viernes, 14 de noviembre de 2008

Buscando la Fórmula

Antes de seguir leyendo semejante historia, algo que me embarga y me transporta a parajes de épocas donde la vida pendía de un hilo, de un sentimiento, de un grito o de una victoria desesperada, necesito tomarme un respiro que me permita dar alcance a tantas sensaciones vividas en cada párrafo leído.

Por más que he buscado estos días las andanzas de un tal Don Tello Pérez de Guzmán nada se me ha parado entre mis manos que nombrara tal personaje. Hombre nuevo que al parecer vivió el momento transcendente de un reino que, luchando por su supervivencia acabó sobreviviendo a todos los demás incluso a él mismo. Tello, caballero que porfiaba tenaz como los deseos de alguien que cree y confía en lo que emprende estuvo allí.


Por más que he buscado en los entresijos de la gran Berenguela, no encuentro vida de tal noble caballero, sin embargo en estos pergaminos, hijos de la noche de los tiempos, de forma nítida percibo el amor refulgente de ese hombre sobre semejante mujer y de tal sobre él. Algo tan real en cada palabra que hasta las manchas oscuras, seguramente producto de cualquier otras razones, incrustadas en los legajos en según qué trazos de historia las percibo como restos de sangre de combate mortal o cercos de lágrimas por un amor concebido, mas nunca alumbrado.

Quizá los mundos no serían como son hoy día si personas como Tello y Berenguela hubieran roto con lo que alguien dijo que se llamaba deber, lealtad, patriotismo; todas ellas palabras heroicas en su musicalidad, pero paja vana de burdas celebraciones si no van acompañadas del verdadero objeto. Pero, ¿cuál es ese codiciado objeto que oculta el saber? ¿Cuál es la razón verdadera, la piedra filosofal que dotase del brillo final a un conjunto de palabras que de por sí su brillo es sólo fachada?

Nadie creo ha sabido, ha descubierto su fórmula, su color, su peso. Todos los que se embriagaron de las bellas palabras que he nombrado líneas atrás, hasta este momento en el que descanso frente a un acantilado que ronda cercano a mi casa, se montaron a lomos de un caballo abanderado de un país, una idea, una religión, o peor, contra una bandera, un país o una religión. Derramaron su sangre, murieron y el homenaje seguro que fue digno de recordar. Y ese sacrificio, ese dolor, esas guerras, hambre y destrucción, fueron realmente acciones basadas en valores absolutos en tales situaciones.

¿Cómo se define un valor absoluto en este mundo? Por supuesto, no valen los valores absolutos propugnados por religión de turno, pues cualquiera es capaz de tal cosa teniendo su libro de reclamaciones al otro lado de la vida.






Maurice de Tayllerand en uno de sus momentos bajos de su larga historia dijo, “La traición no es más que una cuestión de fechas”. Creo que es un buen punto de apoyo para saber que lo bueno de hoy es lo malo de mañana y viceversa; que no hay patria, lealtad o deber que no sea una oleada de opiniones más o menos manipuladas por mentes perversas. Mentes que serán capaces de usar sus reducidos escrúpulos ante las almas nobles para que sean éstas las que empujen hacía delante, con el voluntarismo, amor y fuerza de su propia razón, lo que las personas de natural sin escrúpulo y manipuladoras, con ese sempiterno halo de perfección e incapacidad de llevar por si solas cualquier acción, arrastren a corazones bajo un grito como el de ¡por Castilla!, ¡Remerber the Maine!, ¡ Ala es Grande!, o…

La brisa es fría, muy fría, me alcanzan las gotas de agua mezcladas con sal en forma de pequeños aerosoles. que empujados por esta brisa se desgajan de los embates entre mar y roca hasta arribar a la piel de este rostro, que por mas que perfora las oscuridad de esta noche no alcanza a encontrar el final de esta mar negra como manto de realidad oculta.

Cierro el cuaderno y recojo los pergaminos. Van a estropearse y estoy deseando que amanezca para seguir con la 2ª parte de esta epopeya, que me da la vida conociendo personas que mil años antes también creían en algo. Lealtad, amor, patriotismo, confianza, voluntad, soñar en vela, tantas cosas son las que revivo con Don Tello que estoy seguro que no me defraudará.



2ª Parte
Abril de 1198, Marrakech en primavera era…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con tus palabras me han venido a la mente los Tres Mosqueteros, defensores del honor.
Es difícil describir los valores que defiende Don Tello, pero creo que de una forma u otra los entendemos.

Armida Leticia dijo...

Te dejo un saludo desde México, me gustan tus escritos, la imagen del libro antiguo me encantó, ¡yo quiero ese libro!