esto predijo sin nadie escuchar; mientras esto sucede utilizad lo que habéis aprendido de mi y un reflejo de mi logrará abatiros de vuestra pérdida. Imaginad un salvador, un brazo que cercene esa cabeza y todo volverá como se fue. Padre…

Imaginación abrazó al conde y en pocos minutos después de la despedida la comitiva se alejó a través del desértico paisaje que separaba la colina de la laguna donde Rutina esperaba con la calma de quien se sabe vencedor. Mientras, el conde tratando de sobreponerse intentó seguir el consejo de su ya perdida hija cuando una voz de trazos robustos a la vez que femeninos le interrumpió

- Sabías que esto sucedería, nada se puede mantener si no se pelea por ello.
- ¡Déjame, Realidad! ¡Qué sabes tú de lo que significaba Imaginación para mi vida!
- Imaginación era la sal de tu vida y sería la de cualquiera que deseara escapar de esta montaña rodeada de desiertos que significa tu vida. Imaginación es lo que debes salvar y ella te dio la clave, solo has de seguir sus pasos.
Con la dignidad que su cargo le otorgaba Realidad abandonó el salón principal para subir a su atalaya como tantas veces, desde donde poder comprobar la equivalencia de lo que pensaba con lo que veía. El conde apoyado en el pétreo marco de la ventana ojival que daba en la dirección del lago comenzó a esforzarse por imaginar, tal y como le dijo su hija…
De pronto una polvareda avisaba de uno o varios jinetes al galope que se aproximaban al castillo. Poco tiempo después era un jinete que sin detenerse acabó por presentarse ante el conde en el patio de armas.

- ¿Quién sois vos y a que debemos vuestra llegada?
- Excelencia, permitidme que no os diga mi nombre de momento. Se que habéis entregado a vuestra hija al terrible dragón que os amenaza desde largo tiempo en el lago. Por esto me comprometo a devolveros a vuestra hija, matar al dragón y deciros después mi nombre.
- ¿No pedís nada a cambio?
- Si, la mano de vuestra hija.

El silencio no fue de larga andadura, pues el conde sabía que aquella era su opción.
- Tenéis mi palabra y mi bendición. Vuestra será la mano de mi hija si sana y salva la traéis a mi lado, aunque tras los esponsales os quedaréis para siempre en mis tierras.
- Así será, excelencia. Y como no hay otra manera de alcanzar tal dicha me despido de vos y vuestro pueblo hasta mi vuelta con vuestra hija.
Sin más aquel extraño caballero a lomos de un corcel tan blanco como la nieve partió dejando polvo de arena y deseos de éxito. No era mucha la distancia con el lago, quizá dos leguas, por lo que poco antes de percibir el olor a aguas estancadas de aquél lago al que ningún río alimentaba se encontró con la comitiva que acababa de dejar a la hija del Conde. Sin parase ante ellos apretó las espuelas y entre relinchos y polvo dejó boquiabiertos a éstos.

Rutina esperaba mirando y disfrutando del brillo inagotable que Imaginación desbordaba a pesar de su estado. No había para Rutina triunfo mayor que devorar a Imaginación, había esperado mucho tiempo devorando doncellas del viejo condado sabiendo que al final acabaría por devorar a la hija del Conde; devorar a Imaginación y con ella el castillo y las almas que en él habitaran caería al fin bajo su control.
Pero no todo iba a ser tan sencillo. El caballero, espada en alto, aprovechando el reflejo de la luz que Imaginación no podía evitar irradiar deslumbró a Rutina que nada de esto esperaba, con un salto que cualquier caballo no lograría ni en los sueños del propio Cid Campeador logró clavar la espada en el cuello del dragón, que desbocado por la herida mortal inesperada caía inerme sin poder bufar por la sangre que inundaba su garganta.
Sin un segundo de descanso, ya en tierra con decisión aupó a Imaginación en la grupa del caballo para salir al galope hacia el castillo. El triunfo había sido total, la libertad como viento del desierto entraba a raudales desde las dunas que circundaban aquél escenario. Faltaba cerrar el círculo con el Conde.

A las mismas puertas del castillo el Conde esperaba con ansia colegial la llegada del caballero con su hija. Entre vítores y aplausos la mínima comitiva cubierta del polvo arenoso descabalgó. Imaginación abrazo a su padre que aún no daba crédito a lo que sus ojos percibían.
- Excelencia, como prometí os traigo a vuestra hija y el dragón ya no amenazará más pero aún queda daros mi nombre y el de mi corcel.
- Antes de que lo hagáis mi bendición tenéis y concedida la mano de mi hija si esta tiene a bien amaros.
- Excelencia, os agradezco vuestra palabra. Mi nombre es Amor, el de mi corcel Amistad…
- Lo veis, padre, os lo dije, tan sólo teníais que esforzaros con lo aprendido de mí. Así lo hicisteis y no hubo rutina que sobreviviera a tal determinación.



Imaginación en sus mil formas venció a Rutina, como San Jorge lo hizo con el dragón.

lunes, 20 de abril de 2009

La nave y el sueño arribaron ya...

Hay veces que la emoción turba a la razón, hay otras en las que los nervios le atenazan a uno cegando la visión de otros lugares tan cercanos en ese momento como la propia piel bloquenado hasta su propia imaginación de forma temporal.

Así deben de estar los sentidos del que esto escribe, pues al fin un sueño tan lejano en apariencia como increíble en su consecución ha decidido posarse sobre mi ánimo estos últimos días. He escrito, escribo y escribiré; desde este pequeño balcón forjado de electricidad y argamasado con la imaginación plasmada en mis letras que ha sido, es y espero que siga siendo mi pequeño libro abierto para mi propia ilusión y para lograr repartir un poco de ella sobre quien desee entrar en él.

Pero hoy, 20 de Abril de 2009, es un día muy especial para todo esto que os cuento, un día en el que al fin os puedo mostrar un libro nacido de tantos golpes de estos mismos dedos sobre el sufrido teclado que he podido editar y poner a la venta. Siempre a pesar de las editoriales al uso que, como no podía ser de otra manera, cumplen de forma básica el patrón de “si no tienes padrinos no te bautizas”, o sea que si no estás consagrado o no “rozas” tu vida con partido al uso en el gobierno de la taifa local que te “de un empujón” no te queda más remedio que soñar. Más, como bien dejó escrito uno de los soñadores por excelencia y que desde que mi padre me lo presentó cuando aún los sueños y la realidad comparten los mismos minutos no dejé ya de admirar de forma permanente: "Todos los hombres sueñan, pero no igualmente. Los que sueñan por la noche en los polvorientos rincones de sus mentes despiertan de día para encontrarse con que todo era vanidad; pero los soñadores del día son hombres peligrosos, porque pueden realizar sus sueños con los ojos abiertos, HACERLOS POSIBLES." (Thomas Edward Lawrence)


No me importa si vendo uno, diez o diez mil; esto es algo que este momento de sueño real supera con creces cualquier cifra u éxito similar en una hipotética venta, es algo tan simple y tan magno como el hecho de sentir que algo creado por ti mismo pueda tocarse, que puedas coincidir con sus tapas sobre las manos de alguien desconocido en el mismo tren en el que acudes al trabajo cada día y tu corazón plapite de satisfacción y orgullo por la meta imaginaria convertida en orilla de Nuevo Mundo.


Don Martín de Oca, el personaje principal de esta novela sin imaginar su futuro lo soñó desde que su razón pudo hacerlo y sin creérselo en semejante realidad soñada se encontró sin mas que por su propia actitud ante la vida. Islas por encontrar, pasiones por abordar, lealtades que probar; la búsqueda del triunfo sobre el filo de la derrota.



Como él, a pesar de tantos árboles que tapaban el bosque yo también soñé tantas veces despierto semejante situación. Es este un momento de la vida que necesito grabarlo cada instante, uno de esos instantes de un segundo, un día o un mes en el que uno cree que no es capaz de saber si su estado es el de la pura consciencia o el de la dulce inconsciencia del sueño a media vela.
(Disponible en www.bubok.com)
Gracias a todos los que desde vuestra ventana cercana o lejana habéis provocado y provocáis sin más mis ansias de contar historias, unas mejores, otras menos, pero siempre historias que lo son cuando salen del mismo sueño real de sentirlas.
GRACIAS

viernes, 10 de abril de 2009

Si Vas a Esparta...

Nada hay como la victoria de la conciencia sobre el miedo y la debilidad ante la decisión.



“Si vas a Esparta, di que cumpliendo la ley hemos caído”


Pero caer quizá solo sea un efecto de la palabras, pues la épica de los sentimientos que algunos trocarán en demagogia hace que tal caída cunda elevada en ejemplo sobre la confianza del hombre en el propio ser humano, devolviendo con creces la aparente derrota como semilla de victoria.




¿Nadie recuerda ya a aquél joven chino frente al tanque de su propio ejército? ¿Dónde estarán él y su familia? ¿En qué pilar de los cimientos del estadio olímpico venerado por el mundo entero descansaran sus heridas silentes? No creo que haya reino de los cielos capaz de dar cabida a semejante voluntad de carne y hueso, pero sí que la hay en nuestros humildes corazones capaces de las mayores gestas frente al Todo que es la vida y la Nada que es la muerte enfrentadas entre si.


Cumpliendo la Ley, la verdadera, la que traspasa fronteras y banderas, la que intimida a dictadores y demócratas de nuevo cuño, ¿Cuántos más habrán caído en bravo silencio? ¿Cuántos más están cayendo ahora quizá a nuestro lado en pequeños combates frente a algún reyezuelo parapetado tras su rictus de jefecillo en otro lado del dintel de la puerta de su despacho con imaginaria figura de trono real?

Cayeron en las Termópilas, Leónidas mordió el polvo con dolor pero quizá también dulzura. Jerjes venció al fin tras la resistencia fiera de los 300 leales a sus principios, Salamina llegó después, la segunda Guerra Médica tornaba casi a su fin en menos de un año tras el sacrificio de las Termópilas. Leónidas en su ya Esparta imaginaria no sabría nunca el resultado de su sacrificio pero, ¿importaba eso? Aquel bravo chino que se plantó ante el tanque no sé yo de su final, aún hoy no vencieron sus motivos ¿y eso importa? Definitivamente, No. Ellos vencieron al miedo y murieron seguro con dolor, pero sin miedo y sin la tortura propia de la contradicción que algunos llaman remordimiento.


Su Ley verdadera sigue vigente, seguirá vigente mientras haya quien crea en la lealtad humana y no canina, en la conciencia humana sin aditivos perversos. Es esa ley la que debemos sacar de nuestro interior y grabar en nuestra bandera de comportamiento. Bandera que en un largo lema pueda decir











LIBERTAD DE SER Y ESTAR






LIBERTAD DE PODER PENSAR Y COMPARTIR TALES DESTELLOS







LIBERTAD DE EQUIVOCAR EL SENTIDO








LIBERTAD DE RECTIFICAR










LIBERTAD

martes, 7 de abril de 2009

No habrá montaña mas alta... (4)

…El rostro de Don Román se abrió entre las propias arrugas que da la sonrisa del objetivo alcanzado aunque fuera aún parcial. Mientras, los ojos de María comenzaban la segunda parte de su plan. De alguna manera que solo una mujer sabe hacer, estos comenzaron a brillar de forma especial mientras la sonrisa completaba el cerco a la débil fortaleza de un castillo forjado en la falsedad.


- Mi respetado padre, vos habéis sido para mi quien ha mantenido mi vida con el aliento de poder avanzar. No sé aún como agradecer tal esfuerzo de caridad y bondad cristiana que habéis demostrado.
- No os apuréis, señora. Estoy seguro que el tiempo nos dará las claves a tal cuestión. Ahora habréis de preparar a vuestro hijo para la salida antes del final del presente mes de abril, que la flota de Nueva España partirá el 2 de junio de Sevilla.
- Así lo haré padre, mas de alguna forma desearía pagar al carpintero la enorme deuda que mantiene mi familia con él y abonar como no podría ser de otra manera una importante donación a nuestra parroquia. Quizá mientras la familia que se llevará a mi amado hijo paga la suma aún desconocida por mi podría vos en su generosa actitud adelantar la cantidad y así saldar por mi semejante castigo que aflige mi ánimo. Yo os lo agradecería de manera apropiada a vuestra posición y así podría también dar a mi hijo un equipaje que aunque humilde fuera decente y acorde al nombre de nuestra familia.


Miradas que fulminan, pensamientos que aturden convicciones hasta llevar la ofensiva aparentemente débil en mortal claudicación por la propia debilidad. Don Román sucumbió a sus deseos que traducían aquellas andanadas sobre sus propias aspiraciones. Sin dudas y con ansia corrió al cepillo de la iglesia, pues débil era pero no tanto como para arriesgar lo suyo propio. Con una mezcla de sonrisa y sensación de falso realengo sobre María le extendió una bolsa repleta de escudos y reales de vellón, que con gesto de sumisión y humildad María recogió mientras se podían escuchar el batir de la mar sobre el muro que protegía la iglesia de San Pedro del mar Cantábrico.

Se despidieron, él con la mirada puesta en el pronto desahogo de sus instintos zafios y sin alma propia de servidor de Dios, ella con la tensión de saber que había que moverse deprisa antes de que se descubriera la treta.



Amainaba el temporal de viento aunque las olas aun levantaban los suficientes codos como para encerrar a la pequeña flota en puerto. En casa de los Fueyo y Liébana la actividad era frenética el lunes. Con una caballería prestada por un vecino, Maria dejó a sus hijos en la casa mientras ascendía la cuesta de Albandi en dirección a la villa de Candás donde residía Mauro, su mayor acreedor. Mauro era un hombre ya entrado en años, quizá el armazón que se distinguía en la ribera sobre los puntales de su astillero fuera ya el ultimo barco que brotase de sus manos. A pesar de la deuda pendiente tenía una vida amable por su vieja trayectoria de buen constructor y la falta de hijos la suplía entre los que de madera creaba y la dulzura de su esposa Nieves, dejando así que los granos de arena de su reloj vital fueran dibujando su ya corto palpitar. Con sorpresa por ser María la que allí se plantaba a caballo entre vientos y chubascos la recibió y se llevó de forma apresurada al pequeño tinglado que tenía junto a la grada de su barco en construcción.



- Doña María, cómo vos por aquí. Si es la deuda la que os preocupa no tengáis temor que soy conocedor de…
- Mauro, mi respetado Mauro, no tengo tiempo de vuestra comprensión aunque la valoro como lo que en verdad es por ser de vos de quien viene. Mi llegada aquí y de tal responde a lo que si me permitís os relataré.


María le relató la situación de ahogo que con sus artimañas de falso y rastrero santurrón había ido tejiendo el párroco, un verdadero estratega en la consecución de la carroña tras la muerte de su presa. Mauro sin asombro por conocido Don Román no dejó tal relato de alterar su ánimo. María continuó.

- Mauro, me marcho de Gijón, pero creo que lo haré para siempre. Mis hijos y yo partiremos en cuanto dejemos en paz nuestras deudas y la verdadera, tanto en escudos como en lealtad, la tenemos con vos, Mauro. Gaspar, que en paz descanse, así lo habría deseado y por ello pongo en vuestras manos este documento donde os entrego todo lo que tenemos que no es otra cosa que nuestro hogar cuyo valor excede el valor material del “Nuevo Cristo de las Luces” y nunca compensará la lealtad y confianza puesta por vos en nuestra castigada familia. Por ello cuando resuelvan las autoridades del Rey en nuestra persecución os ruego el último favor de demostrar que tal deuda despareció con tal venta y por tal razón nada nos debe de perseguir. Si logramos nuestro empeño y la fortuna nos alcanza quizá las pequeñas deudas que dejemos pueda entonces devolver en mano y con honor a los que en tal estado mantendré.
- Doña María, gracias no es palabra que merezcáis, sino adelante. Podéis confiar que así será y me encargaré con el dinero que vale tal casa que todas las deudas sean pagadas. Cuidaros de Don Román que no es esa hiena con poder de Dios quien se deje engañar tan fácilmente. Antes de partir esperad que he de entregaros algo que os podrá ayudar en el viaje.


Mauro revolvió entre las herramientas hasta encontrar tres cosas que acercó a las manos de la valiente mujer.


- Tomad, no es mucho lo que os doy pero si puede ser de utilidad: este cuchillo de los que consigo de tarde en tarde que me traigan de la comarca de Taramundi; con él y vuestra mano decidida podréis salir de algún inesperado apuro. Dad este pequeño cofre a Daniel, en él se esconde una brújula que le ayudará a mantener su rumbo ahora que enfilado lo tiene. Dad también este libro a Miguel, bendito rapaz, estoy seguro que con él podrá descubrir las matemáticas y con ella la navegación que de ellas vive.

María lo abrazó inundada por el orgullo sentido sobre sus hijos de boca del viejo carpintero. Con la misma urgencia que llegó partió hacía Gijón donde había que poner en marcha la huida.

- Mauro, os prometo por el honor de nuestra familia que allí donde se establezcan nuestros reales tendréis noticias. Pero si no es en este mundo juro por el Dios al que no le tiembla el pulso por vernos sufrir que en los cielos os veré.

Con el orgullo y la determinación arrastró su ánimo el galopar del caballo. Mauro podía descansar en paz. Entre los tres objetos había trasmitido lo que cualquier padre desearía hacer a su familia. Conocimiento, criterio y poder de decisión.



Dinero en la bolsa, deudas saldadas y deseos de progresar; ya solo aguardaba Sevilla.






sábado, 4 de abril de 2009

No habrá montaña mas alta... (3)

… Pasaron días como años en las sensaciones internas de Maria. Mientras, Daniel continuaba su brega millas al norte de Gijón y el pequeño Miguel poco a poco aprendía las letras y los números de la mano de su madre,entre las miles tareas propias y a otra gente,con más fortuna que su madre hacía para sacar adelante aquella situación de pura extenuación. El viernes la diosa Meteo en conjunción con el sempiterno Poseidón cerraron las puertas a su reino y la pequeña flota pesquera hubo de permanecer abrigada bajo la mirada del cerro gijonés. Daniel volvió al tiempo que Maria y Miguel desayunaban con los primeros albores del día.






- Buenos días, madre. La mar hoy no da respiro. Nos quedamos. Don Mariano me ha dado la mañana de descanso, me dijo que tras la comida he de estar a bordo para ayudar en las reparaciones del aparejo. ¡Miguelin, acaba pronto el desayuno que te llevo al Cabo a buscar piratas!



Miguel se abalanzó sobre el tazón de leche, pueso había otra razón mas apasionante en su vida que se hermano lo llevase a lugares donde pisar la raya que inicia la mar que en aquellos tiempos y aún ahora simbolizan la raya con la imaginación. María terció con seriedad ante aquellas dos almas repletas de ilusión.

- Daniel, deja a tu hermano que antes haga sus ejercicios de lectura y escritura y después podréis iros. Además, necesito hablar contigo mientras tu hermano cumple con sus responsabilidades. Anda ven, vamos a mi habitación mientras tanto.

Miguel y Daniel se miraron con gestos de incomprensión. En silencio Daniel siguió a su madre a la habitación donde cerró tras su entrada la tosca puerta de roble algo descuidada en los últimos tiempos. María le relató a Daniel la situación que él en parte ya conocía pues no en vano había dejado sus estudios por ganar un jornal que aportar a la extrema situación. Fue la realidad final la que lo golpeó de manera contundente y las posibilidades las que lo tumbaron sobre un imaginario campo de combate.


- Madre, no podemos separarnos bajo ninguna razón. Somos los tres un vínculo indestructible por el que nuestro padre murió a pocas millas de esta habitación. Hemos de apurar todas las posibilidades que él mismo nos presente desde donde su alma nos observe.
- Estoy de acuerdo contigo, Daniel. Pero por más que tal cosa llevo haciendo en los últimos doce meses no encuentro ya manera de pagar las deudas y Mauro, el carpintero del "Nuevo Cristo de las Luces" no cederá un día más en su derecho a cobrar las deudas por el barco



Un silencio cubrió la modesta estancia en otros momentos ardiente, llena de risas y ternura. Daniel mantenía la mirada a través de la ventana que dejaba distinguir el horizonte del mar entre las oleadas de agua dulce que baldeaban los vidrios desde el cielo. María lloraba en silencio mientras tanto.


- ¡Basta, Madre! Saldremos de esta, tu eres nuestro capitán, nuestro motivo y faro por el que continuar y eso habremos de hacer. He oído que salen dos flotas a América cada año de boca de nostromo Julián. La flota de La Nueva España debe de salir a primeros de junio y aún saldrá la de Los galeones en septiembre. Madre tenemos que encontrar el permiso y salir de este agujero que se traga hasta a él mismo. Huyamos al otro hemisferio, Julián dice que ha oído que la luz inunda los rincones que aquí los tupen sotanas y mosquetes…
- ¡Daniel! ¡No digas eso nunca más, ni aquí dentro, ni en la peligrosa calle.
- Perdón Madre. Más has de darme la razón, debemos dejar nuestra villa, nuestra tierra y buscar futuros reales dibujados en nuestra fe que será la que nos de vida. Padre lo haría, estoy seguro. Yo he aprendido del arte de marear y puedo aprender mas mientras represento que lo sé, con ello el viaje podría ser menos gravoso para los tres.
El gesto de maría se tornó decidido, la ternura había trastocado su suave tez por la de alguien con un motivo vital y casi sagrado.

- Daniel, tengo que contestar a Don Román que si de esto tuviera noticia nos cortaría las tenues alas que acabamos de dibujar. Mantén esto en puro secreto y mientras preparamos la salida déjame hacer la parte que mas recelo exige, pues de la Santa Madre Iglesia hablamos y sus acólitos por sobremanera.

Pactaron el silencio por método con el pequeño Miguel y la operación ya comenzaba su ejecución. Daniel prepararía pertrechos y acopio de información que sus pocos años aunque ágiles ya en el entendimiento bien recrecido por la miseria como compañera lograría completar. María, mientras tanto encaminaría sus pasos a la boca de un lobo con bonete y ansias de dominio secular.

Así pasó el sábado en el que los malos vientos cargados de hielo del puro norte glacial junto con grises, casi negras, olas golpeaban los acantilados del cerro como baluarte de una ciudad que miraba al mar como fuente de vida y libertad. El domingo llegó y tras la misa Doña María que como tal acudía la sacristía encontró su ánimo con el de Don Román, sotana negra, ojos de avaricia y manos retorcidas por la lujuria débilmente contenida.
- Le esperaba, Doña María. Por favor siéntese y hablemos de los que nos espera por resolver.

La voz del párroco era la de quién se sabía portador de los ases de la baraja. La partida había de comenzar.

- Gracias, padre. He reflexionado sobre nuestra situación y considerado su oferta de enviar a mi hijo con la familia Aller y Suardíaz como la salida a los sufrimientos por los que estamos pasando en mi familia…