domingo, 11 de marzo de 2012

Gulliver





Gigante  en el país de los enanos, verdadera legión tan gratuita como ingrata  en su  deseo de igualdad. Intención sinuosa por la que mediante la destrucción de  lo bueno lo malo sea igual para todos como único derecho inalienable sobre la faz de la inteligencia. Mientras ellos, unidos siempre ante un simple destello solitario, o ante la diferencia que provoca el placer de serlo sin más se rebelan  recelosos por  tener que ver lo que no desean.

Aferrando su ancla, bien fondeada  en el arenoso  surgidero del tiempo, estos enanos tratan de que nadie los  obligue a cambiar nada de su vida en tantas ocasiones gris sin siquiera tonalidades en tal color. Pues cambiar es reconocer, cambiar es tener que  comenzar, de hacer el esfuerzo cuando tu cuerpo, tu mente, tu forma de mirar ya tiene sus llagas, sus rugosidades, el molde esta ya fundido y bien bruñido entre paños y  tiritas  de realidad. ¿Por qué habrían de lanzarse al complicado mundo en el que para una virada han de comenzar a dar explicaciones? Cuántas veces han criticado a quien lo trató de hacer. Y qué decir del que lo hizo, lo logró y sin querer saberlo  en verdad saben que  sus ojos brillan por sentir  algo desconocido para ellos.

Pasan esos locos como tú, pasados ya de la edad en la que se atraviesan túneles y se combate el tedio por tratar de salir  y no repetir lo que vimos antes de comenzar  a ello. Los observas cuando se  acercan y  desde su altura te miran amables, con sus canas, con sus sonrisas y sus “tonterías”, repletos  de  razones para  seguir. Mientras, los enanos se mantienen en sus trece sin dar el salto pues hace ya tiempo que decidieron cortarse las piernas hasta el punto justo en que los ojos ya no alcancen la vista exterior de su patio enladrillado.

Como viejos notarios designados por la gracia de algún dios menor, como los son todos, se dignan en dictar  juicios sin más juez que ellos mismos como escribientes con firma, para  dejar claro que  al final les llegará la cura de humildad por su fracaso, por tratar de volar desde  los suelos inertes a los cielos omnipresentes que son los sueños de vigilia por los hay que pelear sin prisa  pero con la tenacidad de la ilusión a prueba de incendios. Pero no saben que ese privilegio  es opción abierta y está en la mano de quien lo desea el tomarla y quien así la rechaza no hace más que adelantar su fracaso mientras, marchita, su voluntad dormida va dando paso a la resignación.

Con las llaves  en la mano avanzas, las puertas de tu muralla abiertas para siempre, y crece la altura de tu visión mientras  los enanos tratan como  pueden de atarte al suelo de su propia resignación vestida de experiencia y precaución. Pero tales palabras no han de ser sino parte de las velas del barco que te lleve sin más límites que tus deseos frente a cada situación. Poco a poco, cuando tu altura esté claro que no les dañe y por ello siguen seguros embalsados en sus propias aguas mientras tu nadas rio abajo, es entonces cuando vendrán a ti; aunque sea por alguna cosa que  ellos no sean capaces de  hacer y para ti no sea más que un pequeño empujón en forma de ánimo, de abrazo, de  préstamo a fondo perdido, de techo sin prisa por dejar. Y tú se lo darás, pues no es más que lo que te parece que es de ley. Quizá algún enano  pueda crecer gracias a eso y Gulliver ya no sólo seas tú.

Mientras trataremos de emular tus principios. Tu respeto a unos y a otros. Aunque haya reyes liliputienses que  por una supuesta lealtad te obliguen a hacer daño a ciudadanos inocentes simplemente por ser meros enemigos de él. Como   cuando quiso este esclavizar a los blefuscucianos y por negarte pasaste de héroe a traidor. Ni una cosa ni la otra, tan solo eras tú, Gulliver. Pero eso los enanos en su miopía nunca lo podrían entender…

Para Diego y Hernán, Gigantes presentes y futuros






2 comentarios:

Alicia Abatilli dijo...

Hermosa entrada, a quienes dedicas esta entrada, imagino tus hijos, les gustará mucho.
Tiene el ejemplo a seguir, tu vida.
Alicia

Inés de Valdivia dijo...

Quiero que me acusen siempre de divertirme en el país de los serios, de estar libre en el de los presos, viva en el de los muertos, y de clamar sin cansar en el desierto...

Gracias por acercar horizontes con tus palabras capitán.