Caminas porque vives, aunque a veces no sepas cuál es la dirección que llevan tus pasos. Mientras, como autómata guiado por algún motivo inexplicable en el que enfundar tus “porqués” dejas tu conciencia dormitar para encarar el próximo cabo, esquina, o muro a saltar. La soledad te invade como enemigo, vestido de plañidera que llora contigo su compañía mientras te aflige al mismo tiempo que tus pasos mantienen su cadencioso palpitar sobre un suelo cansado de sentir el mismo ritmo en millones de pares más.
Caminas sobre senderos oscuros a los que solo iluminan los rayos de la furia desbordada tras oleadas de tiempos cerrados en la calma oscura de la contención. Esos fogonazos permiten avanzar, aunque confundido por la luz sin medida podrías rebasar la linde de tu camino y encarar lo tenebroso en el puro error de caer sobre vaguadas donde el barro te frene, te hunda y suponga quedar donde nunca hubieras podido imaginar. Pero mirando al cielo donde nadie alcanza, las estrellas mantienen su referencia sobre el ancho mar de la duda por el camino a tomar. Olvida los fogonazos, la tempestad y gana el camino en el cadencioso paso alternándolo por su elevada observación.
Caminas mientras el cielo ahora azul te hace temblar. Su fuerza, barnizada por un buen nordeste del continente te lleva a su trenzado en oro con el azul de la mar, que aún fría de un invierno ya derrotado pero cargado de mil fantasmas en franca retirada se pretende consorte de tu cielo al que miras mientras caminas hacia donde nunca te dijo que hicieras la gente. Buscas sin saber lo que deseas encontrar, aunque tu corazón vestido de vieja caldera de vapor decimonónico, traidor a los ojos de Espronceda, escupa el vapor a la primera expansión como alma en pena por perseguir la gloria de un corazón hermano al que parece imposible avistar.
¿Rezas? Tantas veces lo has hecho sin encontrar nada tras la última oración. Cada curva, cada recodo del camino en el que esperabas recibir el premio a la debida fe, tan solo veías tu propia desazón mientras callabas cuando al mismo tiempo la razón iba poco a poco ganando el terreno al derrotado corazón. En pocas leguas la denostada resignación acabaría por invadirte a caballo de la comodidad y ya solo sería el ruido de tus pasos el que te demostrara que el camino existe aunque solo se mostrase como polvo, sudor y hierro, cual destierro milenario por el que vagar.
Pero como a Don Rodrigo que vagó y caminó entre destierro y bregas frente a quien se plantara frente a sus mesnadas, descabalgaste a la resignación de su montura mientras las olas de una mar cuasi olvidada entre silencios y falsas sonrisas te ofrecieron de nuevo espada, deseos y razones para vencer lo que parecía seguro triunfador. Volviste a caminar de verdad, sin meta pues no hay tal como objeto escrito y solo se te presentará en cada paso que des. Ausente de los que empeñan vidas y obras, cargados de manuales, libros y reglas por la que regir lo que el propio corazón debería mostrarles sin opción, caminas y ganas tramo a tramo, golpe a golpe el espacio que cada día mereces por el puro esfuerzo sin miedo a encapillar golpes de viento y ola que no serán capaces ya de hacerte zozobrar.
Como decía el poeta caminas sin saber dónde está el camino porque es el propio caminar el que te demostrará el camino que ya no volverás a pisar. Camina como navegas, solo hay mar por avante mientras lo que queda al espejo de tu popa nada vale ya pues es la estela que pronto se habrá de borrar.
Tú lo sabes,
no hay camino, se hace camino al andar…
3 comentarios:
"Caminas porque vives",... dice Vuestra Merced,... si se camina porque se está vivo,... se lee para saber que no estamos solos,... así pues,... caminemos y leamos,... y estaremos vivos y acompañados, mi Señor.
Saludos desde México, después de tanto tiempo, ¿verdad?
Es difícil saber cuál es el camino a seguir, lo importante cómo bien dices es andarlo, ya que cada paso, acertado o errado nos traerá algo nuevo, que nos hará sentir, felices o derrotados...
Hay una estrofa de un poema de Ángel Silva que aquí te dejo y que a mí me lleva a uno de los buenos caminos que tomé y del que espero no perder la senda
"La historia de mi alma es la del peregrino
que extraviado una noche en un largo camino
pidió al cielo una luz... y apareció la luna;
pues, estaba de un viejo dolor convaleciente,
y llegaste lo mismo que una aurora naciente,
en el momento amargo y en la hora oportuna"
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