lunes, 21 de mayo de 2012

Pólvora del Rey






Agua de la Mar, sincera, helada,
sal milenaria en su seno enredada
escurriéndose burlona entre mis dedos
mientras se diluyen sus dibujos
entre cada pálpito sin gobierno
empujando sin frenos ni razones
al viejo músculo yerto de nubarrones
por el que ruge mientras te siente al rozarte.

Pólvora regia sobre el alma de su cañón
aturdido bajo tu violenta pasión
que al grito de fuego, golpea vibrante el cañón
tal que este corazón, mutilado y furioso;
mientras retrocede receloso
sin encontrar en mil años la explicación.



El asedio mantiene sin remedio el infierno
que es el Desengaño hurtando de los muros la risa
ante lo que tú demuestras serena y leve sonrisa
que es tu Viento desplazando las dunas de la pena
por ver lo visto sin vivir lo vivido
para sin tenerte haberte encontrado
bajo una ola de arena esquiva, cobarde,
sin la espuma que arde sobre tu mar,
sobre el alma del cañón que vomita tu pólvora.

Mil deseos  en mesnadas desde mis muros ya cargan
sobre las lumbres vestidas en huestes de añagazas,
destellos de maldades comandadas por el viejo engaño
de su rey el Miedo y su Maestre, el  curtido Desengaño.

A sangre y fuego de tu pura pólvora
barren mis tercios sin piedad al monarca y su maestre
por alcanzar tu estrella
o encontrar en vida mi muerte sin más huella.  

A la pura pólvora del Rey




4 comentarios:

Inés de Valdivia dijo...

Parece que tu corazón pedía a gritos un frío golpe de ola, que lo refrescara, despertándolo, haciéndole latir de nuevo "a un largo". Veo que el viento te la ha llevado. Escucha como hace cantar a las dunas, su canto acallará la pena...

Alicia Abatilli dijo...

Un poema a sangre y fuego, como tan bien lo expresas.
Te dejo un abrazo.
Alicia

Anónimo dijo...

.... y una más, y otra, y otra más, otra cada vez más grande y fuerte, cada vez mas toneladas de agua como bloques de hormigón caían sobre la frágil proa incapaz ya de mantenerse a flote, incapaz de mantener rumbo alguno, perdida en la inmensidad de la mar, perdida para siempre.

Esa misma que antaño se erguía, altíva, impasible, mirando a un horizonte cercano que creía posible alcanzar,

Esa proa que orgullosa, incansable, preciosa estampa color blanco nacar rompía ola tras ola forjando la mas preciosa estela imaginable por barco alguno

Esa misma ya no desea más que sea uno de esos golpes de mar el que le haga viajar por última vez, lejos, muy lejos, a un lugar del que ni tan siquiera los más valientes pueden regresar. Realmente lo necesita, realmente desea que por fin una gran masa de agua le haga ir a lo más profundo de los mares, ser parte de ellos, mezclarse, ir a ese lugar donde el silencio es eterno y la soledad infinita, donde el dolor no existe y no hay futuro pues no hay pasado.

Ella, preciosa y perfecta ola, helada agua sin sentimientos, venida desde muy muy al Norte,
Ella, que aparece y se desvanece, que rompe, impasible, sin conocimiento alguno del daño causado, con millones de gotas de agua mezclándose con los colores del cielo azul de primavera.

Esa, que embarcará tanto agua de proa a popa que ocultará para siempre el nombre de mi querida Santa Olaya y el sufrimiento que la acompaña, esa, que espero llegue cuanto antes y traiga, por fin, la paz

Esa que ponga fin a un viaje imposible hacia ninguna parte

A todos los Dioses ruego, a ti Neptuno, hazlo ya, hazlo rápido .....

Teniente Cefontes

Farraige Cùr dijo...

¿Y dónde está Cefontes, ese que dicen de él que es valiente marino, y al que no reconozco en esa palabras? ¿Es ese que se rinde sin luchar a muerte porque cree perdida una batalla que él siente gran guerra, sin darse cuenta que es su presente el que lo llevará a un futuro que aun no es capaz de saberlo merecido?
Lo siento, Don Blas... no lo reconozco. Y lo siento, Cefontes. Te tengo por un hombre valiente, revelde, sensato, inteligente y luchador. No me defraudes y pelea.