domingo, 13 de marzo de 2011

No habrá montaña mas alta... (100)


…mientras  a bordo de la fragata  todos los ojos mantenían la vista sobre velas o posibles  motivos por las que dar aviso a la  escuadra, esta mantenía con mucho esfuerzo el orden y la marcha pues los vientos contrarios la mantenían   frente a las costas murcianas  con el Cabo de Palos como baluarte frente a ese maldito viento. Siete días fueron necesarios aguardar con la impaciencia de quienes se ven encerrados  con armas y bagajes entre las cuadernas de   navío, aunque sea del mismo Rey católico. Tras casi una semana de semejantes  vientos, estos rolaron dando la escuadra  con su proa enfilada hacia el objetivo. El 25 de junio de 1732 avistaron las costas argelinas dando con el ferro frente al enemigo   y a distancia de sus cañones el 28 de de ese mes. El bloqueo naval había comenzado, la hora y el día del combate  aún estaba por decidir.

Nuevo consejo a bordo del “Santiago” donde se estableció el plan de ataque, los objetivos eran primero  ganar terreno  para el desembarco, tomar el castillo de Mazalquivir para caer   sobre la ciudad de Orán. Para ello el apoyo de la artillería naval era vital. El jefe de los ejércitos sarracenos era un traídor  de nombre español al que el bey lo había nombrado  eso además de pacha.

-            Bien caballeros,  demos la bienvenida al general del ejército embarcado, su excelencia el Conde de Montemar Don José Carrillo   que habrá de batirse el cobre  sobre tierra con sus tropas.
-          Gracias caballeros. Tenemos enfrente al  Duque de Ripperdá que algo sabe de nuestros ejércitos y nuestra manera de combatir, por lo que se defenderán como quienes nada tiene ya que perder. Mi intención es  la desembarcar en la playa de Las Aguadas que esta aquí, a legua y media del castillo de Mazalquivir. Estaremos así a salvo de su artillería aunque  su caballería seguro nos aguarda. Por ello antes  y durante el desembarco desde sus naves  habrán de  batir el castillo como si deseáramos acometerlos de frente. Así  hasta lograr la cabeza de playa que es necesario ganar al enemigo. Deberán estar atentos a nuestras señales pues seguramente necesitaremos de su apoyo artillero en cuanto  se den cuenta del engaño.
-          Gracias, general. Mantendremos el fuego como indica  sobre el castillo a la espera de su señal, mientras las fragatas y las galeotas darán cobertura a las lanchas de desembarco.  Permanezcan listos   en sus navíos a la señal de esta nave. Los comandantes de las fragatas mantengan las acciones de aviso y prevención sobre  la escuadra hasta el inicio del desembarco. Que nuestro Señor nos de fuerza y la Virgen del Rosario nos brinde la gloria de la victoria a nuestras Armas.

Al alba del 29 de junio el primer desembarco se cumplió mientras la escuadra en su núcleo principal bombardeaba el castillo. 3.000 granaderos lograron  tomar la cabeza de playa con  el fuego de 1.000 jinetes   turcos, árabes y genízaros abrasando sus  cuerpos, algo que casi aborta el  ataque del mismo Conde de Montemar al frente de sus hombres de vanguardia.   El  duque de Ripperdá había  emboscado a sus hombres más al interior  con la intención de  cerrarlos en una bolsa donde aniquilar a sus antiguos compatriotas, pero la jugada no fue buena.  

La furia de la caballería mora fue  aniquilada  con la ayuda de la artillería naval, tras esto el Conde de Montemar ordenó el asalto  y la captura de una loma donde sabían que había una fuente y  fortificó la posición  para poder   mantener la comunicación con la nave insignia de la escuadra desde ese punto elevado. Tras esto  mas de 500 lanchas en  tres columnas comenzaron a desembarcar artillería, hombres y pertrechos para la ofensiva  principal. Desembarcaron  20.000 hombres que en formación cuadrilonga prepararon la ofensiva de un castillo que se veía ya desbordado por las salvas de artillería hispanas. La caballeria mora, ya recuperada de la sorpresa y del error de su posición   junto con  su infantería en casi 20.000 hombres contratacaron sobre la loma donde  se mantenían  una brigada de fusileros que  en la lucha se vieron obligados a retroceder por falta de munición, el conde envió dieciséis  compañías con las que detener el ataque furioso  de los moros  azuzados en el ánimo por la parcial retirada de los fusileros. Contuvieron la brecha echándolos   a sus primeras posiciones. Asi, ya en combate abierto y con escasa cobertura naval por no  dañar a los propios  españoles desde la escuadra el conde ganó las murallas del castillo paso a paso y  tiro a tiro de fusil.



 La caída del castillo fue entonces la fruta madura  que se sirve sin esfuerzo, las tropas de este, desmoralizadas por la derrota de sus ejércitos  rindieron el castillo al Conde que los perdonó a cambio de su palabra de no luchar contra las armas del rey  en los siguientes seis meses y su marcha de los límites de la ciudad. Eran 97 hombres los que esto prometieron y a los que el conde permitió marchar. A cambio los 138 cañones y siete morteros pasaron como buen botín a las manos de nuestros soldados. La bandera del Rey Don Felipe fue izada sobre  el castillo, los gritos de júbilo y hurras por la victoria retumbaron  como condenas en la ciudad de donde el bey no quiso esperar  a ningún acuerdo o pacto mientras mantenía la resistencia de la ciudad con todos los ejércitos que entraban  a la protección de sus murallas para vender cara su derrota. Se fue dejando la moral de estos hombres en la misma medida que la del mismo bey. La noche entraba y los combates cesaron.

La mañana del 30 de 1732 abrió la luz con la ciudad cercada por las tropas a la espera de orden de ataque, era un acto suicida para quien observase  desde la alcazaba de la ciudad. Mas de mil embarcaciones desde los orgullosos navíos hasta las lanchas, que humildes  y en esos momentos varadas sobre la playa de las Aguadas donde comenzó la ofensiva poblaban la rada desde Orán al este y Mazalquivir al oeste. Casi 30.000 hombres, artillería propia y  ganada al enemigo apuntando a cada almena,  a cada  edificio. Morir no podía ser el objetivo y los sarracenos lo sabían, sabían que rehacerse sería el  justo pago para devolver la derrota.

Las puertas de la ciudad se abrieron y tres hombres, uno de aspecto europeo salieron con la bandera de parlamento. El europeo era el cónsul francés que comunicó al conde la huida de los soldados, del bey y que la ciudad  se rendía.

Y tras las comprobaciones  el 5 de julio de 1732 con 38 muertos y 150 heridos por parte de las fuerzas hispanas el Conde Montemar izó el pabellón Hispano sobre la punta más alta de la Alcazaba entre nuevos hurras y salvas  desde la escuadra en la bahía. Orán volvía de nuevo  a ser  de España. Ahora habría que  mantenerlo y tratar de  aprestar las defensas pues  era seguro que los argelinos no se resignarían a tal destino…


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