sábado, 22 de noviembre de 2008

Viejo y Gastado Mercante

Hay veces que la luz no permite ver, no deja que los deseos se muestren reales al mirar. Una luz que da un aspecto a cada color distinto en función de la longitud de su onda. No acabas de mostrar el color de la visión propia, porque no existe color estable sino luz y es en ésta donde se encuentran todos ellos.


Como un viejo mercante la roda de mi metálico cuerpo, herrumbrosa y gastada paciente se clava sobre olas siempre nuevas, aunque siempre parecidas y nunca iguales; olas que te transmiten sus propias vibraciones por todo este oxidado esqueleto. El corazón mientras, paciente y sacrificado continúa haciendo girar la empecinada hélice sumergida en esta vida inmensa y desconocida como la propia mar.






A veces, sus giros, por más que se integran entre la inmensa mar trepanándola sin descanso, sin embargo resbalan sobre ella sin dar impulso al cuerpo de metal atacado por la corrosión en que uno se siente. Son estas olas, machaconas, impenitentes las que tratan de que navegues ciando. Decides parar tu corazón, detener el giro de la hélice, sabes que te sobra combustible y dispones de provisiones suficientes vestidas de amor, amistad y de empuje a quién al lado de ti se encuentra. Pero no puedes parar, no debes detener el andar de tu máquina y el giro de tu hélice, son ambas unidas lo que mantienen al barco de tu vida en marcha, gobernado y dando pecho y proa a tu valor.
No hay ola que se plegue ante la propia arrancada de un navío por viejo y gastado que alguna vez se sienta y vea. Cansado unas veces de arrastrar pegados a su casco pequeños moluscos que malviven de tanta herrumbre, desmoralizado otras por la ceguera propia y de la mar que de continuo golpea con cada ola.

Observo la carta desde el puente de gobierno, ojos y oídos de la singladura, en ella se puede observar en carboncillo del lápiz usado la derrota trazada, los estrechos pasados, cabos y corrientes libradas, singladuras cortas por temporales que retrasaron la navegación, cambios de rumbo y golpes bruscos de timón. recierdas al ver una marca sobre ella aquel golpe de pantoque, como tal de terrible trago, que hizo retemblar las viejas nervaduras, baos y cuadernas de este viejo cascarón. Visto desde las millas recorridas se agolpan sobre la carta cruces de tantos puertos sobre los que sus fondos recibieron mi ancla, puertos de abrigo y arribada por los duros temporales que no permitían la lucha contra los elementos; mientras las lágrimas afloran al verlo y recordarlo, continúa mi cuerpo metálico su sereno caminar.

Salgo al alerón desde el puente de gobierno, me giro a popa y con los prismáticos oteo al final, allí donde la estela blanca y burbujeante se confunde con la raya del horizonte se perciben viejos destellos de lejanas tormentas que persiguen a este gastado mercante. Me giro, barajo el horizonte a proa y lo veo, por estribor, aún muy avanteado, los suaves destellos de un faro. Corro al buscar el libro de faros y busco su secuencia… Tres destellos largos, dos cortos, uno largo, tres cortos, cada veinte segundos. ¡Al fin! Es el cabo que estaba esperando.

Mantener el rumbo oeste o doblar el cabo y virar al norte es lo que me queda por hacer. La tormenta en su ciego andar guiada por su propia demencia fustigada de vientos, rayos y truenos aparenta que se mantendrá enfurecida de forma directa. La decisión es clara.

Alegre por la calma obtenida entre tanto marear mi mano aferra el timón, desconecto el moderno piloto automático. Sonrío mientras mi cuerpo metálico vira al oeste, con la suave maniobra la proa dibuja un perfecto arco hacia estribor, mi cuerpo metálico vibra de emoción, la máquina junto a la hélice cavitan de júbilo, el viejo Poseidón sonríe desde su trono.
Mar por la proa...

Gijón, 22 de Noviembre de 2008

6 comentarios:

Anónimo dijo...

¿Cómo se puede describir, cómo se puede narrar con tanto oficio y arte, con tanta belleza y sensibilidad, de forma magistral, tan poética y a la vez tan veraz, cada paso, cada etapa de la vida?
Tú lo has conseguido.
Haces que parezca fácil escribir así cuando no lo es en absoluto.
Lo transmites de tal manera que cualquiera de nosotros se puede identificar en tus palabras.
Pasan los días, se suceden tus escritos y lejos de agotarte, te renuevas y el último sigue siendo el mejor.

JoseVi dijo...

Me ha encantado y con diferencia. Ver el video con las olas me ha sumergido por completo en el perfil de un marinero. La verdad es que tanto en un blog como en el otro intento escribir cosas similares, pero me superas, de verdad. Tal vez sea que me falta experiencia en la vida o tal vez observar mas. Pero hoy he aprendido de esta narracion, en serio. Eso creo que voy por buen camino :)

Un abrazo

Alfonso Saborido dijo...

He encontrado tu blog de casualidad, me ha encantado el texto, como describes el mar.
Yo trabajo al lado del mar,en su orilla, cuando llego por las noches, veo los resplandores de los faros, y me doy cuenta de que tiene cada cual su cadencia.
El vídeo es impresionante. Me gusta el mar, pero a la vez me da miedo. Qué bonito. He soñado tanto con historias de navegantes.

Anónimo dijo...

Hya que luchar duro por encontrar esos destellos del faro.

Armida Leticia dijo...

Leer lo que escribes, siempre es un placer. Te dejo un saludo desde más allá de la Mar Océano.

Alicia Abatilli dijo...

Coincido palabra a palabra con Anónimo.
¡Felicitaciones!
Alicia